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Nuestra preciosa atmósfera¡Despertad! 1994 | 22 de diciembre
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Nuestra preciosa atmósfera
EL 4 de mayo de 1961, Malcolm Ross y Vic Prather ascendieron en globo a 34,6 kilómetros de altitud. Pero en aquellos momentos Ross no le dio mucha importancia a la hazaña, porque estaba embelesado con lo que vio al subir cuidadosamente una de las persianas de la barquilla y mirar al exterior por primera vez.
“Cuando alcanzamos los 30.500 metros —explicó—, la vista era soberbia.” Le impresionaron los colores que distinguen las capas de la atmósfera. Primero se encuentra el “azul blanquecino y brillante” de la troposfera, que se extiende desde la superficie terrestre hasta una altura de 16 kilómetros. Le sigue el azul intenso de la estratosfera, que se va oscureciendo hasta fundirse con la negrura del espacio. “Asombrados, contemplamos en silencio la sublime belleza de la atmósfera”, escribió Ross en el National Geographic.
No hay duda: nuestra fantástica atmósfera es digna de ser contemplada.
Mantiene la vida
La atmósfera es un océano de aire que envuelve la Tierra hasta una altura de alrededor de 80 kilómetros. Pesa más de cinco mil billones de toneladas y ejerce sobre nuestra cabeza una presión de 1,03 kilogramos por centímetro cuadrado al nivel del mar. Esta presión es fundamental para nuestra supervivencia, pues impide que se nos evaporen los fluidos corporales. En la atmósfera alta no hay suficiente presión para mantener la vida humana, razón por la que Ross y Prather tuvieron que ponerse trajes espaciales presurizados. “Sin la presión artificial —explicó Ross—, la sangre nos herviría y se nos reventarían los vasos sanguíneos y los órganos internos.”
Como es obvio, también necesitamos este océano de aire para respirar. Sin embargo, la mayoría de nosotros damos por sentado el aire porque no lo vemos. Un varón piadoso de la antigüedad dijo agradecido: “[Dios] da a toda persona vida y aliento y todas las cosas”. (Hechos 17:24, 25.)
Si no hubiera atmósfera, no llovería, pues faltaría el medio que mantiene en suspensión las partículas de polvo en torno a las que se forman las gotas de agua. Además, la atmósfera impide que nos abrasen los rayos directos del Sol y que nos congelemos de noche, ya que actúa como un manto que retiene parte del calor solar, lo que contribuye a atemperar el frío nocturno.
Por otra parte, protege a los habitantes de la Tierra de los meteoritos. Herbert Riehl explica en su libro Introduction to the Atmosphere (Introducción a la atmósfera): “Se calcula que diariamente llegan al límite exterior de la atmósfera cuerpos sólidos procedentes del espacio que suman en total una masa de varios miles de toneladas”. Pero la mayoría de los meteoritos se desintegran en ella antes de alcanzar la superficie terrestre.
La atmósfera da realce a la vida regalándonos los hermosos cielos azules, las esponjosas nubes blancas, la refrescante lluvia y los vistosos amaneceres y ocasos. Sin ella no oiríamos las voces de nuestros seres queridos ni podríamos escuchar nuestra música predilecta, porque las ondas sonoras necesitan de un elemento para poder difundirse. El aire es un excelente conductor del sonido, mientras que el espacio exterior es completamente insonoro.
Una mezcla maravillosa
En la antigüedad se creía que la atmósfera estaba compuesta de una sola sustancia. A finales del siglo XVIII, los científicos descubrieron que está constituida principalmente por dos gases complementarios: nitrógeno y oxígeno. El primero se encuentra en una proporción del 78%, y el segundo, del 21%; el restante 1% está formado por otros gases, como argón, vapor de agua, dióxido de carbono, neón, helio, criptón, hidrógeno, xenón y ozono.
El oxígeno es, como sabemos, el gas vital que absorbemos mediante la respiración. El nivel de oxígeno atmosférico es el idóneo para la vida terrestre. Una disminución significativa resultaría en que nos diera sueño y acabáramos perdiendo el conocimiento. Por otro lado, en caso de un aumento excesivo, se afirma que hasta las ramitas húmedas y la hierba del bosque entrarían en combustión.
