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  • Un alud de sustancias químicas sintéticas
    ¡Despertad! 1998 | 22 de diciembre
    • Un alud de sustancias químicas sintéticas

      A ESTE siglo bien pudiera llamársele la era de la química. Los compuestos químicos sintéticos nos han cambiado la vida. Los hogares, las oficinas y las fábricas están llenos de aerosoles, cosméticos, edulcorantes artificiales, fármacos, pesticidas, pinturas, plásticos, refrigerantes, tejidos sintéticos, tintas, tinturas... la lista sería interminable.

      Según la OMS (Organización Mundial de la Salud), para satisfacer la demanda general de estos productos, la producción anual mundial de sustancias químicas asciende a alrededor de 1,5 billones de dólares. La OMS también informa que actualmente existen en el mercado unas cien mil sustancias químicas, y que cada año aparecen entre mil y dos mil más.

      Este alud de sustancias hace que nos preocupemos por los efectos que tendrán tanto en el medio ambiente como en la salud humana. Es obvio que estamos penetrando en un terreno desconocido. “Somos parte de una generación experimental, y tardaremos décadas en ver la totalidad de los efectos”, dijo una doctora.

      ¿Cuantas más sustancias, más riesgos?

      La OMS apunta que los más afectados por los contaminantes químicos son “los pobres y analfabetos con poca o ninguna posibilidad de recibir instrucción apropiada, o información básica, tocante a los riesgos que encierran las sustancias químicas a las que están expuestos directa o indirectamente todos los días”. Y especialmente es así en el caso de los pesticidas. Pero, en realidad, las sustancias químicas nos afectan a todos.

      El libro Historia verde del mundo dice que el 20% de los pozos de California tienen niveles de contaminación, ocasionada en parte por el uso de pesticidas, superiores a los límites oficiales de salubridad. Luego añade: “En Florida se han cerrado 1.000 pozos debido a la contaminación; en Hungría[,] 773 pueblos y aldeas tienen agua inapropiada para el consumo; en Gran Bretaña, el diez por ciento de los acuíferos están contaminados por encima de los límites de salubridad de la Organización Mundial de la Salud, y en algunas zonas de Gran Bretaña y Estados Unidos no se puede dar agua a los recién nacidos debido a los altos niveles de nitrato”.

      El mercurio es otro elemento útil pero potencialmente tóxico. Se filtra en el medio ambiente a través de diversas fuentes, desde las chimeneas industriales hasta los miles de millones de lámparas fluorescentes. El plomo se encuentra en combustibles, pinturas y otros muchos productos, pero al igual que el mercurio, puede ser tóxico, en especial para los niños. Un informe de El Cairo (Egipto) indica que la exposición a emisiones que contienen plomo puede quitar “cuatro puntos del cociente intelectual” del niño de término medio.

      Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, cada año desembocan en el mar Mediterráneo, como consecuencia de actividades humanas, 100 toneladas de mercurio, 3.800 toneladas de plomo, 3.600 toneladas de fosfatos y 60.000 toneladas de detergentes. No es de extrañar que el Mediterráneo se encuentre en estado crítico, al igual que otros mares. De hecho, las Naciones Unidas han declarado 1998 el Año Internacional del Océano. Los mares de todo el mundo están en peligro, particularmente debido a la contaminación.

      Hoy día la tecnología química ha puesto a nuestra disposición una gran cantidad de productos útiles, pero en muchos casos, al usarlos y desecharlos, dañamos el medio ambiente. ¿Nos habremos convertido en “rehenes del progreso”, como dijo hace poco cierto columnista?

      [Recuadro de la página 4]

      Sustancias y reacciones químicas

      Son sustancias químicas todas las que componen el mundo que nos rodea, incluidos los más de cien elementos fundamentales, como el hierro, el plomo, el mercurio, el carbono, el oxígeno y el nitrógeno. Los compuestos químicos son combinaciones de diferentes elementos. Muchos de estos compuestos, como el agua, los ácidos, las sales y el alcohol, resultan de procesos naturales.

