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Llega el MesíasLa Biblia y su mensaje
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SECCIÓN 16
Llega el Mesías
Jehová revela que Jesús de Nazaret es el Mesías prometido
¿CÓMO podría la gente reconocer al Mesías? Dios mismo se encargaría de revelar su identidad. Cuatrocientos años después de terminar de escribirse las Escrituras Hebreas, un ángel llamado Gabriel se le apareció a María, una joven que vivía en el norte de Galilea, en Nazaret. Gabriel le anunció a María que iba a tener un bebé. Aunque ella era virgen, Dios haría que quedara embarazada por medio de su fuerza activa, es decir, su espíritu santo. Este niño sería el prometido Rey que gobernaría para siempre. En realidad, Dios transmitiría la vida de su Hijo primogénito, que hasta ese momento vivía con él en los cielos, a la matriz de María.
María aceptó con humildad aquella extraordinaria encomienda. Su prometido, un carpintero llamado José, se casó con ella después de que Dios le enviara un ángel para explicarle la situación. Ahora bien, recordemos que se había profetizado que el Mesías nacería en Belén, no en Nazaret (Miqueas 5:2). ¿Cómo se cumpliría esa predicción, si dicha localidad estaba a unos 140 kilómetros (90 millas) de allí?
Poco después, un gobernante romano ordenó un censo, y toda persona debió registrarse en su lugar de origen. Por lo visto, las familias de José y María eran de Belén, así que ambos viajaron allí cuando quedaba poco tiempo para que ella diera a luz (Lucas 2:3). Jesús nació en un establo, y tuvo que ser acostado en un simple pesebre. Entonces, en un campo cercano, una multitud de ángeles se apareció ante unos pastores y les anunció que acababa de nacer el predicho Mesías, o Cristo.
También habría otras personas que darían fe de que Jesús era el prometido Mesías. El profeta Isaías había predicho que alguien prepararía el camino para la crucial obra de Cristo (Isaías 40:3). Ese hombre fue Juan el Bautista. En cierta ocasión, al ver a Jesús, exclamó: “¡Mira, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo!”. De inmediato, varios de los seguidores de Juan se hicieron discípulos de Jesús. Uno de ellos afirmó: “Hemos hallado al Mesías” (Juan 1:29, 36, 41).
Pero el testimonio más convincente aún estaba por darse. Cuando Jesús fue bautizado por Juan, Jehová lo nombró Mesías por medio de su espíritu santo y dijo: “Este es mi Hijo, el amado, a quien he aprobado” (Mateo 3:16, 17). ¡Por fin había llegado el Mesías prometido!
Pero ¿cuándo sucedió esto? En el 29 de nuestra era, justo cuando se cumplieron los cuatrocientos ochenta y tres años predichos por Daniel. En realidad, estas son solo algunas de las muchas pruebas que demuestran que Jesús es el Mesías. Ahora bien, ¿qué mensaje proclamaría durante su estadía en la Tierra?
(Basado en los capítulos 1 a 3 de Mateo, el capítulo 1 de Marcos, el capítulo 2 de Lucas y el capítulo 1 de Juan.)
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Jesús predica el Reino de DiosLa Biblia y su mensaje
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SECCIÓN 17
Jesús predica el Reino de Dios
Jesús enseña muchas cosas a sus discípulos, pero se centra en el Reino de Dios
¿PARA qué vino Jesús a la Tierra? Él mismo dijo: “Tengo que declarar las buenas nuevas del reino de Dios, porque para esto fui enviado” (Lucas 4:43). Analicemos cuatro verdades que Jesús enseñó acerca de este Reino, el tema principal de su predicación.
1. Jesús sería el Rey. Él mismo se identificó claramente como el Mesías (Juan 4:25, 26). Además, indicó que era el Rey de la visión del profeta Daniel. Les dijo a sus apóstoles (sus seguidores más cercanos) que un día él se sentaría en un “trono glorioso” y que ellos formarían parte de un grupo limitado de personas que reinaría a su lado (Mateo 19:28). A esta colectividad la llamó “rebaño pequeño”. También habló de “otras ovejas” que no serían parte de ese grupo (Lucas 12:32; Juan 10:16).
2. El Reino de Dios traería verdadera justicia. Jesús señaló que el Reino remediaría la mayor de las injusticias: la que Satanás cometió contra el nombre divino. ¿Cómo lo haría? Santificándolo, o limpiándolo de todas las injurias que ha soportado desde la rebelión del Edén (Mateo 6:9, 10). Además, Cristo demostró que bajo el Reino no existiría la discriminación, pues enseñó a hombres y mujeres, ricos y pobres, sin hacer distinción. Y aunque había sido enviado para predicar a los israelitas, hizo todo lo que pudo por ayudar a samaritanos y gente de otras naciones. Él era muy distinto de los líderes religiosos de su tiempo, quienes estaban dominados por los prejuicios y el favoritismo.
