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  • Padres, ¿con qué juega su hijo?
    ¡Despertad! 1994 | 8 de septiembre
    • Padres, ¿con qué juega su hijo?

      “MUCHO trabajo y nada de juego hacen de Juanito un niño lerdo”, reza un antiguo dicho inglés. El juego siempre ha desempeñado un papel significativo en la vida del niño. Las actividades lúdicas le ayudan a ejercitar la mente y los músculos, así como a desarrollar habilidades importantes. No obstante, el juego infantil se ha convertido en nuestros tiempos en un gran negocio. No son los niños ni los padres quienes rigen el mundo de los juguetes, sino los fabricantes, los comerciantes, los publicistas y los analistas de mercados. Gracias a las nuevas técnicas de producción de juguetes y al apoyo de los potentes medios de comunicación, estos están revolucionando el mundo del juego, con serias consecuencias para los padres y los hijos.

      No hay duda de que muchos profesionales de la industria del juguete se interesan sinceramente en el bienestar del niño, pero en muchas ocasiones los beneficios económicos tienen prioridad. La cuestión principal no es que el juguete sea educativo o estimule la imaginación infantil, sino que se venda bien. Y el que más demanda tiene no es el juguete simple de trapo, madera o plástico de otros tiempos, sino el juguete realista de alta tecnología que deja poco o nada a la imaginación del niño.

      Cierto fabricante, por ejemplo, vende un juego de autos con muñequitos que se desarman al recibir un golpe. Cuando los autos colisionan, la cabeza, los brazos y las piernas salen despedidos por la ventana de los diminutos vehículos. Existe otro juguete que intenta simular un embarazo. Se trata de una especie de mochila que se ata alrededor del vientre de la niña y que reproduce las pataditas y el latido del corazón de un feto.

      Hay quienes atribuyen un valor didáctico a tales juguetes. Donna Gibbs, directora de relaciones públicas de una empresa juguetera, dice que el simulador de embarazo es “una forma divertida que tienen [las niñas] de compartir la experiencia de su madre”. Sin embargo, no todo el mundo se muestra tan entusiasmado. El Dr. T. Berry Brazelton, catedrático de Pediatría de la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard, dice que este juguete “priva a la madre de la oportunidad de compartir una vivencia inapreciable con su hija”. El profesor David Elkind, especialista en desarrollo infantil, afirma que “tales juguetes se pasan de la raya”. Arguye que una muñeca que simula un feto “rebasa la comprensión de los [niños]”. En cuanto a los juguetes que reproducen con realismo el destrozo de los cuerpos de las víctimas de un accidente de tráfico, añade que puesto que la televisión ya está saturada de violencia, “¿por qué reforzarla con un juguete de ese tipo?”. (The Globe and Mail, 8 de febrero de 1992.)

      Otros juegos populares, como los videojuegos bélicos y las armas de agua de gran potencia, también han levantado polémicas. Teniendo en cuenta que, según el presidente de Fabricantes de Juguetes de Norteamérica, “hay unos ciento cincuenta mil juguetes en el mercado en cualquier momento dado”, los padres tienen ante sí la formidable tarea de decidir cuáles comprar. ¿Qué criterio deben seguir al respecto? ¿Hay razones legítimas para preocuparse por algunos de los juguetes modernos? Los siguientes artículos contestarán estas preguntas y otras relacionadas.

  • ¿Qué enseñan los juguetes modernos a nuestros hijos?
    ¡Despertad! 1994 | 8 de septiembre
    • ¿Qué enseñan los juguetes modernos a nuestros hijos?

      LOS niños tienen el deseo natural de jugar. Según la edición inglesa del libro Cómo elegir los juguetes, los niños sanos “crean espontáneamente sus propios mundos de exploración y fantasía”. En tiempos antiguos no eran diferentes; se dice que era común verlos ‘jugando en las plazas públicas’. (Zacarías 8:5.) Sus juegos solían ser de tipo creativo e imaginativo. (Compárese con Mateo 11:16, 17.)

      Con toda propiedad, pues, se ha llamado al juego el trabajo del niño, y si eso es cierto, se puede decir que los juguetes son sus herramientas. La revista Parents apunta: “Por medio del juego, el niño adquiere noción del mundo que lo rodea. [...] Los juguetes reducen el mundo a sus proporciones, poniéndolo a su alcance y permitiéndole controlarlo. El juego desarrolla los músculos y la coordinación, favorece la adaptación al medio social, tiende un puente entre la realidad y la fantasía, y enseña a los niños a comunicarse unos con otros, a esperar su turno y a compartir las cosas. El juego estimula la imaginación e incrementa la habilidad para resolver problemas”.

