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  • Campos blancos para la siega en Brasil
    La Atalaya 1991 | 15 de septiembre
    • Por ejemplo, en São João da Ponte, en el estado de Minas Gerais, los precursores visitaron al maestro de religión de la escuela local. Después de escuchar el mensaje, él pidió 50 ejemplares del libro Tu juventud... aprovechándola de la mejor manera para su clase de catecismo. Otro maestro dijo a los precursores que se iban: “No deberían irse, pues están haciendo muy buena obra aquí. Solo ustedes pueden explicar claramente la Biblia”.

      No toda persona quedó contenta con tan buena obra. Considere, por ejemplo, la carta que se publicó en un periódico local (Diário de Montes Claros) bajo el titular de primera plana: “Cura acusado de provocar violencia y de discriminación”. La carta decía: “[El cura] tiene la costumbre de denunciar en la iglesia a personas de otras sectas y religiones, a pesar de que el clero local no provee a los fieles guía católica y cristiana adecuada sobre el Evangelio. Durante la misa ha atacado a los ministros de los testigos de Jehová que han llegado al pueblo, aunque ellos no tratan mal a los católicos”. El escritor del artículo (un teólogo) no mostró tal hostilidad, pues asistió al discurso bíblico que presentaron los precursores y trajo consigo a otras personas que mostraron interés. Todos disfrutaron de la reunión.

  • Campos blancos para la siega en Brasil
    La Atalaya 1991 | 15 de septiembre
    • La influencia del clero afecta la siega

      Un grupo de publicadores del Reino de la Congregación de Arpoador, en Río de Janeiro, se ofreció voluntariamente para pasar dos semanas predicando en varios pueblos del estado de Minas Gerais, a unos 200 kilómetros (125 millas) de distancia. Les deleitó ver que la gente de la localidad era muy hospitalaria y bondadosa. Los hombres tenían la costumbre de quitarse el sombrero, como muestra de respeto, cada vez que se mencionaba a Dios o se hacía referencia a su nombre, Jehová. Sin embargo, su reverencia a Dios facilitaba la influencia del clero en ellos.

      En cierto pueblo el cura aconsejó a la gente que no escuchara a los testigos de Jehová ni asistiera a su reunión. Además fijó una misa especial para la misma hora de la reunión, y la transmitió a todo volumen al exterior por el altavoz de su iglesia. Sin embargo, sus esfuerzos no impidieron que 29 residentes locales asistieran, además de los visitantes.

      En un pueblo cercano la situación fue totalmente diferente. Allí el cura dijo a la gente que escuchara a los Testigos cuando la visitaran. El resultado fue que 168 personas asistieron a la primera reunión. Más tarde, el cura dijo a la gente que prestara atención a cómo los testigos de Jehová celebraban la Conmemoración, pues, como dijo, “ellos lo hacen como debe ser”. Durante las dos semanas en que se efectuó la obra de predicar el Reino en aquella zona la gente aceptó 1.014 libros y 1.052 revistas y folletos.

      El esfuerzo continuo trae bendiciones

      Un mes después 34 publicadores del Reino regresaron para conducir los estudios bíblicos que se habían comenzado durante la primera visita. El anciano cristiano que llevó la delantera escribió: “Fue emocionante ver a la gente interesada en el mensaje recibirnos con gratitud y con lágrimas de gozo en los ojos”. Cierta hermana recuerda que cuando estaba en una cafetería con otros Testigos una señora se les acercó “y nos suplicó, con lágrimas en los ojos, que estudiáramos con ella”. Otra tomó lecciones tres veces durante la semana que los Testigos estuvieron allí. Siempre estaba preparada, pues anhelaba el estudio. Dijo que había empezado a orar al Dios verdadero, Jehová. Añadió: “En mi corazón esto es lo que siempre he esperado”.

      Después se asignó a dos precursoras para que atendieran a las personas de aquella zona. Como sucedió en el siglo I E.C., “los que estaban correctamente dispuestos para vida eterna se hicieron creyentes”. (Hechos 13:48.) Y como la samaritana a quien Jesús testificó junto a la fuente de Jacob, estas personas empezaron a comunicar a otros lo que habían aprendido. (Juan 4:5-30.) Hoy otros 6 precursores sirven con estas 2 precursoras, y un promedio de 20 personas asiste a las reuniones semanales.

      Entusiasmados con el éxito que ha tenido esta obra especial, 29 publicadores de la Congregación de Arpoador viajaron al pueblo de Mutum, a unos 500 kilómetros (300 millas) de distancia, para predicar allí. “Se nos acogió muy amablemente —comentó el anciano que dirigió el grupo—. La mayoría de las personas escuchaban con tanta atención e interés que comenzamos 170 estudios bíblicos en los hogares, y creemos que muchas personas seguirán estudiando.” En dos semanas cada publicador dedicó un promedio de 90 horas a la predicación, y en conjunto dejaron unas 1.100 piezas de literatura bíblica en manos de la gente. Un máximo de 181 personas concurrió a los discursos públicos de los hermanos.

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