      Se llama reacción química a la “acción recíproca entre dos o más sustancias, o transformación de una sustancia por agentes externos, para dar lugar a otra u otras diferentes de las primitivas”. El fuego es una reacción química: convierte una sustancia combustible —papel, gasolina, hidrógeno, etc.— en otra u otras totalmente diferentes. A nuestro alrededor y en nuestro interior se producen continuamente muchas reacciones químicas.

  • Las sustancias químicas, ¿amigas, o enemigas?
    ¡Despertad! 1998 | 22 de diciembre
    • Las sustancias químicas, ¿amigas, o enemigas?

      EN LA vida tomamos muchas decisiones sopesando las ventajas y las desventajas. Por ejemplo, hay quienes se compran un automóvil por la conveniencia de tenerlo. Pero también es prudente pensar en el costo de poseer un auto —seguro, matriculación, depreciación— y de mantenerlo en condiciones aptas para circular. Además, hay que tener en cuenta el peligro de resultar herido o hasta de perder la vida a causa de un accidente. Con las sustancias químicas sucede algo parecido: Hay que sopesar las ventajas y las desventajas. Pongamos por caso una sustancia química, denominada MTBE (metil-terbutileter), que se añade a la gasolina para mejorar su combustión y reducir las emisiones contaminantes de los vehículos.

      Gracias, en parte, al MTBE, el aire de muchas ciudades estadounidenses está más limpio ahora de lo que ha estado en muchos años. Pero “ha habido que pagar un precio”, informa New Scientist. En decenas de miles de depósitos subterráneos de gasolina se han producido fugas de MTBE, cancerígeno potencial, y se han contaminado las aguas subterráneas. Debido a ello, hay una ciudad en particular que tiene que obtener el 82% de su agua fuera de la zona, lo que supone un costo anual de nada menos que 3,5 millones de dólares. La revista New Scientist dice que este desastre “podría ser durante muchos años una de las crisis más graves de contaminación de aguas subterráneas”.

      Algunas sustancias químicas han tenido que ser prohibidas y eliminadas del mercado debido al daño que causan al medio ambiente y a la salud. “¿Cómo es posible? ¿Acaso no se somete toda nueva sustancia a meticulosos ensayos toxicológicos antes de ponerla en venta?”, tal vez se pregunte.

      Problemas de los ensayos toxicológicos

      A decir verdad, los ensayos toxicológicos de las sustancias químicas son una mezcla de ciencia y conjeturas. “Los asesores de riesgos no saben con certeza dónde trazar la línea entre exposiciones ‘inocuas’ y ‘peligrosas’ a una sustancia”, dice Joseph V. Rodricks en su libro Calculated Risks (Riesgos calculados). Y así es incluso en el caso de los medicamentos, muchos de los cuales son de origen químico. “Ni siquiera los ensayos más meticulosos —dice The World Book Encyclopedia— pueden determinar con precisión si algún fármaco tendrá o no un efecto perjudicial inesperado.”

      Los laboratorios tienen ciertas limitaciones inherentes. Por ejemplo, no pueden simular completamente el comportamiento de cierta sustancia química en el variado y complejo mundo fuera del laboratorio, donde existen centenares, y hasta miles, de sustancias químicas sintéticas, muchas de las cuales pueden reaccionar entre sí y también con organismos vivos. Algunas de estas, por sí solas, son inocuas, pero combinadas con otras, fuera o dentro de nuestro organismo, pueden formar compuestos tóxicos. Ciertas sustancias químicas se vuelven tóxicas, hasta cancerígenas, únicamente cuando el metabolismo corporal las procesa.

      En vista de todos estos problemas, ¿qué hacen los asesores de riesgos para determinar la inocuidad de una sustancia? El método habitual ha consistido en administrar a animales de laboratorio una dosis concreta de la sustancia química en cuestión, y luego tratar de aplicar los resultados al ser humano. ¿Es siempre confiable este método?

      ¿Son confiables las pruebas con animales?

      Aparte de plantear cuestiones éticas sobre la crueldad para con los animales, la experimentación de sustancias tóxicas con animales plantea otras cuestiones. Por ejemplo, los distintos animales suelen reaccionar de maneras bastante diferentes. Una pequeña dosis de dioxina, sustancia sumamente tóxica, es capaz de matar a una hembra de cobaya, pero se necesitarían 5.000 de esas dosis para matar a un hámster. Incluso especies de la misma familia, como las ratas y los ratones, reaccionan de manera diferente a muchas sustancias químicas.

