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El sistema inmunológico. Milagro de la creación¡Despertad! 1990 | 22 de noviembre
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Han invadido el territorio donde se despliega la artillería del sistema inmunológico, una fuerza compuesta de dos billones de glóbulos blancos. Se producen en la médula ósea —aproximadamente un millón por segundo— salen de allí, maduran y forman tres divisiones diferentes: los fagocitos, y dos clases de linfocitos, a saber, las células T (hay tres tipos principales: auxiliares, supresoras y asesinas) y las células B.
Aunque el sistema inmunológico tenga una fuerza compuesta de billones de soldados, cada uno puede pelear contra un solo tipo de invasor. Durante una enfermedad pueden generarse millones de gérmenes, cada uno con la misma clase de antígenob, pero diferentes enfermedades —incluso variedades dentro de la misma enfermedad— tienen diferentes antígenos. Antes de que las células T y las células B puedan atacar a estos invasores, han de poseer receptores que puedan fijarse a sus antígenos correspondientes. De ahí que entre las células T y las células B haya muchos receptores diferentes, específicos para los antígenos de cada enfermedad, mientras que cada célula individual T y B presenta receptores que son específicos para un solo antígeno patógeno.c
Daniel E. Koshland Jr., director de la revista Science, comenta sobre este punto: “El sistema inmunológico está diseñado para reconocer a los invasores externos. Para eso, genera aproximadamente unos 1011 (100.000.000.000) tipos diferentes de receptores inmunológicos de manera que, sin importar la forma o tamaño del invasor, haya algún receptor complementario que lo reconozca y elimine”. (Science, 15 de junio de 1990, página 1273.) Así que entre los grupos de células T y B se encuentra el receptor específico que corresponde a cada antígeno que entra en el cuerpo, tal como una llave encaja en una cerradura.
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El sistema inmunológico. Milagro de la creación¡Despertad! 1990 | 22 de noviembre
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Cada categoría de linfocitos desempeña una función específica en la lucha contra la infección. Las células auxiliares T (uno de los tres tipos principales de células T) son decisivas, pues organizan las diversas reacciones del sistema inmunológico. Accionadas por la presencia de antígenos enemigos, avisan a las tropas del sistema inmunológico mediante señales químicas (proteínas llamadas linfocinas) y aumentan sus filas en millones. Son precisamente las células auxiliares T las escogidas por el virus del sida como blanco de sus ataques. Una vez eliminadas, el sistema inmunológico se vuelve prácticamente inútil, lo que hace que la víctima de sida sea vulnerable a casi todo tipo de enfermedades.
Consideremos ahora la función de los fagocitos apoyada por las células auxiliares T.
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El sistema inmunológico. Milagro de la creación¡Despertad! 1990 | 22 de noviembre
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Pero cuando el macrófago se come un germen, la molécula MHC saca y muestra un fragmento del antígeno enemigo sobre uno de los surcos de su superficie. La muestra actúa como bandera roja para el sistema inmunológico y da la voz de alarma de que un organismo extraño anda suelto en nuestro interior.
Al accionar esta alarma, el macrófago pide refuerzos, más macrófagos, millones. Aquí es donde entran en juego las células auxiliares T. Millones de ellas pululan por nuestro cuerpo, pero el macrófago debe reclutar un tipo específico: uno que tenga el tipo de receptor que se fije al antígeno concreto que despliega el macrófago.
Una vez que este tipo de célula auxiliar T llega y se pone en contacto con el antígeno enemigo, el macrófago y la célula auxiliar T intercambian señales químicas. Estos compuestos químicos semejantes a hormonas, o linfocinas, son proteínas extraordinarias que tienen una asombrosa variedad de funciones para regular y acelerar la respuesta del sistema inmunológico frente a los gérmenes infecciosos. El resultado es que tanto los macrófagos como las células auxiliares T se reproducen prodigiosamente. Esto significa que más macrófagos comen a más gérmenes invasores y más células auxiliares T con las características necesarias se fijan a los antígenos que los macrófagos desplegarán, con lo que las filas de las fuerzas inmunológicas se multiplican enormemente y se eliminan hordas enteras de gérmenes infecciosos específicos.
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Adiestramiento de las células T y B¡Despertad! 1990 | 22 de noviembre
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Adiestramiento de las células T y B
LAS células T y las células B no pueden ir directamente a la guerra después de salir de la médula ósea. Su armamento es ultramoderno, lo que obliga a un adiestramiento de alta tecnología antes de salir a luchar. Las células T se dedicarán a la guerra biológica, mientras que las B se especializarán en misiles dirigidos. Ambas se entrenan en las escuelas técnicas del sistema inmunológico.
Con este fin, la mitad del millón de linfocitos que se produce cada minuto en la médula ósea va hasta el timo —una pequeña glándula situada detrás del esternón— para recibir entrenamiento como células T. A este respecto, el libro The Body Victorious comenta: “Los linfocitos que asisten a la escuela de adiestramiento técnico del timo son las células auxiliares, las supresoras y las asesinas, llamadas linfocitos T (o células T) y constituyen los elementos indispensables de las fuerzas armadas del sistema inmunológico”.
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Adiestramiento de las células T y B¡Despertad! 1990 | 22 de noviembre
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Las células asesinas T declaran la guerra biológica
Al llegar a esta etapa, las células auxiliares T han reclutado millones de macrófagos basureros que engullen enemigos y animan a las células B y a sus anticuerpos a que se unan a la lucha contra los invasores, pero las células auxiliares T aún llaman a más refuerzos. Ordenan unirse a la batalla a millones de los más fieros luchadores: las células asesinas T.
