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    Anuario de los testigos de Jehová 2010
    • SE PREDICA EN TERRITORIOS NO ASIGNADOS

      En el sur de Belice se encuentra el distrito de Toledo, de relieve ondulante, cubierto por densas selvas y salpicado de aldeas mayas (mopanes y kekchíes) con sus características casas de techo de palma y piso de tierra. La mayoría de los aldeanos llevan una vida bastante dura. Realizan las faenas del campo con simples azadones, y durante las épocas de sequía tienen que acarrear a pie el agua que necesitan para regar los campos de cultivo de maíz, frijoles y cacao. Muchas mujeres tejen cestas y hacen los tradicionales bordados kekchíes para las tiendas de recuerdos del país. En cuanto a los jóvenes, cada vez son más los que se van de las aldeas para estudiar o trabajar en otras zonas más pobladas.

      En 1995, Frank y Alice Cardoza fueron invitados a servir de precursores especiales temporeros durante abril y mayo para ayudar a distribuir en el distrito de Toledo el tratado Noticias del Reino número 34, titulado “¿Por qué hay tantos problemas en la vida?”. Frank recuerda: “Yo ya había participado en una campaña de predicación por esa zona, y me había dado cuenta de que para ayudar a los mayas a conocer las buenas nuevas, lo mejor era que alguien se mudara allí. En esa ocasión, la sucursal me recomendó que alquilara una vivienda en San Antonio, organizara un grupo de estudio de la Biblia y pronunciara la conferencia especial. Debíamos distribuir el tratado Noticias del Reino tanto en San Antonio como en otras ocho aldeas”.

      El matrimonio Cardoza atendía semanalmente un grupo de estudio en su vivienda alquilada —un sótano de una sola habitación—, y a las pocas semanas ya asistían de tres a cuatro familias. Aquellas personas interesadas también acompañaban a los Cardoza en su vieja camioneta hasta Punta Gorda —un viaje de una hora por un sendero de tierra lleno de baches— para asistir a la Escuela del Ministerio Teocrático y la Reunión de Servicio. El primer mes, Frank pronunció la conferencia especial en San Antonio. Jesús Ich, uno de los que asistieron por primera vez, estuvo muy atento al discurso. Como pertenecía a la Iglesia del Nazareno, lo que más le sorprendió fue saber que el origen de la doctrina del infierno es totalmente pagano y que el infierno del que habla la Biblia es la sepultura adonde va toda la humanidad. Al concluir la reunión, llevó a un lado a Frank y le hizo un montón de preguntas sobre el tema. Empezó a estudiar la Biblia, y un año después se bautizó.

      Al concluir su asignación de dos meses como precursores especiales temporeros, los Cardoza tuvieron que tomar una decisión importante. “Habíamos empezado muchos estudios —recuerda Frank—, más de los que podíamos atender. Ni el corazón ni la conciencia nos permitían regresar a la cómoda casa que teníamos en Ladyville. Pero si decidíamos quedarnos en San Antonio, podíamos alquilar los altos de la casa donde estábamos en lugar del sótano, y así vivir más a gusto. Yo instalaría un pequeño lavamanos y una canaleta para recoger el agua de lluvia. Con el tiempo hasta podríamos tener electricidad y un inodoro con cisterna. Oramos a Jehová para que nos dirigiera, seguros de que con su bendición se podría formar una congregación en esa zona. Finalmente escribimos a la sucursal para informarles que nos gustaría quedarnos en San Antonio como precursores regulares.”

      Enseguida se hizo obvio que Jehová estaba bendiciendo la decisión de los Cardoza. En noviembre, tan solo seis meses después, celebraron la primera Reunión Pública en su vivienda. Y en abril del año siguiente empezaron a celebrar en San Antonio la Escuela del Ministerio Teocrático y la Reunión de Servicio. ¡Qué contentos estaban ahora los miembros de aquel grupito! Ya no tenían que viajar cada semana 65 kilómetros (40 millas) de ida y vuelta hasta Punta Gorda.

      “SUS AMENAZAS NO IBAN A DETENERME”

      El grupo de estudiantes sinceros de la Biblia de San Antonio pronto empezó a progresar, y su amor por la verdad era realmente conmovedor. “En estas aldeas —explica Frank—, la gente es muy tímida, sobre todo las mujeres, que por tradición son sumisas al padre y al esposo. No acostumbran a hablar con desconocidos. Por eso les costaba mucho participar en el ministerio de casa en casa.”

      Priscilian Sho, que para entonces tenía 20 años, era una publicadora no bautizada que deseaba de corazón predicar a sus vecinos. En cierta ocasión, Priscilian estaba haciendo revisitas con una de sus cuñadas, Amalia Sho, cuando, de pronto, se vieron ante un grave problema.

      Priscilian recuerda: “No le había dicho a mi padre que iba a salir a predicar porque me lo había prohibido y yo le tenía miedo. Aquel domingo por la mañana, durante el ministerio, vi a mi padre delante de la iglesia bautista a la que asistía. Al principio, Amalia y yo nos agachamos entre la hierba para que no nos viera. Pero entonces le dije: ‘¿Sabes qué? Jehová nos está viendo. Debemos sentir temor de desagradar a Jehová, no a mi padre’”.

      Aunque él se puso muy furioso, Priscilian sabía que todavía le esperaba algo mucho más difícil, pues su padre se oponía con violencia a que ella se hiciera testigo de Jehová. Estuvo orando mucho al respecto hasta el día antes de la asamblea en la que iba a bautizarse. Entonces se armó de valor y le dijo a su padre:

      —Mañana voy a ir a la ciudad de Belice.

      —¿Qué vas a hacer? —preguntó él.

