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  • Las dificultades de las madres
    ¡Despertad! 2005 | 22 de febrero
    • Las dificultades de las madres

      “El trabajo del hogar es fundamental para la humanidad. [...] Si la madre no cumple con su deber, no habrá una próxima generación, o si la hay, desearemos que no la hubiera habido.” Theodore Roosevelt, vigésimo sexto presidente de Estados Unidos.

      NADIE duda de que las madres son esenciales para la continuidad de la vida humana; pero su función implica mucho más que dar a luz. Cierto autor escribió lo siguiente sobre el cometido de la madre en casi todo lugar del mundo: “Es la principal protectora de la salud, la educación, el intelecto, la personalidad, el carácter y la estabilidad emocional de cada niño”.

      Una de las muchas labores de una madre es la de educar a sus hijos. Puesto que normalmente es de ella que el pequeño aprende sus primeras palabras y la forma de ordenarlas, solemos referirnos al primer idioma de alguien como la lengua materna. Por lo general, la madre pasa más tiempo con sus hijos que su esposo, de modo que viene siendo la principal maestra y fuente de la disciplina. Este papel tan importante lo reconoce el dicho mexicano La educación se mama.

      Nuestro Creador, Jehová Dios, también reconoce el valor de las madres. De hecho, uno de los Diez Mandamientos —escritos por “el dedo de Dios” en tablas de piedra— exhorta a los hijos: “Honra a tu padre y a tu madre” (Éxodo 20:12; 31:18; Deuteronomio 9:10). Además, un proverbio bíblico habla de “la ley de tu madre” (Proverbios 1:8). Hoy en día se reconoce ampliamente la importancia de enseñar a los hijos durante los primeros tres años de vida, mientras suelen estar al cuidado de su progenitora.

      ¿Cuáles son algunas dificultades?

      Muchas madres que desean educar a sus hijos durante los vitales años formativos deben luchar con la presión de conseguir un empleo para apoyar a la familia. Las estadísticas de las Naciones Unidas indican que en numerosos países desarrollados, más de la mitad de las madres con niños menores de tres años trabajan fuera de casa.

      Además, es frecuente que asuman toda la carga de la crianza, pues sus esposos han ido a ganarse el pan a otra ciudad o al extranjero. Por ejemplo, en ciertas regiones de Armenia, casi un tercio de los hombres se ha ido del país en busca de empleo. En otros casos, la madre debe criar sola a sus pequeños porque su cónyuge la ha abandonado o ha fallecido.

      Otra dificultad que afrontan gran cantidad de mujeres en algunos países es su propia falta de educación. El Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas calcula que dos tercios de los 876 millones de analfabetos del mundo son mujeres. De hecho, según la UNESCO, el índice de analfabetismo femenino supera el 60% en África, los estados árabes y el este y sur de Asia. Por si fuera poco, un considerable número de hombres cree que no es necesario que la mujer estudie e incluso piensa que la educación la incapacita para criar a los hijos.

      La revista Outlook señala que en un distrito del estado indio de Kerala, donde las muchachas suelen ser mamás a los 15 años, nadie quiere una novia con formación académica. En el país vecino de Paquistán, los hijos varones siempre tienen prioridad, y su crianza los prepara para conseguir empleos mejor remunerados con los que puedan mantener a sus padres cuando envejezcan. Por otro lado, según el libro Women’s Education in Developing Countries (La educación de la mujer en los países en desarrollo), “los padres no invierten en sus hijas porque no creen que puedan hacer una aportación económica a la familia”.

      Por último, las costumbres locales suponen otro problema. Por ejemplo, en algunos lugares se espera que la madre apoye la mutilación genital femenina, así como la venta de sus hijas jóvenes con fines matrimoniales. También se considera inaceptable que la madre enseñe y discipline a un hijo varón. Ahora bien, ¿está obligada a seguir dichas prácticas y dejar que sean otros quienes enseñen a sus hijos?

      En los siguientes artículos veremos cómo están superando tales dificultades algunas madres. Trataremos también de apreciar mejor la figura de la madre y la maternidad en sí a fin de adquirir un punto de vista equilibrado sobre su función como educadora en el hogar.

