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  • Las raíces del ateísmo
    La Atalaya 1994 | 1 de diciembre
    • Las raíces del ateísmo

      VIVIMOS en un planeta plagado de problemas; un vistazo a los titulares de los periódicos confirma este hecho todos los días. El estado desesperado de nuestro mundo ha llevado a muchas personas a cuestionarse la existencia de Dios. Algunas, que se dicen ateas, incluso niegan su existencia. ¿Es ese su caso?

      El que usted crea en Dios o no puede afectar profundamente su visión del futuro. Sin Dios, la supervivencia de la raza humana depende enteramente del hombre, una perspectiva nada halagüeña en vista del potencial destructivo del ser humano. Si cree que Dios existe, es probable que acepte que la vida en este planeta tiene un propósito que podrá realizarse con el tiempo.

      Aunque durante la historia se ha negado esporádicamente la existencia de Dios, el ateísmo se ha popularizado solo en los últimos siglos. ¿Sabe por qué?

      Se perciben las raíces

      La contemplación de un gran árbol es impactante. Sin embargo, el ojo solo percibe las hojas, las ramas y el tronco. Las raíces, la fuente vital del árbol, están escondidas en el subsuelo.

      Así ocurre en el caso del ateísmo. La negación de la existencia de Dios alcanzó una altura impresionante, como la de un árbol encumbrado, para el siglo XIX. ¿Podían existir la vida y el universo sin una Primera Causa sobrenatural? ¿Era la adoración de ese Creador una pérdida de tiempo? Las respuestas de los filósofos de renombre de la época eran enfáticas y claras. “Tal como ya no necesitamos un código moral, tampoco necesitamos la religión”, dijo Friedrich Nietzsche. “La religión es el sueño del espíritu humano”, afirmó Ludwig Feuerbach. Y Karl Marx, cuyos escritos tendrían una profunda influencia en las siguientes décadas, expresó con atrevimiento: “Quiero liberar más al espíritu de las cadenas de la religión”.

      Estas declaraciones impresionaron a mucha gente. No obstante, lo que percibieron eran simplemente las hojas, las ramas y el tronco del ateísmo. Las raíces habían empezado a crecer mucho antes de que comenzara el siglo XIX. Paradójicamente, fueron las religiones de la cristiandad las que fomentaron el crecimiento moderno del ateísmo. ¿En qué sentido? La corrupción de estas instituciones religiosas provocó mucha desilusión y protesta.

      Se siembran las semillas

      Durante la Edad Media, la Iglesia Católica ejercía un dominio completo sobre sus súbditos. “La jerarquía parecía mal preparada para atender las necesidades espirituales del pueblo —dice The Encyclopedia Americana—. Las altas jerarquías, especialmente los obispos, se reclutaban de la nobleza, y veían su oficio principalmente como una fuente de prestigio y poder.”

      Algunas personas, como Juan Calvino y Martín Lutero, intentaron reformar la Iglesia. No obstante, sus métodos no siempre fueron cristianos; la intolerancia y el derramamiento de sangre caracterizaron la Reforma. (Compárese con Mateo 26:52.) Tan crueles fueron algunos abusos, que tres siglos más tarde Thomas Jefferson, el tercer presidente de Estados Unidos, escribió: “Sería más perdonable no creer en ningún dios, que blasfemar contra él mediante los atroces atributos de Calvino”.a

      Está claro que la Reforma no restableció la adoración pura. Sin embargo, redujo el poder de la Iglesia Católica. El Vaticano ya no poseía el monopolio de la fe religiosa. Muchos se unieron a las nuevas sectas protestantes. Otros, decepcionados de la religión, hicieron del intelecto humano su objeto de adoración. Todo ello resultó en una actitud liberal que daba cabida a diversas opiniones sobre Dios.

      Brota el escepticismo

      Para el siglo XVIII se preconizaba el pensamiento racional como la panacea de los problemas del mundo. El filósofo alemán Immanuel Kant afirmó que el hombre veía estorbado su progreso por su dependencia de la dirección política y religiosa. “¡Atrévete a saber! —recomendó encarecidamente—. ¡Ten el valor de usar tu propia inteligencia!”