3. El Reino de Dios no sería parte de este mundo dominado por Satanás. Jesús vivió en un período conflictivo de la historia judía, pues la nación estaba bajo la soberanía de otro país. No obstante, nunca permitió que lo inmiscuyeran en política (Juan 6:14, 15). Hablando con un gobernante, afirmó: “Mi reino no es parte de este mundo” (Juan 18:36). Y a sus discípulos les dijo: “Ustedes no son parte del mundo” (Juan 15:19). Además, no les permitió que empuñaran las armas, ni siquiera para defenderlo a él (Mateo 26:51, 52).
“Iba [...] de aldea en aldea, predicando y declarando las buenas nuevas del reino de Dios.” (Lucas 8:1)
4. Cristo gobernaría con amor. Jesús prometió aliviar las cargas de sus seguidores (Mateo 11:28-30). Y así lo hizo. Les ofreció prácticos consejos sobre la inquietud, el materialismo, las relaciones sociales y la felicidad (Mateo, capítulos 5 a 7). Fue un hombre cariñoso y accesible. Cualquier persona, hasta la de más humilde origen, se animaba a ir a verlo con la confianza de que recibiría un trato digno y respetuoso. ¿Quién no quisiera tener un gobernante así?
Como anticipo de lo que hará el Reino de Dios, Jesús también realizó muchos milagros. ¿Qué logró con ellos? Veamos.
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Los milagros de CristoLa Biblia y su mensaje
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SECCIÓN 18
Los milagros de Cristo
Jesús demuestra con sus milagros cómo usaría su poder cuando fuera Rey
DIOS le concedió a su Hijo un poder sobrehumano que le permitió realizar numerosos milagros, muchos de ellos ante multitud de testigos. De esta forma, Jesús demostró que era capaz de vencer a los eternos enemigos de la humanidad. He aquí algunos ejemplos.
El hambre. El primer milagro de Jesús —convertir agua en vino— demostró su capacidad para proporcionar comida y bebida en abundancia. En otras dos ocasiones multiplicó unos pocos panes y pescados para alimentar a miles de personas. En ambos casos hubo comida de sobra.
La enfermedad. Cristo curó a personas que sufrían “toda suerte de dolencia y toda suerte de mal” (Mateo 4:23). Sanó a ciegos, sordos, lisiados, leprosos y epilépticos. En realidad, su poder curativo no tenía límites.
Los desastres naturales. Cierta noche, mientras Jesús y sus discípulos navegaban por el mar de Galilea, se desató una terrible tormenta. Los discípulos se asustaron mucho, pero Jesús sencillamente alzó la vista al cielo y exclamó: “¡Silencio! ¡Calla!”. De inmediato, se calmó el temporal (Marcos 4:37-39). En otra ocasión caminó sobre las aguas durante una tempestad (Mateo 14:24-33).
Los espíritus malvados. Estos espíritus, conocidos como demonios, son infinitamente más poderosos que nosotros. De hecho, han acosado a numerosas personas, y muchas no han podido hacer nada para quitárselos de encima. Sin embargo, Jesús no les tenía miedo. Al contrario, eran ellos los que temblaban ante su presencia y lo obedecían al instante cuando les ordenaba que dejaran en paz a sus víctimas.
La muerte. Este adversario, al que la Biblia llama “el último enemigo”, antes o después nos vence a todos (1 Corintios 15:26). No obstante, ni siquiera la muerte supuso un obstáculo insalvable para Cristo, pues él les devolvió la vida al hijo de una viuda y a una muchachita. Pero el caso más sobresaliente es el de su amigo Lázaro, quien llevaba muerto cuatro días cuando Jesús lo resucitó delante de una gran multitud. Hasta sus peores enemigos tuvieron que reconocer el poder que tenía Jesús (Juan 11:38-48; 12:9-11).
Ahora bien, con el tiempo, las personas a quienes Jesús ayudó enfermaron y murieron. Entonces, ¿de qué sirvieron todos esos milagros? Sirvieron de mucho, pues probaron que las emocionantes profecías sobre el Reino mesiánico tenían fundamento. Es indudable que el Rey nombrado por Dios acabará con el hambre, las enfermedades, los desastres naturales, los demonios y hasta la muerte. Está claro que Jehová le ha otorgado el poder para lograrlo.
