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  • La singularidad del ser humano
    ¿Existe un Creador que se interese por nosotros?
    • “La corteza prefrontal [...] desempeña un papel muy importante en la elaboración del pensamiento, la inteligencia, la motivación y la personalidad. Relaciona las experiencias necesarias para la formación de las ideas abstractas, el juicio, la perseverancia, la planificación, el interés por los demás y la consciencia. [...] La elaboración que tiene lugar en esta zona distingue al ser humano de los demás animales.” (Human Anatomy and Physiology, de Marieb.) Vemos prueba de esta distinción en lo que el ser humano ha conseguido en disciplinas como las matemáticas, la filosofía y el derecho, en las que interviene principalmente la corteza prefrontal.

      ¿Por qué tiene el ser humano una corteza prefrontal grande y flexible que contribuye a funciones mentales más elevadas, mientras que en el animal esta zona es rudimentaria o inexistente? El contraste es tan grande que los biólogos que sostienen la evolución del hombre hablan de la “misteriosa explosión del tamaño del cerebro”. El profesor de Biología Richard F. Thompson admite con respecto al extraordinario crecimiento de la corteza cerebral humana: “Aún no entendemos con claridad por qué sucedió así”. ¿Podría deberse a que se hubiera creado al hombre con esa capacidad cerebral sin par?

  • La singularidad del ser humano
    ¿Existe un Creador que se interese por nosotros?
    • Comunicación inigualable

      Otras partes del cerebro contribuyen también a la singularidad del ser humano. Detrás de la corteza prefrontal se encuentra una franja que se extiende de un lado a otro de la cabeza: la corteza motora. Contiene miles de millones de neuronas conectadas con los músculos. También posee características que nos hacen tan diferentes de los simios y otros animales. La corteza motora primaria nos da “1) una capacidad excepcional para usar la mano, los dedos y el pulgar para efectuar tareas manuales de gran destreza, y 2) emplear boca, labios, lengua y músculos faciales para hablar” (Tratado de fisiología médica, de Guyton, séptima edición).

      Veamos brevemente cómo la corteza motora controla el habla. Más de la mitad está dedicada a los órganos de la comunicación, lo que ayuda a explicar la aptitud sin par de comunicarse que tiene el ser humano. Aunque las manos desempeñan un papel en la comunicación (en la escritura, en la gesticulación o en el lenguaje de señas), el papel principal lo desempeña normalmente la boca. El habla humana, desde la primera palabra de un niño hasta la voz de un anciano, es sin lugar a dudas una maravilla. Unos cien músculos de la lengua, los labios, la mandíbula, la garganta y el pecho cooperan para producir una variedad interminable de sonidos. Reflexionemos sobre este contraste: una célula cerebral puede controlar 2.000 fibras del músculo de la pantorrilla de un atleta, pero las células cerebrales que controlan la laringe se concentran solo en dos o tres fibras musculares. ¿No indica este hecho que el cerebro está especialmente preparado para la comunicación?

      Toda frase corta que pronunciamos requiere un patrón específico de movimientos musculares. El significado de una sola expresión puede cambiar según el grado de movimiento y precisa coordinación de decenas de músculos. “A un ritmo normal —explica el doctor William H. Perkins— pronunciamos unos catorce sonidos por segundo. Esto representa el doble de la velocidad a la que podemos controlar la lengua, los labios, la mandíbula o cualquier otra parte del mecanismo del habla cuando los movemos por separado. Pero al combinarlos todos para producir el habla funcionan como dedos de expertos mecanógrafos o concertistas de piano. Sus movimientos se traslapan en una sinfonía de exquisita coordinación.”

      La información que se necesita para formular la simple pregunta “¿Cómo está hoy?” se almacena en la parte del lóbulo frontal del cerebro llamada área de Broca, que algunos piensan que es el centro del habla. Sir John Eccles, neurocientífico ganador del premio Nobel, escribió: “No se ha encontrado en los simios ninguna parte que corresponda [...] al área de Broca del habla”. Aun si se encuentran zonas similares en los animales, el hecho es que los científicos no pueden lograr que los simios produzcan más que unos pocos sonidos simples. El ser humano, en cambio, puede producir un lenguaje complejo. Para ello, unimos las palabras según las normas gramaticales de nuestro idioma. El área de Broca nos ayuda a hacerlo, tanto al hablar como al escribir.

      Por supuesto, no podemos ejercitar el milagro del habla si no sabemos al menos un idioma y entendemos lo que significan sus palabras, lo cual depende de otra parte especial del cerebro, conocida como área de Wernicke. En ella miles de millones de neuronas interpretan el significado de las palabras habladas o escritas. El área de Wernicke nos ayuda a comprender lo que oímos o leemos: de este modo podemos conseguir información y responder con sensatez.

