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La ‘pesca de hombres’ en BeliceLa Atalaya 1990 | 15 de abril
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Por muchos años la única comunicación que tenían con la verdad los habitantes de San Pedro se establecía cuando los Testigos de Belice hacían visitas cortas allí. Los Testigos distribuían literatura bíblica, pero no podían cultivar el interés de la gente porque tenían que regresar a Belice. Con el tiempo una familia de cuatro miembros se trasladó a Belice para servir donde había mayor necesidad de ayuda. Se habían ofrecido voluntariamente, aunque aquello significó vivir en un vehículo para viajes de recreo hasta que pudieran construir una casa. Pero la “pesca” era abundante. Empezaron muchos estudios bíblicos en los hogares de la gente, y ahora hay más de 20 “pescadores de hombres” en aquella isla. En un fin de semana de septiembre de 1986 construyeron su propio Salón del Reino con la ayuda de Testigos de todo el país.
El territorio que superentiende la sucursal de Belice también abarca varias aldeas mayas distantes en el distrito sureño de Toledo, donde la gente habla ketchi y mopan. Una vez al año, durante la temporada seca —cuando se pueden cruzar los ríos y las montañas—, un grupo de Testigos solía visitar aquellas aldeas. Caminaban hasta ellas llevando en la espalda todo lo que necesitaban, y testificaban a las personas y visitaban de nuevo a los que se interesaban en el mensaje.
En uno de aquellos ‘viajes anuales por la maleza’ en 1968, los hermanos visitaron la aldea de Crique Sarco. Una joven halló un ejemplar del libro La verdad que lleva a vida eterna, que a un hermano se le había caído sin darse cuenta. Ella relata lo que sucedió después:
“Atesoraba aquel libro, pero solo veía las láminas y nunca lo leía. Las visitas anuales que los hermanos hacían a mi padre grabaron en mi mente el nombre de Jehová y me hicieron ver que Él tiene una organización. Cuando empecé a asistir a la escuela secundaria de Punta Gorda, en clase se presentó la siguiente pregunta: ¿Cuál es el nombre de Dios? Cuando contesté: ‘Jehová’, recibí una ‘condena automática’ (cinco marcas de demérito y trabajo disciplinario, como el de limpiar retretes). Luego el cura me llamó y me dijo que no debería usar ese nombre de nuevo, o podría ser despedida de la escuela. Al oír aquello abandoné la escuela por mi propia cuenta, y nunca regresé.
”La siguiente vez que oí la verdad fue muchos años después, cuando ya estaba casada y vivía en Corozal Town, en la parte norte de la isla. Vi un papel llevado por el viento, y al recogerlo descubrí que era la portada del folleto Los testigos de Jehová y la cuestión de la sangre. Comenté a una amiga que con esta creencia de los Testigos yo no concordaba. Ella contestó que a lo mejor un día concordaría con ellos. Al día siguiente me visitó un hermano y me dijo que había oído que yo quería estudiar la Biblia con los testigos de Jehová. Aunque le afirmé que no estaba interesada en estudiar, él me dijo que no tomaría mucho tiempo, de modo que acepté. ¡Por fin pude usar el libro La verdad, que había atesorado por ocho años!
”Poco después mis suegros empezaron a insistir en que mi esposo no me dejara estudiar. Después nos mudamos a una aldea aislada, y perdí contacto con los Testigos. Finalmente una hermana que predicaba de casa en casa me visitó, y empecé a estudiar de nuevo. Mi esposo hacía cuanto podía para interrumpir los estudios. Se emborrachaba, hacía mucho ruido, me echaba de la casa o me amenazaba con irse a vivir con otra mujer. Pero yo permanecí firme y me apoyé de lleno en Jehová mediante la oración. Hace dos años Jehová contestó mis oraciones a un grado que sobrepasó cuanto yo esperaba.
”Un día mi esposo llegó a la casa con la cara golpeada y se fue directamente a la cama. Más tarde ese día, dijo: ‘¡Quiero estudiar la Biblia también!’. Aquello me alegró muchísimo, pero su familia se encolerizó. Le dijeron: ‘¡El cambiar de religión es como cambiar de padres, de modo que ya no eres nuestro hijo!’. Ahora que mi esposo y yo pensábamos de igual manera, progresamos rápidamente. Nos bautizamos el 5 de diciembre de 1987 en nuestro primer día especial de asamblea”.
Como se ve, se está ‘pescando’ aun en los lugares remotos de Belice. El folleto ¡Disfrute para siempre de la vida en la Tierra! se tradujo al ketchi con la esperanza de que muchos aldeanos más aceptaran las buenas nuevas.
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La ‘pesca de hombres’ en BeliceLa Atalaya 1990 | 15 de abril
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Tampoco es fácil predicar regularmente las buenas nuevas en todo el país. Se puede llegar a muchas zonas por carreteras, pero a los Testigos se les hace difícil volver a visitar a las personas que se interesan en su mensaje, o lograr que estas asistan con regularidad a las reuniones, por la escasa transportación pública. La única manera práctica de llegar a ciertas áreas aisladas es a pie o en piragua.
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