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  • Una cruzada atea
    ¡Despertad! 2010 | noviembre
    • Una cruzada atea

      HA SURGIDO en la sociedad otro movimiento ateo. Se denominan los nuevos ateos, y no se limitan a tener sus propias opiniones, sino que han emprendido una cruzada “activa, furiosa y apasionada a fin de convencer a los creyentes de que adopten su manera de pensar”, escribió el periodista Richard Bernstein. No permiten que haya dudas: hasta los agnósticos están en su punto de mira. Para los nuevos ateos, Dios no existe, y punto.

      “El mundo necesita despertar de esta larga pesadilla de las creencias religiosas”, afirmó el premio Nobel Steven Weinberg. Y en otra ocasión dijo: “Todo lo que los científicos podamos hacer para debilitar el control de la religión debemos hacerlo y quizá esto sea al final nuestra mayor contribución a la civilización”. Una de las armas empleadas para debilitar ese control es la palabra escrita, que parece suscitar considerable interés, a juzgar por los éxitos de ventas de algunos libros firmados por los nuevos ateos.

      La religión ha contribuido a esta cruzada, pues la gente se ha hartado del terrorismo, el extremismo y los conflictos religiosos que plagan al mundo. “La religión lo envenena todo”, dice uno de los líderes de este movimiento. Además, califica de veneno, no solo las posturas extremistas, sino también las creencias religiosas en general. Los nuevos ateos declaran que hay que desenmascarar y abandonar los dogmas centrales y reemplazarlos por la racionalidad y la razón. Sam Harris opina que la gente debe hablar sin temor y con claridad de las “montañas de sandeces que suponen una amenaza para la vida” contenidas en la Biblia y el Corán. Afirma: “No podemos seguir permitiéndonos el lujo de la corrección política”.

      Por una parte, los nuevos ateos desacreditan a la religión; por otra, reverencian a la ciencia incluso afirmando a veces que refuta la existencia de Dios. ¿Pero es así? ¿Puede la ciencia demostrar que Dios no existe? “Con el tiempo —dice Harris—, uno de los dos bandos acabará ganando esta discusión y el otro [la] perderá.”

      Ahora bien, pregúntese: “¿A qué bando le dará la razón el tiempo? ¿Es malo de por sí creer en la existencia de un Creador? ¿Logrará el ateísmo un mundo mejor?”. Veamos lo que científicos y filósofos respetados han dicho sobre el ateísmo, la religión y la ciencia.

  • ¿Ha acabado la ciencia con Dios?
    ¡Despertad! 2010 | noviembre
    • ¿Ha acabado la ciencia con Dios?

      EL FILÓSOFO británico Antony Flew fue durante cincuenta años un ateo de gran prestigio entre sus colegas. Su trabajo “Theology and Falsification” (Teología y falsificación), que apareció en 1950, “se convirtió en la publicación filosófica más reimpresa del siglo [XX]”. En 1986 se dijo que Flew era “el más agudo de los críticos contemporáneos en contra del teísmo” (la creencia en Dios o en deidades). De modo que muchos se escandalizaron cuando, en 2004, anunció que había cambiado de parecer.

      ¿Qué lo impulsó a dar ese paso? En pocas palabras: los avances científicos. Flew se convenció de que el universo, las leyes de la naturaleza y la vida misma no pueden haber surgido por pura casualidad. ¿Se trata de una conclusión lógica?

      ¿Cómo se presentaron las leyes de la naturaleza?

      El físico y divulgador científico Paul Davies señala que la ciencia realiza una magnífica función explicando fenómenos físicos como la lluvia. Pero matiza: “Cuando se trata de [...] planteamientos como ‘¿Por qué existen las leyes naturales?’, la cosa cambia. Los descubrimientos científicos específicos no inciden demasiado en estos tipos de cuestiones: muchos de los grandes interrogantes continúan inmutables desde el principio de la civilización y todavía nos preocupan”.

      “Lo importante no es que haya regularidades en la naturaleza —escribió Flew en 2007—, sino que estas regularidades sean matemáticamente precisas, universales e interdependientes. Einstein las llamó ‘la razón encarnada’. Lo que debemos preguntarnos es cómo fue posible que la naturaleza tuviera estas características. Hombres de ciencia, desde Newton hasta Einstein pasando por Heisenberg, se han planteado y respondido esta cuestión. Su respuesta es la Mente de Dios.”

      Lo cierto es que muchos científicos reputados no consideran acientífico creer en una Primera Causa inteligente. Por otro lado, decir que el universo, sus leyes y la vida se presentaron por casualidad no satisface el intelecto. La vida diaria nos dice que el diseño, en especial si es altamente complejo, exige la existencia de un diseñador.

