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Destrucción repentina: medidas de socorro¡Despertad! 1990 | 22 de febrero
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Se hace frente a la destrucción ocasionada por el huracán
En la isla de Santa Cruz, los supervivientes del huracán Hugo se abrazaban unos a otros como expresión de gozo y alivio, felices de estar vivos. Pronto se pusieron en marcha amplias medidas de socorro que suministraron a las víctimas cobijo y comida. No obstante, algunos trataron de aprovecharse de la desgracia de las víctimas cobrando precios exorbitantes. Por ejemplo, una bolsa de hielo que normalmente costaba 79 centavos se vendía por 10 dólares. Hasta hubo casos de saqueo. Sin embargo, por lo general, los actos de bondad y compasión humanos eclipsaban tales acciones insensibles. Los informes respecto a los esfuerzos que hicieron los testigos de Jehová por suministrar ayuda fueron dignos de mención especial.
Aun antes de que azotase el huracán, ancianos cristianos —hombres espiritualmente cualificados— visitaron a los que vivían en casas menos seguras y les instaron a trasladarse a los Salones del Reino que estaban construidos de manera más sólida o a casas de otros compañeros cristianos que fuesen más seguras.
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Destrucción repentina: medidas de socorro¡Despertad! 1990 | 22 de febrero
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En Guadalupe, este tipo de precauciones resultó en que se salvaran muchas vidas. Tan solo en esa isla, ciento diecisiete casas de Testigos quedaron destruidas y casi otras trescientas sufrieron importantes daños. Además, ocho Salones del Reino sufrieron daños graves y otros catorce daños de menor consideración.
Aunque varios Testigos resultaron heridos, ninguno perdió la vida, ni en Guadalupe ni en ninguna otra parte del Caribe. No obstante, el hijo ya crecido de uno de los Testigos sí murió al ser absorbido por el viento, que arrancó de cuajo el tejado de la casa.
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