El nitrógeno es el diluyente perfecto del oxígeno. Pero no se limita a desempeñar un papel pasivo en el mantenimiento de la vida. Todos los organismos dependen de él para vivir. Las plantas lo obtienen de la atmósfera gracias a la acción de los rayos y de un tipo especial de bacteria. Los seres humanos lo obtenemos, a nuestra vez, del alimento que ingerimos.
Es un prodigio que nuestra atmósfera mantenga la proporción adecuada de nitrógeno y oxígeno. El nitrógeno regresa a ella con la valiosa ayuda de los microorganismos. ¿Y el oxígeno? El fuego y la respiración de los seres humanos y los animales consumen grandes cantidades. Pese a todo, el nivel de oxígeno se mantiene en un 21%. ¿Cómo? Mediante el proceso químico que tiene lugar en las hojas verdes y las algas, llamado fotosíntesis, que libera más de mil millones de toneladas de oxígeno diarias.
La fotosíntesis no puede producirse sin dióxido de carbono, gas que constituye únicamente el 0,03% de la atmósfera. Gracias a él, las plantas crecen y producen frutos y semillas aprovechando la energía lumínica. El dióxido de carbono también impide el enfriamiento del planeta al devolver a la superficie terrestre parte del calor irradiado por esta. Pero si aumentara la concentración de este elemento como consecuencia de una combustión excesiva de madera, carbón, gas natural y petróleo, la Tierra se calentaría hasta el punto de que la vida desaparecería. Por otro lado, si el nivel disminuyera considerablemente, se interrumpiría la fotosíntesis y nos moriríamos de hambre.
El ozono es otro gas presente en minúscula proporción del que depende la vida en la Tierra. El ozono de la capa alta de la atmósfera, llamada estratosfera, absorbe la radiación ultravioleta del Sol, protegiéndonos así a los habitantes de la Tierra de sus perniciosos efectos.
Verdaderamente, cuanto más aprendemos sobre la atmósfera, más razones tenemos para maravillarnos. La proporción en que se hallan el nitrógeno, el oxígeno y otros gases menos abundantes es la correcta. El tamaño de nuestro planeta es asimismo el adecuado para mantener el equilibrio. Si fuera más pequeño y ligero, su fuerza gravitatoria sería tan débil que nuestra valiosa atmósfera se escaparía hacia el espacio.
“Por otra parte —afirma el libro de texto científico Environment of Life (Entorno de la vida)—, en caso de que la masa terrestre fuera ligeramente mayor, la fuerza gravitatoria, al ser correspondientemente mayor, retendría grandes cantidades de gases. [...] El delicado equilibrio entre los gases atmosféricos se alteraría.”
Lamentablemente, este “delicado equilibrio” se está alterando a causa del estilo de vida del hombre actual. ¿Es grave la situación? ¿Qué esperanza hay de que nuestra preciosa atmósfera se salve del desastre?
[Recuadro/Fotografía en la página 5]
¿Cuándo son más bonitas las puestas de sol?
El modo de reflejar la atmósfera los rayos solares confiere al cielo un agradable tono azul. Cuando el astro se pone en el horizonte, sus rayos tienen que atravesar mucha más masa atmosférica, lo que da lugar a una diversidad de colores intensos que los habitantes de las ciudades tal vez nunca contemplen.
En las poblaciones industriales, los crepúsculos suelen ser insulsos y carentes de colorido, a excepción de algunas tonalidades rojizas. Si la zona está muy contaminada, indica la revista New Scientist, “solo se ve un disco de color rojo mate que a veces llega a desvanecerse aun antes de alcanzar el horizonte”.
“En una atmósfera de gran pureza —explica la misma fuente—, los colores del ocaso son muy intensos. El Sol, de un amarillo brillante, tiñe de matices anaranjados y amarillentos el cielo que lo circunda. A medida que se hunde en el horizonte, los tonos van tornándose azulados. Las nubes bajas siguen reflejando la luz solar incluso después de que el astro desaparece.”
