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  • El acoso: un problema mundial
    ¡Despertad! 2003 | 22 de agosto
    • El acoso: un problema mundial

      “Si vienes mañana a la escuela, te mataremos.”—Una estudiante canadiense de nombre Kristen recibió esta amenaza por teléfono de una joven anónima.a

      “No suelo dejarme llevar por las emociones, pero llegó un momento en que sencillamente no quería ir a la escuela. Me dolía el estómago, y todas las mañanas vomitaba el desayuno.”—Hiromi, una adolescente japonesa, recuerda así los días en que sufrió hostigamiento.

      ¿HA TENIDO alguna vez que tratar con un acosador? La mayoría de la gente sí, ya sea en los centros de estudio, en el trabajo o incluso en el hogar, donde tal abuso de poder se da con increíble frecuencia. Según cierta fuente británica, el 53% de los adultos son atacados verbalmente por su cónyuge o por su pareja. Los acosadores y sus víctimas pueden ser tanto mujeres como hombres de cualquier clase social o nacionalidad.b

      ¿A qué nos referimos con acoso, u hostigamiento? A una larga serie de incidentes de poca gravedad que se producen durante un período de tiempo, no a uno o varios sucesos aislados. Dan Olweus, psicólogo y pionero en el estudio sistemático del acoso, indica algunas de sus características principales, tales como la agresividad deliberada y el abuso de poder.

      Quizá no haya una sola definición que abarque todos los aspectos del acoso, pero ha sido descrito como “el deseo consciente de herir a otra persona y someterla a tensión”. Dicha tensión no solo se debe a lo que realmente ocurre, sino al temor de lo que pudiera suceder. Algunas tácticas a las que recurren los hostigadores son las burlas crueles, las críticas constantes, los insultos, los chismes y las exigencias imposibles de satisfacer (véase el recuadro de la pág. 4).

      Kristen, la muchacha mencionada en la introducción, fue víctima de intimidación durante casi todos sus años escolares. Cuando estudiaba en la primaria, unos abusones solían pegarle chicle en el pelo, burlarse de su aspecto y amenazarla con darle una paliza. En los últimos años de la secundaria, la situación empeoró aún más, hasta el punto de recibir amenazas de muerte por teléfono. Ahora, con 18 años, dice en tono de lamento: “Se supone que vas a la escuela para aprender, no para que te intimiden ni te amenacen con matarte”.

      Una profesional de la salud mental comenta: “Es triste decirlo, pero es algo habitual en la dinámica humana. Hay quienes se sienten mejor humillando al prójimo”. Cuando dicho trato se agrava, puede acabar en represalias violentas e incluso en una tragedia. Por ejemplo, un empleado del transporte público que tenía un defecto del habla estaba tan harto de las burlas y el hostigamiento de sus compañeros que mató a cuatro de ellos y después se pegó un tiro.

      Un problema mundial

      El hostigamiento es muy común entre los niños de edad escolar de todo el mundo. Una encuesta publicada en la revista Pediatrics in Review revela que el 14% de los niños noruegos son o bien acosadores, o bien víctimas de acoso. En Japón, el 15% de los alumnos de primaria admiten haber sufrido un trato abusivo por parte de sus compañeros, y en Australia y España, este problema afecta a un 17% de los estudiantes. Según cálculos de un especialista, en Gran Bretaña hay 1.300.000 niños involucrados.

      El profesor Amos Rolider, de la Universidad Emek Yizre’el, entrevistó a 2.972 alumnos de veintiuna escuelas. Según el periódico The Jerusalem Post, el profesor descubrió que “el 65% [de ellos] habían sido abofeteados, pateados, empujados o importunados por sus compañeros”.

      Una nueva e insidiosa forma de acoso consiste en enviar mensajes amenazantes a través del teléfono celular o la computadora. Algunos jóvenes también crean páginas en Internet en las que expresan su odio hacia la víctima e incluyen datos personales de esta. En opinión de la doctora Wendy Craig, de la Universidad Queen’s (Canadá), este tipo de intimidación es “sumamente dañina para el chico que la sufre”.

      En el empleo

      El acoso psicológico en el trabajo es uno de los problemas laborales que aumenta con mayor rapidez. De hecho, en algunos países es más común que la discriminación racial o el acoso sexual. Todos los años afronta dicho tipo de hostigamiento aproximadamente 1 de cada 5 trabajadores de Estados Unidos.

