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Niños secuestrados por extraños¡Despertad! 1995 | 8 de febrero
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Niños secuestrados por extraños
“¡POR FAVOR, AYÚDENNOS A ENCONTRARLA! ¡SE LO SUPLICAMOS, POR FAVOR, AYUDEN A SARA!”
Este ruego vehemente de unos angustiados padres se televisó por todo Estados Unidos en un esfuerzo por recuperar a su hija de 12 años, Sara Ann Wood, que había sido raptada tres semanas antes mientras se dirigía a su casa en bicicleta por un camino rural.
UN EQUIPO de búsqueda multitudinario rastreó los bosques, campos y lagos cercanos tratando de hallar pistas de la niña. Al mismo tiempo, Tina Piirainen, otra madre angustiada de un estado vecino, aparecía también ante las cámaras implorando ayuda para encontrar a su hija desaparecida. A Holly, de 10 años, la habían persuadido para que se metiera por un sendero forestal, y en menos de una hora había desaparecido. Sus restos fueron hallados posteriormente en un terreno.
Los padres de niños desaparecidos sufren lo indecible. Día a día se enfrentan a la incertidumbre de si su hijo seguirá vivo, quizá siendo sometido a maltrato físico o abuso sexual, o si estará muerto, como le sucedió a la pequeña Ashley. Ella fue con su familia a ver jugar a su hermano un partido de fútbol. Cansada de mirar el juego, se dirigió al lugar donde estaban los columpios, y no la volvieron a ver. Más tarde encontraron su cadáver en un campo cercano. Había muerto estrangulada.
Una horrible pesadilla
Todos los años, de doscientas a trescientas familias estadounidenses sufrirán la horrible pesadilla de que rapten a uno de sus hijos y que tal vez no vuelvan a verlo con vida nunca más. Si bien las cifras parecen pequeñas en comparación con las de otros delitos violentos, el terror que se apodera de comunidades enteras afecta a miles de personas, que, alarmadas, se preguntan: ‘¿Cómo ha podido ocurrir semejante tragedia aquí? ¿Será mi hijo el siguiente?’.
En Estados Unidos se denuncian anualmente de tres mil doscientos a cuatro mil seiscientos casos de niños raptados. Las dos terceras partes de estos, o más, son agredidos sexualmente. Ernest E. Allen, presidente del Centro Nacional de Niños Desaparecidos y Explotados, observó: “La principal razón del secuestro de menores es el abuso deshonesto, seguida del intento de asesinato”. Según el Ministerio de Justicia de ese país, cada año se producen otras 110.000 tentativas de secuestro, principalmente por parte de hombres que tratan de convencer a los jóvenes para que suban a su automóvil. Otros países también están experimentando una ola de violencia contra los niños.
¿Comparte la sociedad la culpa?
Un investigador australiano muestra que los infanticidios “no son sucesos fortuitos”. En su libro Murder of the Innocents—Child-Killers and Their Victims (El asesinato de los inocentes. Los infanticidas y sus víctimas), Paul Wilson afirma que “tanto los asesinos como sus víctimas están atrapados en un círculo vicioso creado por la propia sociedad”.
Pudiera resultar extraño pensar que la sociedad es culpable de esta tragedia o que al menos contribuye a ella, ya que a la mayoría de la gente le horroriza la explotación y el asesinato infantiles. No obstante, las sociedades industrializadas, y muchas de las menos desarrolladas también, están saturadas de películas, programas de televisión y publicaciones que ensalzan el sexo y la violencia.
Cada vez se producen más filmes de pornografía dura en los que aparecen niños y hasta adultos caracterizados de niños. Las películas muestran escenas explícitas de actos sexuales con menores y de violencia dirigida contra ellos. Wilson apunta en su libro los títulos de algunas cintas: Death of a Young One (La muerte de un joven), Lingering Torture (Tortura lenta) y Dismembering for Beginners (Desmembramiento para principiantes). ¿Cuánto público tienen la violencia sádica y la pornografía? Es una industria que mueve miles de millones de dólares.
La violencia gráfica y la pornografía ejercen una poderosa influencia sobre las personas que explotan a los niños. Un hombre condenado por agredir sexualmente y matar a cinco niños confesó: “Soy un homosexual pederasta convicto de asesinato, y en gran parte se lo debo a la pornografía”. El profesor Berit Ås, de la Universidad de Oslo, explica así los efectos de la pornografía infantil: “Cometimos un gran error a finales de los sesenta. Pensamos que la pornografía ofrecería una salida a los agresores sexuales, con lo que se pondría fin a los delitos de ese tipo, y por ello le dimos vía libre. Ahora sabemos que estábamos equivocados: la pornografía valida los delitos sexuales. Hace que el agresor piense: ‘Si puedo ver esto, debe estar bien que lo haga’”.
En los adultos que se hacen adictos a la pornografía crece el deseo de excitación, lo que lleva a algunos a valerse de amenazas o violencia para someter a los niños a sus prácticas depravadas, que pueden degenerar en violación y asesinato.
Los raptos de niños también se deben a otras razones. En algunos países han aumentado a causa de la mala situación económica. Las grandes sumas de dinero que las familias ricas pagan como rescate por la liberación de sus hijos sirven de aliciente a los secuestradores. Todos los años se roban niños y se venden a redes ilegales de adopción que los sacan de su país.
¿Qué grupo de niños desaparecidos es el más numeroso? ¿Qué les sucede? Los siguientes dos artículos tratan esta cuestión.
