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    La Atalaya 2006 | 1 de febrero
    • Me sentía como Ezequiel

      Me encantaba que me visitaran los hermanos, pero me enfrentaba a un reto: yo era la única Testigo en Derby. La congregación más cercana estaba en Broome, a 220 kilómetros [135 millas] de distancia. Así que decidí hacer todo lo que estuviera a mi alcance para dar a conocer las buenas nuevas. Con la ayuda de Jehová organicé mis asuntos y comencé a predicar de casa en casa, aunque no me resultaba fácil. Sin embargo, continuamente recordaba las palabras del apóstol Pablo: “Para todas las cosas tengo la fuerza en virtud de aquel que me imparte poder” (Filipenses 4:13).

      Los ministros religiosos de la localidad no estaban muy contentos con la obra que yo realizaba, en especial con que predicara a los demás aborígenes. Intentaron asustarme para que dejara de hacerlo, pero eso solo logró fortalecer mi resolución de seguir adelante, a la vez que siempre le pedía a Jehová que me ayudara. A menudo pensaba en las palabras de ánimo dadas a Ezequiel: “¡Mira! He hecho tu rostro exactamente tan duro como los rostros de ellos, y tu frente exactamente tan dura como sus frentes. Como un diamante, más dura que el pedernal, he hecho tu frente. No debes tenerles miedo, y no debes sobrecogerte de terror ante sus rostros” (Ezequiel 3:8, 9).

      En varias ocasiones, dos miembros de una iglesia se me acercaron cuando iba de compras para burlarse de mí a gritos a fin de atraer la atención de los clientes, pero yo no les hacía caso. Una vez, mientras hacía una revisita, vino el ministro de la iglesia y me acusó de no creer en Jesús. Me arrebató la Biblia de las manos, la agitó en mi cara y me la devolvió con rudeza. Mirándolo directamente a los ojos, y con voz calmada pero firme, le cité Juan 3:16 y le aseguré que sí tenía fe en Jesús. Atónito con mi sobria respuesta, se fue sin decir una palabra más.

      Disfrutaba predicando a los aborígenes de Derby. Hubo un párroco que intentó impedir que hablara con las personas de cierta comunidad, pero fue trasladado, así que pude llegar a ellas con el mensaje de la Biblia. Siempre había querido ser misionera como mi tía, y ahora lo era en cierto sentido: estaba ayudando a los demás a aprender acerca de la Palabra de Dios. Muchos aborígenes respondieron favorablemente a la predicación, y varios empezaron a estudiar la Biblia conmigo.

      Cuidan de mi necesidad espiritual

      Durante cinco años, fui la única testigo de Jehová en Derby. Me resultaba difícil mantenerme fuerte en sentido espiritual sin el estímulo que se obtiene al reunirse con los hermanos en la fe. Cierto día en que me sentía bastante desanimada, me fui en el auto a dar una vuelta. Más tarde, cuando regresé a casa, hallé a una hermana y sus siete hijos esperándome. Me habían traído publicaciones desde la congregación de Broome, situada a muchos kilómetros de distancia. Desde entonces, esta hermana, llamada Betty Butterfield, se quedaba en mi casa un fin de semana todos los meses. Salíamos juntas a predicar y después estudiábamos la revista La Atalaya. Yo, por mi parte, viajaba a Broome una vez al mes.

      Los hermanos de Broome eran muy amables, y de cuando en cuando recorrían el largo trayecto hasta Derby para apoyarme en el ministerio del campo. También animaban a cualquier hermano o hermana que pasara por Derby a que me visitara y me acompañara en la predicación. Los que venían de paso me traían grabaciones de discursos públicos. Algunos estudiaban La Atalaya conmigo. Estas visitas breves fueron muy fortalecedoras.

      Más ayuda en camino

      Durante algunos años recibí el apoyo de Arthur y Mary Willis, un matrimonio jubilado del sur de Australia Occidental, quienes venían por tres meses en la temporada más fría. El hermano Willis se encargaba de casi todas las reuniones y dirigía la predicación. Juntos llegamos hasta las partes más remotas de la meseta de Kimberley y visitamos las haciendas ganaderas de aquella zona. Cada vez que los hermanos Willis se marchaban, sentía un gran vacío.

      Por fin, a finales del año 1983 recibí una feliz noticia: la familia formada por Danny y Denise Sturgeon y sus cuatro hijos venía a vivir a Derby. Tras su llegada, pudimos celebrar las reuniones todas las semanas y participar juntos en el ministerio del campo. En 2001 se formó una congregación. Actualmente hay una congregación fuerte con veinticuatro publicadores, con dos ancianos y un siervo ministerial que nos cuidan bien en sentido espiritual. A veces, alcanzamos una asistencia de treinta personas.

  • Jehová me ayudó a encontrarlo
    La Atalaya 2006 | 1 de febrero
    • [Ilustración de la página 15]

      La congregación de Derby (2005)

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