      Un estudio británico publicado en el año 2000 por el Instituto de Ciencia y Tecnología de la Universidad de Manchester reveló que, de un total de 5.300 empleados de 70 organizaciones, el 47% había presenciado incidentes de intimidación en los últimos cinco años. Además, una encuesta que la Unión Europea realizó en 1996 con 15.800 personas de sus quince países miembros mostró que el 8% de su fuerza laboral —unos doce millones de trabajadores— ha sido víctima de intimidación o acoso psicológico.

      Sea en el patio de la escuela o en el lugar de empleo, todas las formas de acoso tienen algo en común: el uso del poder para herir o humillar a otra persona. Sin embargo, cabe preguntarse: ¿por qué recurren al acoso algunas personas?, ¿con qué consecuencias?, y ¿cómo puede afrontarse?

      [Notas]

      a Se han cambiado algunos nombres.

      b Aunque en estos artículos nos referimos al acosador en masculino, la información es aplicable también a las mujeres.

      [Recuadro de la página 4]

      Tipos de acosadores

      ◼ Los que recurren a la violencia física. Estos son los más fáciles de reconocer. Descargan su furia dando puñetazos, empujones o patadas a su víctima, o destrozando sus pertenencias.

      ◼ Los que recurren a la violencia verbal. Hieren y humillan a su víctima verbalmente, ya sea mediante insultos o mediante burlas crueles y constantes.

      ◼ Los que hostigan a su víctima esparciendo rumores desagradables sobre ella. Esta táctica la utilizan principalmente mujeres.

      ◼ Los que han sido a su vez víctimas de acoso. Algunas personas que han sufrido hostigamiento terminan dispensando a otros el mismo trato. Claro está, el hecho de haber sido maltratados no justifica su conducta, pero por lo menos ayuda a entender por qué se comportan así.

      [Reconocimiento]

      Fuente: Take Action Against Bullying (Combata el acoso), de Gesele Lajoie, Alyson McLellan y Cindi Seddon

  • El acoso: algunas de sus causas y consecuencias
    ¡Despertad! 2003 | 22 de agosto
    • El acoso: algunas de sus causas y consecuencias

      ¿QUÉ impulsa a un niño a hostigar a otro? Si usted ha sufrido alguna vez el acoso de alguien, tal vez se sienta tentado a decir que no le importa el porqué de su conducta, pues no hay nada que la justifique. Y probablemente esté en lo cierto. Sin embargo, existe una gran diferencia entre buscar razones y buscar excusas. Las razones por las que un niño se convierte en un abusón no justifican su mal comportamiento, pero quizá nos ayuden a comprenderlo. Y tal comprensión puede resultar muy valiosa. ¿Por qué?

      Un antiguo proverbio dice: “La perspicacia del hombre ciertamente retarda su cólera” (Proverbios 19:11). A veces, la víctima de acoso deja que la cólera la ciegue y la llene de frustración e incluso odio. Pero si es perspicaz y comprende por qué el agresor actúa de cierta manera, quizá logre apaciguar la ira que siente. Eso, a su vez, le permitirá pensar con mayor claridad y buscar una solución. Así pues, analicemos algunas de las causas de este inaceptable comportamiento.

      ¿Qué hay detrás del acoso?

      En muchos casos, los años de formación del acosador han estado marcados por el mal ejemplo de sus progenitores o por un absoluto abandono. Muchos de ellos han tenido padres fríos o indiferentes, o padres que les han enseñado a valerse de la ira y la violencia para resolver los problemas. Quienes se han criado en ese entorno familiar quizá no se percaten de que sus agresiones físicas y verbales constituyen acoso. De hecho, es posible que hasta piensen que su conducta es normal y aceptable.

      Una joven de 16 años que había sido maltratada por su padrastro y sus compañeros de escuela dice que empezó a intimidar a otras personas cuando llegó a la secundaria. Ella admite: “Estaba tan enojada; buscaba peleas con todo el mundo. El dolor que sientes hace mella en ti. Y entonces quieres que los demás también lo sientan”. Aunque la violencia física tal vez no sea muy común entre las muchachas, sí lo es la ira que hay detrás de dicho comportamiento.a

      En muchas instituciones educativas se concentra un gran número de alumnos de distintos antecedentes, los cuales han sido criados de muy diversas formas. Es triste decirlo, pero algunos son agresivos porque en su casa han aprendido que el mejor modo de salirse con la suya es intimidando a otros y agrediéndolos verbalmente.