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Una profecía que se extiende hasta nuestros díasLa Biblia y su mensaje
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SECCIÓN 19
Una profecía que se extiende hasta nuestros días
Jesús indica cómo se sabría que él ha comenzado a reinar y que el fin de este mundo está cerca
ESTANDO en el monte de los Olivos, que ofrecía una hermosa vista de Jerusalén y su templo, cuatro apóstoles le pidieron a Jesús en privado que les explicara ciertos comentarios suyos. Acababa de decir que el templo sería derribado, y anteriormente les había hablado de “la conclusión del sistema de cosas” (Mateo 13:40, 49). Así que le preguntaron: “¿Cuándo serán estas cosas, y qué será la señal de tu presencia y de la conclusión del sistema de cosas?” (Mateo 24:3).
En su respuesta, Jesús les aclaró lo que sucedería antes de que Jerusalén y su templo fueran destruidos. Pero, en realidad, su predicción iba mucho más allá, pues posteriormente se cumpliría a escala mundial. Para saber cuándo Jesús volvería a estar presente, los habitantes de la Tierra tendrían que estar atentos a una señal: un conjunto de sucesos mundiales que ocurrirían durante el mismo período. Dicha señal indicaría que Jehová ya habría coronado a Jesús Rey del Reino mesiánico y que este gobierno pronto acabaría con la maldad y restauraría la paz en todo el planeta. Los sucesos predichos por Jesús marcarían el final del mundo actual —con todo su sistema político, social y religioso— y el comienzo de un nuevo mundo.
Jesús dijo que, cuando él comenzara a reinar en los cielos, por toda la Tierra habría guerras, hambre, terremotos y epidemias. El respeto por la ley iría desapareciendo. Además, sus verdaderos discípulos predicarían a todas las naciones las buenas noticias del Reino de Dios. El punto culminante de la señal sería la “gran tribulación”, la época más angustiosa de la historia (Mateo 24:21).
¿Y cómo sabrían los cristianos que se acerca ese terrible momento? Jesús dijo a sus discípulos: “Aprendan de la higuera” (Mateo 24:32). Cuando una higuera empieza a echar hojas, se sabe que el verano está cerca. Igualmente, cuando en un mismo período de tiempo sucedieran todas las cosas predichas por Jesús, se sabría que el fin es inminente. Ahora bien, Jesús dijo que solo el Padre conocía el día y la hora en que comenzaría la gran tribulación. Por ello, advirtió: “Manténganse despiertos, porque no saben cuándo es el tiempo señalado” (Marcos 13:33).
(Basado en los capítulos 24 y 25 de Mateo, el capítulo 13 de Marcos y el capítulo 21 de Lucas.)
a Para más información sobre la profecía de Jesús, consulte el capítulo 9 del libro ¿Qué enseña realmente la Biblia?, editado por los testigos de Jehová.
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La muerte de CristoLa Biblia y su mensaje
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SECCIÓN 20
La muerte de Cristo
Jesús instituye una nueva celebración; lo traicionan y lo ejecutan en un madero
JESÚS llevaba tres años y medio predicando y sabía que el final de su vida en la Tierra estaba cerca. Los líderes religiosos judíos planeaban matarlo, pero temían la posible reacción del pueblo, que lo tenía por profeta. Entonces, Satanás influyó en el corazón de Judas —uno de los doce apóstoles— para que vendiera a su maestro. Los líderes religiosos le pagaron treinta monedas de plata.
Era la noche de la Pascua, y Jesús se había reunido con los apóstoles para celebrarla. Después de pedirle a Judas que se retirara, Cristo instituyó una nueva celebración: la Cena del Señor. Tomó un pedazo de pan, hizo una oración y lo pasó entre los once apóstoles. Luego explicó: “Esto significa mi cuerpo que ha de ser dado a favor de ustedes. Sigan haciendo esto en memoria de mí”. Tras eso pasó una copa de vino y dijo: “Esta copa significa el nuevo pacto en virtud de mi sangre” (Lucas 22:19, 20).
Aquella última noche, Jesús enseñó muchas cosas a sus apóstoles. Incluso les dio un nuevo mandamiento: que se tuvieran amor incondicional. De hecho, dijo: “Todos conocerán que ustedes son mis discípulos [...] si tienen amor entre sí” (Juan 13:34, 35). Les pidió que no se descorazonaran por lo que estaba a punto de sucederle, y después oró intensamente por ellos. Finalmente, cantaron alabanzas a Dios y se fueron al jardín de Getsemaní.