Imagínese la gran variedad de hermosas puestas de sol que habrá cuando el mundo esté libre de contaminación. (Revelación [Apocalipsis] 21:3-5.)
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Una atmósfera dañada¡Despertad! 1994 | 22 de diciembre
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Una atmósfera dañada
DURANTE el viaje a la Luna que realizó en 1971, Edgar Mitchell dijo al ver la Tierra desde el Apolo 14: “Parece una joya resplandeciente de color azul y blanco”. ¿Qué contemplaría hoy una persona desde el espacio?
Si se pusiera unos lentes especiales para observar los gases invisibles de la atmósfera terrestre, se encontraría con una escena muy distinta. Raj Chengappa escribió en India Today: “Sobre la Antártida y América del Norte percibiría unos gigantescos agujeros en la protectora capa de ozono. En lugar de una joya resplandeciente de color azul y blanco, vería una Tierra apagada y sucia, llena de oscuras nubes de dióxido de carbono y dióxido de azufre”.
¿Qué origen tienen los agujeros en la ozonosfera, la protectora capa de la atmósfera alta? ¿Será tan peligroso como dicen el incremento de los contaminantes atmosféricos?
¿Cómo se destruye el ozono?
Hace más de seis décadas, los científicos anunciaron el descubrimiento de un refrigerante inocuo que sustituiría a los existentes, que eran tóxicos y fétidos. Las moléculas del nuevo gas estaban integradas por un átomo de carbono, dos de cloro y dos de flúor (CCl2F2). Esta y otras sustancias sintéticas parecidas reciben el nombre de clorofluorocarbonos (CFC).
A principios de los años setenta, la producción industrial de CFC prosperaba en todo el mundo. No solo se utilizaban en neveras, sino en aerosoles, en acondicionadores de aire, en productos de limpieza y en la fabricación de espumas plásticas y envases de comida rápida.
No obstante, en septiembre de 1974, los científicos Sherwood Rowland y Mario Molina dieron a conocer que los CFC ascienden lentamente hasta alcanzar la estratosfera, donde liberan su contenido de cloro. Se calcula que cada átomo de cloro puede destruir miles de moléculas de ozono. Pero la pérdida de ozono no ha sido uniforme por toda la atmósfera superior, ya que en las regiones polares se ha observado una disminución mucho mayor.
Desde 1979, todas las primaveras se pierden grandes cantidades de ozono sobre la Antártida, que luego reaparecen. Esta reducción estacional, llamada agujero de ozono, se ha agravado y prolongado en los últimos años. En 1992, las mediciones efectuadas por satélite revelaron un agujero de tamaño récord que superaba en extensión a toda Norteamérica. Apenas quedaba ozono en dicha zona. Los globos sonda registraron una disminución de más del 60%, la mayor jamás detectada.
Mientras tanto, los niveles de ozono de la atmósfera alta también han descendido en otros sectores del planeta. “Las últimas mediciones —informa la revista New Scientist— muestran que [...] en 1992 hubo concentraciones de ozono anormalmente bajas entre los 50 y los 60 grados norte, que comprenden la Europa septentrional, Rusia y Canadá. El nivel de ozono fue un 12% inferior a lo usual, el más bajo en los últimos treinta y cinco años de observación continua.”
La revista Scientific American afirma: “Se ha demostrado que hasta las predicciones más fatídicas subestimaron la pérdida de ozono ocasionada por los clorofluorocarbonos. [...] Sin embargo, cuando se efectuaron tales pronósticos, algunos elementos influyentes del gobierno y la industria se opusieron firmemente a la adopción de medidas restrictivas, por considerar que no había suficientes pruebas científicas”.
Ya se han vertido alrededor de 20.000.000 de toneladas de CFC en el aire. Dado que estos gases tardan años en alcanzar la estratosfera, varios millones de toneladas no han iniciado aún su acción destructiva. Pero los CFC no son la única fuente de emisión del cloro que elimina el ozono. “La NASA calcula que cada vez que se lanza un transbordador espacial, se depositan 75 toneladas de cloro en la ozonosfera”, indica la revista Popular Science.
