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  • ¿Damos a la vida el mismo valor que le da Dios?
    “Manténganse en el amor de Dios”
    • Jehová considera que existe una estrecha relación entre la vida y la sangre, y que ambas son sagradas. La primera vez que reveló este hecho fue poco después de que Caín matara a Abel. Dios le dijo al asesino: “¡Escucha! La sangre de tu hermano está clamando a mí desde el suelo” (Génesis 4:10). A los ojos de Jehová, la sangre de Abel representaba su vida, brutalmente segada. Era como si esa sangre estuviera pidiendo a gritos que Dios la vengara (Hebreos 12:24).

      4 Después del Diluvio, Dios incluyó entre los alimentos que podrían consumirse la carne de los animales, pero con una salvedad: “Solo carne con su alma —su sangre— no deben comer. Y, además de eso, [la] sangre de sus [propias] almas la reclamaré” (Génesis 9:4, 5). Hasta el día de hoy, los seres humanos, como descendientes de Noé, tenemos el deber de cumplir este decreto, que reafirma lo que ya había dado a entender Dios al hablar con Caín. Primero, indica el principio de que, en el caso de todas las criaturas del mundo, su alma —su vida— está representada por la sangre. Y luego señala que Jehová, el Origen de la vida, pedirá cuentas a quienes no respeten la vida y la sangre (Salmo 36:9).

      5, 6. ¿Cómo indicó la Ley de Moisés que la sangre es sagrada y sumamente valiosa? (Véase también el recuadro “Respetemos la vida de los animales”.)

      5 Estas dos verdades fundamentales también quedaron plasmadas en la Ley de Moisés. En Levítico 17:10, 11, Jehová dice: “En cuanto a cualquier hombre [...] que coma cualquier clase de sangre, ciertamente fijaré mi rostro contra [esa persona], y verdaderamente la cortaré [o eliminaré] de entre su pueblo. Porque el alma de la carne está en la sangre, y yo mismo la he puesto sobre el altar para ustedes para hacer expiación por sus almas, porque la sangre es lo que hace expiación en virtud del alma en ella” (véase el recuadro “La sangre expía los pecados”.)a

      LA SANGRE EXPÍA LOS PECADOS

      Cuando un israelita desobedecía un mandato divino, no quedaba irremediablemente condenado. En vista de que, como muestra la Biblia, la sangre y la vida son equivalentes, podía degollar un animal y ofrecerlo en el altar (Levítico 4:27-31). Si estaba arrepentido, su culpa quedaba expiada, o borrada, con ese sacrificio, aunque solo de forma provisional.

      El término bíblico traducido “expiación” transmite la idea de “sustitución”, así como la de “cubierta” (por ejemplo, la tapa que encaja muy bien en un recipiente). Claro, en el caso de los pecados de una persona, no había ningún animal que pudiera sacrificarse para “cubrirlos”, o expiarlos, a la perfección. Pero los sacrificios de animales eran como una sombra, o modelo, de la expiación perfecta de los pecados que tendría lugar en el futuro (Hebreos 10:1, 4).

      Esa expiación se logró “mediante el ofrecimiento del cuerpo de Jesucristo una vez para siempre” (Hebreos 10:10). La vida humana perfecta de Cristo, representada por su “sangre preciosa, [que era] como la de un cordero sin tacha e inmaculado”, correspondía con toda exactitud a la vida que había perdido Adán (1 Pedro 1:19). Así, demostrando un amor y una sabiduría extraordinarios, se cumplieron las exigencias de la justicia y se hizo posible nuestra “liberación eterna” (Hebreos 9:11, 12; Juan 3:16; Revelación 7:14).

      6 A menos que se fuera a utilizar en el altar, la sangre tenía que derramarse sobre el suelo. Así se devolvía simbólicamente la vida a su Dueño original (Deuteronomio 12:16; Ezequiel 18:4). Hay que destacar, sin embargo, que los israelitas no tenían que tomar medidas extremas para eliminar hasta la última gota de sangre del animal. Con tal de que lo degollaran y desangraran bien, podían comerlo con la conciencia tranquila, pues habían demostrado el debido respeto al Dador de vida.

      7. ¿Cómo mostró David respeto por la santidad de la sangre?

      7 Alguien que comprendió muy bien los principios que había detrás de la ley divina sobre la sangre fue David, “varón agradable [a Dios]” (Hechos 13:22). En una ocasión comentó que estaba muerto de sed. Al oírlo, tres de sus hombres se abrieron paso por la fuerza en el campamento enemigo, sacaron agua de una cisterna y se la llevaron a David. ¿Cómo reaccionó él? Exclamó: “¿Beberé yo la sangre de los hombres que fueron a riesgo de sus almas?”. A los ojos de David, esa agua equivalía a la sangre, o la vida, de aquellos guerreros. Por eso, aunque tenía mucha sed, “se la derramó a Jehová” (2 Samuel 23:15-17).

  • ¿Damos a la vida el mismo valor que le da Dios?
    “Manténganse en el amor de Dios”
    • a La revista Investigación y Ciencia hace este comentario sobre la frase “el alma de la carne está en la sangre”: “Dejando de lado su significado metafórico, la aseveración resulta literalmente cierta: todos los tipos de células sanguíneas son necesarios para la vida”.

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