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BeliceAnuario de los testigos de Jehová 2010
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LLEGAN LOS PRIMEROS MISIONEROS
El 5 de octubre de 1945 llegaron dos graduados de la primera clase de Galaad: Elmer Ihrig y Charles Heyen. Pero el día anterior, un huracán había azotado una región ubicada a 160 kilómetros (100 millas) al sur de la ciudad de Belice. Como los 16 kilómetros (10 millas) de carretera entre el aeropuerto y la ciudad estaban inundados, los dos misioneros fueron transportados en grandes camiones del ejército. Thaddius Hodgeson colocó delante de su casa unos bloques de cemento y cajas de madera para que cuando llegaran los dos hermanos pudieran entrar sin mojarse los pies.
Los hermanos de Belice esperaban con ansia la llegada de los primeros misioneros. A fin de conocerlos, James Gordon, León Requeña y Rafael Medina estuvieron dispuestos a viajar desde el norte del país hasta la ciudad de Belice, un trayecto nada fácil en aquel entonces. “No había carretera alguna que conectara el norte con la ciudad de Belice —explica Ismael Medina, nieto de Rafael—. Solo había ‘picados’, senderos llenos de baches por los que transitaban carros tirados por mulas. Como en todo el trayecto no había casas, dormían donde les alcanzaba la noche, a pesar de las serpientes. Tan pronto como conocieron a los misioneros y recibieron instrucciones y publicaciones, los tres regresaron a pie por el mismo camino. Fueron días enteros de viaje.”
James Hyatt presentó públicamente a los dos misioneros en Mule Park de la forma más inusual. Empezó con un discurso en el que atacaba duramente al clero por sus enseñanzas falsas, y algunos de los presentes, ofendidos, se pusieron a lanzar improperios. Cuando terminó su discurso, James señaló sin más a los dos misioneros y exclamó: “¡Aquí les entrego a estos dos!”. Eso fue todo lo que dijo.
Era evidente que aquellos primeros Testigos amaban a Jehová y las verdades de la Biblia, y odiaban las enseñanzas falsas. Pero también era obvio que los misioneros, con su valiosa experiencia, podrían ayudar a los entusiastas publicadores a ser más eficaces en su ministerio.
Los dos misioneros comenzaron su predicación en la ciudad de Belice, que en aquel tiempo tenía 26.700 habitantes. Estaba construida sobre un terraplén, con lo que simplemente se consiguió que quedara a unos 30 centímetros (un pie) sobre el nivel del mar, y por eso no tenía un buen drenaje. Además, la zona era calurosa y húmeda. Aunque las casas no contaban con agua corriente, en casi cada patio había un gran tanque de madera para recoger el agua de lluvia durante la estación lluviosa. Pero a veces diluviaba sin piedad, como en 1931, cuando un huracán destruyó la ciudad y mató a más de dos mil personas.
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Ilustración de la página 210]
Grupo de Testigos junto a un carrito con equipo de sonido en la ciudad de Belice (década de 1940);
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