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La cocina puede ser divertida¡Despertad! 1997 | 8 de enero
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La cocina puede ser divertida
“¡FUERA de la cocina!” Muchos niños han recibido esa orden al intentar calmar el hambre probando algo de la cena antes de que se sirviera. No obstante, hay buenas razones para que los padres, en vez de mantener a los niños alejados de la cocina, los inviten a entrar en ella. ¿Por qué? Porque la cocina es, por decirlo así, un aula fascinante.
En la cocina los niños desarrollan la creatividad y aprenden a resolver problemas, a servir a los demás y a trabajar en equipo. En ella pueden surgir espontáneamente conversaciones significativas que lleguen al corazón y pueden inculcarse con discreción valores profundamente arraigados. Efectivamente, los abarrotados armarios, cajones y estantes de toda cocina contienen muchas lecciones valiosas que pueden aprenderse y aplicarse mientras se prepara la siguiente comida.
En esta era de la tecnología y la información, ¿por qué escoger la cocina como lugar para educar a los niños? La respuesta es el tiempo. Muchos padres reconocen que nada puede reemplazar el tiempo —el mucho tiempo— que debe dedicarse a los hijos.a La cuestión es cómo encontrarlo. Algunos entendidos aconsejan a los padres que vean las labores rutinarias del hogar como una buena oportunidad de hacer cosas junto con sus hijos y educarlos. Dicha recomendación está de acuerdo con el siguiente mandato que Dios dio a los padres de la antigua nación de Israel: “Estas palabras que te estoy mandando hoy tienen que resultar estar sobre tu corazón; y tienes que inculcarlas en tu hijo y hablar de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino y cuando te acuestes y cuando te levantes”. (Deuteronomio 6:6, 7.)
Como inevitablemente hay que pasar cierto tiempo en la cocina a diario, parece lógico que la familia efectúe junta algunas actividades en ella. Y, a diferencia de las salidas especiales, que a menudo se posponen hasta tener el tiempo, las fuerzas o el dinero necesarios, el buen apetito no admite aplazamiento. Además, la cocina tiene un atractivo natural para los niños. ¿Dónde, si no, aprenden a utilizar con cuidado los cuchillos y a manejar otros utensilios? Aunque si se entusiasman, puede que dejen la cocina hecha un desastre de vez en cuando. ¿Qué lecciones, sin embargo, nos ofrece la cocina?
El aprendizaje en el “aula” de la cocina
Louise Smith, a la que sus alumnos de cuatro años de edad conocen como la “señora del pan de jengibre”, hizo la siguiente observación basándose en sus diecisiete años de experiencia enseñando a los niños a cocinar: “Los alimentos son un excelente instrumento didáctico porque es algo que todos los niños conocen bien. Los sentidos del olfato, el gusto y el tacto son tan agudos en la tierna infancia que los pequeños se enfrascan de lleno en el tema. Y mediante la comida se les puede enseñar matemáticas, la pronunciación de las palabras y la forma de resolver problemas”. Al verter, machacar, pelar, cerner, remover y aplanar con el rodillo, desarrollan habilidad manual y coordinación entre la vista y las manos. Cuando clasifican artículos (por ejemplo, colocando pasas y nueces en dos montones separados) o cuando los ordenan siguiendo una secuencia (como al encajar un juego de tazas de medir, una dentro de otra) aprenden conceptos básicos que les facilitarán el aprendizaje de las matemáticas. Seguir las instrucciones de una receta es un buen ejercicio para la utilización de los números, las medidas, el cronometraje, la lógica y el idioma. Y uno no se aventura en el complejo y arriesgado mundo de la cocina sin aprender algo sobre seguridad, responsabilidad, organización personal y trabajo de equipo.
Tampoco hay que olvidar el valor de aprender a cocinar. Es bastante común que los niños que empiezan ayudando en la cocina sean capaces de preparar comidas completas al llegar a la adolescencia. ¿A qué padres ocupados no les gustaría que su hijo cocinara de vez en cuando? Por otra parte, la cocina ayuda a los jóvenes a adquirir confianza en sí mismos y a valerse por sí solos, lo que les será muy útil cuando asuman las responsabilidades de la vida adulta, tanto si se casan como si permanecen solteros. (Compárese con 1 Timoteo 6:6.)
Lee, que se casó después de los 30 años de edad, recuerda: “Mi madre empezó a enseñarme trabajos básicos de la cocina cuando yo tenía unos seis años. Lo que más me gustaba al principio era preparar galletas, pasteles y otros postres. Al cumplir los nueve años ya podía planear y preparar una comida completa para la familia, y lo hacía con regularidad. Cuando llegué a la edad adulta, aún soltero, me di cuenta de que sabiendo desempeñar varias labores del hogar, entre ellas cocinar, la vida se hacía más fácil. Y sin lugar a dudas esos conocimientos han contribuido a que ahora disfrute de un matrimonio feliz”.
Cocinar es divertido
¿Cómo pueden encontrar los padres el tiempo para enseñar a los niños a cocinar? Una madre sugiere reservar un rato en el que haya el menor número posible de distracciones. Si tiene varios niños, en la etapa inicial quizás sería mejor enseñarles de uno en uno. Para ello, seleccione un momento en el que sus demás hijos estén durmiendo la siesta o en la escuela. Tenga en cuenta que necesitará más tiempo que si estuviera cocinando a solas. Y propóngase que sea una experiencia divertida.