¿Cuáles son las consecuencias?
No se conocen con toda exactitud las repercusiones del empobrecimiento del ozono estratosférico. Sí parece cierto, sin embargo, que la Tierra está recibiendo una mayor cantidad de la nociva radiación ultravioleta, lo que ha aumentado la incidencia de cáncer de piel. “Durante la última década —informa la revista Earth—, subió un 5% la dosis anual de radiación ultravioleta dañina que penetra en el hemisferio norte.”
Se calcula que un incremento de solo el 1% elevaría los casos de cáncer cutáneo de un 2 a un 3%. La revista africana Getaway afirma: “Todos los años se producen 8.000 nuevos casos de cáncer de piel en África del Sur [...]. Tenemos uno de los niveles de protección de ozono más bajos y una de las incidencias de cáncer de piel más altas (no es casualidad que coincidan ambos fenómenos)”.
Los científicos Rowland y Molina ya predijeron hace años que la destrucción del ozono de la atmósfera alta causaría un aumento en la incidencia del cáncer cutáneo, y por ello recomendaron la prohibición inmediata en Estados Unidos del uso de clorofluorocarbonos en los atomizadores. Reconociendo el peligro, muchos países han acordado suspender la producción de CFC antes de enero de 1996. Entretanto, la utilización de estos compuestos sigue poniendo en peligro la vida en la Tierra.
La disminución de ozono en la Antártida, explica la revista Our Living World, “ha propiciado la penetración de la luz ultravioleta en el océano a mayor profundidad de lo que se esperaba. [...] Esta circunstancia ha conllevado una reducción considerable de la productividad de los organismos unicelulares que constituyen la base de la cadena alimenticia oceánica”. Además, se ha constatado mediante diversos experimentos que al aumentar la radiación ultravioleta, se reduce el rendimiento de las cosechas, lo que representa una amenaza para el suministro mundial de alimento.
Evidentemente, el empleo de los CFC puede desembocar en una catástrofe. No obstante, la atmósfera sufre el bombardeo de muchos más agentes contaminantes. Uno de ellos es un gas atmosférico que en cantidades mínimas es esencial para la vida en la Tierra.
Efectos de la contaminación
A mediados del siglo XIX, el hombre empezó a quemar carbón, gas natural y petróleo en cantidades cada vez mayores, liberando así una abundancia de dióxido de carbono a la atmósfera. En aquel entonces, el contenido de este gas en el aire era de unas 285 partes por millón. Pero al incrementarse el consumo de combustibles fósiles, los niveles de dióxido de carbono han superado las 350 partes por millón. ¿Qué consecuencias ha tenido el hecho de que en la atmósfera haya aumentado la cantidad de este gas que atrapa el calor?
Un gran número de investigadores opina que la subida de los niveles de dióxido de carbono origina el alza de la temperatura de la Tierra. Otros, en cambio, dicen que el calentamiento del planeta obedece principalmente a la variabilidad del Sol, que, según ellos, ha emitido más energía en los últimos tiempos.
Sea como fuere, la década de los ochenta ha sido la más calurosa desde que se empezaron a registrar las temperaturas, a mediados del siglo XIX. “La tendencia persiste en este decenio —señala el periódico sudafricano The Star—, pues de los ciento cuarenta años de los que se tienen datos, 1990 fue el más caliente, 1991 el tercero y 1992 [...] el décimo.” El ligero enfriamiento de los últimos dos años se atribuye al polvo que lanzó a la atmósfera el monte Pinatubo al hacer erupción en 1991.
Los efectos futuros del ascenso de las temperaturas generan candentes discusiones. Pero una consecuencia obvia es que se ha complicado la ya difícil labor meteorológica. New Scientist indica que ‘con los cambios climáticos que ocasiona el calentamiento del planeta, es probable que crezca el número de pronósticos erróneos’.
