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¿Qué carrera escogerás?La Atalaya 1986 | 15 de abril
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Después de servir como precursores especiales por un tiempo, Harry y su esposa fueron asignados como misioneros a las hermosas islas de Belau, en el Pacífico occidental, donde aún están sirviendo. ¿Cómo es la vida misional en esas islas?
Testificación en barco
Gran parte de la testificación en las islas de Micronesia se realiza en barco y a pie. Harry y su esposa, René, recuerdan la primera vez que testificaron en barco en otra isla. “Nos quedamos en una casa que estaba a muchos kilómetros río arriba. Este río, largo y serpenteante, pasaba por bosquecillos de manglares y otra vegetación tan densos que tejían un techo verde sobre nuestras cabezas —recuerda Harry—. Desde nuestra casa viajábamos por el río y nos deteníamos para predicar a la gente que vivía en sus riberas. Un día, poco antes de anochecer, volvíamos del servicio del campo navegando por el río hacia nuestra casa para pasar la noche. De repente, René gritó. Me di la vuelta a tiempo para ver un chapoteo y como se introducía en el agua la larga cola de un reptil. Era un cocodrilo de agua salada: la especie más grande del mundo. Afortunadamente, llegamos sanos y salvos a casa. Aunque era tiempo de darse un baño en el río, después de haber visto aquel enorme cocodrilo, pensamos que sería más seguro atar una cuerda a un cubo y subir el agua al barco.”
Ya que no se puede llegar por vehículo terrestre ni por mar a muchos pueblos y casas, los misioneros dedican horas andando por bonitos senderos que atraviesan bosques de cocoteros hasta llegar a la gente amigable y humilde que vive en esos lugares. Harry explica: “Siempre hallamos oídos receptivos a la verdad. Esta gente que vive en lugares aislados suele mostrar hospitalidad. Suben a un cocotero, cogen un coco fresco, le cortan la parte superior con el machete y le ofrecen una bebida en el envase original. Es muy refrescante, gustosa y nutritiva”.
¿Qué recompensa han tenido los esfuerzos en la predicación de los misioneros de Belau? Ahora hay una congregación de 42 cristianos verdaderos. El año pasado participaron como promedio 10 hermanos en el ministerio de tiempo completo cada mes, y 193 asistieron a la Conmemoración de la muerte de Cristo en 1985.
Después de 17 años en el servicio de tiempo completo, ¿cómo se siente ahora Harry respecto a su decisión de usar su vida completamente en el servicio a Jehová? “Si no hubiera encontrado la verdad de Dios hace 17 años, hubiera malgastado mi vida y tiempo tras metas mundanas —dice él—. Nunca hubiera encontrado la paz mental y seguridad que he tenido durante los años de servicio de precursor y misionero, primero soltero por varios años y después con René, con quien he compartido los últimos ocho años del servicio misional.”
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El servicio de precursor conduce a mayores privilegios
“En 1974 —recuerda Milton— fui invitado a aceptar la obra misional en una asignación a unos 6.400 kilómetros (4.000 millas) de casa: las islas de Belau en Micronesia.” Un desafío al que me costó tiempo acostumbrarme era andar largas distancias por paisajes tropicales y viajar en barco.
Milton recuerda lo que sucedió cierto día húmedo y caluroso después de andar varias horas por caminos polvorientos: “Estábamos muy cansados cuando llegamos a la casa de una familia interesada. La madre envió a su hijo al río. Este volvió con una enorme sandía enfriada en el agua para nosotros. ¡Nos comimos más de la mitad, y qué refrescante fue!”.
Después de un año en su asignación misional, Milton deseaba ver tres metas cumplidas en Belau, a saber, que los hermanos locales con el tiempo asumieran las responsabilidades de la congregación, que los jóvenes empezaran el servicio de tiempo completo y que la congregación construyera su propio Salón del Reino. Él ahora comenta: “Después de diez años mis oraciones por esas tres metas han sido contestadas”.
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