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  • ¿Una nueva era para judíos y cristianos?
    ¡Despertad! 1991 | 22 de junio
    • ¿Una nueva era para judíos y cristianos?

      “La persecución acabará cuando el Papa entre en la sinagoga.” (Proverbio judío.)

      EL 13 de abril de 1986 el papa Juan Pablo II se convirtió en el primer pontífice romano del que consta que haya entrado en un lugar de adoración judío. Al son de un aplauso estruendoso, el Papa reafirmó que la Iglesia católica “deplora el odio, las persecuciones y las manifestaciones de antisemitismo dirigidos contra los judíos en cualquier época y por parte de cualquiera”. Dijo que su ‘visita tenía el propósito de vencer viejos prejuicios y garantizar un reconocimiento más pleno del patrimonio espiritual común que existe entre judíos y cristianos’.

      En los últimos años otras religiones de la cristiandad también han procurado cerrar la antigua brecha que los separaba de los judíos. En junio de 1987 las iglesias presbiterianas de Estados Unidos publicaron un documento en el que se condolían por la larga implicación de la Iglesia en “actitudes y acciones antijudías”. Casi a continuación, la Iglesia Unida de Cristo promulgó su propia resolución, donde se declaraba que “el judaísmo no ha sido reemplazado por el cristianismo” y que “el pacto de Dios con el pueblo judío no se ha abolido”.

      La cristiandad y el Holocausto

      ¿Qué hay detrás de estos admirables esfuerzos? Nada menos que un intento por parte de la cristiandad de distanciarse del Holocausto nazi. Durante los primeros años que siguieron a la II Guerra Mundial, la mayoría de los líderes eclesiásticos trataron de pasar por alto el hecho de que personas que profesaban ser cristianas habían perpetrado los terrores del Holocausto. Pero el pueblo judío no olvidó esta grave realidad.

      Con el transcurso de los años, los supervivientes del Holocausto empezaron a hablar abiertamente de lo sucedido. Libros, revistas y películas informaron al mundo de los terrores de los campos de concentración. Además, la lucha del Estado de Israel por sobrevivir hizo que la atención mundial se centrara en el pueblo judío. Como consecuencia, la cristiandad se ha convertido cada vez más en objeto de críticas. Como escribió G. Peter Fleck en la revista The Christian Century: “Algo va muy mal en [...] una religión y una civilización que pudo producir y tolerar semejante abominación [como el Holocausto]. Y algo debe ir mal en una Iglesia que guardó un silencio y una pasividad casi absolutos durante el horror”.

      Los líderes judíos concuerdan con esa opinión. El rabino Stuart E. Rosenberg preguntó por qué, después de la II Guerra Mundial, ‘tan pocas iglesias o tan pocos de sus líderes vieron una relación entre la larga y continua historia del antisemitismo cristiano y el resultado final del nazismo: el asesinato deliberado de una tercera parte del pueblo judío’. En su libro comentó que muchos miembros de las iglesias “cerraron los ojos o, aún peor, aceptaron tranquilamente la muerte de los seis millones [de judíos] en la Europa de Hitler como sentencia divina porque ‘los judíos rechazaron a Jesús’”. (The Christian Problem [El problema cristiano].)

      Asimismo, Elie Wiesel declara en su libro A Jew Today (Un judío de hoy): “¿Cómo puede explicarse que la Iglesia jamás excomulgara ni a Hitler ni a Himmler, que Pío XII nunca viera necesario —por no decir indispensable— condenar Auschwitz y Treblinka, que una gran proporción de los miembros de las S.S. fuesen creyentes y permaneciesen fieles a sus lazos cristianos hasta el fin, que hubiese asesinos que practicasen [el sacramento de] la confesión entre una masacre y otra y que todos ellos procediesen de familias cristianas y hubiesen recibido una educación cristiana?”.

      No es de extrañar entonces que los líderes eclesiásticos se hayan visto obligados a reconsiderar su posición respecto al judaísmo. Por consiguiente, en la cristiandad está surgiendo una nueva teología en la que ya no se habla de los judíos como ‘asesinos de Cristo’ ni como ‘un pueblo maldito’ sino que se les otorga reconocimiento y dignidad. Hasta se habla de que el cristianismo y el judaísmo pueden ser ‘diferentes caminos que conduzcan a Dios’.

      ¿Comienza una ‘nueva era’?