      De modo que si la reacción de una especie animal no puede predecir con exactitud cómo reaccionará otra especie, ¿cuánta certeza pueden tener los investigadores de que cierta sustancia química en particular será tolerada sin peligro por el ser humano? Hay que reconocer que no pueden estar totalmente seguros.

      Desde luego, los químicos no tienen una tarea fácil. Deben complacer a la gente que desea sus creaciones, apaciguar a quienes se preocupan por el bienestar de los animales y convencerse a sí mismos de que sus productos son inocuos. Por eso, algunos laboratorios ensayan las sustancias químicas con cultivos de células humanas. Pero, solo el tiempo indicará si con esto se puede garantizar por completo la inocuidad de una sustancia.

      Cuando los ensayos de laboratorio fracasan

      El pesticida DDT, del que todavía quedan muchos residuos en el medio ambiente, es un ejemplo de un producto que erróneamente fue declarado inocuo cuando se puso en venta por primera vez. Los científicos se dieron cuenta más tarde de que el DDT tiende a permanecer mucho tiempo en los organismos, como es el caso de otras sustancias potencialmente tóxicas. ¿Qué trágicas consecuencias ha habido? Pues bien, la cadena alimentaria —compuesta de millones de criaturas minúsculas, luego peces y finalmente aves, osos, nutrias y demás— se convierte en un embudo biológico que concentra las toxinas en los organismos de la cúspide de la cadena. En cierta zona, la población de colimbos (ave acuática) no pudo empollar ni una sola vez en más de diez años.

      Estos embudos biológicos son tan eficientes que algunas sustancias químicas, aunque apenas detectables en el agua, se concentran en cantidades increíbles en la cúspide de la cadena alimentaria. Las belugas, o ballenas blancas, del río norteamericano San Lorenzo son buen ejemplo de ello. Tienen niveles tan elevados de sustancias tóxicas que, cuando mueren, sus cuerpos han de tratarse como desechos peligrosos.

      Se ha descubierto que ciertas sustancias químicas presentes en muchos animales actúan como hormonas, y solo recientemente han empezado a ver los científicos el insidioso efecto tóxico que pueden tener.

      Sustancias químicas que simulan hormonas

      Las hormonas son unos importantes mensajeros químicos del organismo. Viajan por la corriente sanguínea a diversas partes del cuerpo, donde estimulan o reprimen cierta función, como el crecimiento corporal o los ciclos reproductivos. Cabe mencionar que, según un comunicado de prensa reciente de la Organización Mundial de la Salud (OMS), “un conjunto creciente de pruebas científicas” indica que ciertas sustancias químicas sintéticas, cuando entran en el cuerpo, obstaculizan el funcionamiento de las hormonas, bien simulándolas —con efectos perjudiciales—, bien bloqueando su acción.

      Entre estas sustancias están los PCB,a las dioxinas, los furanos y algunos pesticidas, incluidos los residuos de DDT. Como tienen el potencial de obstruir el funcionamiento normal del sistema endocrino —el que produce las hormonas— se las denomina obstructoras endocrinas.

      Una de las hormonas que dichas sustancias simulan es la hormona sexual femenina llamada estrógeno. Un estudio publicado en la revista médica Pediatrics indica que la aumentada preponderancia de pubertad precoz entre muchas niñas podría vincularse a los productos para el pelo que contienen estrógeno, así como a las sustancias químicas del medio ambiente que simulan dicha hormona.

      La exposición de un organismo de sexo masculino a ciertas sustancias químicas durante una época crítica de su desarrollo puede tener efectos adversos. “Los experimentos han demostrado —dice un informe de la revista Discover— que el contacto con PCB en un período específico del desarrollo de las tortugas y los caimanes, puede repercutir en que los machos se conviertan en hembras o en individuos ‘intersexuales’.”

