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    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
    • Por consiguiente, tanto las Escrituras Hebreas como las Griegas muestran que el “alma” de Jesucristo resucitó. Fue “muerto en la carne, pero hecho vivo en el espíritu”. (1Pe 3:18.) “Carne y sangre no pueden heredar el reino de Dios” (1Co 15:50), lo que también excluye carne y huesos, que no tienen vida a menos que tengan sangre. Esto se debe a que en ella está el “alma”, es decir, que es necesaria para la vida de la criatura carnal. (Gé 9:4.)

  • Resurrección
    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
    • Pero ¿qué cuerpo reciben aquellos a quienes Jehová se deleita en dar una resurrección terrestre? No podría ser el mismo cuerpo, con exactamente los mismos átomos. Cuando una persona muere y es enterrada, el proceso de descomposición convierte el cuerpo en elementos químicos que puede absorber la vegetación. Cabe la posibilidad de que otras personas coman de esa vegetación, de modo que los elementos, los átomos de la persona muerta, pueden estar en otras muchas personas. Es obvio que cuando se produzca la resurrección, esos mismos átomos no podrán estar en la persona resucitada y en todas las demás al mismo tiempo.

      El cuerpo resucitado tampoco tiene por qué ser una copia exacta del cuerpo al momento de la muerte. Si el cuerpo de una persona antes de morir estaba mutilado, ¿volverá de la misma manera? Sería irrazonable, porque pudiera darse el caso de que no estuviera ni siquiera en condición de oír y hacer “las cosas escritas en los rollos”. (Rev 20:12.) Digamos que una persona murió por haberse desangrado. ¿Volverá sin sangre? No, porque no podría vivir con un cuerpo humano sin sangre. (Le 17:11, 14.) Más bien, recibirá un cuerpo del agrado de Dios. Como la voluntad y el gusto de Dios es que la persona resucitada obedezca las “cosas escritas en los rollos”, deberá tener un cuerpo sano, que posea todas sus facultades. (Jesús resucitó a Lázaro con un cuerpo entero y sano, aunque ya había empezado a descomponerse; Jn 11:39.)

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