[Fotografía en la página 5]
El rapto de un niño constituye una pesadilla horrible
[Recuadro en la página 6]
Millones de niños se prostituyen
Según la ONU, a unos diez millones de niños, principalmente de los países en desarrollo, se les ha forzado a prostituirse, muchos de ellos tras haber sido secuestrados. Este tráfico desalmado ha crecido en África, Asia y América Latina a la par que el turismo extranjero. En algunas zonas, dos tercios de los millones de visitantes que se reciben, sobre todo de los países más ricos, son “turistas del sexo”. Pero habrá un día de juicio, pues los crímenes de la humanidad están ‘abiertamente expuestos a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta’, Jehová Dios. (Hebreos 4:13.
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Niños raptados por sus padres¡Despertad! 1995 | 8 de febrero
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Niños raptados por sus padres
TRAS años de aguantar fuertes palizas y maltrato emocional severo a manos de su esposo, quien finalmente la abandonó por otra mujer, Cheryl solicitó el divorcio.a Una vez conseguida la custodia legal de sus hijos, empezó a rehacer su vida, y poco a poco se restableció la calma... hasta un día en que sonó el teléfono. Era su ex esposo. “Si quieres ver de nuevo a tus hijos, tendrás que volver a casarte conmigo”, le dijo. Al concluir el mes de visita de los niños en el país nativo de su padre, este les impidió regresar con su madre, lo que constituyó un secuestro.
Destrozada, Cheryl dirigió una instancia al Ministerio de Asuntos Exteriores de Estados Unidos, pero no halló ninguna vía legal para recuperar a sus hijos. Los sentimientos de total desesperación que había experimentado durante los años de golpizas continuas volvieron a aflorar. “Es casi lo mismo —explica—. No ves cómo acabar con el problema.”
“Violencia psicológica”
El rapto de niños por parte de los padres se ha denominado “un acto grave de violencia psicológica” perpetrado contra un progenitor y su hijo. Carolyn Zogg, directora ejecutiva de Child Find of America, Inc., dijo respecto a tales raptores: “Muchos de los padres que hacen esto buscan desquitarse, y se desquitan de la peor forma posible y en el terreno más vulnerable. Se trata del terreno más próximo al [progenitor que tiene la custodia]: su tesoro, sus hijos. [...] No están pensando en el niño, sino en sí mismos y en la revancha, en la venganza”.
El rapto de un menor no solo produce sentimientos de cólera, pérdida, desesperación y angustia en el padre o la madre, sino que casi invariablemente perjudica de algún modo el bienestar emocional del niño. En algunos casos, este se ve obligado a huir de acá para allá, sin poder forjar amistades estrechas y escuchando mentiras e informaciones distorsionadas sobre el otro progenitor. La experiencia puede causar un gran número de trastornos, como enuresis nocturna, insomnio, afecto o dependencia excesivos, temor a las ventanas y puertas, y pánico. Hasta en los niños más crecidos puede producir pesar y furia.
En Estados Unidos, todos los años más de trescientos cincuenta mil padres se llevan a un hijo suyo incumpliendo la sentencia sobre la custodia, o no lo devuelven en el momento designado. En más de cien mil de estos casos, un familiar esconde al niño para que el padre o la madre nunca lo encuentre. A algunos niños los sacan del estado e incluso del país.
Otras razones
¿Está siempre motivado el rapto de los hijos por el deseo de reconciliación o un espíritu vengativo? Michael Knipfing, de Child Find, explica que algunos padres temen perder la batalla de la custodia con su ex cónyuge, y, “llevados por tal temor, toman una acción preventiva”. O cuando se ha definido la custodia y uno de los progenitores niega reiteradamente al otro su derecho de visitar a los niños, este llega a frustrarse. Knipfing indica: “Si quieres a tu hijo y no se te permite verlo, tiendes a pensar que no te queda más remedio que agarrarlo y salir corriendo”.
También dice que ‘la mayoría de la gente no se da cuenta de las implicaciones de secuestrar a un niño. No comprenden que les resultará difícil encontrar trabajo. Hay órdenes de detención contra ellos. Creen que se trata de un problema personal entre ellos y su ex pareja, y no se dan cuenta de que la policía ha intervenido en el asunto. Ahora necesitan dos abogados en lugar de uno, porque se enfrentan a una acusación criminal y al litigio civil de la custodia’.
Algunos padres pudieran sospechar que su ex pareja maltrata a su hijo. Si el sistema judicial no actúa con prontitud, el desesperado padre o madre tal vez tome acción sin importarle las consecuencias. Esto fue lo que ocurrió en el caso de Hilary Morgan, de 5 años de edad. Un psiquiatra infantil aconsejó la suspensión de los encuentros entre ella y su padre, pues las pruebas de maltrato eran “claras y contundentes”. El tribunal, en cambio, decidió que las pruebas eran inciertas y que el padre podía seguir visitándola sin vigilancia. La Dra. Elizabeth Morgan, madre de Hilary, escondió a su hija, traspasando así el dictamen judicial. Estos padres que raptan a sus hijos y huyen con ellos en busca de protección cuentan con mucho apoyo público.
En el caso de Elizabeth Morgan, ella perdió a sus pacientes, estuvo más de dos años encarcelada y acumuló una deuda total de más de 1.500.000 dólares en gastos médicos y judiciales. La Dra. Morgan declaró a U.S.News & World Report: “Según los especialistas, a estas alturas mi hija estaría trastornada de por vida si yo no hubiera puesto fin a los maltratos. [...] Tuve que hacer lo que el tribunal no quiso: salvar a mi hija”.
El siguiente comentario de los investigadores G. Greif y R. Hegar con relación a los secuestros efectuados por los padres es muy certero: “Son casos sumamente complejos que, como un estanque profundo, parecen algo diferentes dependiendo del ángulo desde donde los contemplemos; cada vez que te quedas mirando al agua, ves algo nuevo”. (When Parents Kidnap—The Families Behind the Headlines [Cuando los padres son los secuestradores. Las familias tras los titulares].)
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