      Por desgracia, tales métodos muchas veces funcionan. Shelley Hymel, consejera adjunta de Educación de la Universidad de Columbia Británica (Canadá), quien ha estudiado durante veinte años el comportamiento de los niños, señala: “Algunos chicos tratan de arreglárselas como sea para obtener lo que buscan, y lamentablemente, la intimidación surte efecto. Consiguen lo que desean: poder, prestigio y atención”.

      Otro factor que contribuye a que el problema del acoso aumente es la falta de supervisión. Muchas víctimas se sienten desamparadas, y lo triste es que en la mayoría de los casos esa es la realidad. Debra Pepler, directora del LaMarsh Centre for Research on Violence and Conflict Resolution —un centro de investigación sobre la violencia—, de la Universidad de York (Toronto, Canadá), estudió el comportamiento de los alumnos en el patio de recreo de la escuela y observó que los maestros solo descubrían y detenían el 4% de los casos de intimidación.

      Sin embargo, la doctora Pepler opina que es de crucial importancia que alguien intervenga. Ella señala: “Los niños son incapaces de resolver el problema porque es una cuestión de poder; cada vez que uno de ellos se mete con otro, su poder se refuerza”.

      Entonces, ¿por qué no se denuncian más casos de hostigamiento? Porque las víctimas están convencidas de que si lo hacen, la situación se agravará. Por ello, hasta cierto punto, muchos jóvenes han pasado sus años escolares en un constante estado de ansiedad e inseguridad. ¿Con qué consecuencias?

      Secuelas físicas y emocionales

      Un informe de la National Association of School Psychologists de Estados Unidos señala que, por temor al hostigamiento, en ese país faltan a la escuela diariamente más de ciento sesenta mil estudiantes. Los jovencitos que sufren este tipo de acoso a menudo dejan de hablar de la escuela o de una asignatura o actividad escolar en particular, e intentan perderse clases, llegar todos los días tarde y hasta inventarse excusas para ni siquiera ir.

      ¿Cómo puede reconocerse a los niños que son víctimas de la intimidación de sus compañeros? Pues bien, estos suelen volverse irritables y retraídos, ponerse de mal humor, sentirse frustrados y parecer cansados. Además, a veces se comportan de forma agresiva en su casa, con sus amigos o con otros muchachos de su edad. Los niños que presencian por casualidad el trato intimidatorio de sus compañeros también sufren, pues el temor que les infunde dicha conducta disminuye su capacidad de aprendizaje.

      Pese a todo esto, la revista Pediatrics in Review señala: “Para las víctimas y para la sociedad, la consecuencia más grave del acoso es la violencia que genera, la cual induce en ocasiones al suicidio y al asesinato. El sentimiento de impotencia de los niños que sufren intimidación puede ser tan profundo que algunos reaccionan atacando mortalmente al agresor o quitándose la vida”.

      El doctor Ed Adlaf, investigador científico y profesor de Ciencias de la Salud de la Universidad de Toronto, comenta con preocupación que “tanto los acosadores como sus víctimas tienen muchas más probabilidades de sufrir problemas emocionales ahora y en el futuro”. Durante el año lectivo de 2001-2002 se encuestó a más de doscientos veinticinco mil estudiantes de Ontario (Canadá), y los resultados revelaron que de un cuarto a un tercio de ellos eran o bien culpables de acoso, o bien víctimas de este. Además, 1 de cada 10 jóvenes de ese mismo grupo había pensado seriamente en suicidarse.

      Las personas que son blanco de un acoso constante pueden perder la confianza en sí mismas e incluso ver arruinada su carrera. También pueden padecer graves problemas de salud. Muchas sufren dolores de cabeza, insomnio, ansiedad y depresión, y algunas llegan a presentar síntomas de estrés postraumático. Mientras que las víctimas de agresiones físicas suelen recibir el apoyo compasivo de otros, quienes son acosados psicológicamente tal vez no obtengan el mismo respaldo, pues el daño no es tan obvio. En lugar de compadecerse de la víctima, sus familiares y amigos tal vez se cansen de escuchar sus quejas.