      Los juguetes también eran importantes para los niños de tiempos bíblicos. En Israel, los arqueólogos han hallado una valiosa colección de juguetes que incluye sonajeros, silbatos y ollas y carros en miniatura. The World Book Encyclopedia dice: “En la antigua África, los niños se entretenían con balones, animales de juguete y objetos de tracción. Los niños griegos y romanos jugaban con barcos, carretas, aros y trompos. Algunos de los juguetes populares durante el Medievo europeo fueron las canicas de arcilla, los sonajeros y las marionetas”.

      Los juguetes estimuladores, interesantes y educativos siguen desempeñando un papel importante hoy. No obstante, en el mercado actual existe una alarmante cantidad de juguetes de dudoso valor. La revista Time advirtió lo siguiente en 1992: “Si lo que busca es diversión sana, no se fije en la colección de nuevos juguetes de este año. Prácticamente todos los grandes fabricantes [destacan] los elementos nauseabundos”. Una línea de juguetes incluía una calavera de plástico a tamaño natural que los niños pueden modificar de modo que presente una apariencia “lo más repugnante posible”. También están a la venta muñecos que simulan reacciones del organismo, como el vómito. Tanto los padres como los niños se ven sometidos a una gran presión para comprar estos juguetes.

      Ventas dirigidas a los niños

      La revista médica Pediatrics in Review indica que el antiguo “código de Hammurabi prescribía la pena de muerte para el que vendiera algo a un niño”. Los fabricantes de juguetes y los publicistas actuales, en cambio, no tienen ningún reparo en ofrecer sus costosas mercancías a niños inocentes. Los creadores de juguetes se valen de complejos métodos analíticos para penetrar en el intelecto infantil. Añadiendo continuamente nuevas características a sus productos, pueden hacer que el modelo del año anterior les parezca anticuado, y el de este año, indispensable.

      La industria juguetera también aprovecha al máximo la influencia de la televisión. La programación infantil de Estados Unidos está prácticamente saturada de anuncios de juguetes. Mediante un hábil juego de cámaras, efectos especiales y música sugerente, los espacios publicitarios revisten de magia y atractivo el juguete más insulso. Aunque la mayoría de los adultos pueden percibir dicha manipulación, “los niños pequeños creen todo lo que ven en los anuncios”. (Pediatrics in Review.)

      Muchos programas infantiles no son más que anuncios de larga duración. La publicación Current Problems in Pediatrics afirma que tales programas están “concebidos para vender un juguete más bien que para educar a los niños o enriquecer su vida”. El programa Las tortugas ninja, por ejemplo, ha generado “más de setenta productos, entre ellos un cereal para el desayuno y una película”.

      Según Pediatrics in Review, “numerosos estudios demuestran que los niños que han visto mucha publicidad importunan a sus padres para que les compren los productos anunciados”. El fundador de una empresa internacional de juguetes comenta: “Cuando se ve a los niños tirando del abrigo de su padre o su madre, se sabe que están diciendo: ‘Si no me compras este juguete, me moriré’”. No sorprende, pues, que tan solo en Canadá los consumidores gasten más de mil doscientos millones de dólares canadienses al año en juguetes para sus hijos, nietos y amigos.

      Juegos de guerra

      Los videojuegos de guerra figuran entre los artículos más populares de la industria del juguete. Sus defensores aseguran que contribuyen al desarrollo de la habilidad para resolver problemas, de la coordinación entre la vista y las manos y de la capacidad motriz, además de estimular la curiosidad. “Bien utilizado —puntualiza un artículo del periódico The Toronto Star—, el juego electrónico no tiene por qué perjudicar, y puede incluso educar.” ‘Pero en la mayoría de los casos aísla al niño, llegando a convertirse en una obsesión’, reconoce el periódico.

      La madre de un niño que está obsesionado con los videojuegos de guerra relata: “Es increíble; no se despega de la pantalla hasta que los ha matado a todos”. ¿Qué edad tiene el niño en cuestión? ¡Apenas 2 años! El pequeño, que pasa de cuatro a cinco horas diarias apretando los botones del mando a distancia, tiene una ampolla en el pulgar. A su madre, sin embargo, esto no parece inquietarla. “Lo único que me preocupa es que todo lo quiere al momento”, dice. El juego “sigue un ritmo muy rápido [...], pero en la vida real las cosas no suceden tan deprisa”.