Allí Jesús se arrodilló y abrió su corazón a Jehová. Pero, de repente, llegó un grupo de soldados, hombres armados y sacerdotes con la intención de arrestarlo. Para identificar a Jesús, Judas se valió de la señal acordada: un beso. Los soldados apresaron a Cristo, y los apóstoles huyeron.
Jesús declaró ante el tribunal supremo de los judíos que él era el Hijo de Dios. Los jueces consideraron que su afirmación era una blasfemia, un delito por el que podía ser condenado a muerte. Entonces lo hicieron comparecer ante Poncio Pilato, el gobernador romano. A él le pareció que Jesús era un hombre inocente, pero aun así cedió ante los deseos del pueblo, que pedía su ejecución a gritos.
Cristo fue llevado hasta un lugar llamado Gólgota, y allí los soldados romanos lo clavaron a un madero. De pronto, la radiante luz del día se convirtió en total oscuridad. Aquella tarde, cuando Jesús murió, ocurrió un fuerte terremoto. Sus restos fueron enterrados en una tumba esculpida en la roca y, al día siguiente, los sacerdotes sellaron la entrada y mandaron vigilarla. ¿Sería esa su última morada? No, pues estaba a punto de suceder el mayor de los milagros.
(Basado en los capítulos 26 y 27 de Mateo, los capítulos 14 y 15 de Marcos, los capítulos 22 y 23 de Lucas y los capítulos 12 a 19 de Juan.)
a Hallará más información sobre el valor del sacrificio de Jesús en el capítulo 5 del libro ¿Qué enseña realmente la Biblia?
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Jesús resucitaLa Biblia y su mensaje
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SECCIÓN 21
Jesús resucita
Jesús se aparece a sus discípulos para animarlos y darles nuevas instrucciones
AL TERCER día de haber muerto Cristo, varias discípulas suyas fueron a la tumba y la hallaron abierta. Alguien había retirado la piedra que tapaba la entrada, y la tumba estaba vacía.
Entonces aparecieron dos ángeles. Uno de ellos les informó: “Ustedes buscan a Jesús el Nazareno [...]. Fue levantado” (Marcos 16:6). De inmediato, las mujeres corrieron a contárselo a los apóstoles. En el camino se encontraron con Jesús, quien les dijo: “¡No teman! Vayan, informen a mis hermanos, para que se vayan a Galilea; y allí me verán” (Mateo 28:10).
Más tarde, mientras dos discípulos iban de Jerusalén a Emaús, un desconocido se les acercó y les preguntó de qué hablaban. Era el propio Jesús, pero no lo reconocieron porque había adoptado una apariencia distinta. Respondieron con tristeza que venían hablando de su Maestro, y el hombre se puso a explicarles todo lo que las Escrituras decían sobre el Mesías. En realidad, Jesús había cumplido hasta el último detalle de las profecías mesiánicas.a Cuando se dieron cuenta de que hablaban con Cristo, quien ahora era un espíritu, este desapareció.
Los dos discípulos volvieron a Jerusalén y fueron a ver a los apóstoles, que se hallaban reunidos a puerta cerrada. Mientras contaban lo sucedido, todos los presentes se quedaron atónitos al ver a Jesús aparecerse de nuevo. “[¿]Por qué se suscitan dudas en su corazón?”, les preguntó. Y añadió: “Está escrito que el Cristo sufriría y se levantaría de entre los muertos al tercer día” (Lucas 24:38, 46).
Durante cuarenta días, Jesús fue visto varias veces. En cierta ocasión, lo vieron más de quinientas personas. Tal vez fue en ese momento cuando encomendó a sus seguidores esta importante misión: “Vayan [...] y hagan discípulos de gente de todas las naciones, [...] enseñándoles a observar todas las cosas que yo les he mandado. Y, ¡miren!, estoy con ustedes todos los días hasta la conclusión del sistema de cosas” (Mateo 28:19, 20).
La última vez que se reunió con sus once apóstoles fieles les prometió: “Recibirán poder cuando el espíritu santo llegue sobre ustedes, y serán testigos de mí [...] hasta la parte más distante de la tierra” (Hechos 1:8). A continuación comenzó a subir al cielo, y una nube fue ocultándolo de la vista de todos.
(Basado en el capítulo 28 de Mateo, el capítulo 16 de Marcos, el capítulo 24 de Lucas, los capítulos 20 y 21 de Juan y 1 Corintios 15:5, 6.)
a Hallará ejemplos de profecías mesiánicas cumplidas por Jesús en la sección 14, la sección 15 y la sección 16 de este folleto, así como en la sección “Jesucristo, el Mesías prometido” en el apéndice del libro ¿Qué enseña realmente la Biblia?
