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    Anuario de los testigos de Jehová para 1989
    • Cierto día, Johann Viereckl quería visitar a Peter Gölles, quien por entonces superentendía la obra de predicar en Austria. En lugar de ir directamente a la tienda del hermano Gölles, el hermano Viereckl se detuvo en una casa que había junto a la tienda para pedir información a una señora de negocios que parecía haber estado interesada en la verdad y que conocía al hermano Gölles. Le preguntó cómo estaba Peter Gölles y si lo habían detenido. Sin embargo, ella no quiso darle información. Más bien, le dijo que cruzara la calle y fuera a una floristería. Allí podría obtener la información que buscaba.

      Esto levantó las sospechas del hermano Viereckl, de manera que en vez de ir a la tienda, volvió a casa. Poco después se enteró de que la Gestapo había estado esperando en la floristería para detener a cualquiera que intentara verse con el hermano Gölles. No mucho después, la tienda fue cerrada, porque el hermano Gölles y su esposa fueron puestos bajo custodia el 12 de junio de 1940.

      Un juicio poco corriente

      El hermano Gölles fue acusado de dirigir la obra de los testigos de Jehová en Austria. Tras meses de confinamiento, se le hizo comparecer ante un juez conocido por dictar sentencias de muerte y que calificaba a los Estudiantes de la Biblia de ser un tumor en el organismo del pueblo alemán. El fiscal pidió la pena de muerte. Una vez que el hermano Gölles hubo contestado bíblicamente a las acusaciones y su abogado defensor presentado su defensa, se suspendió el juicio. Antes de que se reanudara el proceso, la situación tomó un cariz sorprendente.

      Por la mañana temprano, el hermano Gölles oyó abrirse la puerta de su celda. Uno de los guardas de la prisión le hizo señas para que lo siguiera y lo llevó a una habitación cerrada. ¿Quién estaba esperándolo allí? El juez. Había venido solo.

      “Quiero que sepa —comenzó el juez— que al hablar en privado con un acusado, estoy violando gravemente el juramento que presté al tomar el cargo, pero lo hago porque desde el juicio no logro descansar ni conciliar el sueño. Me consideraría a mí mismo un asesino si lo sentenciase a muerte.”

      Hubo un silencio absoluto en la habitación. Fue el hermano Gölles quien finalmente lo rompió. “Es Satanás el causante de estas circunstancias —dijo—. Él es el verdadero asesino. Y usted, usted es solo la persona que dicta la sentencia de acuerdo con los hechos que se presentan ante el tribunal.” La atmósfera de tensión se relajó.

      “Trataré de maniobrar el proceso de manera que no pierda usted su vida”, prometió el juez. Entonces añadió algo que pudo haber tenido graves consecuencias para él: “Sinceramente, no quiero que usted me vea como demandante a favor del Estado, lo que quiero es ayudarle a escapar de las garras de la muerte”. Entonces, el juez puso una mano sobre el hombro del hermano y con la otra le estrechó la mano.

      Tras su reanudación, el proceso tomó un rumbo más imparcial. El juez temblaba todo el tiempo. El tribunal no aceptó la demanda de la acusación en la que se pedía la pena de muerte, sino que, en su lugar, sentenció a Peter Gölles a diez años de confinamiento penitenciario, y excluyó la posibilidad de conmutar la pena. Durante los siguientes tres años y medio, estuvo incomunicado en la penitenciaría de Stein (Austria Inferior).

      Un siervo humilde

      Las autoridades reconocieron que Peter Gölles, un hombre sencillo que estaba plenamente dedicado a Jehová, había desempeñado un papel importante en la organización clandestina de la obra. Algunos expedientes conservados entre los documentos de la Gestapo lo constatan. Por su descripción, uno podría imaginarse a un líder dinámico y de gran carácter. ¡Todo lo contrario! Era un hombre modesto a quien nunca le gustó ser el centro de la atención. Cuando terminó el régimen nazi en 1945, colaboró en reorganizar la obra en Austria y después se ocupó en desempeñar servicios de menos prominencia. Durante algunos años trabajó en el Betel de Viena haciendo paquetes de libros para envíos. Gracias a su disposición bondadosa y amigable, él y su infatigable esposa, Helene, que se mantuvo a su lado todo el tiempo, fueron una fuente de estímulo para los hermanos, no solo bajo persecución, sino también más tarde, en el tiempo de la posguerra.

      El hermano Gölles sirvió fielmente hasta su muerte el 2 de septiembre de 1975. No profesaba pertenecer al resto de coherederos con Cristo, pero demostró profundo aprecio por “el esclavo fiel y discreto” y cooperó con él para cuidar de la obra en Austria durante tiempos muy difíciles. (Mat. 24:45.)

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    Anuario de los testigos de Jehová para 1989
    • [Ilustraciones de la página 126]

      Peter Gölles fue detenido el 12 de junio de 1940. Se le sentenció en este juzgado y se le encarceló en esta galería

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