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  • Jesús es “el pan de la vida”
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Nuestros antepasados comieron el maná en el desierto, tal como está escrito: ‘Les dio de comer pan del cielo’” (Juan 6:29-31; Salmo 78:24).

      En respuesta a su petición, Jesús les indica quién es realmente el que hace posible estos milagros: “De verdad les aseguro que Moisés no les dio el pan del cielo, sino que mi Padre les da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que ha bajado del cielo y le da vida al mundo”. Pero ellos, sin entender lo que les quiere decir, le suplican: “Señor, danos siempre de ese pan” (Juan 6:32-34). Ahora bien, ¿qué representa el pan del que habla Jesús?

      Él les explica: “Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí nunca más tendrá hambre, y el que demuestre fe en mí nunca más tendrá sed. Pero, como ya les dije, ustedes me han visto y aun así no creen. [...] Porque no bajé del cielo para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Esta es la voluntad del que me envió: que no pierda a ninguno de todos los que él me ha entregado, sino que los resucite en el último día. Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que reconozca al Hijo y demuestre fe en él tenga vida eterna” (Juan 6:35-40).

      Cuando oyen esto, los judíos se enojan y empiezan a murmurar de Jesús. ¿Cómo es posible que diga que es “el pan que bajó del cielo”? (Juan 6:41). Para ellos es solo el hijo de un matrimonio de la ciudad galilea de Nazaret. Por eso preguntan: “¿Este no es Jesús hijo de José? ¿Acaso no conocemos a su padre y a su madre?” (Juan 6:42).

      Al ver su reacción, Jesús les dice: “Dejen de murmurar entre ustedes. Nadie puede venir a mí a menos que el Padre, que me envió, lo traiga; y a ese yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en los Profetas: ‘Todos ellos serán enseñados por Jehová’. Todo el que escucha al Padre y aprende de él viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre aparte del que viene de Dios; ese sí ha visto al Padre. De verdad les aseguro que el que cree tendrá vida eterna” (Juan 6:43-47; Isaías 54:13).

      Tiempo atrás, cuando Jesús habló con Nicodemo, relacionó la vida eterna con tener fe en el Hijo del Hombre, es decir, el Hijo unigénito de Dios. Indicó que nadie que demuestre tener fe en él será destruido, sino que vivirá para siempre (Juan 3:15, 16). Pero en esta ocasión, en que se dirige a mucha más gente, les dice que por medio de él pueden alcanzar vida eterna, algo que ni el maná les pudo dar ni les dará el pan que comen todos los días en Galilea. Por eso, Jesús les recalca cuál es el medio para conseguir la vida eterna, diciéndoles: “Yo soy el pan de la vida” (Juan 6:48).

      Esta conversación sobre el pan del cielo no termina aquí, sino que se intensifica mientras Jesús enseña en una sinagoga de Capernaúm.

  • Muchos se escandalizan con las palabras de Jesús
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Muchos se escandalizan con las palabras de Jesús

      JUAN 6:48-71

      • JESÚS DICE QUE HAY QUE COMER SU CARNE Y BEBER SU SANGRE

      • MUCHOS SE OFENDEN Y DEJAN DE SEGUIRLO

      Estando en una sinagoga de Capernaúm, Jesús vuelve a enseñar que él es el verdadero pan del cielo. Por lo visto, lo que menciona es una continuación de lo que les dijo a quienes comieron los panes y los pescados en la costa este del mar de Galilea y regresaron de allá.

      Jesús dice: “Los antepasados de ustedes comieron el maná en el desierto, y de todas maneras murieron”. Y, haciendo un contraste, les explica: “Yo soy el pan vivo que bajó del cielo. Si alguien come de este pan, vivirá para siempre. De hecho, el pan que yo voy a entregar para que el mundo viva es mi carne” (Juan 6:48-51).

      En la primavera del año 30, Jesús le dijo a Nicodemo que Dios amó tanto al mundo que entregó a su Hijo para salvar a la humanidad. Y ahora está indicando que, para conseguir la vida eterna, es necesario alimentarse de su carne, es decir, demostrar fe en el sacrificio que él hará.

      Sin embargo, la gente empieza a discutir y a preguntar: “¿Cómo puede este hombre darnos a comer su carne?” (Juan 6:52). Jesús quiere que entiendan que lo que les está diciendo tiene un sentido simbólico, no literal. Lo que dice después lo confirma.

      “Si no comen la carne del Hijo del Hombre y no beben su sangre, no tienen vida en ustedes mismos. El que se alimenta de mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, [...] porque mi carne es alimento de verdad y mi sangre es bebida de verdad. El que se alimenta de mi carne y bebe mi sangre se mantiene en unión conmigo” (Juan 6:53-56).

      Imagínese lo ofensivas que deben ser esas palabras para los judíos. Tal vez piensan que Jesús les está proponiendo practicar el canibalismo o desobedecer la ley de Dios que prohíbe consumir sangre (Génesis 9:4; Levítico 17:10, 11). Sin embargo, Jesús no está afirmando que haya que comer su carne y beber su sangre de manera literal. Está diciendo que quienes deseen vivir para siempre tienen que demostrar fe en el sacrificio que hará cuando ofrezca su cuerpo humano perfecto y derrame su sangre hasta la muerte. Pero muchos discípulos no entienden lo que les está enseñando. Algunos comentan: “Este discurso es ofensivo. ¿Quién lo puede escuchar?” (Juan 6:60).

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