  • Madres que superan las dificultades
    ¡Despertad! 2005 | 22 de febrero
    • Madres que superan las dificultades

      UNO de los grandes desafíos para muchas madres es tener que trabajar para contribuir al mantenimiento de su familia, algo que se complica cuando, por una u otra razón, algunas también tienen que criar a sus hijos sin la ayuda de nadie.

      Margarita, una madre mexicana que cría sola a sus dos hijos, admite: “No resulta nada fácil educarlos moral y espiritualmente. Hace tiempo, mi hijo adolescente llegó medio borracho de una fiesta. Le advertí que si lo hacía de nuevo, no lo dejaría entrar en la casa. Cuando volvió a llegar bebido, con todo el dolor de mi corazón, no le abrí la puerta. Afortunadamente, ya no lo volvió a hacer”.

      Poco después, Margarita comenzó a estudiar la Biblia, lo que la ha ayudado a inculcar valores morales en sus dos hijos. Hoy, estos son evangelizadores de tiempo completo de los testigos de Jehová.

      Esposos en el extranjero

      En las naciones menos desarrolladas, muchos hombres se mudan a países más prósperos en busca de empleo y dejan a sus esposas a cargo de la familia. Laxmi, madre nepalesa, dice: “Mi marido lleva siete años en el extranjero. Los muchachos me obedecen menos que a su padre. Si lo viéramos con mayor frecuencia, todo sería menos difícil”.

      Pero Laxmi le ha hecho frente a la situación. Como no tiene mucha educación seglar, se ha encargado de que unos tutores ayuden a sus hijos mayores con las tareas escolares. Además, presta particular atención a la educación espiritual de ellos, por lo que estudian juntos la Biblia todas las semanas. Cada día analizan un texto bíblico, y los lleva regularmente a reuniones cristianas.

      Madres con poca educación

      En algunos lugares, la elevada tasa de analfabetismo femenino supone una dificultad añadida. El caso de Aurelia, una mexicana con seis hijos, ilustra bien la desventaja de carecer de estudios. Ella nos cuenta: “Mi madre siempre me decía que las mujeres no tenían que estudiar. Como nunca aprendí a leer, no pude ayudar a mis hijos con las tareas de la escuela, y eso me dolía. Trabajé mucho para que tuvieran una buena educación y así no sufrieran como yo”.

      Aunque no tenga muchos estudios, el interés de una madre puede dar muy buenos resultados. Como bien se ha dicho, “educar a las mujeres es educar a las maestras de los hombres”. Bishnu, que vive en Nepal y es madre de tres varones, era analfabeta, pero su deseo de conocer verdades bíblicas y enseñárselas a sus hijos la motivó a esforzarse por aprender a leer y escribir. Se aseguraba de que los muchachos hicieran sus trabajos escolares y acudía regularmente a la escuela para conversar con los profesores.

      Su hijo Silash explica lo siguiente sobre su educación espiritual y moral: “Lo que más me gustaba era que cuando nos portábamos mal, mi madre nos corregía con ejemplos de la Biblia. Ese método eficaz me ayudó a aceptar los consejos”. Bishnu ha logrado educar bien a sus tres hijos, quienes ya son jóvenes adultos devotos.

      Antonia, madre mexicana con dos hijos, dice: “Solo fui a la primaria, pues vivíamos en un pueblo aislado y la escuela de secundaria más cercana quedaba muy retirada. Pero como quería que mis hijos tuvieran mejor educación que yo, les dediqué mucho tiempo. Les enseñé el abecedario y los números. Mi hija sabía escribir su nombre y todas las letras del alfabeto antes de ir a la escuela, y cuando mi hijo fue a preescolar, ya sabía leer bien”.

      ¿Cómo logró darles una buena educación espiritual y moral? “Les contaba historias bíblicas —explica Antonia—. Antes de aprender a hablar, mi niña repetía esas historias con ademanes. A los cuatro años de edad, mi hijo hizo su primera lectura pública de la Biblia en una reunión cristiana.” Así es, muchas madres con pocos estudios están superando los obstáculos y cumplen con su función de maestras.