      Esta fue la actitud característica del siglo de las luces, conocido también como siglo de la razón. Este período, que abarcó todo el siglo XVIII, estuvo marcado por una búsqueda obsesiva de conocimiento. “El escepticismo reemplazó a la fe ciega —dice el libro Milestones of History—. Se cuestionaron todas las ortodoxias antiguas.”

      Una ‘ortodoxia antigua’ que estuvo bajo escrutinio fue la religión. “El hombre cambió su modo de ver la religión —dice el libro The Universal History of the World—. Ya no le satisfacía la promesa de ser recompensado en el cielo; pedía una vida mejor en la Tierra. Empezó a perder la fe en lo sobrenatural.” La mayoría de los filósofos del siglo de las luces despreciaron la religión. Culparon en particular al clero de la Iglesia Católica, ávido de poder, por mantener a la gente en la ignorancia.

      Muchos de estos filósofos, insatisfechos con la religión, se hicieron deístas; creían en Dios, pero afirmaban que no tenía ningún interés en el hombre.b Algunos se hicieron ateos declarados, como el filósofo Paul Henri Thiry Holbach, que decía que la religión era “fuente de divisiones, locura y crímenes”. Con el paso de los años, muchas personas más se hastiaron de la cristiandad y compartieron los sentimientos de Holbach.

      ¡Qué irónico el hecho de que la cristiandad espoleara el desarrollo del ateísmo! “Las iglesias fueron el caldo de cultivo del ateísmo —escribe el profesor de Teología Michael J. Buckley—. Las religiones organizadas escandalizaron y disgustaron profundamente la conciencia occidental. Las iglesias y las sectas habían devastado Europa, habían perpetrado masacres, habían exigido la resistencia o la revolución religiosa y habían intentado excomulgar o deponer monarcas.”

      El ateísmo alcanza su máximo auge

      Para el siglo XIX, la negación de Dios se expresaba abiertamente y prosperaba. Los filósofos y científicos no dudaban en proclamar con energía sus opiniones. “Nuestro enemigo es Dios —declaró un ateo lenguaraz—. El odio a Dios es el principio de la sabiduría. El progreso verdadero de la humanidad tiene que fundamentarse en el ateísmo.”

      Sin embargo, durante el siglo XX se produjo un cambio sutil. La negación de Dios se hizo menos militante; empezó a difundirse una clase diferente de ateísmo, que afectó incluso a quienes profesaban creer en Dios.

      [Notas a pie de página]

      a Las sectas protestantes que resultaron de la Reforma conservaron muchas doctrinas antibíblicas. Véanse los números de ¡Despertad! del 22 de agosto de 1989, páginas 16-20, y del 8 de septiembre de 1989, páginas 23-27.

      b Los deístas decían que Dios puso en marcha la creación, de manera parecida a un relojero, y luego le dio la espalda y se olvidó de ella. Según el libro The Modern Heritage, los deístas “creían que el ateísmo era un error nacido de la desesperación, pero que la estructura autoritaria de la Iglesia Católica y la rigidez e intolerancia de sus doctrinas eran aún más deplorables”.

      [Fotografías en la página 3]

      Karl Marx

      Ludwig Feuerbach

      Friedrich Nietzsche

  • La negación de Dios en este siglo XX
    La Atalaya 1994 | 1 de diciembre
    • La negación de Dios en este siglo XX

      “La gente se ha resignado a la ausencia de Dios y está organizando su vida independientemente, para bien o para mal, y sin ninguna referencia a Dios.” (One Hundred Years of Debate Over God—The Sources of Modern Atheism.)

      AUNQUE un árbol encumbrado impresiona al principio, con el tiempo nos acostumbramos a él. Su presencia se hace familiar, y su altura ya no nos impone.

      Lo mismo sucede con el ateísmo. Si bien provocó muchos debates durante el siglo XIX, la negación de la existencia de Dios ya no escandaliza ni preocupa hoy en día. Una era de tolerancia ha permitido que el ateísmo coexista pacíficamente con la creencia en Dios.

      Esto no significa que la mayoría de las personas nieguen a Dios directamente; por el contrario, los resultados de una encuesta llevada a cabo en once países de América, Europa y Asia han puesto de manifiesto que poco más del 2% de la población, como promedio, alega ser atea. No obstante, hoy predomina una actitud atea, incluso entre aquellos que creen que Dios existe. ¿Cómo es eso posible?