Muchas compañías de seguros temen que el caldeamiento del planeta reste rentabilidad a sus pólizas. “Al hallarse ante [una] avalancha de infortunios —admite la revista The Economist—, algunos reaseguradores están reduciendo su cobertura de riesgos catastróficos. Otros hablan de retirarse del mercado por completo. [...] Les asusta la incertidumbre.”
Es significativo que en 1990, el año más cálido de que hay constancia, una gran parte del casquete polar ártico se derritió a un grado sin precedentes, lo que confinó a centenares de osos polares en la isla de Wrangel por más de un mes. La revista BBC Wildlife advierte: “El recalentamiento del planeta podría hacer que estas condiciones [...] se dieran con frecuencia”.
“Los meteorólogos —explicó un diario africano en 1992— atribuyen al caldeamiento de la Tierra el aumento espectacular en la cantidad de icebergs que van a la deriva desde la Antártida hacia el norte, y que representan un peligro para los barcos en el sur del Atlántico.” Según el número de enero de 1993 de Earth, la subida gradual del nivel del mar en la costa sur de California se debe, en parte, al calentamiento del agua.
Por desgracia, los seres humanos siguen vertiendo una pasmosa cantidad de gases tóxicos en la atmósfera. El libro The Earth Report 3 menciona: “En Estados Unidos, según un informe que elaboró en 1989 la Agencia de Protección del Medio Ambiente, se arrojan al aire más de 900.000 toneladas de tóxicos al año”. Algunos consideran que esta cifra está por debajo de la realidad porque no incluye los gases emitidos por millones de automóviles.
Muchos otros países industrializados han dado a conocer datos estremecedores referentes a la contaminación del aire. Han causado particular inquietud las revelaciones recientes sobre la polución atmosférica desenfrenada que tuvo lugar en los países de Europa oriental durante las décadas de dominio comunista.
Los árboles del planeta, que absorben dióxido de carbono y desprenden oxígeno, son también víctimas del aire tóxico. New Scientist manifestó: “La salud de los árboles alemanes es cada vez más precaria, según [...] el ministro de Agricultura, [quien dijo] que la contaminación del aire sigue siendo una de las principales causas de la degradación forestal”.
La situación es parecida en una región de la provincia sudafricana del Transvaal llamada Highveld. “Los primeros indicios del daño causado por la lluvia ácida están apareciendo en el Transvaal oriental, donde las agujas de los pinos están cambiando su saludable color verde oscuro por un enfermizo beige moteado”, explica James Clarke en su libro Back to Earth (Retorno a la Tierra).
De todo el globo terráqueo llegan noticias semejantes. Ningún país está inmune. Mediante chimeneas de cañón muy elevado, las naciones industrializadas exportan su contaminación a países vecinos. El historial humano de codicioso desarrollo industrial no infunde ninguna esperanza.
Ahora bien, hay razones para ser optimistas. Podemos estar seguros de que la preciosa atmósfera se salvará del desastre. Lea en el siguiente artículo cómo será posible.
[Fotografía en la página 7]
La destrucción del ozono estratosférico ha provocado un aumento de la incidencia de cáncer de piel
[Fotografía en la página 9]
¿Cuáles son las consecuencias de la contaminación?
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¿Cómo se salvará la atmósfera?¡Despertad! 1994 | 22 de diciembre
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¿Cómo se salvará la atmósfera?
¿DEJARÁ la humanidad de ensuciar el aire por su propia voluntad? ¿Se salvará así la atmósfera?
No. La salvación de la valiosa atmósfera no depende de que el hombre cumpla con las leyes destinadas a frenar la contaminación; será, más bien, la intervención de la Autoridad Suprema lo que resultará en la limpieza no solo de la atmósfera, sino también de la Tierra.
La maravillosa configuración de nuestro planeta muestra que el Creador se preocupa por este y por la vida que contiene. Lo hizo para que durara eternamente. (Salmo 104:5, 24.)
