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“Luz clara” sobre la Biblia procedente de la biblioteca más antigua de RusiaLa Atalaya 2005 | 15 de julio
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Algunos de los debates más acalorados sobre la autenticidad de la Biblia tuvieron lugar en Alemania. Allí, un joven profesor abandonó su cómoda vida académica para emprender un viaje que resultaría en uno de los más importantes descubrimientos bíblicos de todos los tiempos. Se llamaba Konstantin von Tischendorf, un biblista que rechazó la alta crítica y defendió con notable éxito la autenticidad del texto bíblico. Su primer viaje al desierto del Sinaí en 1844 produjo extraordinarios resultados. Mirando por casualidad en un cesto de basura de un monasterio, descubrió una copia antigua de la Septuaginta —traducción griega de las Escrituras Hebreas—, ¡la más antigua hasta entonces!
Maravillado por este tesoro, Tischendorf logró llevarse 43 hojas. Aunque estaba convencido de que había más, cuando volvió en 1853 encontró solamente un fragmento. ¿Dónde estaba el resto? Habiéndosele agotado los fondos, vio la necesidad de conseguir el patrocinio de alguien acaudalado, y decidió abandonar su país natal de nuevo e ir en busca de manuscritos antiguos. Sin embargo, antes de emprender esta misión, haría un llamado al zar de Rusia.
El zar se muestra interesado
Es muy probable que Tischendorf se haya preguntado qué clase de recepción recibiría él —un estudioso protestante— en Rusia, una vasta nación que había adoptado la fe ortodoxa. Felizmente, el país había entrado en una favorable era de cambios y reformas. El énfasis que se ponía en la educación llevó a la emperatriz Catalina II (también conocida como Catalina la Grande) a fundar en 1795 la Biblioteca Imperial de San Petersburgo. Esta fue la primera biblioteca pública de Rusia y puso a disposición de millones de personas una inmensa cantidad de información impresa.
La Biblioteca Imperial, aunque aclamada como una de las mejores de Europa, tenía una deficiencia: cincuenta años después de su fundación, solo contaba con seis manuscritos hebreos. No podía mantenerse al paso con el creciente interés de los rusos en el estudio de las lenguas y las traducciones bíblicas. Catalina II había enviado a eruditos para que estudiaran hebreo en las universidades europeas. Cuando estos regresaron, se ofrecieron cursos de hebreo en los principales seminarios ortodoxos rusos y, por primera vez, los eruditos empezaron a hacer una traducción exacta de la Biblia al ruso a partir del antiguo texto hebreo. Pero afrontaron dos problemas: la falta de recursos y la oposición de los líderes eclesiásticos conservadores. La verdadera iluminación aún no había comenzado para quienes buscaban el conocimiento bíblico.
El zar Alejandro II comprendió enseguida lo valiosa que era la misión de Tischendorf y la auspició. A pesar de la “oposición celosa y fanática” de algunos, Tischendorf regresó de su misión en el Sinaí con el resto de la copia de la Septuaginta.a Conocido después como el Códice Sinaítico, este sigue siendo uno de los manuscritos bíblicos más antiguos. De vuelta a San Petersburgo, fue inmediatamente a la residencia del zar, el Palacio Imperial de Invierno. Allí lo invitó a apoyar “una de las más importantes empresas en el estudio analítico de la Biblia”: la publicación del manuscrito recién descubierto, que luego perteneció a la Biblioteca Imperial. El zar concordó sin demora, y Tischendorf, eufórico, escribió después: “La Providencia ha dado a nuestra generación [...] la Biblia Sinaítica para que sea una luz clara y completa en cuanto al verdadero texto de la Palabra escrita de Dios, y para ayudarnos a defender la verdad estableciendo su auténtico contenido”.
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“Luz clara” sobre la Biblia procedente de la biblioteca más antigua de RusiaLa Atalaya 2005 | 15 de julio
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[Ilustraciones de la página 11]
Konstantin von Tischendorf (centro)
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