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La perseverancia produce gozoLa Atalaya 2006 | 1 de julio
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De conductor a evangelizador
En cuanto llegué a Salvador, compré una Biblia. Después de asistir a la Iglesia Bautista por unos años, entablé amistad con Durval, otro conductor de tranvía. Durval y yo solíamos conversar mucho de las Escrituras. Un día me dio un folleto titulado ¿Dónde están los muertos?a Aunque yo creía que el alma era inmortal, tenía curiosidad por comprobar los textos que se citaban en la publicación. Para mi sorpresa, la Biblia me confirmó que el alma que peca muere (Ezequiel 18:4).
Al ver mi interés, Durval pidió a Antônio Andrade, un evangelizador de tiempo completo de los testigos de Jehová, que me visitara en casa. A la tercera visita, Antônio me invitó a acompañarlo a difundir las verdades bíblicas. Después de haber hablado en las dos primeras casas, me dijo: “Ahora es tu turno”. Yo estaba aterrorizado, pero me llené de gozo cuando una familia me escuchó atentamente y aceptó los dos libros que le ofrecí. Hasta el día de hoy experimento esa misma alegría cuando encuentro a alguien interesado en las verdades bíblicas.
El aniversario de la muerte de Cristo ese año, es decir, el 19 de abril de 1943, me bauticé en una playa de Salvador, en el océano Atlántico. Como había pocos cristianos experimentados, me enviaron a apoyar el grupo de Testigos que se reunía en la casa del hermano Andrade. Él vivía en un callejón que une la zona alta con la zona baja de Salvador.
La oposición no se hace esperar
Nuestra actividad cristiana no estuvo bien vista durante la segunda guerra mundial (1939-1945). Algunos funcionarios imaginaban que éramos espías norteamericanos porque la mayoría de nuestras publicaciones venían de Estados Unidos. Así que no era de extrañar que nos detuvieran y nos interrogaran. Cuando un hermano no volvía del servicio del campo, deducíamos que lo habían detenido, de modo que íbamos a la comisaría para tratar de que lo dejaran en libertad.
En agosto de 1943, un Testigo alemán, Adolphe Messmer, llegó a Salvador para cooperar en la organización de nuestra primera asamblea. Una vez obtenido el permiso para celebrarla, se anunció en los periódicos el título del discurso público: “Libertad en el Nuevo Mundo”, y se colocaron carteles en los escaparates de las tiendas y en los laterales de los tranvías. Pero al segundo día de asamblea, un policía nos informó de que nuestro permiso de reunión había sido cancelado. El arzobispo de Salvador había presionado al jefe de policía para que suspendiera la asamblea. Finalmente, nos concedieron el permiso para pronunciar el anunciado discurso el siguiente mes de abril.
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La perseverancia produce gozoLa Atalaya 2006 | 1 de julio
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[Ilustración de la página 9]
Testigos anunciando el discurso público en la primera asamblea celebrada en la ciudad de Salvador (1943)
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