“Los testigos de Jehová me protegieron”
EN ESTOS últimos días, muchas personas han demostrado ser “feroces, sin amor del bien”. (2 Timoteo 3:1, 3.) Isaac, un ministro voluntario de una sucursal de la Sociedad Watch Tower en África occidental, lo comprobó personalmente. Explica:
“En enero de 1992 viajaba por un tramo de carretera desierto en un taxi con otros cinco pasajeros. Entablé una conversación con la mujer que iba sentada a mi lado, y aceptó con gusto el folleto bíblico que le ofrecí.
”De repente, sobre las cuatro de la tarde, un automóvil nuevo sin placa de matrícula se cruzó en nuestro camino, lo que obligó a nuestro taxi a frenar bruscamente. Tres hombres fornidos armados con rifles saltaron del otro automóvil y abrieron nuestras puertas de un tirón. ‘¡Que salgan todos!’, gritó uno de ellos.
”Otro hombre me arrebató el maletín. Cuando vio que solo contenía publicaciones bíblicas, lo tiró. ‘¿Qué más tiene?’, preguntó mientras me apuntaba con una pistola. Rápidamente le di el dinero que llevaba en la cartera. ‘¿Es eso todo?’, preguntó. Le dije que era testigo de Jehová y que los Testigos no mentían. Me arrancó la cartera de la mano, vio la tarjeta de identificación de la Watch Tower y me dijo: ‘De acuerdo, Watchtower. Espere aquí’.
”Luego se dirigió a la señora con la que había hablado en el taxi. Esta se quitó el collar apresuradamente y le dio el dinero que llevaba en el bolso. Cuando el salteador vio el folleto en su mano temblorosa, se imaginó que íbamos juntos, y la colocó a mi lado.
”Entretanto, los otros bandidos armados atacaron ferozmente a nuestros compañeros de viaje. Golpearon y robaron al conductor y al otro hombre que viajaba con nosotros. Uno de los ladrones agarró el collar de la segunda mujer. Cuando se resistió, la golpearon cruelmente en la cabeza y en el pecho con la culata de los rifles hasta que murió. Sacaron del vehículo a la tercera mujer y le dispararon en el pecho. Lamentablemente, también murió. Solo la mujer joven que estaba conmigo y yo salimos completamente ilesos.
”Cuando más tarde nos recogió un automovilista, la mujer no hacía más que repetir aterrorizada: ‘Los testigos de Jehová me protegieron’.”