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  • La santidad de la sangre... controversia antigua
    ¡Despertad! 1986 | 8 de septiembre
    • El uso médico de la sangre

      En primer lugar, ¿cómo hubieran considerado los cristianos primitivos el uso médico general de la sangre? Centenares de años antes de los apóstoles, cierto médico escribió al rey Asaradón respecto al tratamiento que le estaba administrando al hijo del rey. Él informó: “Saosdukín está mucho mejor; el rey, mi señor, puede sentirse feliz. Comenzando con el día 22, (le) doy de beber sangre; beberá (de ella) por tres días. Por tres días más (le daré sangre) para uso interno”i. ¿Hubiera aprobado tal tratamiento algún judío fiel de aquellos días, o, después, un cristiano verdadero?

      El médico Areteo de Capadocia, del segundo siglo, describe cómo se usaba la sangre en sus días para el tratamiento de epilepsia: “He visto a personas sosteniendo una taza debajo de la herida de un hombre recién degollado, ¡bebiendo de la sangre!”j. El naturalista Plinio, del primer siglo, también informa que la sangre humana era usada en el tratamiento de epilepsia. De hecho, la sangre continuó usándose con propósitos médicos hasta nuestra era común. El historiador Reay Tannahill cita un ejemplo: “En 1483, Luis XI, de Francia, estaba muriéndose. ‘Cada día empeoraba y las medicinas no le ayudaban en absoluto, aunque de carácter raro; pues con vehemencia deseaba recobrarse mediante la sangre humana que tomaba de ciertos niños’”k.

      En efecto, el uso médico de la sangre tiene una larga historia. Indudablemente, muchas personas creían que esta tenía el poder de sanar, aunque Areteo lo dudaba. No obstante, las Escrituras no permiten excepciones al mandato de ‘abstenerse de sangre’. Pero alguien pudiera objetar que estos “tratamientos” envolvían el tomar sangre por la boca, bebiéndola. ¿Qué hay del uso médico de las transfusiones de sangre?

      Las transfusiones de sangre y el decreto apostólico

      Se cree que la primera transfusión de sangre de la cual hay registro se llevó a cabo en 1492 y fue administrada al papa Inocencio VIII. Un relato que se escribió en aquel entonces dice: “Mientras tanto, en la ciudad [de Roma] las tribulaciones y las muertes nunca han cesado; pues, en primer lugar, cierto médico judío (que prometió que el papa recobraría la salud) sacó la sangre de las venas de tres jovencitos de diez años de edad, que murieron poco después. De hecho, aquel judío les había dicho que quería sanar al pontífice, pero que para hacerlo necesitaría cierta cantidad de sangre humana joven; y entonces ordenó que fuera extraída de tres jovencitos, a quienes después les dio una moneda de oro a cada uno; y poco después murieron. Por supuesto, el judío huyó y el papa no se sanó”l.

      En la segunda mitad del siglo XVII hubo aun más experimentos con las transfusiones de sangre. El médico italiano Bartolomeo Santinelli dudaba del valor médico de estas. Pero también se oponía a ellas por otra razón. Esto es lo que escribió:

      “Permítase cruzar las fronteras de la medicina por un momento para satisfacer a plenitud la curiosidad del lector, y, puesto que lo inadecuado de las transfusiones de sangre ya ha sido probado por razones médicas, permítase confirmar esto a mayor grado aun por los monumentos de las páginas sagradas, pues así su repugnancia se dará a conocer no solo a los médicos, sino a toda clase de hombres instruidos. [...] Aunque, en efecto, la prohibición del uso de la sangre tendría el solo propósito de que el hombre no debe comerla, por lo cual no parecería aplicar a nuestra causa; no obstante, el propósito de ese mandato es contrario a la [práctica] de las transfusiones hoy día, de modo que parece que la persona que emplee [transfusiones de sangre] estaría en oposición a Dios, quien extiende clemencia”a.

      En efecto, Santinelli consideraba que el hacer transfusiones de sangre estaba en contra de la ley de Dios. El erudito danés Thomas Bartholin opinaba lo mismo. En 1673 él escribió: “La cirugía con transfusiones hechas por novatos ha excedido los límites en los últimos años, puesto que no solo se han infundido por las venas líquidos estimulantes para el corazón de un enfermo, sino también sangre tibia de animales o [sangre] de otras personas [...] De hecho, el docto Elsholtz (en el capítulo 7 del New Clyster) declara como excusa que el decreto apostólico tiene que entenderse con relación a comer sangre por la boca y de ninguna manera con relación a la infusión por las venas; pero cualquier método de ingerir [sangre] cumple el mismo propósito, a saber, que mediante tal sangre un cuerpo enfermo sea alimentado o restaurado [a la salud]”b.

  • La santidad de la sangre... controversia antigua
    ¡Despertad! 1986 | 8 de septiembre
    • i Letters From Assyrian Scholars to the Kings Esarhaddon and Assurbanipal, Parte I: Textos, por Simo Parpola, Neukirchen-Vluyn, 1970, página 201.

      j The Extant Works of Aretæus, the Cappadocian, redactado y traducido por Francis Adams, Londres, 1856, página 471.

      k Flesh and Blood, A History of the Cannibal Complex, por Reay Tannahill, Nueva York (1975), páginas 63, 64.

      l Diario della Città di Roma di Stefano Infessura, redactado por Oreste Tommasini, Roma, 1890, páginas 275, 276.

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