      Según The Toronto Star, algunos detractores de los videojuegos creen que estos “impiden que el niño aprenda a divertirse valiéndose de la imaginación, leyendo o recurriendo a otros pasatiempos tradicionales, a la vez que les roban el tiempo que deberían dedicar a las tareas escolares”. Algunos educadores hasta alegan que ‘los videojuegos son una amenaza tentadora que puede fomentar un comportamiento insociable y violento’.

      La atención prestada por la televisión a los bombardeos de la guerra del Golfo Pérsico durante 1991 originó una enorme demanda de juguetes bélicos convencionales. Encabezaban la lista de artículos populares los modelos de tanques Abrams, misiles Scud y helicópteros Hind. Los entendidos temen que tales juguetes promuevan la agresividad o insensibilicen a los niños a la violencia. Jugar con ellos es, cuando menos, contrario al espíritu del texto bíblico de Isaías 2:4, que predijo que el pueblo de Dios ‘no se adiestraría más para la guerra’. (Versión Reina-Valera, 1960.)

      Ha habido ocasiones en que juguetes que parecen auténticos, como las armas de agua de gran potencia, han provocado incidentes violentos. En una ciudad norteamericana, una disputa iniciada debido a una de estas armas plásticas desembocó en un tiroteo real que causó la muerte a un joven de 15 años. En otro caso, dos jóvenes resultaron heridos cuando un hombre enfurecido disparó contra ellos por haberle empapado con un arma de agua. Las batallas aparentemente inofensivas con este tipo de juguetes, han ocasionado muchos más incidentes violentos.

      El mensaje que usted transmite

      Pocos padres responsables aprueban de verdad la violencia. Pese a todo, la industria del juguete bélico crece rápidamente. A veces los padres prefieren transigir en cuanto a sus creencias antes que incurrir en la ira de su hijo. Pero con esta actitud pueden causarle un daño incalculable. La investigadora canadiense de la salud mental Susan Goldberg aduce: “Cuando regalamos juguetes a un niño, damos a entender que aprobamos lo que representan”. Es cierto que algunos niños tienden por naturaleza a portarse agresivamente de vez en cuando. “Si no existieran las pistolas de juguete —señala una psicóloga—, los niños se fabricarían sus propias versiones, o incluso dispararían con los dedos.” Es posible. Sin embargo, ¿deben promover los padres la agresividad dando a sus hijos reproducciones de armas?

      También es cierto que pocos niños se van a convertir en delincuentes por el simple hecho de jugar con un arma de juguete. Pero si usted les compra a sus hijos tales juguetes, ¿qué mensaje está transmitiendo? ¿Quiere que crean que la violencia es divertida o que matar e ir a la guerra es emocionante? ¿Les está enseñando a respetar las normas de Dios? Su Palabra dice: “[El] alma [de Dios] ciertamente odia a cualquiera que ama la violencia”. (Salmo 11:5.)

      Susan Goldberg también observa que ‘cuanto más tiempo dediquen los niños a los juegos violentos con la aprobación implícita de sus padres, más posibilidades hay de que intenten solucionar las dificultades por medios agresivos’. La Biblia dice en Gálatas 6:7: “Cualquier cosa que el hombre esté sembrando, esto también segará”. ¿Puede un niño cosechar una buena personalidad del juego violento?

      Siendo objetivos, hay que reconocer que no todos los niños son iguales. Puede que algunos se vuelvan adictos a los videojuegos y otros no. Además, es discutible que los niños verdaderamente relacionen los disparos representados electrónicamente en una pantalla de vídeo con la violencia de la vida real. Por lo tanto, los padres deben decidir qué es lo mejor para sus propios hijos y seleccionar con mucho cuidado los juguetes que les compran.

      [Fotografía en la página 6]

      Mediante el juego los niños aprenden a relacionarse unos con otros

  • Padres, escojan con cuidado los juguetes de su hijo
    ¡Despertad! 1994 | 8 de septiembre
    • Padres, escojan con cuidado los juguetes de su hijo

      “LOS hijos son una herencia de parte de Jehová”, dice la Biblia. (Salmo 127:3.) En consecuencia, los padres temerosos de Dios reconocen que están obligados a educarlos “en la disciplina y regulación mental de Jehová”. (Efesios 6:4.) No dejan a los fabricantes de juguetes la tarea de moldear la personalidad de sus hijos.

