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  • Elegí bien la carrera de mi vida
    ¡Despertad! 2007 | marzo
    • Me gradué el 1 de febrero de 1981, y fui asignada a La Paz (Bolivia) junto con Enriqueta Ayala (hoy, de Fernández).

      Cuando aterrizamos en La Paz, los hermanos que debían venir a recogernos no habían llegado. Así que nos dijimos: “¿Por qué perder el tiempo?”. Y enseguida comenzamos a dar testimonio en el aeropuerto. Tres horas más tarde, que por cierto fueron muy agradables, encontramos a los hermanos de la sucursal, quienes se disculparon y explicaron que su tardanza se debía al carnaval, que tenía las calles atestadas de gente.

      Predicamos por encima de las nubes

      La Paz se halla a más de 3.600 metros [12.000 pies] de altitud, de modo que las nubes casi siempre quedan por debajo de la ciudad y el aire está enrarecido. A mí me costaba respirar, y después de un rato en el ministerio ya no podía con mi alma. Aunque me tomó un año adaptarme a la altura, las bendiciones divinas compensaron con creces los esfuerzos. Por ejemplo, una mañana de 1984 subí por una pedregosa ladera hasta llegar a una casita situada en la cumbre. Agotada, llamé a la puerta, y salió una señora. La conversación fue tan interesante que prometí regresar al cabo de unos días.

      “Lo dudo”, me contestó la señora. Para su sorpresa, volví, y ella me pidió que le diera clases de la Biblia a su hija. “Eso es deber de los padres —le dije—. Ahora, si quiere, puedo ayudarla.” Aceptó la propuesta y también un estudio bíblico. Como era analfabeta, empezamos con el folleto Aprenda a leer y escribir, preparado por los testigos de Jehová para estos casos.

      La señora llegó a criar ocho hijos. Cuando iba a su casa, algunos de ellos formaban una cadena humana para ayudarme a subir la cuesta. Toda la familia terminó sirviendo a Jehová: el papá, la mamá y los ocho hijos. Tres hijas son precursoras, y uno de los hijos es anciano en su congregación. Al momento de su muerte, en el año 2000, el papá era siervo ministerial. ¡Cuánto me anima pensar en esta magnífica familia y la fidelidad que demostraron! Le agradezco a Jehová que me permitiera ayudarles.

      Vuelvo con Carmen

      Cuando nuestra madre murió, en 1997, Carmen volvió a recibir una invitación para el precursorado especial. En 1998 fue asignada a Cochabamba (Bolivia), donde yo estaba. Después de dieciocho años volvíamos a estar juntas, y a Carmen le habían concedido la categoría de misionera. Disfrutamos muchísimo en Cochabamba, donde el clima es tan benigno que se dice que las golondrinas no emigran. Ahora estamos en Sucre (Bolivia), bella ciudad de 220.000 habitantes enclavada en el altiplano. En su día se la consideraba un Vaticano en miniatura porque tenía muchos templos católicos; en la actualidad hay cinco congregaciones de los testigos de Jehová.

      En conjunto, Carmen y yo llevamos más de sesenta años de precursoras. Hemos disfrutado del incomparable privilegio de ayudar a más de un centenar de personas a llegar al bautismo. Estamos seguras de que servir a Jehová sin reservas es la manera de vivir más gratificante (Marcos 12:30).

  • Elegí bien la carrera de mi vida
    ¡Despertad! 2007 | marzo
    • [Ilustración de la página 15]

      Subía por una pedregosa ladera para dar clases bíblicas a esta familia

      [Ilustración de la página 15]

      En el ministerio con mi hermana Carmen (a la derecha)

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