      Se niega la autoridad de Dios

      “Algunas veces el ateísmo se refiere sencillamente a rechazar en la práctica a Dios, o a pasarlo por alto”, dice The Encyclopedia Americana. Por esta razón, el Diccionario de términos religiosos y afines da como segunda acepción de “ateísmo” aquel que “vive prescindiendo de la realidad del ser divino”.

      Sí, el ateísmo puede implicar una negación de la existencia de Dios o simplemente de su autoridad. La Biblia alude a esta actitud atea en Tito 1:16: “Profesan conocer a Dios, pero con las obras reniegan de Él”. (Antonio Fuentes; compárese con Salmo 14:1.)

      Tal rechazo de la autoridad de Dios puede rastrearse hasta la primera pareja humana. Eva admitía la existencia de Dios; sin embargo, quiso “ser como Dios, conociendo lo bueno y lo malo”, es decir, quiso poder decidir por sí misma lo que debía hacer y crear su propio código moral. Más tarde, Adán se unió a Eva y también rechazó la autoridad divina. (Génesis 3:5, 6.)

      ¿Está extendida hoy esta actitud? Sí. Se evidencia un sutil ateísmo en la búsqueda de la independencia. “La gente hoy está cansada de vivir bajo la vigilancia de Dios —observa el libro One Hundred Years of Debate Over God—The Sources of Modern Atheism (Cien años de debate sobre Dios. Las causas del ateísmo moderno)—. Prefiere [...] vivir en libertad.” Se rechaza el código moral de la Biblia por considerarlo impráctico y poco realista. El modo de pensar de muchas personas es como el del faraón egipcio que declaró en tono desafiante: “¿Quién es Jehová, para que yo obedezca su voz [...]? No conozco a Jehová en absoluto”. Rechazó la autoridad de Jehová. (Éxodo 5:2.)

      La cristiandad niega a Dios

      La negación más vergonzosa de la autoridad de Dios proviene del clero de la cristiandad, que ha sustituido las verdades puras de la Biblia por tradiciones humanas. (Compárese con Mateo 15:9.) Además, ha respaldado las guerras más sangrientas del siglo XX, rechazando de este modo el mandato bíblico de practicar verdadero amor. (Juan 13:35.)

      El clero también ha negado a Dios al dar la espalda a Sus normas morales, como se ve, por ejemplo, en el caso de los constantes litigios contra sacerdotes acusados de pedofilia. La situación de la cristiandad se asemeja a la del Israel y Judá de la antigüedad. “El país está lleno de derramamiento de sangre, y la ciudad está llena de tortuosidad —se le comunicó a Ezequiel— porque han dicho: ‘Jehová ha dejado la tierra, y Jehová no está viendo’.” (Ezequiel 9:9; compárese con Isaías 29:15.) No sorprende que muchas personas hayan abandonado totalmente las iglesias de la cristiandad. Pero ¿deben dejar de creer en Dios?

      ¿Hay razones válidas para el ateísmo?

      Independientemente de la hipocresía de la religión, a muchos ateos les resulta difícil conciliar la creencia en Dios con el sufrimiento que existe en el mundo. Simone de Beauvoir dijo en una ocasión: “Me resultaba más fácil creer en un mundo sin creador que en un creador cargado con todas las contradicciones del mundo”.

      ¿Prueban las injusticias del mundo, incluidas las instigadas por personas religiosas hipócritas, que no existe Dios? A modo de ilustración: si se utiliza un cuchillo para amenazar, herir o incluso asesinar a una persona inocente, ¿prueba esto que el cuchillo no tuvo un fabricante? ¿No muestra, más bien, que se le dio un mal uso? De modo análogo, gran parte del sufrimiento humano evidencia que el hombre está utilizando mal las aptitudes que Dios le dio, así como la misma Tierra.

      Ahora bien, algunas personas piensan que no es lógico creer en Dios, puesto que no podemos verlo. Pero ¿qué puede decirse del aire, las ondas sonoras y los olores? No podemos ver ninguna de estas cosas y, sin embargo, sabemos que existen. Nuestros pulmones, oídos y nariz nos lo indican. Sin duda, creemos en lo que no podemos ver si tenemos prueba de su existencia.

