-
Puse ‘la mano en el arado y no he mirado atrás’La Atalaya 1986 | 1 de abril
-
-
Muchas fueron las experiencias de que disfruté como nueva misionera. Un día, mientras iba de casa en casa en una de las mejores secciones de La Paz, una criada salió a la puerta y me invitó a pasar. La señora de la casa escuchó mi presentación y se suscribió a La Atalaya. ¿Por qué una respuesta tan rápida? Había sido sometida recientemente a una operación y mientras estaba en la clínica, había leído la Biblia. Había descubierto que las doctrinas de la Biblia eran muy diferentes de lo que su iglesia le había enseñado, de modo que estaba muy dispuesta a leer la literatura que le dejé. Sin embargo, antes de que yo pudiera volver a visitarla ella vino a buscarme a mí, y me encontró finalmente en una esquina ofreciendo La Atalaya y ¡Despertad! a los transeúntes. ‘¡Por favor venga a verme!’ insistió. Progresó rápidamente en su estudio de la Biblia y pronto se bautizó. Han pasado 30 años y aún sigue sirviendo fielmente a Jehová.
-
-
Puse ‘la mano en el arado y no he mirado atrás’La Atalaya 1986 | 1 de abril
-
-
Cuando Esther y yo empezamos a trabajar la ciudad, nos dimos cuenta de que la gente tenía notas en las ventanas que decían: “No se acepta a testigos de Jehová ni a evangelistas”. Sin embargo, ¡la gente de Villazón no tenía idea de quienes eran los testigos de Jehová! Del mismo modo que en Tupiza, un sacerdote había advertido a la gente y había repartido esas notas en la iglesia para que las pusieran en las ventanas. A pesar de las notas puestas en las ventanas, la gente respondió favorablemente, colocamos mucha literatura y empezamos muchos estudios bíblicos. Poco a poco las notas fueron desapareciendo de las ventanas.
-