En la primera sesión pudiera dejar que el niño o la niña escoja algo que le guste mucho. Busque una receta sencilla de resultados rápidos. Asegúrese de que contenga pasos que el niñob pueda realizar. Para que no se inquiete o se aburra, mándele que le traiga algunos de los ingredientes y utensilios que va a necesitar. Pudiera incluso preparar de antemano parte de la receta para que la sesión no sea muy larga y pesada.
Lea la receta con su hijo y muéstrele cómo se efectúa cada uno de los pasos. Resérvele su propio espacio en la cocina —tal vez un cajón con un par de recipientes y unos cuantos utensilios— y proporciónele un delantal. Si es varón, no le dé un delantal de mujer, sino, por ejemplo, de cocinero. Recalque desde el comienzo la importancia de observar ciertas normas de seguridad, y establezca reglas sensatas. (Véase el recuadro de la página 18 “La primera lección: normas de seguridad”.)
Por encima de todo, trate de que su hijo se divierta. No lo tenga simplemente de observador; pídale que se lave las manos y que le ayude a preparar la comida. Déjele que indague, experimente y formule preguntas. Y no se preocupe en caso de que el plato no quede perfecto. Si lo preparó el niño, seguramente se lo comerá de todas formas.
Espíritu de familia
Sin lugar a dudas, los mayores beneficios que pueden obtenerse de la cocina son la unidad y los valores familiares. Quizá haya observado que en algunas familias de hoy día cada miembro está absorto en sus propias actividades y no tiene verdadera relación con los demás. En tales circunstancias, el hogar puede convertirse en poco más que un área de descanso o una estación de servicio. En cambio, si la familia cocina junta, es más probable que coma y lave los platos junta. Estas actividades permiten constantemente comunicarse y relacionarse unos con otros. “Algunas de las mejores conversaciones que mantuve con mis hijos tuvieron lugar junto al fregadero de la cocina”, recuerda una madre. Y un padre cristiano llamado Hermann añade: “Por varios años no quisimos comprar un lavavajillas, porque así teníamos que lavar y secar los platos a mano. Asignábamos turnos a nuestros hijos para secarlos. Era el mejor momento para disfrutar de conversaciones informales”.
En efecto, el tiempo que pase en la cocina con sus hijos —semana tras semana, año tras año— prepara el terreno para cultivar valores espirituales y cualidades piadosas. Durante tales momentos tranquilos de relación familiar surgen de manera natural conversaciones francas entre padres e hijos, y el buen ejemplo de aquellos puede grabarse poco a poco en el corazón de estos. Los beneficios de dicha instrucción durarán toda la vida, pues Proverbios 22:6 dice: “Entrena al muchacho conforme al camino para él; aun cuando se haga viejo no se desviará de él”.
Por lo tanto, si busca la manera de pasar más tiempo con sus hijos, ¿por qué no les pide que lo ayuden a preparar un pastel o una comida completa? Posiblemente descubra que efectuar juntos las labores culinarias es una forma de nutrir a la familia tanto en sentido físico como emocional.
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La cocina puede ser divertida¡Despertad! 1997 | 8 de enero
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La primera lección: normas de seguridad
Preocúpese por la seguridad
• Explique seriamente, pero sin asustar, los peligros a los que uno se expone en la cocina, tal como explicaría los peligros de una calle con mucho tráfico. Al mismo tiempo, dé un buen ejemplo.
• Encárguese de que los niños estén siempre al cuidado de un adulto. No permita que utilicen ningún utensilio o aparato, sobre todo eléctrico, hasta que sepan hacerlo correctamente.
• Mantenga la cocina ordenada. Limpie enseguida todo lo que se derrame, y no deje que se le amontonen las cosas. No permita perros, gatos ni ninguna otra distracción mientras cocine.
Proteja los dedos
• Los aparatos eléctricos —como batidoras, licuadoras y procesadores de alimentos— solo deben utilizarse bajo la supervisión de un adulto. Antes de que el niño meta un utensilio dentro del recipiente del aparato, compruebe que esté apagado y desconectado.
• Mantenga los cuchillos afilados. Si utiliza uno desafilado, deberá ejercer más presión y habrá más posibilidades de que se le vaya el cuchillo.
• Cuando el niño esté aprendiendo a usar un cuchillo, enséñele a seguir los siguientes pasos: 1) tomar el cuchillo por el mango, 2) colocarlo sobre el alimento, 3) situar la otra mano en la parte de arriba del cuchillo y 4) ejercer presión para cortar el alimento.
• Emplee una tabla de cortar. Para impedir que las hortalizas rueden cuando el niño intente cortarlas, primero córtelas usted por la mitad y coloque la parte plana sobre la tabla de cortar.
Evite las quemaduras
• Apague siempre el fogón y el horno después de usarlos. Mantenga los paños, los agarradores y los libros de recetas alejados de los quemadores.
• Coloque las sartenes o los cazos de manera que los mangos no sobresalgan del fogón para que nadie tope con ellos y se vierta el contenido.
• Si deja que su niño utilice la cocina, asegúrese de que esté de pie sobre una superficie sólida y estable.
• No agarre nada caliente hasta que sepa dónde lo va a colocar. Avise a quienes estén con usted en la cocina que lleva un objeto caliente, sobre todo si ha de pasar por detrás de ellos.
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