      Los acosadores también se perjudican a sí mismos. Si no se les corrige a temprana edad, probablemente acaben hostigando a sus compañeros de trabajo. De hecho, según ciertos estudios, los niños que agreden a otros adquieren un patrón de comportamiento que perdura hasta la edad adulta, y también hay más probabilidades de que lleguen a tener antecedentes penales.

      Repercusiones en la familia

      El acoso laboral afecta la estabilidad y la tranquilidad familiar. En algunos casos impulsa inexplicablemente a la víctima a desquitarse con sus seres queridos. A veces induce al cónyuge o a otro miembro de la familia a enfrentarse al acosador para demostrar, de modo erróneo, que apoya a la víctima, mientras que en otras ocasiones, el cónyuge culpa a la víctima de provocar el acoso. En cualquier caso, el hostigamiento prolongado puede acabar incluso con la paciencia de cónyuges que por lo general apoyan a su pareja. Con el paso de los años, existen más posibilidades de que la familia se desintegre.

      El acoso psicológico también puede truncar la carrera profesional de una persona y privarla de sus medios de vida. A veces conduce a la separación matrimonial, el divorcio o hasta el suicidio. Entre la mitad y dos tercios de las víctimas de acoso laboral de Australia admitieron que el problema había afectado su relación con las personas más allegadas a ellas, tales como su pareja, su cónyuge u otros miembros de la familia.

      El elevado precio del acoso

      El acoso laboral también cuesta mucho dinero a los empresarios. En lo que respecta al acosador, puede tratarse tanto de una mujer como de un hombre, de un jefe mordaz o de un compañero maquinador. Su comportamiento se caracteriza por un afán de controlarlo todo, estar pendiente de hasta el último detalle y humillar a su víctima —a menudo enfrente de otras personas— con sus continuas críticas destructivas. Estos individuos casi nunca se dan cuenta de su descortesía ni se disculpan por su conducta. Sus víctimas suelen ser trabajadores competentes y leales que gozan de la simpatía del resto de los compañeros.

      La eficacia de los empleados que sufren hostigamiento tiende a disminuir, y lo mismo sucede con la productividad de los que presencian dicha conducta. Además, el acoso laboral socava la lealtad y dedicación de los trabajadores a la empresa. De acuerdo con cierto informe, este tipo de abuso le cuesta a la industria británica unos 3.000.000.000 de dólares al año, y se dice que ocasiona más del treinta por ciento de los casos de enfermedad relacionados con el estrés.

      Como hemos visto, el acoso es un problema mundial; de ahí que surja la siguiente pregunta: ¿hay algo que pueda hacerse para ponerle freno y eliminarlo?

      [Nota]

      a Las chicas suelen recurrir a otras formas de acoso, tales como la exclusión social y la difusión de rumores. No obstante, parece que cada vez hay más muchachas que también recurren a la violencia.

      [Ilustración de la página 7]

      Las víctimas de un acoso constante pueden desalentarse y sentirse solas

      [Ilustración de la página 7]

      El acoso laboral es, lamentablemente, un problema muy común

  • Cómo hacer frente al acoso
    ¡Despertad! 2003 | 22 de agosto
    • Cómo hacer frente al acoso

      “[El acoso] es una conducta aprendida, y todo lo que se aprende puede desaprenderse.”—Doctora C. Sally Murphy.

      TANTO el acosador como su víctima precisan ayuda. El primero tiene que aprender a relacionarse con los demás sin abusar de su poder, y el segundo necesita sugerencias prácticas que le ayuden a lidiar con el problema.

      Con frecuencia, quienes recurren a la intimidación no saben tratar a los demás y son incapaces de ponerse en el lugar de sus víctimas. Necesitan, por tanto, que alguien los observe de cerca y les enseñe a comunicarse adecuadamente. El libro Take Action Against Bullying señala: “A menos que aprendan y adopten nuevas pautas de conducta, nunca dejarán de hostigar a otras personas. Intimidarán a su pareja, a sus hijos y posiblemente a sus subordinados”.

      Enseñe a sus hijos a no ser abusones

      Enseñar a los niños desde pequeños a demostrar empatía puede evitar que se conviertan en unos abusones. Por tal razón, maestros de distintos países están practicando un nuevo método educativo denominado educación emocional, cuyo objetivo es ayudar a los alumnos desde temprana edad —empezando desde los cinco años— a comprender los sentimientos ajenos y a tratar al prójimo con bondad. Aunque todavía no se han recopilado muchos datos estadísticos sobre los efectos de dicho método a largo plazo, los primeros resultados indican que los niños con los que se ha probado son menos agresivos que los demás.

