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  • ¡Despertad! 1986
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¡Despertad! 1986
g86 8/1 págs. 22-23

En las noticias niponas: caso de transfusión de sangre

“SIGAN absteniéndose de [...] sangre.” Este claro mandato se da en la Biblia, en Hechos 15:29. Es parte de una decisión transmitida por el cuerpo gobernante de la congregación cristiana del primer siglo y se registra en la Palabra inspirada de Dios para instrucción de los cristianos hasta nuestros días.

Sin embargo, este requisito divino no era nada nuevo en el primer siglo. La Ley de Moisés, dada hace 3.500 años, mandaba abstenerse de la sangre, según se registra en Levítico 17:10-16. De hecho, hace más de 4.300 años se le dio un mandato similar a Noé, el progenitor de toda la humanidad que vive hoy en la Tierra. Lo leemos en Génesis 9:4: “Solo carne con su alma —su sangre— no deben comer”.

Estos textos dejan claro para todos aquellos que aceptan la Biblia como guía en la vida que la sangre es preciosa a los ojos de Dios. Como Creador del hombre y Proveedor de este fluido vital, él es el Único que puede decir propiamente cómo debe usarse la sangre. Si no debe comerse para sustentar la vida, lógicamente tampoco puede usarse para sustentar la vida por medio de alimentación intravenosa o transfusión de sangre. Los que adoran al Dios de la Biblia observan cuidadosamente sus requisitos. Y desde su punto de vista, es tan importante abstenerse de la sangre como abstenerse de la idolatría y la fornicación, como muestran claramente los textos de Hechos 15:28 y 29.

Un caso que sobrecogió al Japón

El 6 de junio de 1985, a las 4.35 de la tarde, Dai Suzuki, de 10 años de edad, estaba circulando en bicicleta. Iba a practicar su primer discurso que tenía que presentar en la Escuela del Ministerio Teocrático en el Salón del Reino local de los testigos de Jehová. Se detuvo en un semáforo entre un gran camión volquete y una verja. Cuando se encendió la luz verde, Dai arrancó. Fue alcanzado por las grandes ruedas traseras del camión, cayó al suelo y terminó con las piernas aplastadas. Las heridas sangraban profusamente. Cinco horas después de ser ingresado en un hospital cercano, Dai murió como resultado de las lesiones.

Este suceso se convirtió en una noticia de alcance nacional. Lo que lo hizo de interés periodístico fue el hecho de que los padres rehusaron que se le pusiera una transfusión de sangre al niño. El padre de Dai está estudiando la Biblia con los testigos de Jehová y su madre es ya una Testigo bautizada. Sobre la base de sus principios religiosos, rehusaron firmemente conceder el permiso para que se administrara sangre al niño. Incluso sellaron la negativa escrita con sus huellas digitales, lo cual tiene valor legal si uno no tiene su sello oficial consigo. Consideraron apropiado seguir las Escrituras en las que Dios de modo tan consecuente manda a sus siervos que ‘se abstengan de la sangre’.

Entonces se amenazó a los padres con una acusación de asesinato si el niño moría por no haber ellos permitido que se le transfundiera sangre. Sin embargo, la autopsia meticulosa practicada más tarde puso de manifiesto que la muerte no se debió a ningún tipo de negligencia de parte de los padres ni del hospital. De modo que la cuestión no llegó a los tribunales.

Los tres periódicos más importantes del Japón, junto con algunos periódicos locales de influencia, publicaron largos artículos sobre el caso. La televisión y la radio también le dieron publicidad. De este modo los medios informativos hicieron un fuerte llamamiento al sentimiento popular, y como es tan común en estos casos en que la emoción juega un papel importante, distorsionaron considerablemente los hechos. Muchos de los artículos eran claramente provocativos.

Sin embargo, un comentarista reconoció que los japoneses no estaban acostumbrados a regirse por convicciones religiosas tan fuertes como las que tenía la familia Suzuki. Dijo que ‘si se le hubiera puesto al paciente una transfusión a la fuerza y hubiera sobrevivido, tanto los padres como el paciente se sentirían más atormentados que si se hubiera producido la muerte’. Basándose en estos hechos, él pensaba que no se podía juzgar la fe de otros.

Las cadenas de televisión japonesas levantaron gran revuelo con respecto a este caso, excitando los prejuicios emocionales. Pero desde el punto de vista de la familia Suzuki, había sido importante obedecer las directrices claras del Dios de la Biblia. De este modo los padres amorosos y temerosos de Dios obedecieron el mandato de la Biblia: ‘Absténganse de sangre’. (Hechos 15:20, 29; 21:25.) El hecho de que la abstinencia de la sangre se recalca en tres versículos diferentes del libro de Hechos, y se menciona junto a la idolatría y la fornicación, muestra la seriedad que tiene para el Creador este asunto.

En el caso remoto de que un cristiano fiel muriera debido a rechazar una transfusión de sangre, con toda seguridad sería resucitado por Dios a Su debido tiempo, según Su promesa. Los padres de Dai pueden decir con toda confianza, lo que Marta dijo con respecto a su hermano Lázaro: “Yo sé que se levantará en la resurrección en el último día”. (Juan 11:24; 5:28, 29.)

Esta cuestión que afecta a los testigos de Jehová es absolutamente religiosa. Es cierto que puede decirse que en muchos casos hay menos riesgo en rechazar una transfusión de sangre que en aceptarla, pues de este modo uno se protege de las enfermedades graves que se transmiten por medio de las transfusiones de sangre, tales como el SIDA y la hepatitis. Sin embargo, para el cristiano que sigue la Palabra de Dios, esto es secundario. La cuestión principal es obedecer y permanecer en el favor del Dador de la vida, Jehová Dios, quien también puede conceder la vida eterna. (Salmo 36:9; Romanos 2:6, 7.)

Puede que en ocasiones requiera sacrificio por parte de un cristiano leal el seguir la exhortación bíblica de ‘seguir absteniéndose de la sangre’. Sin embargo, la abnegación es una virtud reconocida en muchas sociedades, y la abnegación en obedecer al Creador ciertamente redundará en su sonrisa de aprobación. (Lucas 9:23, 24.)

La familia Suzuki escogió con resolución seguir la directriz de la Biblia en obediencia al Dios Todopoderoso, a pesar de las presiones emotivas de los que no entendían los principios bíblicos implicados. (Hechos 5:29.) ¡Que “el Dios de todo consuelo” continúe ayudando a esa familia en su integridad y le conceda una gran bendición en la resurrección! (2 Corintios 1:3, 4.)

[Fotografía en la página 23]

Dai cuando empezó el primer grado en 1981

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