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Los apóstoles predican con valorLa Biblia y su mensaje
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SECCIÓN 22
Los apóstoles predican con valor
A pesar de la persecución, la congregación cristiana crece con rapidez
DIEZ días después de que Jesús subiera al cielo, durante la fiesta judía del Pentecostés, en el año 33, unos ciento veinte discípulos se reunieron en una casa en Jerusalén. De pronto, se oyó algo como una ráfaga de viento, y los discípulos empezaron a hablar en idiomas que no conocían. ¿Qué estaba pasando? Que Dios les había concedido su espíritu santo.
La ciudad estaba llena de visitantes de diferentes países que habían venido para celebrar la fiesta. Todos se quedaron pasmados al ver que los discípulos de Jesús podían comunicarse con ellos en su propia lengua. Para explicarles lo sucedido, Pedro les recordó que el profeta Joel había predicho que Dios derramaría su espíritu sobre sus siervos y les concedería habilidades especiales (Joel 2:28, 29). Estos dones milagrosos demostraban claramente que ahora era la congregación cristiana, y no la nación de Israel, quien contaba con la bendición divina. Por tanto, a partir de entonces, quienes desearan servir a Dios debían hacerse cristianos.
Sin embargo, los enemigos de Cristo empezaron a perseguir a los discípulos. Un día metieron a algunos en prisión, pero vino un ángel por la noche, los liberó y les dijo que siguieran predicando. En cuanto amaneció, entraron al templo y comenzaron a hablar sobre Jesús. Muy enojados, los líderes religiosos les ordenaron que dejaran de predicar. Pero los apóstoles les contestaron con valor: “Tenemos que obedecer a Dios como gobernante más bien que a los hombres” (Hechos 5:28, 29).
Lejos de darse por vencidos, los enemigos intensificaron sus ataques. Algunos judíos acusaron de blasfemia al discípulo Esteban y lo lapidaron. Entre los que presenciaron el asesinato estaba Saulo de Tarso, un joven que odiaba a los cristianos. Tras aquel episodio, se fue a Damasco con la intención de arrestar a todos los que encontrara. Pero mientras iba de camino, una luz celestial lo cegó. Entonces oyó una voz que le decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me estás persiguiendo?”. Confundido, preguntó: “¿Quién eres?”. Y la voz respondió: “Soy Jesús” (Hechos 9:3-5).
Tres días después, Jesús envió a un discípulo llamado Ananías para que le devolviera la vista. Saulo se bautizó y comenzó a predicar con entusiasmo. Con el tiempo, llegó a ser conocido como el apóstol Pablo, un incansable misionero cristiano.
Al principio, los discípulos solo predicaban el Reino de Dios a los judíos y a los samaritanos. Pero cierto día, un ángel se le apareció a Cornelio, un oficial del ejército romano que creía en el Dios verdadero, y le mandó llamar al apóstol Pedro. Este llegó en compañía de otros discípulos y le predicó al oficial y a los de su casa. Mientras el apóstol hablaba, aquellos creyentes recibieron el espíritu santo, y Pedro ordenó que fueran bautizados en el nombre de Jesús. A partir de ese momento, cualquier persona, sin importar su nacionalidad, tendría la oportunidad de recibir la vida eterna. En efecto, las buenas nuevas serían proclamadas a todas las naciones.
(Basado en Hechos 1:1–11:21.)
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La difusión de las buenas nuevasLa Biblia y su mensaje
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SECCIÓN 23
La difusión de las buenas nuevas
El apóstol Pablo viaja por tierra y mar predicando el mensaje del Reino
UNA vez que se hizo cristiano, Pablo comenzó a predicar con entusiasmo el Reino de Dios. Pero ahora sería él quien tendría que soportar implacable persecución. Este infatigable apóstol realizó largos viajes a fin de dar publicidad al gobierno que cumpliría el propósito original de Dios para la humanidad.
Durante su primer viaje, visitó Listra y curó a un hombre que había nacido cojo. La multitud que lo vio comenzó a gritar que el apóstol y su compañero, Bernabé, eran dioses. A duras penas lograron ellos impedir que les ofrecieran sacrificios. Sin embargo, la gente luego se dejó llevar por los enemigos de Pablo y terminó apedreándolo. Aunque lo dieron por muerto, el apóstol sobrevivió, y poco después volvió a la ciudad para animar a los discípulos.