El propósito de los virus, bacterias y parásitos es introducirse en las células corporales, ya que una vez dentro están a salvo de los macrófagos y de las células B con sus anticuerpos. Sin embargo, no están a salvo de las células asesinas T, ya que si una de estas células infectadas tan solo roza a una célula asesina T, esta acribillará a la célula infectada con proteínas letales, destruirá su ADN y derramará su contenido hasta que muera. De esta forma, las células asesinas T pueden atacar y destruir incluso a células mutantes o que se hayan vuelto cancerosas.
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Adiestramiento de las células T y B¡Despertad! 1990 | 22 de noviembre
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3. Células T auxiliares Son los jefes de operaciones del sistema inmunológico, que identifican a los enemigos y estimulan la producción de otros guerreros, reclutándolos para que se unan a la batalla contra los invasores. Piden refuerzos entre los macrófagos, otras células T y B y estimulan la producción de células plasmáticas.
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5. Células asesinas T Destruyen las células en las que parasitan virus y microbios por medio de dispararles proteínas letales, con lo que acribillan sus membranas y hacen que las células se rompan. También eliminan las células que se han vuelto cancerosas.
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10. Célula supresora T Cuando se ha contenido la infección y el sistema inmunológico ha ganado la batalla, las células supresoras T entran en acción y utilizan señales químicas para frenar toda la variedad de respuestas inmunológicas. La batalla está ganada.
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Adiestramiento de las células T y B¡Despertad! 1990 | 22 de noviembre
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Para ayudarnos a comprender la magnitud del trabajo que efectúa nuestro sistema inmunológico, un artículo del National Geographic de junio de 1986 detalla el desafío al que se enfrenta el timo: “A medida que las células T maduran en el timo, una de ellas aprende de alguna forma a reconocer los antígenos de, por ejemplo, el virus de la hepatitis, otra aprende a identificar antígenos de una variedad de la gripe, una tercera a detectar el rinovirus 14 [un virus del resfriado], y así sucesivamente”. Después de hablar sobre “la inmensa tarea a la que se enfrenta el timo”, el artículo explica que en la naturaleza hay antígenos “con centenares de millones de formas diferentes, por lo que el timo debe producir grupos de células T que reconozcan a cada una. [...] De hecho, produce a gran ritmo decenas de millones. Aunque solo unas pocas reconozcan a un antígeno en particular, el número de células inspectoras es lo bastante grande como para identificar la variedad casi infinita de antígenos que produce la naturaleza”.
Mientras algunas de las células T auxiliares estimulan a los macrófagos a multiplicarse, otras situadas en los nódulos linfáticos se fijan a las células B situadas allí y hacen que se multipliquen. Muchas se convierten en células plasmáticas. De nuevo, las células T han de tener los receptores apropiados que se unan a las células B y las motiven a formar células plasmáticas,
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Adiestramiento de las células T y B¡Despertad! 1990 | 22 de noviembre
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Entonces termina nuestra guerra interna. Las fuerzas invasoras son derrotadas. El sistema inmunológico con más de un billón de leucocitos ha ganado. Es el momento de que actúen otro tipo de células T, a saber, las células T supresoras. Cuando ven que se ha ganado la guerra, dan por terminada la batalla y despiden a las fuerzas agresoras del sistema inmunológico.
Células con memoria y problemas de la inmunidad
Sin embargo, al llegar a este punto, las células B y las células T han realizado otro servicio vital: han producido células con memoria que circulan por la corriente sanguínea y los vasos linfáticos durante muchos años, en algunos casos durante toda la vida. Si alguna vez somos atacados por la misma variedad del virus de la gripe o del resfriado, o por cualquier otra sustancia extraña que nos hubiera atacado en el pasado, estas células con memoria la identificarán de inmediato y harán que el sistema inmunológico desencadene un ataque rápido y arrollador. En seguida producirán gran cantidad de células específicas de los tipos B y T que lanzarán el primer ataque contra ese agresor específico, por lo que se sofocará la nueva invasión antes de que llegue a ser importante. Un ataque que originalmente podría haber tardado tres semanas en solucionarse, de esta forma es vencido antes de que gane terreno alguno. La infección previa por este invasor específico nos hizo inmunes a él.
No obstante, el cuadro se complica debido a la existencia de diferentes variedades del virus de la gripe, que a menudo se originan en diferentes partes del mundo. Además, hay más de doscientas variedades diferentes del virus del resfriado y cada variedad tiene su antígeno específico. Por eso, debe haber unos doscientos tipos diferentes de células auxiliares T, cada uno con un receptor que se empareje con el antígeno de uno de los doscientos virus del resfriado. Pero eso no es todo. Los virus del resfriado y de la gripe están mutando constantemente, y cada vez que eso ocurre hay un nuevo antígeno de la gripe o del resfriado que requiere un nuevo receptor en una célula auxiliar T que se fije a él. El virus del resfriado sigue cambiando sus cerraduras, por eso la célula T ha de seguir buscando nuevas llaves.
Antes de criticar a los médicos que no pueden curar un resfriado común, hay que comprender el problema. Es probable que nos curemos del resfriado que tengamos en ese momento y no volvamos a ser atacados por él, pero surgirá una nueva mutación del virus y nuestro sistema inmunológico tendrá que producir una célula auxiliar T totalmente nueva que reagrupe a las fuerzas inmunológicas para la batalla. Sin embargo, una vez ganada la batalla, pronto comienza otra: la guerra es interminable.
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