      Además, las sustancias químicas tóxicas debilitan el sistema inmunitario, con lo que el animal es más propenso a las infecciones virales. De hecho, este tipo de infecciones parece propagarse más lejos y más deprisa que nunca, especialmente entre los animales que ocupan los eslabones más altos de la cadena alimentaria, como los delfines y las aves marinas.

      En el caso del ser humano, los niños son los más afectados por las sustancias químicas que simulan hormonas. Los hijos que les nacieron hace unos años a mujeres japonesas que consumieron aceite de arroz contaminado con PCB “padecieron retrasos en el desarrollo físico y mental, sufrieron problemas de comportamiento —como hipoactividad e hiperactividad—, tuvieron un pene anormalmente pequeño y cocientes intelectuales cinco puntos por debajo de la media”, informa la revista Discover. En los Países Bajos y en Norteamérica, las pruebas realizadas con niños expuestos a niveles elevados de PCB revelaron efectos adversos similares en su desarrollo físico y mental.

      Según la OMS, estas sustancias también pueden estar relacionadas con el incremento de casos, en hombres y mujeres, de cánceres “sensibles a las hormonas”, como el de mama, el de testículos y el de próstata. Además, en varios países la disminución que por lo visto sigue produciéndose en la cuenta espermática media de los hombres, así como en la calidad del esperma, puede vincularse al uso incrementado de sustancias químicas. En algunos países la cuenta espermática media casi se ha reducido a la mitad en los últimos cincuenta años.

      En el artículo anterior citamos las palabras de una doctora que decía que somos “una generación experimental”. Y parece que tiene razón. Hay que reconocer que muchos descubrimientos químicos nos han beneficiado bastante, pero otros no. Por eso es sensato no exponerse innecesariamente a aquellas sustancias químicas que pueden resultar dañinas. Por extraño que parezca, muchas de ellas las tenemos en nuestra propia casa. El siguiente artículo explicará lo que podemos hacer para protegernos de las sustancias potencialmente peligrosas.

      [Nota]

      a Los PCB (policlorobifenilos), de amplia utilización desde los años treinta, son una familia de más de doscientos compuestos oleaginosos utilizados en la fabricación de lubricantes, plásticos, aislantes eléctricos, pesticidas, líquidos lavavajillas y otros productos. Aunque hoy día la producción de PCB está prohibida en muchos países, se han fabricado entre un millón y dos millones de toneladas. Y los PCB desechados que han ido a parar al medio ambiente han provocado efectos tóxicos.

  • ¿Qué nivel de contaminación hay en su casa?
    ¡Despertad! 1998 | 22 de diciembre
    • ¿Qué nivel de contaminación hay en su casa?

      LA REVISTA Investigación y Ciencia cita de un estudio efectuado recientemente entre más de tres mil personas de Estados Unidos y Canadá, en el que se demostró que “la probabilidad de que los ciudadanos experimentaran un contacto estrecho con contaminantes potencialmente tóxicos en los lugares considerados inocuos —viviendas, oficinas y automóviles— era mucho mayor que la probabilidad de exposición extramuros”. Las principales fuentes de contaminación del aire doméstico eran los vapores procedentes de productos de limpieza, pastillas antipolilla, materiales de construcción, combustibles, desodorantes y desinfectantes, así como los que desprende la ropa recién sacada de la tintorería y la tapicería sintética nueva.

      La “gripe espacial”, una enfermedad que afectó a los astronautas hasta que se descubrió su causa, se debía a este tipo de vapores o gases. Se percibe el desprendimiento de gases cuando uno se sienta en un auto nuevo o camina en un supermercado junto a los estantes de productos de limpieza, aunque estos se encuentran en recipientes sellados. De modo que cuando una vivienda se mantiene herméticamente cerrada para mantener fuera, digamos, el frío invernal, los vapores desprendidos por diversos productos químicos pueden contribuir a que el nivel de contaminación dentro de la casa sea muy superior al de fuera.

      Los niños, particularmente los pequeños, son los más vulnerables a los contaminantes domésticos, dice el Medical Post, de Canadá. Están más cerca del suelo que los adultos, respiran más deprisa, pasan hasta el 90% del tiempo dentro de casa y, como sus órganos aún no están plenamente desarrollados, son más vulnerables a las sustancias tóxicas. Asimilan el 40% del plomo ingerido, mientras que los adultos solo asimilan el 10%.

