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  • ¿Es una bomba de tiempo la libertad de expresión en el hogar?
    ¡Despertad! 1996 | 22 de julio
    • Según la revista U.S.News & World Report, en un estudio de la Asociación Americana de Psicología “se calculó que un niño promedio que observa veintisiete horas de televisión semanalmente, de los 3 a los 12 años de edad habrá presenciado 8.000 asesinatos y 100.000 actos violentos”. ¿Sería correcto que los padres pensaran que tal influencia no afectará a sus hijos? ¿O deberían considerarla un “peligro inminente”? ¿Tendría que definirse en este caso un límite para la libertad de expresión?

      En un estudio realizado por psicólogos universitarios, se presentaron dibujos animados de “superhéroes voladores” a un grupo de niños de cuatro años y caricaturas no violentas a otro grupo; el estudio reveló que el primer grupo era más propenso a golpear y lanzar objetos que el segundo. Además, los efectos de la violencia televisiva no desaparecen con la infancia. Otro estudio universitario, en el que se documentaron los hábitos y costumbres de 650 niños entre los años de 1960 y 1995, mostró que los que observaban los programas más violentos manifestaron en la adultez un comportamiento más agresivo, al grado de golpear al cónyuge y conducir en estado de ebriedad.

  • ¿Es una bomba de tiempo la libertad de expresión en el hogar?
    ¡Despertad! 1996 | 22 de julio
    • Hay quienes sostienen que los menores no pueden tomar en serio la violencia de la televisión y las películas, y que los filmes de terror no les afectan. “Entonces —pregunta un diario británico—, ¿por qué fue necesario que un director escolar de la región central de Estados Unidos explicara a los niños que no había tortugas ninja mutantes en el alcantarillado? Porque los pequeños admiradores de las tortugas se habían metido al alcantarillado a buscarlas.”

  • ¿Es una bomba de tiempo la libertad de expresión en el hogar?
    ¡Despertad! 1996 | 22 de julio
    • El hogar debería ser un refugio para los niños, no un lugar donde se los convierta en presa fácil de explotadores y abusadores, o se vulnere su personalidad pacífica incitándolos a arrebatos de ira. “Quizás usted esté seguro de que su hijo nunca se hará violento, sin importar el régimen de violencia televisiva que lleve —comentó el profesor de una universidad estadounidense en su discurso a unos padres de familia—. Pero no puede estar seguro de que el hijo del vecino no lo matará o lo dejará lisiado a causa del mismo régimen.” Luego añadió esta exhortación: “Entre los puntos de la agenda de salud pública —como los asientos de seguridad, los cascos de ciclista, las vacunas y la alimentación nutritiva— debería incluirse la necesidad de limitar la violencia que observan los hijos en la televisión”.

      Usted no permitiría que un desconocido entrara en su casa y empleara lenguaje soez y obsceno relacionado con el sexo o la violencia delante de su hijo; entonces no permita que el radiorreceptor o el televisor sean ese desconocido. Sepa cuándo debe apagarlos o cambiar de canal. Esté al tanto de lo que su hijo observa incluso en su cuarto privado, sea por televisión o en la computadora. Si él sabe utilizar la computadora y obtener acceso a las redes, tal vez usted se sorprenda de ver lo que él está ‘cenando’ por las noches. Y si no aprueba lo que su hijo observa, simplemente dígale que no lo haga y explíquele las razones. No morirá por esas restricciones.

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