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  • Jehová nos ha mostrado bondad inmerecida de muchas maneras
    La Atalaya (estudio) 2017 | febrero
    • En aquella época, la predicación cobró un gran impulso por todo el mundo y se pidieron más misioneros. Pensamos que si éramos capaces de aguantar en nuestro país el intenso frío del invierno y las plagas de mosquitos del verano, podríamos superar cualquier obstáculo en cualquier lugar. En 1956 asistimos a la clase 27 de la Escuela de Galaad. En julio nos graduamos y para noviembre ya estábamos en nuestra asignación.

      DE MISIONEROS EN BRASIL

      Tan pronto como llegamos a la sucursal de Brasil, comenzaron a enseñarnos portugués. Después de aprender lo básico para saludar y memorizar una presentación de un minuto para las revistas, nos invitaron a salir a predicar. Si la persona mostraba interés, se nos animaba a leerle un texto que hablara de cómo será la vida bajo el Reino de Dios. En nuestro primer día de predicación, una señora escuchó atentamente. Así que le leí Revelación 21:3, 4. ¡Y entonces me desmayé! Aún no me había acostumbrado al calor y la humedad, y esto sería algo con lo que siempre tendría que luchar.

      Douglas Guest sirve en Betel, se casa, se gradúa de Galaad con su esposa, sirve en Brasil y aparece en la televisión

      Fuimos asignados a la ciudad de Campos dos Goytacazes. Ahora hay 15 congregaciones allí, pero en aquel entonces solo había un grupo aislado y una casa misional. En la casa vivían cuatro hermanas: Esther Tracy, Ramona Bauer, Luiza Schwarz y Lorraine Brookes (ahora Wallen). Yo ayudaba a lavar la ropa y buscaba leña para cocinar. Un lunes por la noche, después de estudiar La Atalaya, tuvimos una “visita” inesperada. Mi esposa estaba echada en el sofá mientras hablábamos de cómo nos había ido el día. Al levantarse, salió una serpiente de debajo del cojín donde había recostado la cabeza. Como podrán imaginarse, se armó un gran revuelo y tuve que matarla.

      Después de estudiar portugués por un año, me nombraron superintendente de circuito. Llevábamos una vida sencilla, pues en el campo no teníamos electricidad, dormíamos en el piso y viajábamos en caballo o en carreta. Una vez, fuimos en tren a un pueblo en las montañas porque se había organizado una campaña para predicar en territorios no asignados. Tuvimos que hacer muchos viajes a la estación de tren para recoger las 800 revistas que había enviado la sucursal y llevarlas a la habitación que alquilamos.

      En 1962 se celebraron Escuelas del Ministerio del Reino por todo Brasil, a las que también asistieron las misioneras. Durante seis meses tuve que viajar de una escuela a otra, pero sin Mary. Di clases en Manaos, Belém, Fortaleza, Recife y Salvador. En Manaos, también organicé una asamblea de distrito en el conocido teatro de la ópera. Debido a unas inundaciones, nos quedamos sin suficiente agua potable y se echó a perder la zona para la cafetería (en aquel tiempo se servía comida en las asambleas). Me puse en contacto con el ejército, y un oficial muy amable consiguió agua para todos. También mandó a unos soldados que instalaran dos carpas para la cocina y la cafetería.

      En esos meses, Mary predicó en una zona donde había muchos comerciantes de Portugal. No consiguió hablar de la Biblia con nadie porque a aquellas personas solo les interesaba ganar dinero. Por eso, les dijo a algunos betelitas: “El último lugar del mundo en el que quiero vivir es Portugal”. ¿Y dónde nos invitaron a servir poco después? En Portugal. En aquellos años estaba prohibido predicar allí. Pero, a pesar de la sorpresa inicial de Mary, aceptamos la asignación.

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