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Tratemos a los demás como Dios quiereVivamos muy pendientes del día de Jehová
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Los asirios eran notorios por su agresividad en el combate y su crueldad con los prisioneros de guerra, a quienes acostumbraban quemar o desollar vivos, sacarles los ojos o cortarles la nariz, las orejas o los dedos. El libro Dioses, tumbas y sabios señala: “El recuerdo y la fama de Nínive se grabó en la conciencia de los hombres por las monstruosidades cometidas: asesinatos, pillaje, sumisión de pueblos y opresión de los débiles. La guerra y el terror fueron las únicas normas”. De hecho, contamos con un testigo que observó —y posiblemente cometió— tales actos violentos: el rey de Nínive. En efecto, cuando él escuchó el mensaje de Jonás, dio este mandato al pueblo: “Que se cubran de saco, hombre y animal doméstico; y que clamen a Dios con fuerza y se vuelvan, cada uno, de su mal camino y de la violencia que había en sus manos” (Jonás 3:6-8).b
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Tratemos a los demás como Dios quiereVivamos muy pendientes del día de Jehová
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b A unos 35 kilómetros al sudeste de Nínive se encontraba la ciudad de Cálah (Nimrud), reconstruida por Asurnasirpal. En el Museo Británico se exhiben losas esculpidas de los muros de Cálah, cuyos relieves dan pie a este comentario: “Asurnasirpal no escatimó detalles de la ferocidad y salvajismo con que llevó a cabo sus campañas. A los prisioneros los colgaban de postes o los empalaban en estacas en los muros de las ciudades asediadas [...]; hombres y mujeres jóvenes eran desollados vivos” (Archaeology of the Bible).
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