      Luchando contra costumbres perjudiciales

      Entre los tsotsiles de México existe la costumbre de casar a sus hijas de 12 ó 13 años por dinero, normalmente con hombres mucho mayores que ya tienen una o dos esposas más. Si el comprador no está satisfecho con la muchacha, puede devolverla y recuperar el dinero. De niña, Petrona vivió muy de cerca esta práctica, pues para cuando su madre tenía 13 años, ya la habían vendido, había tenido un bebé y se había divorciado. Aquel primer hijo murió, y a la madre de Petrona la vendieron dos veces más. En total dio a luz a ocho niños.

      Petrona, que no quería seguir el mismo camino, explica lo que hizo: “Cuando terminé la primaria, le dije a mi mamá que no me quería casar, sino seguir estudiando. Ella me dijo que no podía hacer nada, que hablara con mi papá.

      ”—Voy a buscarte un esposo —me dijo él—. Sabes hablar español; sabes leer. ¿Qué más quieres? Si vas a estudiar, tendrás que pagarte tus estudios.

      ”Y eso es lo que hice. Me dediqué a hacer bordados para cubrir mis gastos.” Así fue como impidió que la vendieran. Cuando Petrona creció, su madre comenzó a estudiar la Biblia, lo cual le dio el valor necesario para inculcar principios bíblicos en sus hijas menores. Gracias a su propia experiencia, pudo enseñarles las tristes consecuencias de la costumbre de casar a las niñas por dinero.

      Otra costumbre muy difundida es que el padre es el único que puede disciplinar a los hijos varones. Petrona explica: “A la mujer tsotsil se le enseña que es inferior al hombre. Los jóvenes copian a sus padres, que son muy dominantes, y le dicen a su madre: ‘Tú no eres nadie para decirme lo que tengo que hacer. Si no me lo dice mi padre, no voy a obedecer’. Por ello las madres no pueden educar a sus hijos. Pero como mi madre ha estudiado la Biblia, le ha ido muy bien con mis hermanos. Ellos ya se saben de memoria Efesios 6:1, 2: ‘Hijos, sean obedientes a sus padres [...]: “Honra a tu padre y a tu madre”’”.

      Una nigeriana llamada Mary comenta: “Donde me crié no se permite que la madre enseñe ni discipline a sus hijos varones. Pero cuando aprendí el ejemplo bíblico de Loida y Eunice, la abuela y la madre de Timoteo, me resolví a no permitir que esas costumbres me impidieran educar a mis hijos” (2 Timoteo 1:5).

      Otra costumbre de algunos países es la mutilación genital femenina, a la que también se ha llamado circuncisión femenina. Esta práctica, que consiste en la extirpación parcial o casi total de los genitales externos de la niña, la dio a conocer Waris Dirie, famosa modelo y embajadora especial del Fondo de Población de las Naciones Unidas. Siguiendo la tradición somalí, su madre la sometió a este doloroso ritual. Según un informe, de ocho a diez millones de mujeres y niñas de África y el Oriente Medio pueden correr la misma suerte, e incluso en Estados Unidos hay unas diez mil niñas en peligro.

      ¿Qué creencias justifican esta práctica? Para algunos, los genitales femeninos son inmundos y contaminan a la mujer, haciéndola inelegible para el matrimonio. Además, con la ablación, o extirpación, de los genitales se pretende asegurar la virginidad y la fidelidad. La mujer que no perpetúa esta costumbre puede ser objeto de la ira de su esposo y de la comunidad.

      Sin embargo, un buen número de madres se ha convencido de que no existe razón válida alguna —religiosa, médica o higiénica— que justifique esta dolorosa práctica. La obra nigeriana Repudiating Repugnant Customs (El repudio de costumbres repugnantes) revela que muchas mujeres se han armado de valor y se han negado a causar dolor a sus hijas.

      En efecto, por todo el mundo hay madres que logran proteger y educar a sus hijos a pesar de muchas dificultades. Ahora bien, ¿se valoran realmente sus esfuerzos?