      Ahora bien, los padres no deben esperar que un programa escolar se encargue totalmente de la educación emocional de sus hijos. Si usted no quiere que su hijo se convierta en un acosador, tiene que enseñarle, de palabra y con el ejemplo, a tratar a la gente con dignidad y respeto. ¿De qué ayuda dispone? Seguramente tiene a su alcance un excelente —aunque subestimado— manual educativo: la Palabra de Dios, la Biblia. ¿Cómo puede serle de utilidad?

      Para empezar, la Biblia muestra con claridad el sentir de Dios sobre el acoso: lo detesta. Dice respecto a Él: “Su alma ciertamente odia a cualquiera que ama la violencia” (Salmo 11:5). Por otro lado, las Escrituras indican que Dios sabe muy bien lo que está sucediendo. Señalan, por ejemplo, que el Creador sintió pesar, o dolor, “a causa de [los] opresores y de los que [...] trataban a empujones” al pueblo de Israel (Jueces 2:18). De hecho, en numerosas ocasiones castigó a quienes abusaban de su poder y maltrataban a los débiles e indefensos (Éxodo 22:22-24).

      La Biblia también explica cómo mostrar empatía. A este respecto, Jesús nos brindó el siguiente consejo, quizá el más famoso de la historia: “Todas las cosas que quieren que los hombres les hagan, también ustedes de igual manera tienen que hacérselas a ellos” (Mateo 7:12). Enseñar a los niños a amar la Regla de Oro y vivir en consonancia con ella no es tarea fácil. Al contrario, en vista de la tendencia infantil hacia el egocentrismo, requerirá de usted mucho esfuerzo, persistencia y un buen ejemplo. Sin embargo, dicho empeño merece la pena. Si sus hijos aprenden a ser bondadosos y compasivos, la mera idea de maltratar a alguien les será repulsiva.

      Ayuda para las víctimas

      Las víctimas del acoso —en especial los jóvenes— afrontan un gran reto: mantener el equilibrio emocional bajo presión. Si alguien lo está hostigando a usted, tenga presente que su objetivo es hacerle perder el control, ponerlo furioso o aterrorizarlo. Si se encoleriza o si rompe a llorar y expresa su dolor o temor, está dándole al acosador lo que desea, y posiblemente este intentará provocarlo para que reaccione de la misma forma una y otra vez.

      ¿Qué puede hacer? Preste atención a las siguientes recomendaciones. Aunque están escritas pensando principalmente en los jóvenes, los principios contenidos en ellas también son útiles para los adultos que sufren acoso.

      ◼ Mantén la calma; no cedas a la ira. La Biblia da este sabio consejo: “Depón la cólera y deja la furia” (Salmo 37:8). Si pierdes los estribos, el acosador te controlará, y es probable que hagas cosas de las que luego te arrepientas (Proverbios 25:28).

      ◼ Intenta no abrigar deseos de venganza. Las represalias a menudo tienen un efecto contrario al deseado. De todos modos, desquitarse no reporta verdadera satisfacción. Una joven a la que golpearon cinco chicas cuando tenía 16 años recuerda: “Me prometí a mí misma que me vengaría. Así que pedí ayuda a mis amistades, y les dimos un escarmiento a dos de las muchachas que me habían atacado”. ¿Qué efecto tuvo dicha acción en ella? “Sentí un gran vacío en mi interior”, comenta. A partir de entonces, su propia conducta empeoró. Recuerda, pues, estas sabias palabras de la Biblia: “No devuelvan mal por mal a nadie” (Romanos 12:17).

      ◼ Si la situación comienza a ponerse muy tensa, márchate enseguida. Las Escrituras dicen: “Antes que haya estallado la riña, retírate” (Proverbios 17:14). Y de ser posible, procura evitar a quienes tienden a acosar a los demás. Proverbios 22:3 señala: “Sagaz es el que ha visto la calamidad y procede a ocultarse, pero los inexpertos han pasado adelante y tienen que sufrir la pena”.