      Hay quienes han aclamado estos cambios como el comienzo de “una era totalmente nueva en las relaciones” entre los judíos y los cristianos. El rabino Leon Klenicki incluso ha llegado a decir que ahora los judíos deberían “pensar en el significado de Jesús y la misión del cristianismo como una vía de acercamiento de la humanidad a Dios”. Y añadió: “Quizás lo que Dios pide es que empiece a haber una cooperación”. (The New York Times, 24 de julio de 1988.)

      Pero no todos son tan optimistas. Ciertos teólogos evangélicos de la cristiandad consideran este nuevo punto de vista liberal del judaísmo como una señal de abandono de la doctrina cristiana fundamental. Muchos líderes judíos también son escépticos en cuanto a las nuevas proposiciones de paz, pues las consideran vagas y contradictorias o tan solo las ven como una nueva fachada para la antigua táctica de tratar de convertir a los judíos.

      A fin de que se produzca un verdadero acuerdo, los líderes judíos creen que la cristiandad debe renunciar sin ambages a su antiguo proceder de antisemitismo, incluido el papel que desempeñó en el Holocausto. Exigen que los líderes eclesiásticos descarten la idea de que los judíos son responsables de la muerte de Jesús. Quieren que se reconozca al judaísmo como un medio válido de salvación, no un mero preámbulo del cristianismo. Quieren que la cristiandad abandone por completo todos sus esfuerzos por convertir a los judíos. Y por último, muchos exigen que la cristiandad otorgue pleno reconocimiento y apoyo al Estado de Israel.

      No obstante, como se indicará en el siguiente artículo, aunque se diesen todos esos importantes pasos, aún así existiría una profunda brecha.

  • ¿Puede cerrarse la brecha?
    ¡Despertad! 1991 | 22 de junio
    • ¿Puede cerrarse la brecha?

      LA BRECHA entre judíos y cristianos va más allá del Holocausto. Desde el mismo principio, estas dos fes han estado en desacuerdo respecto a una cuestión primordial: si Jesús de Nazaret fue el Mesías prometido.

      En el primer siglo, la cuestión mesiánica provocó la violenta persecución de cristianos. (Hechos 8:1.) Pero después la situación se invirtió. Con el tiempo, los que profesaban ser cristianos se convirtieron en perseguidores de los judíos. Pero a pesar de todos los esfuerzos que ha hecho la cristiandad durante siglos por convertirlos, el pueblo judío en general no ha renunciado a su postura original.

      Un escritor judío comentó que aunque los judíos no tienen nada contra Jesús como persona, él “no es el mesías político que nosotros y nuestros antepasados deseábamos con tanto fervor”. El rabino Samuel Sandmel lo expresó aún con menos rodeos: “No hemos llegado a adoptar las mismas creencias que ustedes [los cristianos]; es así de sencillo”. (We Jews and You Christians [Nosotros los judíos y ustedes los cristianos].) Como resultado de esta diferencia de opinión, existe un abismo religioso entre judíos y cristianos mucho más grande de lo que la mayoría piensa.

      Obstáculos para llegar a un acuerdo

      Por un lado, la doctrina cristiana no concibe ningún tipo de camino que conduzca a la salvación sin Jesús. Él mismo dijo: “Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie viene al Padre sino por mí”. (Juan 14:6; compárese con Hechos 4:12; 1 Timoteo 2:3-6.)

      Por otra parte, la extendida idolatría de la cristiandad ofende a los judíos, al igual que la doctrina de la Trinidad, a la que ven en clara contradicción con “la esencia del judaísmo”, es decir, de la doctrina monoteísta implícita en las palabras: “Oye, Isra⁠-e⁠-l: el Señor, nuestro Dios, el Señor es uno”. (Deuteronomio 6:4, La Biblia [Versión castellana de León Dujovne, Manasés Konstantynowski y Moisés Konstantynowski].) El erudito Jakób Jocz observó: “En este punto la brecha entre la Iglesia y la Sinagoga se abre ante nosotros con toda su profundidad e importancia. [...] La enseñanza de la divinidad de Jesucristo es una ofensa imperdonable a los ojos del judaísmo”. (The Jewish People and Jesus Christ [El pueblo judío y Jesucristo].)

      El cristianismo y el judaísmo también tienen diferentes modos de ver la ley mosaica y sus tradiciones. El Rabino Stuart E. Rosenberg razonó: “Sin el pacto de Dios no habría nación judía. [Ese pacto] forjó el mismo comienzo de la nación y ellos nunca lo abandonaron. [...] Pero desde el mismo principio, los cristianos han tenido un dilema con el pacto de Israel”. En realidad, el apóstol Pablo dijo respecto a la ley mosaica: “[Dios] borró el documento manuscrito [...]; y Él lo ha quitado del camino clavándolo al madero de tormento”. (Colosenses 2:14.)