      [Ilustración y recuadro de la página 5]

      “Se ha demostrado en un estudio tras otro que no existe ninguna estrategia de desarrollo eficaz en que no se reserve a la mujer un papel protagonista. Cuando las mujeres ponen todo de su parte, los resultados se ven inmediatamente: familias más sanas y mejor alimentadas, y mayores ingresos, ahorros y reinversiones. Y lo que sucede en las familias también ocurre en las comunidades y, a largo plazo, en países enteros.” Kofi Annan, secretario general de las Naciones Unidas (8 de marzo de 2003).

      [Reconocimiento]

      UN/DPI foto de Milton Grant

      [Ilustraciones y recuadro de la página 8]

      Se sacrificó por nosotros

      Un joven brasileño llamado Juliano dice: “Cuando yo tenía cinco años, mi madre tenía ante sí una prometedora carrera. Sin embargo, al nacer mi hermana, decidió dejar su empleo para cuidarnos. Algunos consejeros de su empresa trataron de disuadirla diciéndole que sería una inversión sin ningún dividendo, pues cuando sus hijos se casaran y se fueran de casa, perdería todo lo que habría hecho por ellos. Pero se equivocaron; jamás olvidaré su gran manifestación de amor”.

      [Ilustraciones]

      La madre de Juliano con sus hijos; a la izquierda: Juliano a los cinco años

      [Ilustraciones de la página 6]

      Bishnu aprendió a leer y escribir, y ayudó a sus hijos a conseguir una buena educación

      [Ilustraciones de la página 7]

      El hijo pequeño de Antonia lee la Biblia en las reuniones cristianas

      [Ilustraciones de la página 7]

      Petrona trabaja de voluntaria en la sucursal de los testigos de Jehová de México. Su madre, que con el tiempo se hizo Testigo, educa a los hermanos menores de Petrona

  • La honorable figura de la madre
    ¡Despertad! 2005 | 22 de febrero
    • La honorable figura de la madre

      LA FIGURA de la madre que es ama de casa a menudo se ha infravalorado e incluso denigrado. Hace unas décadas se empezó a menospreciar la crianza de los hijos, alegando que era menos importante que una carrera y que incluso era una forma de opresión. Aunque la mayoría considera que esta es una actitud extrema, a las madres se les suele hacer creer que atender la casa y cuidar de los niños es un trabajo de menor categoría. Hasta hay quienes creen que para que la mujer se sienta completamente realizada debe abrirse camino en el mundo laboral.

      Con todo, muchos esposos e hijos han llegado a valorar la labor que desempeña una madre en la familia. Carlo, que sirve en la sucursal de los testigos de Jehová de las Filipinas, explica: “Estoy aquí gracias a la preparación que recibí de mi madre. Mi padre era muy estricto y nos castigaba enseguida, pero mi madre nos daba razones y argumentos. Estoy muy agradecido por cómo nos enseñó”.

      La madre de Peter, de Sudáfrica, es una mujer de pocos estudios que tuvo que criar a seis hijos y a quien su esposo había abandonado. “Mi madre trabajaba de empleada doméstica y conserje, así que no ganaba mucho —recuerda Peter—. Le suponía un gran sacrificio pagarnos la escuela, y solíamos acostarnos con hambre. Era todo un logro que pudiera darnos un techo. Pero pese a tantas dificultades, nunca se rindió. Nos enseñó a no compararnos con los demás. De no haber sido por su valiente entrega, jamás hubiéramos podido llegar a donde estamos.”

      Un nigeriano llamado Ahmed nos expresa lo que opina de la ayuda de su esposa en la educación de sus hijos: “Valoro mucho lo que hace mi esposa. Cuando estoy fuera de casa, no me inquieto, pues sé que los niños están bien atendidos. En lugar de sentirme amenazado por ella, le agradezco su trabajo y les digo a mis pequeños que la respeten igual que a mí”.

      Un padre de familia palestino no dudó en decir de su esposa: “Lina ha hecho un gran trabajo con nuestra niña y contribuye muchísimo a la espiritualidad de la familia. A mi juicio, todo se debe a sus creencias religiosas”. Lina es testigo de Jehová y aplica los principios bíblicos al educar a su hija.

      ¿Cuáles son algunos de estos principios? ¿Qué dice la Biblia sobre las madres? ¿Se respetaba en tiempos antiguos su dignidad y se reconocía su función de educadoras?