      —Me voy a bautizar —respondió Priscilian—. Voy a hacer lo que Jehová desea que haga. Yo te quiero mucho, pero también tengo que amar a Jehová.

      —¿Vas a bautizarte? —replicó airadamente.

      —Así es —contestó Priscilian—. Hechos 5:29 dice que tengo que obedecer a Dios más bien que al hombre.

      Él se marchó airado. Priscilian recuerda: “No me sentí segura hasta que me subí al camión, lista para marcharme a la asamblea. No sabía lo que mi padre me iba a hacer cuando regresara de la asamblea, pero lo que sí sabía era que para entonces ya me habría bautizado. Así que aunque me matara, yo habría hecho lo correcto”.

      Si bien el padre de Priscilian no le hizo daño cuando volvió a casa, posteriormente la amenazó de muerte. “Pero se dio cuenta de que sus amenazas no iban a detenerme —añade Priscilian—, y desde entonces se ha ablandado bastante.”

      DE ACÉRRIMO OPOSITOR A CRISTIANO FIEL

      El celoso grupo recién formado en San Antonio continuaba progresando. De repente, sin embargo, los Cardoza recibieron una carta del ayuntamiento local en la que se les ordenaba salir del pueblo. Poco antes, tras haber pagado una tarifa de solicitud, Frank había obtenido el permiso del ayuntamiento para quedarse. Pero ahora, un hombre importante del pueblo estaba decidido a que los Cardoza fueran echados de allí. En una de las reuniones del ayuntamiento, tres estudiantes de Frank hablaron en su favor. Luego intervino el señor que alquilaba la casa al matrimonio Cardoza y dijo a los miembros del ayuntamiento que, si los desalojaban, el alquiler se lo cobraría a ellos. A continuación, Frank presentó una carta del Departamento de Catastro, la cual señalaba que al inquilino de una propiedad privada no se le podía echar. Finalmente, el ayuntamiento concedió a los Cardoza el permiso para quedarse.

      El hombre interesado en que se echara a los Cardoza, Basilio Ah, era un ex alcalde que aún tenía mucha influencia política y se valía de ella para atacar por cualquier medio a los Testigos de la localidad. Cuando el grupito de hermanos quiso conseguir una propiedad para construir un Salón del Reino, les advirtió que jamás construirían un salón en San Antonio. A pesar de eso, los hermanos adquirieron un terreno y edificaron un Salón del Reino que, si bien era sencillo, también se veía bonito. La dedicación se celebró en diciembre de 1998 y, aunque parezca increíble, Basilio estaba entre los invitados. ¿Qué había sucedido?

      Dos de los hijos de Basilio eran casados y tenían problemas familiares. Aunque él había pedido dos veces en su iglesia que les dieran ayuda, nunca la recibieron. Pero después sus hijos comenzaron a estudiar la Biblia con los testigos de Jehová. La esposa de Basilio, María, notó que estaban cambiando para bien y que su vida familiar estaba mejorando. Así que ella también pidió un estudio bíblico con los Testigos.

      “Yo de veras quería conocer a Jehová —comenta María—, y le dije a mi esposo que deberíamos ir al Salón del Reino para saber más de Dios.” Pero a Basilio no le fue fácil, pues tenía que desarraigar de él la fuerte aversión que sentía por los Testigos y, en particular, por Frank Cardoza, al que se refería como “el extranjero ese”. No obstante, los cambios positivos que estaban haciendo sus hijos al aplicar los principios bíblicos le impresionaron tanto que decidió conocer por sí mismo a los Testigos. Tras unas cuantas conversaciones aceptó un estudio bíblico. ¿Y quién se lo iba a dirigir? Ni más ni menos que “el extranjero ese”, sí, Frank Cardoza.

      “Había sido católico por sesenta años y solía ofrecer incienso a las imágenes de la iglesia —recuerda Basilio—. Sin embargo, lo que ahora estaba aprendiendo de Jehová se encontraba en su propio libro, la Biblia, y eso cambió mi forma de pensar. Me avergüenza la manera en que traté a Frank Cardoza, quien hoy es mi hermano. Reconozco que obré mal, pero es que defendía con fervor las cosas que, según yo pensaba, eran lo mejor para mi pueblo y mi religión. Finalmente abandoné las tradiciones mayas relacionadas con la curación espiritista —tan común en nuestros pueblos— y renuncié a mi participación en los movimientos políticos mayas.” En la actualidad, Basilio y María Ah son publicadores bautizados que sirven felices a Jehová.

      Los siervos de Dios son conocidos por su amor, gozo y celo. Hay zonas aisladas en Belice donde, para predicar, muchos publicadores caminan tres horas o más subiendo y bajando cerros empinados, y no se pierden las reuniones. En cierta ocasión, por citar un caso, Andrea Ich tenía participación como ayudante en un discurso de la Escuela del Ministerio Teocrático. Ese día, ella y sus hijos habían caminado alrededor de cuatro kilómetros (dos o tres millas) por la selva para recolectar aguacates. Terminó con veintitrés picaduras de avispa. Con todo y eso, regresó a su casa, cocinó para su familia, fue a la reunión y cumplió con la asignación. Aunque su rostro estaba hinchadísimo, reflejaba felicidad. Es muy animador ver a nuestros queridos hermanos mayas que, pese a haber viajado todo un día en camión o autobús para asistir a una asamblea, irradian dicha por adorar unidos al único Dios verdadero, Jehová.

  • Belice
    Anuario de los testigos de Jehová 2010
    • [Ilustración de la página 230]

      Típica aldea maya (distrito de Toledo)

      [Ilustración de la página 240]

      María y Basilio Ah

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