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  • “Jehová es mi fuerza”
    La Atalaya 2008 | 15 de octubre
    • Nuevo compañero y nueva asignación

      Años atrás, en 1945, yo había estado de visita por Londres. En ese viaje fui al Museo Británico junto con algunos precursores y betelitas. Entre ellos estaba Allan Coville, que poco después asistió a la clase 11 de Galaad. De allí lo asignaron a Francia y luego a Bélgica.b Pasó el tiempo y, mientras yo seguía sirviendo en Tailandia, Allan me propuso matrimonio.

      Nos casamos en Bruselas (Bélgica) el 9 de julio de 1955. Yo siempre había soñado con pasar mi luna de miel en París, así que Allan hizo los preparativos necesarios para que la siguiente semana asistiéramos a una asamblea que se celebraría en esa ciudad. Sin embargo, en cuanto llegamos, le pidieron a Allan que ayudara como intérprete durante todo el programa. De modo que todas las mañanas él tenía que irse antes que yo para la asamblea y regresábamos a nuestro hospedaje ya tarde por la noche. Es cierto que pasé mi luna de miel en París, pero a Allan lo vi casi siempre de lejos, sí, en la plataforma. Con todo, estaba contenta de ver cómo utilizaban a mi esposo para servir a los hermanos. Estaba segura de que seríamos felices si poníamos en primer lugar a Jehová en nuestro matrimonio.

      Al casarme, recibí una nueva asignación: Bélgica. Casi todo lo que sabía de ese país era que había sido escenario de varias guerras. Pero no tardé en percatarme de que, en realidad, la mayoría de los belgas son muy pacíficos. Mi nueva asignación también implicaba tener que aprender francés, que se habla en el sur del país.

      En 1955 había 4.500 publicadores en Bélgica. Por casi cuarenta y nueve años, Allan y yo servimos en Betel y en la obra de ministros viajantes. Los primeros dos años y medio anduvimos en bicicleta, subiendo y bajando las colinas del territorio, lloviera o tronara. Haciendo cuentas, durante todos esos años nos llegamos a alojar en más de dos mil hogares cristianos. Conocí a varios hermanos y hermanas que, aunque tenían fuerzas muy limitadas, las dedicaban por entero a Jehová. Su ejemplo me infundió ánimo para no rendirme en mi servicio. Cada vez que visitábamos una congregación, terminábamos estimulados (Rom. 1:11, 12). Mi esposo fue un excelente compañero. Comprobé lo ciertas que son las palabras de Eclesiastés 4:9, 10: “Mejores son dos que uno, [...] pues si uno de ellos cae, el otro puede levantar a su socio”.

      Las bendiciones de haber hecho de “Jehová [...] mi fuerza”

      Por años, Allan y yo tuvimos bonitas experiencias mientras ayudábamos a otros a progresar espiritualmente. Recuerdo que en 1983 visitamos la congregación francesa de Amberes. Allí nos quedamos con una familia que también hospedaba a Benjamin Bandiwila, un joven cristiano de Zaire (hoy República Democrática del Congo). Benjamin se había mudado a Bélgica para obtener una educación superior. Nos dijo: “¡Qué envidia me dan! Ustedes llevan una vida dedicada por completo al servicio a Jehová”. Allan le contestó: “Tú dices que nos envidias, pero al mismo tiempo vas tras una carrera mundana. ¿No dirías que es una contradicción?”. Esa respuesta tan franca hizo que Benjamin pensara en lo que estaba haciendo con su vida. Cuando regresó a Zaire, se hizo precursor y ahora sirve como miembro del Comité de Sucursal.

      En 1999 tuvieron que operarme de una úlcera en el esófago y, desde entonces, solo peso 30 kilogramos [65 libras]. Sí que soy de los frágiles “vasos de barro” que la Biblia describe. Con todo, le doy gracias a Jehová por haberme dado “el poder que es más allá de lo normal”. Incluso pude seguir acompañando a Allan en la obra itinerante tras mi operación (2 Cor. 4:7). Lamentablemente, en marzo de 2004, mi esposo falleció mientras dormía. Aunque lo extraño muchísimo, me consuela saber que está en la memoria de Jehová.

      Ahora tengo 83 años y llevo más de sesenta y tres en el servicio de tiempo completo. Me mantengo activa en el ministerio dirigiendo un estudio bíblico y aprovechando diariamente toda oportunidad para hablar acerca de los maravillosos propósitos de Jehová. A veces me pregunto qué habría sido de mí si no hubiera iniciado el precursorado en 1945. Mi salud, que en aquel tiempo no era muy buena, pudo haber sido una excusa válida. Pero la verdad es que me siento satisfecha de haber comenzado el servicio de precursor cuando era joven. Tengo el privilegio de saber por experiencia propia que si ponemos a Jehová en primer lugar, él será nuestra fuerza.

  • “Jehová es mi fuerza”
    La Atalaya 2008 | 15 de octubre
    • b Su biografía se publicó en The Watchtower del 15 de marzo de 1961.

  • “Jehová es mi fuerza”
    La Atalaya 2008 | 15 de octubre
    • [Ilustración de la página 18]

      Mi esposo y yo en la obra de ministros viajantes, en 1956

      [Ilustración de la página 20]

      Con Allan, en el año 2000

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