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  • Los años de formación. Lo que siembren ahora, será lo que segarán
    ¡Despertad! 1992 | 22 de septiembre
    • En muchos casos tanto el padre como la madre se ven obligados a trabajar fuera de casa para poder sufragar los gastos. ¿Podrían hacer un esfuerzo especial para pasar con sus hijos las últimas horas de la tarde y los fines de semana? ¿Sería posible que la madre trabajara solo media jornada para poder pasar más tiempo con ellos? Hoy día hay muchas familias al cuidado de uno solo de los padres, en las que el padre o la madre no tiene más remedio que salir a trabajar para mantener a la familia. ¿Podrían tales padres o madres esmerarse por dedicar a sus hijos la mayor cantidad de tiempo posible al terminar su jornada laboral diaria y en los fines de semana? En muchos casos la madre se ve obligada a pasar varias horas alejada de sus hijos. Pero aunque existan razones válidas para ello, los niños pequeños no entienden eso y quizás se sientan abandonados. En esos casos hay que hacer un esfuerzo especial por comprar tiempo para estar con ellos.

      Ahora bien, ¿qué es exactamente ese “tiempo de calidad” del que tanto se habla? Los padres ocupados quizás pasen con sus hijos quince o veinte minutos un día sí y otro no, tal vez una hora durante el fin de semana, y consideren que les han dedicado “tiempo de calidad”. ¿Se cubren así las necesidades del niño? ¿O se hace para acallar la conciencia de los padres o para tranquilizar la mente de una madre que trabaja con el fin de sentirse realizada, aunque con ello sacrifique las necesidades de su hijo? Puede que usted diga: “Le soy franco, estoy tan ocupado que simplemente no dispongo de ese tiempo”. Qué lástima, qué situación tan triste para usted y para su hijo, pues no hay atajos. Si no busca tiempo para sus hijos durante sus años de formación, prepárese para segar una brecha generacional durante sus años de adolescencia.

      Y no solo es cuestión del posible daño que se hace al niño cuando se le deja en una guardería, sino también de lo que los padres se pierden por no dedicar tiempo a gozar de su hijo mientras crece. El niño no siempre entiende las razones por las que lo dejan solo; puede sentirse descuidado, rechazado, abandonado, falto de cariño. Cuando llega a la adolescencia, puede que haya forjado estrechos lazos de unión con otros jóvenes de su edad para reemplazar a aquellos padres que estaban demasiado ocupados para dedicarle tiempo. Hasta puede que el hijo empiece a vivir una doble vida: una para agradar a sus padres y otra para agradarse a sí mismo. Ni las palabras, ni las explicaciones ni las disculpas lograrán cerrar la brecha que se ha abierto. Si los padres han descuidado a su hijo durante los años en que él más los necesitaba, cuando luego le hablen de amor, esas palabras sonarán falsas y vacías a los oídos del hijo. Al igual que la fe, el amor de palabra y sin obras está muerto. (Santiago 2:⁠26.)

  • Los años de formación. Lo que siembren ahora, será lo que segarán
    ¡Despertad! 1992 | 22 de septiembre
    • Un investigador dijo: “En el futuro, sin duda alguna tendremos tales problemas que los de hoy parecerán a su lado una cosa tan sencilla como tomarse un té”. No obstante, los problemas actuales ya son de por sí escalofriantes, como se desprende de los siguientes datos publicados en la revista Psychology Today (mayo/junio de 1992):

      “Durante las últimas dos décadas ha aumentado un 50% la obesidad infantil y juvenil. Como consecuencia de accidentes provocados por la adicción a diferentes sustancias, todos los años perdemos a unos diez mil adolescentes, sin incluir los que resultan heridos o lisiados. Uno de cada cuatro adolescentes bebe en exceso cada dos semanas, y dos millones son alcohólicos.

      ”Todos los años quedan embarazadas un millón de adolescentes estadounidenses, el doble que en Inglaterra, el segundo país occidental en cantidad de embarazos entre adolescentes. El suicidio de adolescentes se ha triplicado en los últimos veinte años, y todos los años se quitan la vida entre cinco mil y seis mil. Se calcula que una de cada cuatro muchachas adolescentes manifiesta por lo menos un síntoma de algún trastorno del apetito, normalmente el de seguir una dieta muy estricta. El índice de homicidios entre jóvenes con edades comprendidas entre los catorce y los diecinueve años es el segundo más elevado de todos los grupos de otras edades.”

      Añádase a estos espantosos datos la matanza de más de cincuenta millones de criaturas aún no nacidas, y el “té” de nuestros días se nos hace imbebible. Respecto al colapso de las familias, Psychology Today dijo: “El rápido cambio social que se ha producido constituye una verdadera catástrofe para los niños y los jóvenes, pues necesitan estabilidad y seguridad para crecer y desarrollarse bien”. Con relación al egoísmo, cierto escritor clamó en tono de protesta: “Pero nadie está dispuesto a decir a las parejas: Miren, deben permanecer casados. Si tienen hijos, ¡permanezcan casados!”.