      Hay más implicado en el habla fluida. A modo de ilustración, un sencillo “hola” puede comunicar una gran cantidad de significados. El tono de la voz refleja si estamos alegres, emocionados, aburridos, apurados, disgustados, tristes o atemorizados, e incluso puede revelar diferentes grados de tales estados emocionales. Otra zona del cerebro alimenta la vertiente emocional del habla. De modo que en la comunicación entran en juego varias partes del cerebro.

      Se ha enseñado a los chimpancés un lenguaje de señas limitado, pero su uso se circunscribe esencialmente a simples reclamos de alimento u otras necesidades básicas. Después de enseñar a los chimpancés una comunicación sencilla no verbal, el doctor David Premack concluyó: “El lenguaje humano es un escollo para la teoría evolutiva porque es mucho más complejo de lo que puede explicarse”.

      Podemos reflexionar en lo siguiente: “¿Por qué tiene el ser humano esta maravillosa capacidad de comunicar ideas y sentimientos, de preguntar y responder?”. La obra The Encyclopedia of Language and Linguistics dice que “el lenguaje [humano] es especial”, y admite que “la búsqueda de formas precursoras en la comunicación animal no ayuda mucho a salvar la enorme brecha que separa el lenguaje y el habla de las conductas no humanas”. El profesor Ludwig Koehler resumió la diferencia del siguiente modo: “El habla humana es un secreto; es un don divino, un milagro”.

      ¡Qué diferencia hay entre las señas de un simio y la compleja capacidad lingüística de un niño! Sir John Eccles se refirió a lo que la mayoría de nosotros hemos observado, una capacidad “que demuestran incluso niños de tres años con su avalancha de preguntas en su deseo de entender el mundo”. Y añadió: “Por el contrario, los simios no formulan preguntas”. Únicamente el ser humano se plantea preguntas, entre ellas, preguntas sobre el sentido de la vida.

      Mucho más que memoria

      Cuando nos miramos al espejo, podemos pensar en el aspecto que teníamos cuando éramos más jóvenes, e incluso comparar nuestra apariencia con la que quizá tengamos dentro de unos años, o después de aplicarnos algunos cosméticos. Es posible que estos pensamientos surjan casi inconscientemente. En cualquier caso, está ocurriendo algo muy especial, algo que ningún animal puede experimentar.

      A diferencia de los animales, que actúan principalmente sobre la base de sus necesidades presentes, el ser humano puede contemplar el pasado y planear el futuro. Un factor clave para ello es la capacidad casi ilimitada de memoria que tiene el cerebro humano. Es verdad que los animales tienen cierto grado de memoria, de modo que les es posible regresar a su hogar o recordar dónde encontrar alimento. Sin embargo, la memoria humana es muy superior. Un científico calculó que el cerebro puede almacenar información que “llenaría unos veinte millones de volúmenes, como en las mayores bibliotecas del mundo”. Algunos neurocientíficos han calculado que en toda una vida se utiliza solo una diezmilésima parte (0,0001) del potencial del cerebro. Bien podemos preguntarnos: “¿Por qué tenemos un cerebro con tanta capacidad si solo utilizamos una pequeña fracción de ella durante toda la vida?”.

      Tampoco el cerebro es tan solo un lugar donde almacenar gran cantidad de información, como una supercomputadora. Los profesores de Biología Robert Ornstein y Richard F. Thompson escribieron: “La capacidad de aprendizaje de la mente humana —de almacenar y recordar información— es el fenómeno más notable del universo biológico. Todo lo que nos hace humanos —el lenguaje, el pensamiento, el conocimiento y la cultura— es el resultado de esta extraordinaria facultad”.

  • La singularidad del ser humano
    ¿Existe un Creador que se interese por nosotros?
    • “El cerebro humano está compuesto casi exclusivamente por la corteza cerebral. El cerebro de un chimpancé, por ejemplo, también tiene corteza, pero en una proporción muy inferior. La corteza nos permite pensar, recordar, imaginar. Somos seres humanos, esencialmente en virtud de nuestra corteza cerebral.”—Edoardo Boncinelli, director de investigación en Biología Molecular de Milán (Italia).

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    ¿Existe un Creador que se interese por nosotros?
    • ● La corteza cerebral es la superficie del cerebro, que guarda una estrecha relación con la inteligencia. Si la alisáramos, cubriría la superficie de cuatro hojas de papel para máquina de escribir, la del chimpancé abarcaría solo una; y la de una rata, tan solo un sello de correos (Investigación y Ciencia).

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