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Las buenas nuevas llegan a pueblos aislados en BoliviaLa Atalaya 2006 | 15 de febrero
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Las buenas nuevas llegan a pueblos aislados en Bolivia
SOMOS un grupo de veinte personas que espera ansioso en la orilla poder visitar durante un día los pueblos situados río arriba. Estamos al pie de los Andes, donde el río Beni penetra en las extensas llanuras de la cuenca amazónica. Es un lugar de extraordinaria belleza.
Sin embargo, no somos turistas. Somos gente del país. Algunos hemos venido de ciudades lejanas a vivir a Rurrenabaque, un bonito pueblo de árboles floridos, casas con techos de paja y calles por las que únicamente circula alguna que otra mototaxi.
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Las buenas nuevas llegan a pueblos aislados en BoliviaLa Atalaya 2006 | 15 de febrero
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“Pude haber estudiado una carrera universitaria en la ciudad de La Paz —relata Luis—, pero mis padres siempre me hablaban de la predicación como la mejor carrera. Así que hice un curso corto sobre métodos de construcción. Durante unas vacaciones en Rurrenabaque, noté que la gente tenía muchos deseos de escuchar las buenas nuevas, y viendo que había tan pocos hermanos, sentí la necesidad de venir a ayudar. Ahora dirijo doce estudios bíblicos, entre ellos el de un matrimonio joven que tiene cuatro hijos. El esposo bebía mucho y jugaba por dinero, pero ya ha dejado esos vicios, y ahora habla a sus amigos de lo que está aprendiendo de Jehová. Siempre se prepara para el estudio y, como no quiere perderse ninguna actividad espiritual, se siente mal cuando tiene que ausentarse durante tres o cuatro días para talar árboles en el bosque. Cuando los veo a todos asistir a las reuniones, siento que el sacrificio valió la pena.”
Juana, que cría sola a su hijo, comenta: “Yo trabajaba de empleada doméstica en la ciudad de La Paz. Cuando mi hijo era pequeño, emprendí el ministerio de tiempo completo. En una visita a Rurrenabaque me di cuenta de lo mucho que podría hacer allí; así que nos mudamos, y conseguí trabajo de empleada doméstica. A pesar de que al principio fue difícil soportar el calor y los insectos, ya llevamos aquí siete años. Varias personas estudian la Biblia conmigo semanalmente, y muchas de ellas demuestran su gratitud por lo que aprenden asistiendo a las reuniones”. Juana y su hijo están entre los que van en el bote río arriba. ¿Le gustaría acompañarnos?
El viaje río arriba
El motor fuera de borda ruge mientras nos adentramos en el estrecho cañón que forman las montañas. Una bandada de papagayos expresa su descontento por nuestra presencia con sus estridentes chillidos. Las turbias aguas procedentes de las montañas se arremolinan con fuerza a nuestro alrededor mientras el experto barquero avanza a través de la corriente. A media mañana desembarcamos en un pequeño poblado, donde un superintendente de la congregación de Rurrenabaque sale a nuestro encuentro y nos indica dónde vamos a predicar.
Los lugareños nos reciben con hospitalidad, ya sea bajo la sombra de un árbol, o dentro de sus casas de bambú y techos de hojas de palmera. Pronto encontramos a una joven pareja que está triturando caña de azúcar en una prensa de madera de fabricación local. El jugo extraído cae en un recipiente de cobre. Más tarde lo hervirán hasta que se forme un jarabe oscuro llamado melaza, que venderán en el pueblo. Nos invitan a pasar a su casa y nos hacen muchas preguntas sobre la Biblia.
Seguimos río arriba, predicando de pueblo en pueblo. Una gran cantidad de personas se alegra cuando escucha lo que la Biblia dice sobre el fin de las enfermedades y la muerte (Isaías 25:8; 33:24). En lugares como estos, donde la atención médica es escasa, la mayoría de las familias ha sufrido la amarga experiencia de perder un hijo. La vida es dura e inestable para quienes dependen de la agricultura y la pesca de subsistencia. Por esa razón, a muchos les atrae la promesa de Dios que se encuentra en el Salmo 72 acerca de un gobierno que eliminará la pobreza.
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