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Bernabé, el “Hijo del Consuelo”La Atalaya 1998 | 15 de abril
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Hacia el año 36 E.C., Saulo de Tarso (el futuro apóstol Pablo), ya cristiano para entonces, intentaba comunicarse con la congregación de Jerusalén, “pero todos le tenían miedo, porque no creían que fuera discípulo”. ¿Cómo podía Saulo convencer a la congregación de que su conversión era auténtica y no una simple estratagema para seguir persiguiéndola? “Bernabé vino en socorro de él y lo condujo a los apóstoles.” (Hechos 9:26, 27; Gálatas 1:13, 18, 19.)
No se nos dice por qué Bernabé confió en Saulo. En cualquier caso, el “Hijo del Consuelo” hizo honor a su sobrenombre al escucharle y ayudarle a salir de un aprieto sin solución aparente. Aunque luego Saulo regresó a su Tarso natal, se había trabado una amistad entre los dos hombres. En años subsiguientes, aquello tendría importantes consecuencias (Hechos 9:30).
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Bernabé, el “Hijo del Consuelo”La Atalaya 1998 | 15 de abril
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Bernabé pensó en Saulo. Es muy probable que estuviera al tanto de la revelación profética que tuvo Ananías cuando Saulo se convirtió, según la cual el anterior perseguidor era ‘un vaso escogido para llevar el nombre de Jesús a las naciones’ (Hechos 9:15). Así que Bernabé salió hacia Tarso —un viaje de ida de unos 200 kilómetros— para buscar a Saulo. Ambos trabajaron como compañeros por todo un año, y durante ese período “fue primero en Antioquía donde a los discípulos por providencia divina se les llamó cristianos” (Hechos 11:25, 26).
Durante el reinado de Claudio sobrevino una hambruna en varias zonas del Imperio romano. Según el historiador judío Josefo, “la ciudad [de Jerusalén] sufría por el hambre y muchos morían a causa de la indigencia”. Por lo tanto, los discípulos de Antioquía “resolvieron, cada uno de ellos según los medios que tenía, enviar una ministración de socorro a los hermanos que moraban en Judea; y lo hicieron, despachándola a los ancianos por mano de Bernabé y de Saulo”. Tras cumplir cabalmente aquella comisión, ambos regresaron con Juan Marcos a Antioquía, contándose entre los profetas y maestros de la congregación (Hechos 11:29, 30; 12:25; 13:1).
Una asignación misional especial
Luego tuvo lugar un suceso extraordinario. “Mientras ellos estaban ministrando públicamente a Jehová y ayunando, el espíritu santo dijo: ‘De todas las personas apártenme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado’.” Imagínese: el espíritu de Jehová ordenó que a ambos se les diera una asignación especial. “Por consiguiente, estos hombres, enviados por el espíritu santo, bajaron a Seleucia, y de allí se embarcaron para Chipre.” Con toda propiedad, a Bernabé también pudo llamársele apóstol, o uno al que se envía (Hechos 13:2, 4; 14:14).
Después de atravesar Chipre y de convertir a Sergio Paulo, el gobernador provincial romano de la isla, siguieron hacia Perga, en la costa meridional de Asia Menor, donde Juan Marcos los dejó y regresó a Jerusalén (Hechos 13:13). Parece que hasta ese momento Bernabé estaba al frente, tal vez por ser el más experimentado de todos. A partir de entonces es Saulo (a quien ahora se le llama Pablo) el que toma la iniciativa (compárese con Hechos 13:7, 13, 16; 15:2). ¿Se sintió Bernabé herido por ese cambio? No, pues era un cristiano maduro que reconocía con humildad que Jehová también estaba usando a su compañero de manera sobresaliente. Jehová quería que por medio de ellos todavía se oyeran las buenas nuevas en otros territorios.
De hecho, antes de que a ambos se les expulsara de Antioquía de Pisidia, toda aquella zona oyó la Palabra de Dios de labios de Pablo y Bernabé, y algunas personas aceptaron el mensaje (Hechos 13:43, 48-52). En Iconio, “una gran multitud tanto de judíos como de griegos se hicieron creyentes”. Aquello impulsó a Pablo y Bernabé a quedarse bastante tiempo allí, ‘hablando con denuedo por la autoridad de Jehová, quien concedía que mediante las manos de ellos ocurrieran señales y portentos presagiosos’. Al oír que se había tramado un complot para apedrearlos, prudentemente los dos huyeron y continuaron su labor en Licaonia, Listra y Derbe. A pesar de ver su vida en peligro en Listra, tanto Bernabé como Pablo siguieron “fortaleciendo las almas de los discípulos, animándolos a permanecer en la fe, y diciendo: ‘Tenemos que entrar en el reino de Dios a través de muchas tribulaciones’” (Hechos 14:1-7, 19-22).
Estos dos vigorosos predicadores no se iban a dejar intimidar. Al contrario, regresaron para edificar a los nuevos cristianos de los lugares donde ya se habían topado con enconada oposición, probablemente ayudando a hombres cualificados a dirigir las nuevas congregaciones.
La cuestión de la circuncisión
Unos dieciséis años después de Pentecostés de 33 E.C., Bernabé estuvo implicado en un episodio que hizo historia en relación con el tema de la circuncisión. “Ciertos hombres bajaron de Judea [a Antioquía de Siria] y se pusieron a enseñar a los hermanos: ‘A menos que se circunciden conforme a la costumbre de Moisés, no pueden ser salvos’.” Bernabé y Pablo sabían por experiencia que tal afirmación no era cierta, y disputaron contra ella. Más bien que hacer valer su autoridad, se dieron cuenta de que era una cuestión que había de zanjarse, para el bienestar de la entera asociación de hermanos. De forma que remitieron la pregunta al cuerpo gobernante de Jerusalén, donde sus informes contribuyeron a dirimir la cuestión. Después de aquello, Pablo y Bernabé, a quienes se calificó de “amados [...], hombres que han entregado sus almas por el nombre de nuestro Señor Jesucristo”, estuvieron entre los asignados a comunicar la decisión a los hermanos de Antioquía. Cuando se leyó la carta del cuerpo gobernante y se pronunciaron discursos, los hermanos “se regocijaron por el estímulo” y se “fortalecieron” (Hechos 15:1, 2, 4, 25-32).
“Un agudo estallido de cólera”
Después de tantos informes favorables sobre su persona, pudiéramos creer que posiblemente nunca estaremos a la altura del ejemplo de Bernabé. Sin embargo, el “Hijo del Consuelo” era imperfecto, igual que todos nosotros. Cuando él y Pablo estaban planeando un segundo viaje misional para visitar a las congregaciones, surgió un desacuerdo. Bernabé estaba decidido a llevar consigo a su primo Juan Marcos, pero Pablo no lo creía acertado, puesto que los había abandonado en el primer viaje misional. “Ocurrió un agudo estallido de cólera, de modo que se separaron el uno del otro; y Bernabé tomó consigo a Marcos y se embarcó para Chipre”, mientras que “Pablo seleccionó a Silas y se fue” en otra dirección (Hechos 15:36-40).
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