      Los teólogos de la Iglesia que tratan de minimizar la doctrina cristiana razonando que el pacto mosaico sigue siendo válido o que hay ‘diferentes caminos que llevan a Dios’ se encuentran en una situación difícil y embarazosa. A fin de armonizar sus puntos de vista con los del “Nuevo Testamento”, tienen que hacer verdaderas acrobacias teológicas: manipular, torcer o hasta pasar por alto textos bíblicos decisivos. O tienen que razonar, como hacen algunos, que los textos problemáticos empiezan por no ser auténticos, que Jesucristo nunca afirmó ser “el camino y la verdad y la vida”, que las palabras de Pedro en Hechos 4:12, respecto a que, aparte de Jesús, “no hay otro nombre debajo del cielo [...] mediante el cual tengamos que ser salvos”, se elaboraron más tarde por influencia de la teología paulina, etcétera. Pero al hacerlo, socavan la fe de sus propios seguidores.

      Jakób Jocz resumió bien la situación cuando dijo que las dos fes “no tienen ningún denominador común que sirva de fundamento para una ‘teología puente’. Solo pueden llegar a un acuerdo mediante la capitulación: o la Iglesia se convierte en la Sinagoga o la Sinagoga en la Iglesia”.

      Por qué es seguro que no llegarán a un acuerdo

      Hay grandes obstáculos que impiden llegar alguna vez a tal avenencia. Para los judíos, la mera insinuación de convertirse a otra religión es anatema. Al fin y al cabo, ¿qué han hecho las religiones de la cristiandad para recomendarse a la vista de los judíos? El rabino Samuel Sandmel cataloga algunos de los horrores de la historia como errores “llevados a cabo por cristianos contra cristianos, en el nombre del cristianismo” y pregunta: “Desde este punto de vista, ¿pueden ustedes razonablemente esperar que aceptemos el juicio de que su religión es superior a la nuestra? ¿Ha producido mejores personas? ¿Ha zanjado las cuestiones de paz y guerra, de prosperidad y tranquilidad entre las naciones cristianas?”.

      Además, el Holocausto también ha puesto de relieve la cuestión de la supervivencia judía, como pueblo, religión y cultura. Por eso los judíos tienden a ver la conversión, no como el mero acto de adoptar doctrinas heréticas, sino como una traición. La revista Journal of Jewish Communal Service se lamentaba con estas palabras: “No podemos permitirnos el lujo de perder a nadie de esta generación adulta de judíos. [...] Lo que los nazis no pudieron hacer en el Holocausto, todavía puede efectuarse mediante [el proselitismo]”.

      Por consiguiente, el rabino Henry Siegman llega a la siguiente conclusión: “El recuerdo de conversiones obligadas está muy arraigado en la conciencia del pueblo judío y ha sido el peor obstáculo para que prosperen las relaciones entre cristianos y judíos”.

      Hay que analizar la verdadera cuestión

      No parece estar próximo un verdadero acuerdo entre la cristiandad y el judaísmo. Las teologías irreconciliables, los intereses políticos contrapuestos y la desconfianza mutua siguen socavando los esfuerzos por la unidad. Los diálogos religiosos tienden a evadir la cuestión que dio origen a esta brecha, a saber: las afirmaciones mesiánicas sobre Jesús. La única manera de que empiecen a desmoronarse algunas de las antiguas barreras de temor y desconfianza es mediante un análisis honrado de la cuestión.

      Es cierto que la mayoría de los judíos no quiere hablar de Jesús. Su renuencia es el resultado inevitable de siglos de antisemitismo en su nombre. Pero no fue Jesús quien emprendió las Cruzadas, ni quien dio origen a la Inquisición o hizo arder el Holocausto. Esos actos atroces los perpetraron hombres que ¡falsamente afirmaban ser cristianos! Esto se hace patente por las palabras del propio Jesús, quien, en alusión a la Ley de Moisés, proporcionó uno de los principios rectores del cristianismo verdadero: “Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo”. (Mateo 22:39; Levítico 19:18.) Estas palabras son en sí mismas una acusación contra la cristiandad, cuyas prácticas sin duda desvirtúan totalmente lo que Jesús enseñó.

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