Más adelante, algunos cristianos de origen judío insistieron en que los creyentes no judíos obedecieran ciertos preceptos de la Ley de Moisés. Para resolver la polémica, Pablo llevó la cuestión a los apóstoles y los ancianos de Jerusalén. Tras analizar bien las Escrituras y pedir la ayuda del espíritu santo, estos escribieron a las congregaciones y les ordenaron que evitaran la idolatría, que no comieran sangre ni carne sin desangrar y que no cometieran fornicación. Dichos mandatos eran “cosas necesarias”, pero no implicaban seguir la Ley mosaica (Hechos 15:28, 29).
En su segundo viaje, Pablo visitó Berea, una localidad situada en la actual Grecia. Los judíos que vivían allí aceptaron de buena gana el mensaje, si bien examinaban a diario las Escrituras para comprobar lo que aprendían. Poco después, Pablo tuvo que volver a huir de sus enemigos. Viajó hasta Atenas, donde compareció ante un grupo de ciudadanos cultos y pronunció un memorable discurso de forma muy elocuente y respetuosa.
Después de un tercer viaje misionero, Pablo se desplazó a Jerusalén. Cuando fue al templo, una chusma intentó asesinarlo. Pero los soldados romanos intervinieron y se llevaron a Pablo para interrogarlo. Como era ciudadano romano, se le permitió presentar su defensa ante el gobernador Félix. Los judíos nunca pudieron probar ninguno de los cargos que le imputaron. Aun así, Festo —el sucesor de Félix— estaba dispuesto a entregarlo en sus manos. Para evitarlo, el apóstol apeló a César, a lo que el gobernador respondió: “A César irás” (Hechos 25:11, 12).
El juicio se celebraría en Roma. Así que Pablo se embarcó rumbo a Italia, pero la nave naufragó, y tuvo que pasar el invierno en la isla de Malta. Cuando por fin llegó a Roma, vivió dos años en una casa alquilada. Aunque estaba bajo custodia, jamás perdió su entusiasmo y siguió predicando el Reino a todos los que lo visitaban.
(Basado en Hechos 11:22–28:31.)
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Las cartas de Pablo a las congregacionesLa Biblia y su mensaje
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SECCIÓN 24
Las cartas de Pablo a las congregaciones
Pablo envía cartas para fortalecer a los cristianos
LA RECIÉN formada congregación cristiana cumpliría un importante papel en el cumplimiento del propósito de Jehová. Pero sus miembros tuvieron que soportar persecución directa e incluso enfrentar peligros sutiles dentro de la congregación. ¿Cómo lograron mantenerse íntegros? Las veintiuna cartas de las Escrituras Griegas Cristianas les dieron el ánimo y los valiosos consejos que tanto necesitaban.
Pablo fue el autor de las catorce primeras, desde la carta a los Romanos hasta la carta a los Hebreos. Todas ellas llevan el nombre de su destinatario, ya fuera una persona o una congregación. Veamos algunos de los temas que trató el apóstol.
La moral y la conducta. Quienes cometan fornicación, adulterio u otros pecados graves y no se arrepientan “no heredarán el reino de Dios” (Gálatas 5:19-21; 1 Corintios 6:9-11). Los siervos de Jehová no deben permitir que los dividan las barreras nacionales (Romanos 2:11; Efesios 4:1-6). Han de ser generosos y ayudar a sus hermanos en la fe (2 Corintios 9:7). El apóstol los anima a abrirle el corazón a Jehová y les aconseja: “Oren incesantemente” (1 Tesalonicenses 5:17; 2 Tesalonicenses 3:1; Filipenses 4:6, 7). Pero para que Dios los escuche, tienen que orar con fe (Hebreos 11:6).
¿Qué consejos dio Pablo a las familias? Los esposos deben amar a sus esposas tanto como se aman a sí mismos. A su vez, ellas deben respetarlos de corazón. Además, Dios espera que los hijos obedezcan a sus padres, y que estos los eduquen con amor y en armonía con los principios bíblicos (Efesios 5:22–6:4; Colosenses 3:18-21).
El propósito de Dios. La Ley mosaica protegió y guió a los israelitas hasta la llegada del Mesías prometido, pero los cristianos ya no estaban obligados a obedecerla (Gálatas 3:24). En su carta a los Hebreos —cristianos de origen judío—, Pablo aclaró tanto el objetivo de la Ley como el papel de Cristo en el cumplimiento del propósito de Dios. Explicó que muchos aspectos de la Ley eran proféticos. Por ejemplo, los sacrificios de animales simbolizaban el futuro sacrificio de Jesús, con el cual se perdonarían nuestros pecados de una vez por todas (Hebreos 10:1-4). Por tanto, la muerte de Cristo hizo que el pacto de la Ley quedara obsoleto (Colosenses 2:13-17; Hebreos 8:13).