      Los juguetes pueden contribuir notablemente al desarrollo emocional y mental del niño. Esto, sin embargo, no significa que los padres deban gastar grandes sumas de dinero en artefactos sofisticados. Algunos de los juguetes más sanos y estimuladores que pueda haber son muy económicos.

      Una simple caja de cartón puede convertirse en una casa de muñecas, un avión o cualquier cosa que conciba la fértil imaginación infantil. Con un cubo y una pala puede hacer castillos de arena. Los juegos de piezas cúbicas, los rompecabezas, la arcilla y los lápices de colores pueden asimismo entretenerlo sanamente durante horas. A los niños más crecidos, los materiales de dibujo y los estuches de herramientas para aficionados los ayudan a aprender técnicas útiles y les permiten dar rienda suelta a su creatividad de manera positiva, lo cual resulta muchísimo más satisfaciente que disparar contra blancos electrónicos.

      Algunas actividades lúdicas no precisan de ningún instrumento especial. Un paseo por el bosque puede parecerle al niño una aventura apasionante, sobre todo si va acompañado de un padre o una madre cariñosos que le dedican atención. Hasta las labores domésticas más esenciales se pueden enseñar de manera divertida. Penelope Leach escribe en su libro Your Growing Child (El desarrollo de su hijo): “Quizás usted considere trabajo preparar un pastel o una comida, cultivar el jardín, limpiar el auto, pintar el techo, hacer la compra o bañar al bebé, pero para su hijo pueden ser juegos de lo más apetecibles”.

      Siete pautas prácticas

      De todos modos, es obvio que los juguetes fabricados pueden resultar convenientes. En caso de que el presupuesto familiar le alcance para comprarlos, tal vez desee hacerse las siguientes preguntas antes de elegir uno:

      1. ¿Estimula realmente la curiosidad e imaginación de mi hijo? De no ser así, enseguida se aburrirá. Aunque un juguete parezca atractivo en un anuncio de televisión, tenga en cuenta que se ha pagado a los actores y actrices infantiles para que se muestren entusiasmados con él. Puede que su hijo no reaccione de la misma forma. Obsérvelo mientras juega o cuando entran en una juguetería. ¿Qué tipo de juguetes le atraen?

      Los padres a veces creen que los juguetes no tienen valor a menos que sean “educativos”. Sin embargo, la profesora Janice T. Gibson nos recuerda: “Los niños aprenden de todos los juguetes. Lo importante es que se diviertan para que así sigan jugando de maneras que sean constructivas”.

      2. ¿Es adecuado para las aptitudes físicas y mentales de mi hijo? Quizás el niño no sea lo suficientemente fuerte, paciente o ágil para utilizar un determinado juguete, y aun así los padres estén tentados de comprarlo por razones sentimentales. Ahora bien, ¿puede un niño de 3 años hacer funcionar un tren eléctrico o empuñar un bate de béisbol? ¿Por qué no espera a que su hijo tenga edad para apreciar esos juguetes?

      3. ¿Es un juguete seguro? Los niños pequeños tienden a meterse todo en la boca, por lo que pudieran asfixiarse fácilmente con piezas menudas de madera u objetos plásticos. Las esquinas y los bordes afilados pueden representar un peligro para los niños de todas las edades. También debería preguntarse si es probable que su hijo lance el juguete o lo utilice a modo de arma contra su hermano.

      En Estados Unidos, algunos fabricantes indican para qué edades están concebidos los juguetes. Siguiendo dichas recomendaciones, puede impedir que su hijo se haga daño. En caso de que abrigue dudas respecto a un juguete, pregunte al dependiente de la tienda si tienen uno de muestra para que usted lo pueda examinar.

      4. ¿Está bien hecho y es resistente? “Los niños pequeños a los que les gusta tirar al suelo, lanzar y meterse en la boca todas las cosas pueden hacer añicos los juguetes que no sean resistentes”, nos recuerda la revista Parents.

      5. ¿Vale lo que se paga por él? Los anuncios televisivos raramente mencionan el precio, pero los juguetes cuestan dinero. Es más lo que se paga por la marca que lo que cuestan los materiales. Por otra parte, muchas veces los anuncios crean expectativas irreales en los niños que pueden causarles una gran desilusión.

