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Tema a Jehová, el Oidor de la oraciónLa Atalaya 1990 | 15 de mayo
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Mateo 7:9-11 menciona dar una piedra en vez de pan. Las palabras de Jesús resultan más claras si comprendemos que el pan de las tierras bíblicas de la antigüedad tenía el tamaño y la forma de una piedra plana y redonda.
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Tema a Jehová, el Oidor de la oraciónLa Atalaya 1990 | 15 de mayo
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¿Qué clase de padre a quien se le pidiera pan, un pescado o un huevo daría a su hijo una piedra, una serpiente o un escorpión?
18 Jesús hizo entonces una comparación entre los tratos de un padre terrestre y los actos de Dios para con los miembros de Su familia de adoradores. Si nosotros, aunque somos más o menos inicuos debido al pecado heredado, damos buenos regalos a nuestros hijos, ¡con cuánta más razón debemos esperar que nuestro Padre celestial dé el magnífico don de su espíritu santo a sus siervos leales que humildemente se lo piden!
19. a) ¿Qué dan a entender las palabras de Jesús registradas en Lucas 11:11-13 y Mateo 7:9-11? b) Si nos dejamos guiar por espíritu santo, ¿cómo consideraremos nuestras pruebas?
19 Las palabras de Jesús dan a entender que debemos pedir a Dios que nos dé más de Su espíritu santo. Si nos dejamos guiar por ese espíritu, no nos ‘quejaremos respecto a nuestra suerte en la vida’ ni consideraremos las pruebas y desilusiones como cosas realmente dañinas para nosotros. (Judas 16.) Es cierto que “el hombre, nacido de mujer, es de vida corta y está harto de agitación”, y muchos no han llegado a ver durante su vida el final de sus problemas ni de sus angustias. (Job 14:1.) Pero nunca consideremos nuestras pruebas como piedras, serpientes ni escorpiones que el Oidor de la oración nos ha dado de alguna manera. Él es la mismísima personificación del amor y no somete a prueba a nadie con cosas malas. Más bien, nos da “toda dádiva buena y todo don perfecto”. Al final lo corregirá todo para bien de cuantos le aman y temen. (Santiago 1:12-17; 1 Juan 4:8.) Los que han andado en la verdad por muchos años saben por experiencia que algunas de sus pruebas más difíciles han redundado —mediante oración y fe— en beneficio suyo, y han aumentado el fruto del espíritu de Dios en su vida. (3 Juan 4.) De hecho, ¿de qué mejor manera pudiéramos aprender a depender de nuestro Padre celestial y recibir ayuda para cultivar el fruto del espíritu: amor, gozo, paz, gran paciencia, benignidad, bondad, fe, apacibilidad y autodominio? (Gálatas 5:22, 23.)
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