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Barbados, AntillasAnuario de los testigos de Jehová para 1989
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El 18 de marzo de 1950 un grupo internacional de misioneros arribaron a la isla de Carriacou, la mayor de las Granadinas. Entre la tripulación se encontraban Arthur Worsley, Stanley Carter, Ronald Parkin y Gust Maki, el capitán, todos ellos celosos proclamadores de las buenas nuevas. Poco tiempo después, las 7.000 personas de esta isla de 34 kilómetros cuadrados habían recibido su primer testimonio organizado.
Los hermanos se dieron cuenta de que a pesar de su relativo aislamiento, había un espíritu afectuoso entre aquellas personas. No tenían mucho materialmente, pero esto les importaba poco a los misioneros, ya que ellos estaban allí para dar y compartir. Con el fin de ayudar a estas personas humildes, los misioneros solían intercambiar Biblias y otra literatura por productos autóctonos, como cacahuetes, maíz y verduras. El 29 de agosto de 1950 fue bautizada la primera Testigo local. El 22 de septiembre de 1952 se organizó una congregación. Hoy la congregación tiene más de 43 publicadores, sin mencionar las veintenas de publicadores que se han mudado de la isla y que ahora están en Europa, América del Norte y otras islas del Caribe.
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Barbados, AntillasAnuario de los testigos de Jehová para 1989
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Ayuda después del huracán Janet
En septiembre de 1955, el huracán Janet barrió las islas de Barbados, Bequia, Carriacou, Granada y San Vicente. Como un toro embravecido, el viento, a una velocidad que los que viven en la zona no recuerdan haber visto, arrancó árboles y casas. Antes de proseguir su camino hacia el norte, este huracán desató billones de caballos de potencia destructiva en estas islas durante una semana. El 90% de las casas y edificios de Carriacou fueron derribados o destruidos.
El amor que los hermanos mostraron a los afectados por el huracán fue en verdad sobresaliente. “Durante el huracán, nos encontrábamos en el barco Luz en la zona de Puerto Rico —dijo Gust Maki—. Los hermanos y hermanas puertorriqueños nos dieron mucha ropa y alimentos para llevar a los hermanos de Carriacou.” Recordando la reacción de la gente, él prosigue: “Ya que todas las iglesias de Carriacou habían sufrido desperfectos, no se celebró ningún servicio religioso por varios meses. Se vio al sacerdote católico ir a las casas de sus feligreses para ofrecer la comunión antes de marcharse de la isla. El sacerdote anglicano llamó a casa de una feligresa para pedirle dinero a fin de reparar la iglesia, a pesar de que esa persona estaba viviendo en una cocina improvisada. Se le oyó decir: ‘Mi obispo viene a pedirme dinero, mientras que los testigos de Jehová vienen a ayudar a sus compañeros’”.
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