      Enseñe a sus hijos a ser buenos compradores. Proverbios 14:15 lee: “Cualquiera que es inexperto pone fe en toda palabra, pero el sagaz considera sus pasos”. Un artículo de The New York Times dijo: “A veces uno se da cuenta a tiempo de que la fabricación de un juguete en particular es deficiente o de que su publicidad es engañosa”. El Times añadió: “Los niños se convierten en consumidores mucho más perspicaces cuando el dinero sale de su propio bolsillo en lugar del de los padres”.

      Obviamente, el valor real de un juguete va más allá de la calidad de los materiales y de la fabricación. Otros factores importantes son con cuánta frecuencia lo va a utilizar su hijo y cuánto va a disfrutar de él. Un columpio, por ejemplo, puede ser relativamente caro, pero entretener al niño durante muchas horas a lo largo de varios años. Un juguete barato que se deseche enseguida puede ser a la larga una inversión menos acertada.

      6. ¿Qué valores y principios enseña? El profesor David Elkind, especialista en desarrollo infantil, sostiene que “los juguetes deben estimular la imaginación del niño de manera positiva, no negativa”. Evite los juguetes que inspiran miedo, los que fomentan claramente la violencia o los que reproducen los vicios de los adultos, como el juego de azar.

      ¿Qué se puede decir de los juguetes basados en cuentos de hadas populares o en personajes de ciencia ficción? Tales narraciones por lo general tratan del triunfo del bien sobre el mal. De modo que algunos padres ven los ‘elementos mágicos’ de estos cuentos como el simple producto de una imaginación infantil y no les parece que puedan perjudicar a sus hijos. Otros, en cambio, pudieran temer que despertaran en ellos el interés por el ocultismo. (Deuteronomio 18:10-13.) Sin juzgar a los demás, los padres deben tomar sus propias decisiones al respecto, teniendo en consideración los efectos que estas historias, y los juguetes basados en ellas, causan en sus hijos.

      Recuerde igualmente el principio de 1 Corintios 10:23: “Todas las cosas son lícitas; pero no todas las cosas son ventajosas”. Aun si no desaprueba cierto juguete popular, ¿es ventajoso comprarlo? ¿Pudiera ofender o hacer tropezar a otros?

      Los juguetes catalogados como educativos también deben someterse a un cuidadoso examen, sobre todo cuando pretenden ilustrar a los niños sobre la sexualidad y el embarazo. ¿Está preparado el niño para recibir dicha información? ¿Se transmitiría mejor la información mediante conversaciones entre el padre y el hijo?a Algunos juguetes enseñan los aspectos físicos de estas cuestiones, pero ¿enseñan los principios morales correctos?

      7. ¿De verdad quiero que mi hijo lo tenga? A lo mejor piensa que su hijo ya tiene demasiados juguetes, que el juguete en cuestión no es práctico para sus circunstancias o que hace más ruido del que usted puede soportar. Si no consigue solventar estos problemas, tal vez no le quede más remedio que decirle que no a su hijo. No es fácil; pero accediendo a todos sus caprichos y demandas no le ayudará a convertirse en un adulto equilibrado. Fíjese en el principio de Proverbios 29:21: “Si uno viene mimando a su siervo [o hijo] desde la juventud, este hasta llegará a ser un ingrato en el período posterior de su vida”.

      Lo antedicho no significa que deba ser una madre o un padre dogmático e irrazonable, pues así solo conseguirá que su hijo se resienta. “La sabiduría de arriba es [...] razonable.” (Santiago 3:17.) Una especialista en el cuidado infantil lo expresó con estas palabras: “Tiene que sentarse con su hijo y explicarle cuidadosamente por qué no quiere darle ciertos juguetes”.

      Cosas más importantes que los juguetes

      Si bien los juguetes resultan valiosos para educar y entretener, no dejan de ser meros objetos. El niño puede encariñarse con un juguete, pero este no puede encariñarse con el niño. Los niños necesitan la atención amorosa que solo los padres pueden dar. “Los padres son el mejor juguete de los niños”, dice la Dra. Magdalena Grey. Al jugar con sus hijos, los padres contribuyen a la formación de un estrecho vínculo afectivo y de actitudes y sentimientos sanos.

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