Disposiciones para su mantenimiento
La atmósfera, por ejemplo, fue creada de tal modo que se reparara y limpiara a sí misma. Piense en el ozono de la atmósfera superior. La capa de ozono está hecha ingeniosamente a fin de absorber la radiación ultravioleta, que sería letal para el ser humano. Pero al mismo tiempo permite el paso de la luz que es beneficiosa y necesaria para la vida terrestre.
Como se mostró antes, la ozonosfera está sufriendo el ataque de los clorofluorocarbonos, sustancias artificiales que se elevan hasta la atmósfera alta. ¿Cómo se restaurará la protectora capa de ozono? Asombroso como parezca, el Creador la formó con la capacidad de regenerarse. Precisamente gracias a la acción de los mismos rayos peligrosos que filtra el ozono, se crean constantemente moléculas de este elemento en la atmósfera alta. Así pues, a la vez que la contaminación de origen humano destruye con rapidez el ozono, también se repone cierta cantidad.
En la atmósfera baja, donde se concentran la mayor parte de los cinco mil billones de toneladas de aire, se da una situación similar. Los ciclos naturales depuran el aire de maneras extraordinarias. The World Book Encyclopedia comenta: “El viento esparce los contaminantes, y la lluvia y la nieve los precipitan hacia el suelo”.
Es evidente, pues, que si el hombre dejara de producir contaminantes o lo hiciera a una escala muy reducida, el aire volvería a ser agradable y fragante en todas partes. La obra de consulta antes mencionada identifica el obstáculo: “En muchas zonas se arrojan contaminantes al aire más deprisa de lo que las condiciones climatológicas se deshacen de ellos”.
Entonces, ¿cómo se impedirá que el hombre siga contaminando egoístamente la atmósfera?
Pronto habrá una Tierra limpia
Solo la intervención divina acabará con la polución. La Biblia predice que Dios va a “causar la ruina de los que están arruinando la tierra”. (Revelación 11:18.) No permitirá que los codiciosos continúen contaminando indefinidamente esta hermosa Tierra y su atmósfera vital. Él promete: “Los malhechores mismos serán cortados, pero los que esperan en Jehová son los que poseerán la tierra”. (Salmo 37:9.)
¿Cómo se eliminará a los malhechores? Mediante el gobierno celestial de Dios, su Reino, que sustituirá a los incompetentes gobiernos humanos. La Biblia promete: “El Dios del cielo establecerá un reino que nunca será reducido a ruinas. Y el reino mismo [...] triturará y pondrá fin a todos estos reinos, y él mismo subsistirá hasta tiempos indefinidos”. (Daniel 2:44.) Jesús enseñó a sus discípulos a pedir este gobierno cuando dijo: “Venga tu reino. Efectúese tu voluntad, como en el cielo, también sobre la tierra”. (Mateo 6:10.)
La voluntad de Dios es que habiten en la Tierra personas que se sometan a Su Reino y disfruten de la vida en un ambiente incontaminado. Por eso está decidido a “causar la ruina de los que están arruinando la tierra”. (Revelación 11:18.) ¡Qué acto de liberación tan poderoso realizará!
Imagínese vivir en una Tierra limpia de toda la contaminación generada por los hombres egoístas. En aquel entonces nuestra preciosa atmósfera recobrará su estado saludable. Todo esto acontecerá cuando se cumpla la siguiente promesa bíblica: “¡Mira! La tienda de Dios está con la humanidad, y él residirá con ellos, y ellos serán sus pueblos. Y Dios mismo estará con ellos. Y limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado”. (Revelación 21:3, 4; 2 Pedro 3:13.)
¿Qué debe hacer usted para pasar con vida al justo nuevo mundo que Dios promete? Tiene que conocer y seguir las enseñanzas del representante que Dios envió a la Tierra. (Juan 3:16; 7:29.) Este personaje, Jesucristo, dijo en una oración: “Esto significa vida eterna, el que estén adquiriendo conocimiento de ti, el único Dios verdadero, y de aquel a quien tú enviaste, Jesucristo”. (Juan 17:3.)
[Ilustración en la página 10]
En el futuro cercano habrá una Tierra paradisíaca limpia e incontaminada
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