      Un punto de vista equilibrado sobre la madre

      El Creador le asignó a la mujer un papel muy honorable en la familia. El primer libro de la Biblia relata: “Jehová Dios pasó a decir: ‘No es bueno que el hombre continúe solo. Voy a hacerle una ayudante, como complemento de él’” (Génesis 2:18). Así, la primera mujer, Eva, llegó a ser el complemento, o compañera, de Adán. Fue creada para ser justo la ayudante que él necesitaba. Ella formaría parte del propósito divino para la pareja: tener hijos y atenderlos, así como cuidar de la Tierra y los animales. Le brindaría el estímulo intelectual y el apoyo que se espera de una compañera genuina. Podemos imaginarnos lo feliz que se sintió Adán cuando recibió un regalo tan hermoso del Creador (Génesis 1:26-28; 2:23).

      Con el paso del tiempo, Dios dio pautas sobre cómo tratar a las mujeres. Por ejemplo, las madres israelitas merecían ser tratadas con respeto, no con desprecio. El hijo que “invocara el mal contra su padre y su madre” recibía la pena capital. Y al joven cristiano se le exhortó a ser ‘obediente a sus padres’ (Levítico 19:3; 20:9; Efesios 6:1; Deuteronomio 5:16; 27:16; Proverbios 30:17).

      Bajo la dirección del esposo, la madre debía educar tanto a sus hijas como a sus hijos. A los hijos varones se les ordenó: “No abandones la ley de tu madre” (Proverbios 6:20). Además, el capítulo 31 de Proverbios contiene “el mensaje de peso que [la] madre [del rey Lemuel] le dio al corregirlo”. Oportunamente lo aconsejó sobre las bebidas alcohólicas al decirle: “No es para los reyes beber vino, ni para los altos funcionarios decir: ‘¿Dónde hay licor embriagante?’, para que uno no beba y se olvide de lo que está decretado y pervierta la causa de cualquiera de los hijos de la aflicción” (Proverbios 31:1, 4, 5).

      Por otro lado, todo joven que pensara casarse debía analizar la descripción que hizo esta mujer sobre la “esposa capaz”, cuyo “valor es mucho más que el de los corales”. Tras explicar la enorme aportación que esta clase de mujer hace a favor de su casa, la madre del monarca dijo: “El encanto puede ser falso, y la belleza puede ser vana; pero la mujer que teme a Jehová es la que se procura alabanza” (Proverbios 31:10-31). Queda claro, pues, que el Creador confirió a la mujer un puesto en la familia muy digno y de gran responsabilidad.

      En la congregación cristiana, la esposa y la madre también reciben honra y alabanza. Efesios 5:25 dice: “Esposos, continúen amando a sus esposas”. El joven Timoteo, a quien su madre y su abuela le enseñaron a respetar “los santos escritos”, recibió el consejo divinamente inspirado de instar “a las mujeres de más edad como a madres” (2 Timoteo 3:15; 1 Timoteo 5:1, 2). Así, el hombre debe respetar a una mujer mayor como si fuera su madre. No hay duda alguna, Dios valora a las mujeres y les confiere una posición muy digna.

      Exprese su agradecimiento

      Un hombre que fue criado en una cultura que considera inferiores a las mujeres relata: “Mi educación giraba en torno al varón; he observado el maltrato que sufre la mujer y la falta de respeto con que se la trata. Por ello he tenido que esforzarme mucho para verla como la ve el Creador: un complemento, o compañera, tanto en el hogar como en la educación de mis hijos. Aunque me cuesta expresarle mi gratitud con palabras, reconozco que los progresos de mis hijos se deben a su esfuerzo”.

      En efecto, las madres que han asumido su responsabilidad de educadoras pueden sentirse orgullosas de su labor; es una profesión que vale la pena. Merecen encomio y reconocimiento. La enseñanza que imparten es amplísima: hábitos que resultan muy útiles en la vida, modales que son esenciales para disfrutar de buenas relaciones y, en muchos casos, una educación moral y espiritual que mantiene a los jóvenes por el buen camino.

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