La organización de la congregación. Los hombres a quienes se les confían responsabilidades en la congregación tienen que satisfacer elevadas normas de conducta y cumplir con ciertos requisitos espirituales (1 Timoteo 3:1-10, 12, 13; Tito 1:5-9). Además, es de vital importancia que todos los siervos de Dios se reúnan con regularidad para recibir valiosa instrucción espiritual y animarse unos a otros (1 Corintios 14:26, 31; Hebreos 10:24, 25).
Cuando Pablo escribió la última de sus cartas —la segunda a Timoteo— se hallaba de nuevo en Roma, preso y a la espera de que comenzara su juicio. Solo unos cuantos cristianos valientes se arriesgaron a visitarlo. Como el apóstol sabía que se acercaba el fin de su vida, escribió: “He peleado la excelente pelea, he corrido la carrera hasta terminarla, he observado la fe” (2 Timoteo 4:7). Es probable que fuera ejecutado poco tiempo después. Sin embargo, sus cartas continuaron ayudando a los verdaderos cristianos a servir fielmente a Dios, y aún hoy lo siguen haciendo.
(Basado en Romanos, 1 Corintios, 2 Corintios, Gálatas, Efesios, Filipenses, Colosenses, 1 Tesalonicenses, 2 Tesalonicenses, 1 Timoteo, 2 Timoteo, Tito, Filemón y Hebreos.)
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Consejos sobre la fe, la conducta y el amorLa Biblia y su mensaje
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SECCIÓN 25
Consejos sobre la fe, la conducta y el amor
Santiago, Pedro, Juan y Judas escriben cartas para animar a los cristianos
SANTIAGO y Judas eran medio hermanos de Jesús, y Pedro y Juan eran apóstoles suyos. Entre los cuatro escribieron por inspiración divina siete cartas de las Escrituras Griegas Cristianas, cada una de las cuales lleva el nombre de su escritor. Su objetivo era ayudar a los cristianos a mantenerse fieles y no perder de vista el Reino de Dios.
Demostrar fe. No basta con afirmar que uno tiene fe; hay que demostrarlo con acciones. Como dice Santiago, “la fe sin obras está muerta” (Santiago 2:26). Quien afronta las pruebas con fe se vuelve más fuerte. Además, puede pedirle sabiduría a Dios, con la confianza de que se la dará. Si se mantiene fiel a Jehová, recibirá su aprobación (Santiago 1:2-6, 12). Dios siempre acude en ayuda de quien demuestra ser fiel e íntegro. Por eso, Santiago exhorta: “Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes” (Santiago 4:8).
Los cristianos han de fortalecer su fe para rechazar las tentaciones y las malas influencias. Judas, que vivía en un ambiente muy inmoral, los exhorta a que “luchen tenazmente por la fe” (Judas 3).
Mantener una conducta limpia. Jehová espera que sus siervos sean santos y limpios en todo sentido. Pedro escribe: “Háganse ustedes mismos santos [...] en toda su conducta, porque está escrito: ‘Tienen que ser santos, porque yo [Jehová] soy santo’” (1 Pedro 1:15, 16). Para ello pueden imitar el ejemplo de Cristo, quien, según el apóstol, les dejó un modelo “para que sigan sus pasos con sumo cuidado y atención” (1 Pedro 2:21). Aunque no siempre les resulte fácil obedecer las normas divinas, lo importante es que tengan “una buena conciencia” (1 Pedro 3:16, 17). Pedro recalca que es vital que mantengan una conducta limpia y demuestren con obras su devoción a Dios mientras esperan que llegue el Día del Juicio y el prometido nuevo mundo, donde “la justicia habrá de morar” (2 Pedro 3:11-13).
“Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes.” (Santiago 4:8)
Mostrar amor. “Dios es amor”, afirma Juan. Jehová demostró lo mucho que nos quiere al enviar a su Hijo para ofrecer su vida como “sacrificio [...] por nuestros pecados”. ¿A qué nos debe motivar esa expresión de amor? Juan explica: “Amados, si Dios nos amó así a nosotros, entonces nosotros mismos estamos obligados a amarnos unos a otros” (1 Juan 4:8-11). Una forma de amar a los hermanos en la fe es siendo hospitalarios con ellos (3 Juan 5-8).
¿Y cómo demuestran los cristianos que aman a Jehová? Juan da la respuesta: “Esto es lo que el amor de Dios significa: que observemos sus mandamientos; y, sin embargo, sus mandamientos no son gravosos” (1 Juan 5:3; 2 Juan 6). Quienes obedecen a Dios saben que pueden seguir disfrutando de Su amor “con vida eterna en mira” (Judas 21).