      ◼ Si el acoso persiste, quizás tengas que hablar claro con tu agresor. Escoge un momento en el que estés tranquilo, mírale a los ojos y dirígete a él en un tono firme y calmado. Dile que no te gusta lo que está haciendo, que no es divertido y que te causa dolor. No lo insultes ni lo provoques (Proverbios 15:1).

      ◼ Habla con un adulto responsable y comprensivo acerca de tu problema. Sé específico y pídele que te ayude. Haz lo mismo cuando le ores a Dios, quien puede ser una maravillosa fuente de consuelo y ayuda (1 Tesalonicenses 5:17).

      ◼ Reconoce tu valía como persona. El agresor quizá desee que pienses que no vales nada y que te mereces que te traten así. Pero él no es tu juez, lo es Dios, y él busca lo bueno que hay en cada uno de nosotros. De modo que es tu hostigador el que se rebaja con este tipo de comportamiento.

      Padres, protejan a sus hijos

      Los padres también han de enseñar a sus hijos desde temprana edad a saber tratar con los abusones. Por ejemplo, pueden ensayar con ellos cómo demostrar seguridad en sí mismos.

      Incluso la postura —caminar erguido— envía un mensaje sutil que disuade a algunos acosadores. También es útil mirar directamente a los ojos, dejar las manos y los brazos relajados y hablar con voz firme. Los padres deben enseñar a sus hijos a marcharse cuando sea necesario, a evitar a los abusones y a pedir ayuda a un adulto de confianza, como por ejemplo a un maestro.

      Para acabar con el acoso es fundamental educar a la familia. Los padres que dedican tiempo a sus hijos y escuchan con paciencia y empatía sus preocupaciones infunden en ellos la seguridad de que se les necesita, se les ama y se les apoya. Muchos profesionales en el campo de la crianza de los hijos y los problemas entre niños animan a los padres a inculcar en sus pequeños una opinión positiva de sí mismos. Esta actitud saludable los hace un blanco menos atrayente para los abusones.

      Ahora bien, hablar con los hijos no es suficiente. Todos los miembros de la familia tienen que aprender a tratar a los demás con respeto y dignidad y a cultivar la cualidad de la empatía. Así pues, los padres no deben permitir la intimidación en su hogar. Este ha de ser un refugio seguro donde reinen el amor y el respeto.

      El fin del acoso

      “El hombre ha dominado al hombre para perjuicio suyo.” (Eclesiastés 8:9.) Así resume la Biblia la historia del mundo. En efecto, el acoso ha afligido a la humanidad durante miles de años. Un escritor bíblico dijo: “Yo mismo regresé para poder ver todos los actos de opresión que se están haciendo bajo el sol, y, ¡mira!, las lágrimas de aquellos a quienes se oprimía, pero no tenían consolador; y de parte de sus opresores había poder, de modo que no tenían consolador” (Eclesiastés 4:1).

      Sin embargo, Dios ve todos los casos de hostigamiento que se producen en el mundo y se compadece de los oprimidos. Pero ¿hará algo al respecto? Desde luego que sí. Observe la siguiente promesa divina, recogida en Miqueas 4:4: “Realmente se sentarán, cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera, y no habrá nadie que los haga temblar; porque la boca misma de Jehová de los ejércitos lo ha hablado”.

      Piense en cómo será el mundo cuando esta promesa se cumpla. No habrá nadie que haga temblar a otros de miedo: el acoso habrá desaparecido. ¿No le atrae la idea? Pero Dios no se ha limitado a prometernos tan maravilloso futuro. En la actualidad se lleva a cabo en todo el mundo un programa educativo sumamente eficaz, con el que se están cosechando muy buenos resultados. Mediante dicho programa se enseña a las personas a vencer sus tendencias agresivas, a convivir en paz con los demás y a tratar al prójimo con respeto y dignidad (Efesios 4:22-24). Muy pronto, los efectos de esta excepcional instrucción se percibirán por toda la Tierra, y el problema del acoso desaparecerá. Se cumplirán las promesas de Dios recogidas en la Biblia, y todas las personas disfrutarán de una vida feliz en un mundo sin acoso.

      [Ilustración de la página 8]

      No hay nada de vergonzoso en marcharse cuando lo acosan a uno

      [Ilustración de la página 9]

      En un sano ambiente familiar, los niños aprenden a afrontar todo tipo de acoso

      [Ilustraciones de la página 10]

      Enseñe a sus hijos a hablar a los abusones con claridad y firmeza, pero con tacto

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