      ¿Qué tipo de fe escogerá usted?

      Aunque a los nuevos ateos les guste enarbolar la bandera de la ciencia, el hecho es que ni el ateísmo ni el teísmo se apoyan exclusivamente en ella. Tanto uno como otro exigen fe en algo: el ateísmo en el ciego azar y el teísmo en una Primera Causa inteligente. Los nuevos ateos promueven la idea de que “toda fe religiosa es fe ciega”, señala John Lennox, profesor de Matemáticas en la Universidad de Oxford (Inglaterra). Y añade: “Debemos subrayar con insistencia que están equivocados”. La cuestión es entonces la siguiente: ¿qué fe se mantendrá en pie, la del ateo, o la del creyente? Pensemos, por ejemplo, en el origen de la vida.

      Los evolucionistas admiten sin reparos que el origen de la vida sigue siendo un misterio, a pesar de las innumerables y contrapuestas teorías. Un destacado nuevo ateo, Richard Dawkins, afirma que en virtud de los incontables planetas que deben existir en el universo, es lógico que la vida apareciera en alguno de ellos. Pero muchos científicos renombrados no están tan seguros. John Barrow, profesor de la Universidad de Cambridge, dice que la creencia en “la evolución de la vida y de la mente” llega a “callejones sin salida en cada estadio evolutivo. Hay tantas formas en que la vida puede cesar de evolucionar en un entorno complejo y hostil que sería pura arrogancia suponer que, simplemente contando con carbono suficiente y tiempo suficiente, todo es posible”.

      Conviene también recordar que la vida es más que una amalgama de componentes químicos; está basada en información de extrema complejidad, que se halla codificada en el ADN. Por tanto, cuando hablamos del origen de la vida también nos referimos al origen de la información biológica. Y ¿qué se requiere para generar información compleja? En una palabra: inteligencia. ¿Sería posible que el azar produjera información compleja como la de un programa de computadora, una fórmula algebraica, una enciclopedia o una simple receta de cocina? Por supuesto que no. Sin embargo, su complejidad palidece ante la sofisticación y la eficacia de la información almacenada en el código genético de los organismos vivos.

      ¿Es científico llamar al azar la Primera Causa?

      Paul Davies explica que según los ateos, “el universo es como es, misteriosamente, solo que permite la vida”. “De ser diferente —argumentan ellos—, no estaríamos aquí hablando del tema. Puede que el universo tenga o no una unidad subyacente profunda, pero desde luego no tiene diseño ni propósito, por lo menos ninguno que nosotros veamos.” Davies puntualiza: “La ventaja de esta postura es que es fácil de sostener, tan fácil que se puede utilizar para escurrir el bulto”, es decir, se trata de una manera conveniente de eludir la cuestión.

      En su obra Evolution: A Theory in Crisis (La evolución: una teoría en crisis), el biólogo molecular Michael Denton expone que la teoría de la evolución “se parece más a un principio de astrología medieval que a una teoría científica seria”. Asimismo, tilda a la evolución darwiniana de ser uno de los mayores mitos de la historia moderna.

      La realidad es que suena a ciencia ficción llamar al azar la Primera Causa. Imaginemos que cierto arqueólogo viera un pedrusco más o menos cuadrado. Seguramente atribuiría su forma a la casualidad, y es lógico. Pero si luego encontrara el busto de un ser humano esculpido con todo detalle, ¿diría que es obra de la casualidad? No. Su mente lógica le diría: “Alguien ha hecho esto”. Utilizando un razonamiento semejante, la Biblia asegura: “Toda casa es construida por alguien, pero el que ha construido todas las cosas es Dios” (Hebreos 3:4). ¿Está usted conforme con esta afirmación?

      “Cuanto más sabemos del universo [...], la idea de un Dios Creador que lo diseñó inteligentemente adquiere mayor credibilidad como inferencia a la mejor explicación de por qué estamos aquí”, admite el profesor Lennox.

      Por desgracia, entre las cosas que socavan la creencia en Dios figuran los abusos perpetrados en su nombre. Como consecuencia, hay quienes han llegado a la conclusión de que la humanidad estaría mejor sin religión. ¿Qué opina usted?

  • Un mundo sin religión: ¿será un mundo mejor?
    ¡Despertad! 2010 | noviembre
    • Un mundo sin religión: ¿será un mundo mejor?

      LOS nuevos ateos prevén un mundo sin religión: sin atentados suicidas, sin guerras religiosas y sin televangelistas que esquilmen a sus fieles. ¿Le atrae ese futuro?

