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Ayudamos a nuestra familia de creyentes de BosniaLa Atalaya 1994 | 1 de noviembre
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Le preguntamos en cuanto al viaje a nuestro próximo destino: Sarajevo.
“Hace meses que nadie se ha aventurado a ir en camión”, dijo el general, aunque finalmente nos dio permiso para cruzar por las montañas. “Pero les digo que va a ser duro —nos advirtió—. No estoy seguro de que sus camiones puedan aguantarlo.”
El general no había exagerado. Cuando estábamos a solo 40 kilómetros de Sarajevo, tuvimos que dar un rodeo de 140 kilómetros a través de los bosques. Nunca olvidaremos este trayecto de Zenica a Jablanica, vía Sarajevo, que nos tomó tres días y dos noches, viajando muchas veces a una velocidad de 5 kilómetros por hora. La “carretera” era un sendero que se había formado por el paso de vehículos armados. Condujimos sobre rocas y agujeros temibles. En varios tramos fue necesario ir con las luces apagadas, por lo que en dos ocasiones casi se despeñan los camiones por la ladera de una colina. Un camión del ejército que nos seguía encendió un momento las luces e inmediatamente le dispararon. A veces tuvimos que reparar puentes derrumbados y cambiar neumáticos.
Cuando llegamos a las afueras de Sarajevo, pedimos hablar con el general al mando. Mientras esperábamos, vimos en la calle un camión que llevaba diez cadáveres y un saco de cabezas; los soldados estaban negociando la entrega de los cuerpos: una desagradable escena que nos hizo anhelar el día en que ya no exista la guerra. (Isaías 2:4.)
Por fin, a las diez de la mañana, permitieron que uno de nosotros se entrevistara con el general y sus oficiales en una habitación oscura, iluminada por una vela.
“¿Quiénes son?”, preguntó el general.
“Somos testigos de Jehová. Queremos llevar alimento a nuestros compañeros Testigos de Sarajevo.”
“¿Saben que hay muchos testigos de Jehová en Sarajevo?”
“Sí, por eso estamos aquí.”
Entonces el general mencionó el nombre de un Testigo. “¿Lo conocen?”
“Sí, es nuestro amigo.”
“Es amigo mío también —dijo el general—. Fuimos a la escuela juntos. Desde que se ha hecho Testigo aún lo aprecio más. Ha hecho mucho por ustedes. Por favor, háblenos de los testigos de Jehová.”
Conversamos durante una hora, y aceptaron más de una decena de revistas y folletos. Después de una segunda reunión, el general hizo preparativos especiales para que entregáramos las provisiones a los hermanos de Sarajevo.
No fue una tarea fácil. Unas treinta personas, entre ellas algunas que no eran Testigos, cargaron paquetes que pesaban unos veintisiete kilogramos cada uno. Trabajaron dos noches distintas desde las ocho de la noche hasta las cinco de la mañana, es decir, un total de dieciocho horas. Un anciano contó que a sus vecinos les conmovió tanto la labor de socorro, que se arrodillaron con los hermanos y dieron gracias a Jehová. Claro está, ellos también recibieron parte del alimento.
Imagínese el gozo de nuestros hermanos al recibir unos once mil kilogramos de provisiones de auxilio. La situación era desesperada. Un kilogramo de harina costaba entre 300 y 660 dólares (E.U.A.). Un saco de leña costaba 260 dólares, y un litro de gasóleo, 20 dólares.
Parecía que se nos estuviera recompensando por cada uno de los peligros que habíamos afrontado durante el viaje. Nos complació contemplar la alegría de nuestros hermanos cuando recibieron este cargamento de socorro. Fue una experiencia que no olvidarán nunca, ni nosotros tampoco.
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Ayudamos a nuestra familia de creyentes de BosniaLa Atalaya 1994 | 1 de noviembre
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Los 65 Testigos y 4 precursores auxiliares que aún quedan en la ciudad de Sarajevo dirigen 134 estudios bíblicos. Los Testigos dedican un promedio de veinte horas todos los meses a hablar a otras personas de las buenas nuevas del Reino de Dios.
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