      Hay que ser equilibrados

      El nivel de exposición a las sustancias químicas que ha experimentado nuestra generación no tiene precedente, por lo que todavía hay mucho que aprender sobre sus efectos, y los científicos van con cautela. Dicha exposición no aumenta automáticamente la posibilidad de contraer cáncer o hasta de morir. De hecho, la mayor parte de la humanidad parece sobrellevar la situación bastante bien, lo que dice mucho en favor del Creador del maravilloso cuerpo humano (Salmo 139:14). De todas formas, deben tomarse precauciones razonables, especialmente si uno está a menudo en contacto con sustancias químicas potencialmente tóxicas.

      El libro Chemical Alert! (¡Alerta química!) dice que “algunas sustancias químicas son tóxicas en el sentido de que trastornan el equilibrio de los procesos [corporales] provocando unos síntomas vagos que como mejor se describen es simplemente diciendo que uno no se siente bien”. Para reducir la exposición a las sustancias químicas potencialmente perjudiciales no es necesario efectuar cambios importantes en la vida, solo leves modificaciones en las actividades cotidianas. Vea las sugerencias que se dan en el recuadro de la página 8. Algunas pueden serle útiles.

      Si bien hay que tomar precauciones razonables en lo que tiene que ver con las sustancias químicas, es importante no inquietarse indebidamente, en especial por cosas sobre las que no tenemos ningún control. “Un corazón calmado es la vida del organismo de carne”, dice la Biblia en Proverbios 14:30.

      No obstante, muchas personas padecen y enferman, a veces incluso a un grado incurable, debido a tóxicos químicos.a Al igual que los millones que sufren hoy día de tantas otras dolencias, quienes padecen enfermedades relacionadas con sustancias químicas tienen razones de peso para fijar la mira en el futuro, pues la Tierra pronto estará libre de las sustancias nocivas que perjudican a sus habitantes. Hasta los pensamientos nocivos y quienes los abrigan pasarán a la historia, como puede verse en el último artículo de esta serie.

      [Nota]

      a En los últimos años son cada vez más las personas aquejadas de sensibilidad a múltiples sustancias químicas. Esta dolencia se tratará en un número futuro de ¡Despertad!

      [Recuadro de la página 8]

      Para una vivienda más sana y segura

      A fin de reducir la exposición a las sustancias químicas potencialmente perjudiciales, solo hay que efectuar leves modificaciones en las actividades cotidianas. A continuación se ofrecen algunas sugerencias que pueden serle útiles. (Si desea detalles adicionales y más específicos, le aconsejamos que acuda a una biblioteca pública.)

      1. Trate de almacenar los productos que desprendan vapores en algún lugar donde no contaminen el aire de la casa. Entre estos productos se encuentran el formol y los que contienen disolventes volátiles, como las pinturas, los barnices, los adhesivos, los pesticidas y los líquidos limpiadores. Los productos volátiles derivados del petróleo desprenden vapores tóxicos. Respecto a uno de ellos, el benceno, se sabe que en concentraciones elevadas durante períodos prolongados provoca cáncer, defectos de nacimiento y otros daños relacionados con la reproducción.

      2. Tenga buena ventilación en todas las habitaciones, incluido el cuarto de baño. Las duchas volatilizan ciertos aditivos que lleva el agua, como el cloro, lo cual puede resultar en una acumulación de cloro y hasta de cloroformo.

      3. Límpiese los pies antes de entrar en casa. La revista Investigación y Ciencia dice que el mero hecho de hacerlo puede dividir por seis la cantidad de plomo que se acumule en una alfombra típica. También reduce los pesticidas, pues aunque fuera de la casa algunos se descomponen rápidamente por la acción de la luz solar, una vez que pasan a las alfombras pueden perdurar años. Otra opción es la de quitarse los zapatos, una costumbre generalizada en algunas partes del mundo. El uso de una buena aspiradora, preferiblemente si cuenta con un cepillo giratorio, también puede reducir el nivel de contaminación en las alfombras.

