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    Anuario de los testigos de Jehová 2010
    • Allí conoció a un precursor llamado Donald Niebrugge, quien se ofreció a darle a él y a su esposa un estudio bíblico por correspondencia. No obstante, había un problema: Crique Sarco no tenía oficina de correos.

      Donald comenta: “Pregunté en la oficina de correos de Punta Gorda cómo podía enviar correspondencia a Crique Sarco, y me dijeron que el sacerdote iba a ese pueblo una vez a la semana”. Así que, durante unos seis meses, el sacerdote llevaba y traía las cartas del estudio bíblico sin saber que estaba sirviendo de cartero para los testigos de Jehová.

      “Cuando el sacerdote se enteró de qué trataban nuestras cartas —dice Donald—, se molestó mucho y ya no quiso llevarlas más.”

      Durante aquellos seis meses, Donald había hecho varios viajes a Crique Sarco para visitar a los Cocom. En la siguiente campaña de predicación, Rodolfo empezó a participar en el servicio del campo. Donald cuenta: “Nos lo llevamos por cuatro días para predicar en diversas aldeas. La compañía de los hermanos en aquella campaña le ayudó mucho a progresar”.

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    Anuario de los testigos de Jehová 2010
    • Donald Niebrugge, quien solía participar en las campañas anuales de predicación por la pluviselva y por el mar, recuerda gratamente la ocasión en que le pidieron a Ambroncio Hernandez que los llevara en su barco de vela para realizar una campaña por el mar. Tras esa experiencia, Ambroncio, al que apodaban con cariño Bocho, empezó a estudiar la Biblia.

      “Al año siguiente, cuatro de nosotros hicimos planes para llevar a cabo una campaña de dos semanas por toda la costa —comenta Donald—, pero para entonces Bocho había vendido su barco. Así que nos habló de otro pescador, quien estuvo dispuesto a llevarnos junto con su socio y con Bocho. Y ahí estábamos nosotros, dos parejas de precursores especiales viajando con tres pescadores. Cabe decir que en aquella campaña, Bocho comenzó a participar en el servicio del campo. En Placencia, como había muchos yates amarrados en el puerto, nos pusimos a predicar de yate en yate. El pescador y su socio cooperaron mucho con nosotros durante aquellas dos semanas. En cierta ocasión, cuando regresamos después de un día entero de predicación en un pueblo, los dos hombres habían comprado pollo y nos habían preparado la comida en una hornilla de queroseno.”

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