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Destrucción repentina: medidas de socorro¡Despertad! 1990 | 22 de febrero
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Se hace frente a la destrucción ocasionada por el huracán
En la isla de Santa Cruz, los supervivientes del huracán Hugo se abrazaban unos a otros como expresión de gozo y alivio, felices de estar vivos. Pronto se pusieron en marcha amplias medidas de socorro que suministraron a las víctimas cobijo y comida. No obstante, algunos trataron de aprovecharse de la desgracia de las víctimas cobrando precios exorbitantes. Por ejemplo, una bolsa de hielo que normalmente costaba 79 centavos se vendía por 10 dólares. Hasta hubo casos de saqueo. Sin embargo, por lo general, los actos de bondad y compasión humanos eclipsaban tales acciones insensibles. Los informes respecto a los esfuerzos que hicieron los testigos de Jehová por suministrar ayuda fueron dignos de mención especial.
Aun antes de que azotase el huracán, ancianos cristianos —hombres espiritualmente cualificados— visitaron a los que vivían en casas menos seguras y les instaron a trasladarse a los Salones del Reino que estaban construidos de manera más sólida o a casas de otros compañeros cristianos que fuesen más seguras. En el Salón del Reino de Summerville (Carolina del Sur) pasaron la noche más de cincuenta personas durante la tormenta.
En Guadalupe, este tipo de precauciones resultó en que se salvaran muchas vidas. Tan solo en esa isla, ciento diecisiete casas de Testigos quedaron destruidas y casi otras trescientas sufrieron importantes daños. Además, ocho Salones del Reino sufrieron daños graves y otros catorce daños de menor consideración.
Aunque varios Testigos resultaron heridos, ninguno perdió la vida, ni en Guadalupe ni en ninguna otra parte del Caribe. No obstante, el hijo ya crecido de uno de los Testigos sí murió al ser absorbido por el viento, que arrancó de cuajo el tejado de la casa.
Los Testigos no lograron ponerse en contacto telefónico con sus hermanos —es decir, sus compañeros de creencia de Guadalupe— hasta el tercer día después de la tormenta. Sin embargo, mientras tanto, los superintendentes viajantes y el personal de la sucursal de la isla se reunieron para organizar la evaluación de las necesidades de sus hermanos.
Los que habían sido menos afectados por el huracán pronto donaron generosamente agua, alimento, ropa y otros artículos de primera necesidad. En la sucursal había agua disponible, y fue conmovedor ver como los hermanos acudían con todos los recipientes que tenían, los llenaban de agua y luego los distribuían entre los que la necesitaban. En cuanto a la ayuda ofrecida por Testigos de otros países, los de Martinica estuvieron entre los primeros en responder a las necesidades de sus hermanos en Guadalupe.
Por ser Guadalupe un departamento de ultramar de Francia, los testigos de Jehová de ese país rápidamente enviaron a la isla por avión láminas de plástico grueso, cuerda de nailon y recipientes de plástico para agua. Poco después se enviaron por barco unas cien toneladas métricas de material de construcción, que se distribuyó en seguida.
Pronto los Testigos de Puerto Rico empezaron también a organizar un programa de socorro. Para el fin de semana siguiente a la tormenta, centenares de voluntarios procedentes de las zonas no afectadas de la isla se dirigieron a las ciudades devastadas para ayudar a reparar las casas. También zarparon dos barcos cargados de alimento, materiales y unos cuarenta Testigos hacia la pequeña isla de Culebra. Al poco tiempo, la emisora de radio de dicha isla alababa la obra de reconstrucción que se estaba llevando a cabo. El siguiente fin de semana, ciento doce Testigos y seis toneladas de material de construcción zarparon hacia la pequeña isla de Vieques para realizar un trabajo de reconstrucción similar.
El viernes, cinco días después de la tormenta, los hermanos de Puerto Rico fletaron un avión de carga y transportaron víveres y medicamentos a la isla de Santa Cruz. Uno de los hermanos informa: “Desde el aire toda la isla parecía un vertedero de basura. Había aldeas enteras aplastadas e irreconocibles. Las colinas se veían cubiertas de trozos de madera, metal y todo tipo de escombros, no había nada verde, solo tocones marrones de árboles y hierba quemada, abrasada por ráfagas de viento que soplaban a velocidades de hasta 320 kilómetros por hora”.
Después de evaluar los daños, los Testigos enviaron por barco unas setenta y cinco toneladas de material de construcción. Durante el mes de octubre, alrededor de un centenar de voluntarios procedentes de Puerto Rico ayudaron a los hermanos de la isla de Santa Cruz en los trabajos de reconstrucción. Los trabajadores durmieron en un Salón del Reino y las hermanas cristianas de aquella localidad lavaron la ropa, limpiaron y cocinaron para ellos. Todos los días comenzaban con la consideración de un texto bíblico, al igual que en todas las sucursales de los testigos de Jehová.
Sheila Williams había estado ahorrando durante años para construirse una nueva casa y acababa de trasladarse a ella cuando el huracán la destruyó. Al enterarse de que sus hermanos cristianos iban a venir de Puerto Rico para ayudar a los damnificados, se lo refirió a sus compañeros de trabajo. Ellos le dijeron: “No harán nada por ti. Tú eres negra, no hispana como ellos”. ¡Qué sorpresa se llevaron cuando, al poco tiempo, Sheila tuvo una casa completamente nueva!
Una niñita de cinco años, de Michigan (E.U.A.), al ver los informes de la televisión sobre la devastación que había tenido lugar en Santa Cruz, quiso ayudar a los que habían perdido sus posesiones. Le pidió permiso a su madre para donar un vestido a alguna niñita a fin de que ‘fuese guapa al Salón del Reino’.
“Me sorprendió —explicó la madre— que escogiera uno de sus mejores vestidos.” El vestido se envió, y como puede verse en la página 18, una niña de Santa Cruz está encantada de haberlo recibido.
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Destrucción repentina: medidas de socorro¡Despertad! 1990 | 22 de febrero
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[Fotografías en la página 18]
A la izquierda: niña de Santa Cruz con el vestido que le envió una niña de cinco años de Michigan que quería ayudar
Debajo de estas líneas: testigos de Jehová en Guadalupe clasificando alimentos donados
Abajo, a la izquierda: Sheila Williams con uno de los voluntarios que participó en la reconstrucción de su casa
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