      4. Si fumiga una habitación, mantenga los juguetes fuera durante por lo menos dos semanas, aunque la etiqueta del producto diga que al cabo de unas horas se puede entrar sin peligro. Los científicos han descubierto recientemente que ciertos plásticos y espumas de los juguetes absorben los residuos de insecticida como si fueran una esponja. Y los niños se contaminan por la piel y la boca.

      5. Reduzca al mínimo el uso de pesticidas. En su libro Since Silent Spring, Frank Graham, hijo, escribe que estos “ocupan su lugar en la casa y el jardín, pero las campañas publicitarias han convencido al propietario medio de una vivienda en las afueras, de que debe tener a mano un arsenal de productos químicos suficiente para afrontar el ataque de una plaga de langostas africanas”.

      6. Elimine la pintura que contenga plomo de todas las superficies descascarilladas y vuélvalas a pintar con pintura sin plomo. No deje que los niños jueguen donde haya tierra contaminada de pintura con plomo. Si sospecha que hay plomo en las cañerías, antes de utilizar el agua del grifo permita que el agua fría corra por unos momentos hasta que se note un cambio en su temperatura, y nunca beba agua caliente del grifo (Environmental Poisons in Our Food [Venenos ambientales en nuestro alimento]).

  • ¿Quién limpiará la Tierra?
    ¡Despertad! 1998 | 22 de diciembre
    • ¿Quién limpiará la Tierra?

      “YO PRONOSTICO que para el año 2025 la palabra ‘contaminación’ casi habrá desaparecido del vocabulario de nuestra nación en lo que a nuestra industria se refiere”, dijo recientemente el presidente de una compañía de productos químicos. ¿Cree usted que se cumplirá su predicción? En caso afirmativo, ¿cómo se realizará?

      Normalmente, la causa de que se promuevan productos peligrosos es el deseo de lucro. Por ejemplo, las leyes que defienden el secreto profesional permiten que la industria de los pesticidas mantenga en secreto ciertas fórmulas rentables clasificando sus ingredientes de “inertes”, término que fácilmente se puede interpretar como “inocuo”. Sin embargo, “se han utilizado en pesticidas activos por lo menos 394 ingredientes inertes”, informa la revista Chemical Week. De dichos ingredientes, 209 son contaminantes peligrosos, 21 están catalogados oficialmente como cancerígenos y 127 como riesgos ocupacionales.

      Es cierto que los controles oficiales de seguridad han resultado útiles muchas veces. Pero, según cierto escritor, a los gobiernos les han importado más las necesidades de “crecimiento económico y rentabilidad industrial”. Por eso siempre tratan de mantener el equilibrio entre los riesgos y los beneficios, y la consecuencia es básicamente una “contaminación regulada”.

      ¿A quién podemos recurrir en busca de soluciones? Una testigo de Jehová planteó esta pregunta a una amigable ama de casa. Tras manifestar su confianza en los políticos y los científicos, ella respondió: “Ellos lo arreglarán todo algún día”.

      “Pero ¿quiénes son ellos? —preguntó la Testigo—. ¿Acaso no son personas como usted y como yo? Aunque quizás sean más cultos, tienen sus limitaciones, sus debilidades. Cometen errores.” A eso hay que añadir la enormidad de los problemas que afrontan, así como la codicia y corrupción de la sociedad humana.

      ¿Cree usted también que ellos arreglarán las cosas? La larga historia de fracasos humanos en este campo no inspira mucha confianza. La revista Outdoor Life dijo: “A los científicos y sus organismos se les da infinitamente mejor estudiar los problemas de la contaminación que solucionarlos”. ¿Qué posibilidades hay de que el hombre pueda solucionar este grave problema?

      ¿Puede el hombre hacerlo por sí solo?

      Controlar la contaminación química no es un problema exclusivo de alguna nación. Las sustancias químicas utilizadas en un país afectan a la gente de los países vecinos, y hasta del mundo entero. Y los hombres no han podido colaborar entre sí para resolver tales problemas mundiales. La Biblia ya decía que “el hombre ha dominado al hombre para perjuicio suyo” (Eclesiastés 8:9). ¿Por qué no pueden los hombres gobernarse a sí mismos? De nuevo, la Biblia explica: “No pertenece al hombre que está andando siquiera dirigir su paso” (Jeremías 10:23). ¿Qué significan esas palabras?

