Bildad toma el relevo en el discursar violento, en la diatriba. “Si fueras puro y recto —le dice—, para ahora él despertaría para ti y ciertamente restituiría tu justo lugar de habitación”. Bildad alude a cómo el papiro y las cañas se secarían sin agua y presenta una razonable conclusión al decir que así ocurre con “todos los que olvidan a Dios”. Pero, ¡cuán equivocado estaba Bildad al aplicar esta ilustración a Job y añadir: “La mismísima esperanza de un apóstata perecerá”! (Job 8:6, 11-13.)

Bildad, enfurecido por la inquebrantable resistencia de Job ante sus argumentos pasa a decirle: ‘Tu luz se extinguirá. Toda memoria de tu existencia desaparecerá. Eso es lo que les ocurre a los que olvidan a Dios’. (Job 18:5, 12, 13, 17-21.)

Bildad da fin a la diatriba. Le pregunta: ‘¿Quién sobre la tierra puede jactarse de ser limpio?’. Y añade: ‘Dios es tan glorioso que aun la luna y las estrellas palidecen ante él. ¡Cuánto más el hombre que solo es un gusano a sus ojos!’. (Job 25:2-6.)