      Amar a un hijo requiere tiempo. Años atrás, Robert Keeshan, locutor de un programa infantil en el que representaba el papel de “Capitán Canguro”, advirtió sobre las consecuencias de no dedicar a los hijos el debido tiempo. Sus palabras fueron:

      “Una niñita espera, con el pulgar en la boca, una muñeca en la mano y cierta impaciencia, que uno de sus padres llegue a casa. Ansía relatarle alguna pequeña experiencia que tuvo mientras jugaba. Desea con todo su corazón compartir aquello tan emocionante que ha vivido ese día. Viene la hora y uno de los padres llega. Pero cuántas veces, agotado por las tensiones del trabajo, le dice: ‘Ahora no, cariño. Estoy ocupado, vete a ver la televisión’. Las palabras que con más frecuencia se oyen en muchos hogares estadounidenses son: ‘Estoy ocupado, vete a ver la televisión’. Si ahora no puede atenderlo, entonces ¿cuándo? ‘Más tarde.’ Pero ese ‘más tarde’ casi nunca llega...

      ”Pasan los años y la niña crece. Le damos juguetes y vestidos. Le compramos ropa de marca y un equipo de música, pero no le damos lo que ella más desea: nuestro tiempo. Ya tiene catorce años, sus ojos están vidriosos, se ha metido en algún problema. ‘Cariño, ¿qué te pasa? Dímelo, dímelo.’ Demasiado tarde..., demasiado tarde. Hemos perdido el tren del amor. [...]

      ”Cuando decimos a un hijo: ‘Ahora no, más tarde’; cuando le decimos: ‘Vete a ver la televisión’ o: ‘No hagas tantas preguntas’; cuando no damos a nuestros hijos aquello que desean de nosotros: nuestro tiempo; cuando no damos amor a nuestro hijo; no es que no nos importe, simplemente estamos demasiado ocupados para amar a un hijo.”

      La cantidad de tiempo también es importante

      Lo ideal no es repartir parcamente el “tiempo de calidad” en contadas ocasiones, sino dedicar a los hijos, sin escatimar, la mayor “cantidad de tiempo” posible, como indica la Biblia en Deuteronomio 6:6, 7: “Y estas palabras que te estoy mandando hoy tienen que resultar estar sobre tu corazón; y tienes que inculcarlas en tu hijo y hablar de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino y cuando te acuestes y cuando te levantes”. Dicho tiempo se debe utilizar para inculcar en el corazón de los hijos los verdaderos valores procedentes de la Palabra de Dios, que usted tiene arraigados en su corazón. Si usted rige su vida según estos valores, sus hijos lo imitarán.

      ¿Recuerda el proverbio que se citó en el segundo párrafo del artículo anterior? Leámoslo de nuevo: “Entrena al muchacho conforme al camino para él; aun cuando se haga viejo no se desviará de él”. (Proverbios 22:⁠6.) De la única manera como no se desviará será si los valores que se le han enseñado están en su fuero interno, es decir, se le han grabado bien, forman parte de su pensar, de sus sentimientos más profundos, de lo que él es en lo más profundo de su ser. Y para ello es imprescindible que la enseñanza no sea solo de palabra, sino también con el ejemplo.

      Si el niño absorbe dichos valores como una forma de vida, si se rige por ellos, si forman parte de él, violarlos no sería ir en contra de lo que sus padres le enseñaron, sino en contra de lo que él mismo ha llegado a ser. Sería infiel a sí mismo. Se estaría negando a sí mismo. (2 Timoteo 2:13.) Como existe una resistencia arraigada a ser infiel a los principios propios, será mucho menos probable que el hijo se ‘desvíe de este camino’ que se le ha inculcado. Por consiguiente, deje que sus hijos absorban de usted excelentes normas de conducta. Enséñeles bondad, siendo usted bondadoso; buenos modales, practicándolos usted mismo; apacibilidad, siendo usted apacible; honradez y veracidad, manifestando usted dichas cualidades en su propia vida.

      La familia es obra de Jehová

      Desde el mismo principio de la humanidad, Jehová dispuso que el hombre formara una familia. (Génesis 1:26-28; 2:18-24.) Después de seis mil años de historia humana, se sigue reconociendo que eso es lo mejor tanto para los adultos como para los niños. El libro Secrets of Strong Families (Secretos de las familias fuertes) llega a esa misma conclusión al decir:

      “Quizás hay algo en nuestro interior que nos dice que la familia es el fundamento de la civilización. Quizás sabemos instintivamente que a la hora de la verdad no importan el dinero, una carrera, la fama, una casa bonita, tierras ni posesiones materiales, sino las personas de nuestra vida que nos quieren y que se interesan en nosotros. Lo que en realidad importa son aquellas personas que se han dedicado a nosotros y con las que podemos contar para recibir apoyo y ayuda. En la familia, como en ningún otro lugar, es donde mayor posibilidad tenemos de encontrar el amor, el apoyo, el interés y la dedicación que tanto ansiamos todos.”

      De modo que, padres, es importante que sean diligentes e instruyan bien a sus hijos durante los años de formación, para que luego puedan disfrutar junto con ellos de una vida de familia feliz. No olviden que lo que siembren ahora, será lo que segarán.

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