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ProfetaPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
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En el Pentecostés del año 33 E.C. tuvo lugar el predicho derramamiento del espíritu de Dios sobre los discípulos reunidos en Jerusalén, y les hizo ‘profetizar y ver visiones’. Esta actividad consistió en declarar las “cosas magníficas de Dios” y en la revelación inspirada de conocimiento acerca del Hijo de Dios y del significado que este conocimiento debería tener para sus oyentes. (Hch 2:11-40.) De nuevo habría de recordarse que el profetizar no significa solo o necesariamente predecir el futuro. El apóstol Pablo declaró que “el que profetiza edifica y anima y conforta a los hombres con su habla”, y habló del profetizar como una meta apropiada y especialmente deseable que todos los cristianos deberían esforzarse por alcanzar. Así como el hablar en lenguas extranjeras era una señal para los no creyentes, el profetizar lo era para los creyentes. Sin embargo, hasta el no creyente que asistiera a una reunión cristiana se beneficiaría de tal profetizar, pues sería censurado y examinado con cuidado de manera que los “secretos de su corazón [quedaran] manifiestos”. (1Co 14:1-6, 22-25.) Este hecho también indica que el profetizar cristiano no consiste principalmente en predecir, sino que a menudo tiene que ver con cuestiones cotidianas, aunque lo que se dice procede claramente de una fuente más allá de lo normal, pues es inspirado por Dios. Pablo dio consejo sobre la necesidad de que hubiese orden y autodominio al profetizar en la congregación, para que todos pudiesen aprender y ser animados. (1Co 14:29-33.)
Por supuesto, había ciertas personas que habían sido seleccionadas o dotadas especialmente para servir de profetas. (1Co 12:4-11, 27-29.) El propio Pablo tenía el don de profetizar; sin embargo, se le conoce principalmente como apóstol. (Compárese con Hch 20:22-25; 27:21-26, 31, 34; 1Co 13:2; 14:6.) Parece que los que fueron designados especialmente como profetas —por ejemplo: Ágabo, Judas y Silas— se destacaron como voceros de la congregación cristiana, y solo estaban por debajo de los apóstoles. (1Co 12:28; Ef 4:11.) Al igual que estos, los profetas no solo sirvieron en la zona en donde vivían, sino que también viajaron a diferentes lugares, dieron discursos y predijeron ciertos acontecimientos. (Hch 11:27, 28; 13:1; 15:22, 30-33; 21:10, 11.) Como en el pasado, algunas mujeres cristianas también recibieron el don de profetizar, aunque permanecían sujetas a la jefatura de los miembros varones de la congregación. (Hch 21:9; 1Co 11:3-5.)
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ProfetisaPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
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El don de profetizar era uno de los dones milagrosos del espíritu concedidos a la congregación cristiana recién formada. Ciertas mujeres cristianas, como las cuatro hijas vírgenes de Felipe, profetizaron bajo el impulso del espíritu santo de Dios (Hch 21:9; 1Co 12:4, 10) en cumplimiento de Joel 2:28, 29, donde se predijo que ‘sus hijos y sus hijas ciertamente profetizarían’. (Hch 2:14-18.) Sin embargo, ese don no eximía a la mujer de la responsabilidad de estar en sujeción a su esposo o a los varones de la congregación cristiana; cuando profetizaba, tenía que ponerse una cobertura sobre la cabeza en símbolo de dicha sujeción (1Co 11:3-6), y no podía ser maestra dentro de la congregación. (1Ti 2:11-15; 1Co 14:31-35.)
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