      Antes de responder, pregúntese: “¿Hay indicios de que el ateísmo universal pueda convertir nuestro planeta en un mundo mejor?”. Repasemos algunos datos. En su esfuerzo por imponer un estado marxista y ateo, los jemeres rojos asesinaron a más de un millón y medio de camboyanos. Por otro lado, en la atea Unión Soviética, la dominación de Stalin se tradujo en decenas de millones de muertos. Obviamente, no se puede culpar al ateísmo de dichas atrocidades, pero estas dan a entender que un estado ateo no garantiza la paz y la armonía.

      Pocos negarán que la religión es la causa de mucho sufrimiento. ¿Pero tiene Dios la culpa? No. Dios es tan culpable del sufrimiento como lo sería un fabricante de automóviles del accidente que ocasionara un conductor que fuera hablando por teléfono. La humanidad sufre por muchas razones, una de las cuales es de mayor importancia que las creencias. La Biblia apunta a la imperfección heredada al decir: “Porque todos han pecado y no alcanzan a la gloria de Dios” (Romanos 3:23). Esta inclinación al pecado tiende a fomentar en la gente egoísmo, soberbia, deseos de independencia moral y violencia (Génesis 8:21). Además la lleva a buscar razones para justificar y adoptar creencias que excusen el mal comportamiento (Romanos 1:24-27). Por eso advirtió Jesucristo: “Del corazón salen razonamientos inicuos, asesinatos, adulterios, fornicaciones, hurtos, testimonios falsos, blasfemias” (Mateo 15:19).

      Una diferencia sustancial

      A esta altura debe hacerse una distinción entre la religión verdadera —la única que Dios acepta— y la falsa. La religión verdadera ayudaría a la gente a luchar contra sus inclinaciones carnales; además, fomentaría el amor abnegado, la paz, la bondad, la apacibilidad, el autodominio, la lealtad al cónyuge y el respeto a los demás (Gálatas 5:22, 23). La religión falsa, por el contrario, tendería a acomodarse a la corriente popular, a ‘regalarle los oídos a la gente’, como dice la Biblia, haciendo la vista gorda ante los pecados que denunció Jesús (2 Timoteo 4:3).

      ¿Podría el ateísmo contribuir a la misma ambigüedad o confusión moral? La negación de Dios supone no tener ningún compromiso con la autoridad divina, así como “no estar bajo la obligación de respetar valores objetivos”, dice Phillip Johnson, profesor de Derecho. En consecuencia, la moralidad adquiere un carácter relativo, permitiendo que cada cual establezca sus propias normas, si acaso las desea. No es de extrañar, pues, que el ateísmo sea una filosofía de vida tan atrayente (Salmo 14:1).

      No obstante, Dios no tolerará para siempre las mentiras —ateas o religiosas— ni a quienes las proclamen.a Él promete: “Los rectos [en sentido moral y religioso] son los que residirán en la tierra, y los exentos de culpa son los que quedarán en ella. En cuanto a los inicuos, serán cortados de la mismísima tierra; y en cuanto a los traicioneros, serán arrancados de ella” (Proverbios 2:21, 22). El resultado final será algo que ningún hombre ni filosofía ni institución humana podría jamás lograr: la paz y felicidad universal (Isaías 11:9).

      [Nota]

      a Se puede hallar una explicación convincente de por qué permite Dios temporalmente la maldad y el sufrimiento en el capítulo 11 del libro ¿Qué enseña realmente la Biblia?, editado por los testigos de Jehová.

      [Recuadro de la página 6]

      ¿QUÉ OPINA DIOS DE LAS ATROCIDADES RELIGIOSAS?

      La tierra que heredaron los antiguos israelitas había estado habitada por los cananeos, un pueblo depravado que practicaba el incesto, la sodomía y el bestialismo, así como el sacrificio ritual de niños (Levítico 18:2-27). Según la obra Archaeology and the Old Testament, las excavaciones “han puesto al descubierto montones de cenizas y restos de esqueletos infantiles en cementerios situados cerca de altares paganos, lo que indica lo extendida que estaba la práctica de [sacrificar niños]”. El manual bíblico Halley’s Bible Handbook comenta que este pueblo adoraba a sus dioses cometiendo excesos inmorales y sacrificando sus primogénitos a estas mismas deidades. “Los arqueólogos que cavan en las ruinas de las ciudades cananeas se preguntan por qué Dios no las destruyó mucho antes”, concluye.

      La destrucción divina de los cananeos es un claro recordatorio de que Dios no tolerará para siempre la maldad que se comete en su nombre. Es más, “ha fijado un día en que se propone juzgar la tierra habitada con justicia”, advierte Hechos 17:31.

      [Ilustraciones de la página 7]

      Tanto creyentes como ateos han cometido atrocidades

      La Iglesia apoya a Hitler

      Restos de las víctimas de los jemeres rojos en Camboya

      [Reconocimiento]

      AP Photo

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