      Significan que nunca se pretendió que el ser humano se gobernase a sí mismo sin seguir la dirección de Dios. Nadie niega que el hombre ha realizado cosas extraordinarias —ha construido magníficas residencias, ha fabricado ingeniosos artilugios, y hasta ha ido a la Luna—, pero no puede gobernarse sin la guía divina. Eso es lo que la Biblia enseña, y la historia corrobora que es cierto.

      ¿Cómo se limpiará la Tierra?

      Nuestro Creador, Jehová Dios, siempre se ha interesado por el hombre y por este planeta, el cual preparó para que fuese habitado. Tras crear a los primeros seres humanos, Dios les dijo que cuidaran la Tierra y la vida que en ella existía (Génesis 1:27, 28; 2:15). Más adelante, después de que la primera pareja humana desobedeció sus instrucciones, Dios mandó a la antigua nación de Israel que cuidase la tierra, e incluso que cada siete años la dejase un año entero en barbecho para que pudiera regenerarse (Éxodo 23:11; Levítico 25:4-6). Pero los israelitas, por avaricia, desobedecieron a Dios, y tanto ellos como su tierra sufrieron las consecuencias.

      Por supuesto, en aquel entonces no era posible que hubiera una contaminación química como la que tenemos hoy. No obstante, como los israelitas no dejaron reposar la tierra en conformidad con el propósito divino, esta quedó arruinada, y muchos inocentes sufrieron. Cuando Dios castigó a Israel permitiendo que los babilonios conquistaran la nación y se llevaran exiliados a Babilonia a sus habitantes durante setenta años, la tierra descansó y se recuperó (Levítico 26:27, 28, 34, 35, 43; 2 Crónicas 36:20, 21).

      Esta historia nos enseña que Dios pide cuentas al hombre por su forma de tratar el medio ambiente (Romanos 15:4). De hecho, Dios promete que “[causará] la ruina de los que están arruinando la tierra” (Revelación [Apocalipsis] 11:18). Es significativo que la Biblia describe a la clase de personas que, de una manera u otra, están “arruinando” el planeta. Entre sus características predominantes, mencionadas en 2 Timoteo 3:1-5, está la de dar tanta importancia a sí mismos y al dinero que apenas se preocupan por Dios ni por su creación, incluida la humanidad.

      Así que de estos dos textos bíblicos —2 Timoteo 3:1-5 y Revelación 11:18— sacamos dos conclusiones importantes. Una, que los pensamientos nocivos contaminan la mente y repercuten en la contaminación de la Tierra. Y la otra, que cuando ambos tipos de contaminación se encuentren en todo su apogeo, Dios intervendrá para salvar el planeta y a todos los que le temen. ¿Cómo lo hará?

      Dios predijo mediante su profeta Daniel: “En los días de aquellos reyes [refiriéndose obviamente a los gobiernos actuales] el Dios del cielo establecerá un reino que [...] triturará y pondrá fin a todos estos reinos, y él mismo subsistirá hasta tiempos indefinidos” (Daniel 2:44). Ese Reino es un auténtico gobierno mundial. Jesucristo enseñó a sus seguidores a pedir en oración dicho gobierno cuando dijo: “Ustedes, pues, tienen que orar de esta manera: ‘Padre nuestro que estás en los cielos [...]. Venga tu reino. Efectúese tu voluntad, como en el cielo, también sobre la tierra’” (Mateo 6:9, 10).

      Bajo la amorosa supervisión del Reino de Dios, los habitantes de la Tierra gozarán del infinito privilegio de convertir el entero planeta en un paraíso. El aire estará limpio, por los ríos correrá agua pura y la tierra producirá en abundancia; no habrá nada ni nadie contaminado (Salmo 72:16; Isaías 35:1-10; Lucas 23:43). La Biblia promete que después, “las cosas anteriores [las enfermedades, el sufrimiento, la contaminación y los otros muchos males de hoy día] no serán recordadas, ni subirán al corazón” (Isaías 65:17).

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