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AustriaAnuario de los testigos de Jehová para 1989
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Fue en aquella época turbulenta y de inseguridad económica, cuando Leopold Engleitner comenzó el servicio de tiempo completo. En enero de 1934 se mudó a su asignación de territorio en la Alta Estiria, donde apenas se había dado testimonio hasta aquella fecha.
El nacionalsocialismo ya ejercía una influencia dominante en aquella región. Como resultado de ello, en algunos lugares se había declarado la ley marcial. Eso era lo que sucedía en Schladming, que a causa de los disturbios provocados por los nazis había sido ocupado por una milicia civil. En vista de la seriedad de la situación, el hermano Engleitner solo llevaba una pequeña cantidad de literatura en los bolsillos de su chaqueta para no atraer la atención. Siempre comenzaba a trabajar los pueblos desde las afueras, y ofrecía las publicaciones únicamente a las personas en quienes creía que podía confiar.
Cierto día lo arrestaron, y, debido a la situación política que imperaba, le preguntaron en la comisaría si llevaba algún arma encima. Nuestro hermano replicó que sí, metió la mano en su bolsillo y sacó de él una Biblia que colocó sobre la mesa. (Efe. 6:17.) Cuando a los oficiales se les pasó la risa, lo dejaron marchar.
Al clero, no obstante, le perturbaba la labor de este siervo de Jehová. Siempre que comenzaba a predicar en una de las aldeas más grandes, los clérigos se encargaban de que todos los habitantes estuviesen informados, incluyendo la policía. El hermano Engleitner sufrió un arresto tras otro. Poco después empezaron a imponerle sentencias de cárcel. Al principio solo era por cuarenta y ocho horas cada vez, pero las sentencias se fueron haciendo progresivamente más largas. Finalmente, tuvo que seguir con su actividad en otro lugar.
En su nuevo territorio, un valle remoto de una región montañosa, se cercioró de no pasar por alto ninguna de las casas. Incluso cuando no había nadie en casa, les dejaba algo para leer.
En cierta ocasión, un labrador, al ser el primero en llegar a casa, se fijó en el tratado y lo leyó con atención. Interesado, pidió que le enviaran más publicaciones y, con el tiempo, llegó a ser un hermano fiel. Pero no fue sino hasta treinta y dos años más tarde que conoció inesperadamente al hermano Engleitner en una asamblea de distrito.
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[Ilustración de la página 95]
Leopold Engleitner, encarcelado en 1934 por predicar
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