(Basado en Santiago, 1 Pedro, 2 Pedro, 1 Juan, 2 Juan, 3 Juan y Judas.)
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La Tierra vuelve a ser un paraísoLa Biblia y su mensaje
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SECCIÓN 26
La Tierra vuelve a ser un paraíso
Por medio del Reino mesiánico, Jehová limpia su nombre, acaba con la maldad y deja claro que él tiene derecho a gobernar
EL ÚLTIMO libro de la Biblia —Revelación, o Apocalipsis— le da esperanza a toda la humanidad. Escrito por el apóstol Juan, contiene varias visiones proféticas y alcanza su punto culminante con el cumplimiento del propósito de Jehová.
En la primera visión, el resucitado Jesús anima y corrige a varias congregaciones. En la siguiente se nos describe el trono de Dios en los cielos y vemos a seres espirituales alabando a Jehová.
Al acercarse el cumplimiento final del propósito de Dios, el Cordero (Jesucristo) recibe un rollo con siete sellos. Cuando abre los cuatro primeros, salen a escena cuatro jinetes. El primero es el propio Jesús, quien ha sido coronado Rey y va a lomos de un caballo blanco. Los otros tres montan caballos de diferentes colores, y simbolizan la guerra, el hambre y la peste, características de este mundo que pronto llegará a su fin. Al abrirse el séptimo sello se escuchan siete toques de trompeta, que aluden a la proclamación de varias sentencias divinas. Estas llevan a otras siete plagas, o manifestaciones de la cólera de Dios.
A continuación, Juan ve el nacimiento de un niño, lo cual representa la instauración del Reino de Dios en los cielos. Estalla una guerra, y Satanás y los demonios son expulsados del cielo y arrojados a la Tierra. Entonces se oye una voz fuerte que dice: “Ay de la tierra”. ¿Por qué? Porque el Diablo sabe que le queda poco tiempo y está furioso (Revelación 12:12).
Jesús vuelve a aparecer en los cielos en la forma de un cordero, y a su lado hay 144.000 personas elegidas que “reinarán con él”. Es en Revelación donde descubrimos que la parte secundaria de la descendencia está compuesta de 144.000 seres humanos (Revelación 14:1; 20:6).
Después, los gobernantes de la Tierra se reúnen para el Armagedón, o “la guerra del gran día de Dios el Todopoderoso”, y se enfrentan al jinete del caballo blanco, Jesús, y a su ejército celestial. ¿Cómo termina esta guerra? Los gobiernos son aniquilados y se encierra a Satanás. Jesús y los 144.000 reinan sobre la Tierra durante mil años, y al final de ese milenio, Satanás también es destruido (Revelación 16:14; 20:4).
¿Qué hará el Reinado Milenario de Cristo por los humanos obedientes? Juan escribe: “[Jehová] limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado” (Revelación 21:4). En efecto, ¡la Tierra vuelve a ser un paraíso!
De esta forma, el libro de Revelación termina de transmitir el mensaje de la Biblia: por medio del Reino mesiánico, Jehová limpiará su nombre y dejará establecido para siempre que el derecho a gobernar le pertenece solo a él.
(Basado en el libro de Revelación.)
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Eje cronológicoLa Biblia y su mensaje
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hacia 2 a.e.c. Nace Jesúsa
29 e.c. Bautismo de Jesús. Jesús empieza a predicar el Reino de Dios
31 e.c. Jesús elige a los doce apóstoles y pronuncia el Sermón del Monte
32 e.c. Jesús resucita a Lázaro
14 de nisán del 33 e.c. Jesús muere en el madero (El mes de nisán corresponde a parte de marzo y parte de abril)
16 de nisán del 33 e.c. Resurrección de Jesús
6 de siván del 33 e.c. Pentecostés; Dios derrama su espíritu santo (siván corresponde a parte de mayo y parte de junio)
36 e.c. Cornelio se convierte al cristianismo
hacia 47-48 e.c. Primer viaje misionero de Pablo
hacia 49-52 e.c. Segundo viaje misionero de Pablo
hacia 52-56 e.c. Tercer viaje misionero de Pablo
61 e.c. Preso en Roma, Pablo escribe cartas a las congregaciones
antes de 62 e.c. Santiago, el medio hermano de Jesús, escribe su carta
66 e.c. Rebelión judía contra Roma
70 e.c. Los romanos destruyen Jerusalén y su templo
hacia 96 e.c. Juan escribe el libro de Revelación
hacia 100 e.c. Muere Juan, el último apóstol
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