      Después de contemplar las pruebas físicas, como los electrones, protones, átomos, aminoácidos y el complejo cerebro, el científico naturalista Irving William Knobloch dijo: “Creo en Dios porque, para mí, Su divina existencia es la única explicación lógica del estado de las cosas”. (Compárese con Salmo 104:24.) Del mismo modo, el fisiólogo Marlin Books Kreider dice: “Como ser humano común, y también como hombre que ha dedicado su vida a la investigación y al estudio científicos, no tengo ninguna duda sobre la existencia de Dios”.

      Estos hombres no son los únicos. Según el profesor de Física Henry Margenau, “entre los científicos de primerísima categoría se encuentran muy pocos ateos”. Ni los adelantos de la ciencia ni el fracaso de la religión deben hacer que dejemos de creer en Dios. Examinemos por qué.

      El contraste de la religión verdadera

      Thomas Jefferson, un presidente de Estados Unidos, escribió en 1803: “Estoy en realidad opuesto a las corrupciones del cristianismo; pero no a los auténticos preceptos de Jesús”. En efecto, hay una diferencia entre la cristiandad y el cristianismo. Muchas de las doctrinas de la cristiandad están basadas en tradiciones humanas, mientras que el verdadero cristianismo fundamenta sus creencias exclusivamente en la Biblia. Por esta razón, Pablo escribió a los colosenses del siglo I que debían adquirir “conocimiento exacto”, “sabiduría” y “comprensión espiritual”. (Colosenses 1:9, 10.)

      Esto es lo que debemos esperar de los verdaderos cristianos, pues Jesús mandó a sus seguidores: “Hagan discípulos de gente de todas las naciones, bautizándolos [...], enseñándoles a observar todas las cosas que yo les he mandado”. (Mateo 28:19, 20.)

      Hoy los testigos de Jehová están cumpliendo con este mandato en 231 países por todo el mundo. Han traducido la Biblia a 12 idiomas y han impreso más de 74.000.000 de ejemplares. Además, mediante un programa de estudio de la Biblia, están ayudando en la actualidad a más de 4.500.000 personas a ‘observar todas las cosas que Jesús mandó’.

      Este programa educativo está produciendo muy buenos resultados. Suministra la mejor instrucción, pues está basado en la sabiduría de Dios, y no en ideas humanas. (Proverbios 4:18.) Además, está ayudando a personas de todas las naciones y razas a vestirse de una “nueva personalidad” que les permite cultivar verdadero amor entre sí, algo que nunca pudo lograr el siglo de las luces humano. (Colosenses 3:9, 10.)

      La religión verdadera está triunfando en este siglo XX. No niega a Dios, ni su existencia ni su autoridad. Le invitamos a comprobarlo por usted mismo visitando a los testigos de Jehová en uno de sus Salones del Reino.

      [Recuadro en la página 6]

      SE FORTALECEN LAS RAÍCES DEL ATEÍSMO

      A mediados del siglo XVIII se comisionó al filósofo Denis Diderot a traducir del inglés al francés una enciclopedia de un solo tomo. Sin embargo, hizo mucho más de lo que se le encargó. Diderot pasó unas tres décadas redactando su Encyclopédie, una obra de veintiocho tomos que captó el espíritu de la época.

      Aunque la Encyclopédie contenía mucha información práctica, se concentraba en la sabiduría humana. Según la obra Las grandes épocas de la humanidad, “se atrevió a proclamar el credo radical [de los filósofos]: el hombre puede mejorar su condición si sustituye la fe por la razón como guía”. Llamaba la atención la ausencia de referencias a Dios. “Por su selección de materias —dice el libro The Modern Heritage—, los publicadores indicaron con claridad que la religión no era uno de los temas que el hombre necesitaba conocer.” No sorprende que la Iglesia intentara suprimir la Encyclopédie. El ministro de Justicia la denunció como subversiva en lo relativo a la política, la moral y la religión.

      A pesar de sus enemigos, unas cuatro mil personas solicitaron la Encyclopédie de Diderot, un número asombroso si se tiene en cuenta su precio exorbitante. Solo era cuestión de tiempo, y esta tendencia velada del ateísmo se convertiría en una abierta negación de Dios.

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