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  • “Me levanté como madre en Israel”
    La Atalaya 2015 | 1 de agosto
    • “LA TIERRA SE MECIÓ, LOS CIELOS TAMBIÉN GOTEARON”

      Barac puso manos a la obra y reclutó 10.000 hombres que tuvieran el valor de enfrentarse a las aterradoras fuerzas de Sísara. Sin duda, al dirigirse al monte Tabor, le tranquilizaba tener a su lado a alguien que les infundiera ánimo. “Débora fue subiendo con él.” (Jueces 4:10.) Para aquellos soldados habrá sido muy motivador ver que esta valiente mujer subía con ellos, dispuesta a arriesgar su vida por amor a Jehová.

      Sísara reaccionó de inmediato cuando se enteró de que Israel había juntado a un ejército para luchar contra él. Varios reyes cananeos enviaron sus ejércitos para apoyar a las fuerzas del rey Jabín, que al parecer era el más poderoso de todos ellos. El avance de las tropas y los 900 carros hacía un ruido ensordecedor, y la tierra temblaba bajo su paso. Los cananeos estaban seguros de que acabarían rápidamente con el lastimoso ejército israelita (Jueces 4:12, 13; 5:19).

      ¿Qué harían Barac y Débora? Si se quedaban en las laderas del Tabor, tendrían ventaja sobre las fuerzas cananeas, ya que los carros solo funcionaban en terreno plano. Pero Barac pelearía únicamente como Jehová le indicara, así que esperó las instrucciones de Débora. Por fin, el momento llegó. “Levántate —le dijo Débora —, porque este es el día en que Jehová ciertamente dará a Sísara en tu mano. ¿No es Jehová quien ha salido delante de ti?” Y eso hizo Barac. Descendió del monte Tabor con sus 10.000 hombres (Jueces 4:14).c

      Las tropas de Israel se lanzaron colina abajo y llegaron a campo abierto, a la planicie, dirigiéndose directamente a aquellas temibles máquinas de guerra. ¿Los ayudaría Jehová? ¿Saldría delante de ellos, como había dicho Débora? La respuesta no se hizo esperar: “La tierra se meció, los cielos también gotearon”, dice el relato. El orgulloso ejército de Sísara se desconcertó cuando les cayó encima un tremendo aguacero. Parece que llovió tanto que el terreno enseguida se inundó. De un momento a otro, los pesados carros quedaron inservibles. Se hundieron en el fango y no había manera de sacarlos de allí (Jueces 4:14, 15; 5:4).

      A Barac y sus hombres no les importó la lluvia. Sabían que Jehová la había enviado. Así que empezaron a atacar a los soldados cananeos. En su función de ejecutores divinos, no dejaron ni a un enemigo con vida. El río Cisón creció e inundó el valle, arrastrando los cadáveres río abajo, hacia el mar Grande (Jueces 4:16; 5:21).

      Barac y sus hombres descienden del monte Tabor y persiguen al ejército de Sísara

      Tal como predijo Débora, Jehová luchó por su pueblo y derrotó al ejército de Sísara

      En nuestro tiempo, Jehová ya no envía a sus siervos a ninguna guerra. Pero sí quiere que peleemos por nuestra fe en una guerra espiritual (Mateo 26:52; 2 Corintios 10:4). Al obedecer a Dios demostramos de qué lado estamos en esa lucha. Debemos ser valientes porque los enemigos de Dios pueden llegar a ser muy crueles. Sin embargo, Jehová sigue siendo el mismo y protegiendo a quienes confían en él, como Débora, Barac y los valientes soldados israelitas.

  • “Me levanté como madre en Israel”
    La Atalaya 2015 | 1 de agosto
    • Le encargó que mandara llamar a un hombre fiel y valiente, el juez Barac, para que se enfrentara a Sísara (Jueces 4:3, 6, 7; 5:7).

      Débora, la profetisa, habla con Barac

      Débora animó a Barac a actuar como libertador del pueblo de Dios

      Mediante Débora, Jehová le comisionó a Barac que juntara en el monte Tabor a 10.000 hombres de dos tribus de Israel. Débora le transmitió la promesa de Dios de que vencerían a Sísara, a su ejército y a sus 900 carros de guerra. Esta promesa habrá sorprendido a Barac, dado que Israel no tenía un ejército y contaba con muy pocas armas. Aun así, Barac estuvo dispuesto a pelear. Pero con una condición: que Débora subiera con ellos al monte Tabor (Jueces 4:6-8; 5:6-8).

      Algunos opinan que Barac tenía poca fe y que por eso hizo esa petición, pero eso no es cierto. A fin de cuentas, no le pidió a Dios más armas; sino que un representante suyo fuera con él y sus hombres para darles ánimo (Hebreos 11:32, 33).

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