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La Navidad: ¿cuesta más de lo que a usted le parece?¡Despertad! 1993 | 22 de noviembre
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La Navidad: ¿cuesta más de lo que a usted le parece?
“MAMÁ, papá: ¿existe realmente Santa Claus?” Esa es la hora de la verdad que muchos padres temen. Con una mezcla de decepción y dolor en la mirada, Jimmy, de 7 años, ruega que le confirmen que el personaje fantástico que le llevó todos aquellos regalos tan bonitos de veras existe y que sus padres no le han mentido.
Por lo visto, fue el vecinito de al lado el que le reveló la desagradable verdad y colocó a estos padres en una situación tan difícil. ¿Recuerda usted haber vivido algo parecido en su infancia?
Actualmente, las celebraciones de días festivos son mucho más que simples observancias religiosas. Por ejemplo, las Navidades se han introducido en algunos lugares insospechados. Tanto budistas japoneses como animistas africanos, judíos estadounidenses y musulmanes de Singapur han dado la bienvenida al corpulento hombre vestido de rojo que entrega regalos. Cierto guía religioso preguntó: “¿No ha llegado a ser la Navidad una fiesta universal observada por todos?”.
A los ojos de muchos, la Navidad ha dejado de ser una fiesta occidental y “cristiana” para convertirse en una encantadora época de diversión y felicidad para todos. Los niños son el centro de la celebración. Hay quienes han llegado a decir incluso que la vida de un niño no está completa sin la mágica alegría de esta festividad. Parece ser que ha echado raíces. Los programas escolares giran en torno a la Navidad. La televisión la reviste de gloria. Los centros comerciales y los grandes almacenes le dan gran publicidad. Los padres invierten mucho tiempo y dinero en ella. Ahora bien, ¿pudiera ser que además de cargarse de pesadas deudas, su familia tuviera que pagar un precio mayor?
El mito de Santa Claus: ¿abuso de confianza?
“No creo que Dios exista”, dijo a su madre un niño de 7 años llamado John. Un artículo publicado en el periódico The World Herald explica por qué llegó el niño a esa conclusión: “Al parecer, John se había enterado aquel mismo día de que Santa Claus no era un ser real. Quizás tampoco lo era Dios, y eso fue lo que le dijo a su madre”. A sus 25 años, rememorando aquella desilusión, John comentó: “A mi modo de ver, el que los padres digan a sus hijos que Santa Claus es real probablemente sea un abuso de confianza”.
¿Cómo tratar esta delicada situación? Los pediatras no se ponen de acuerdo. Uno de ellos animó a los padres a decir la verdad a sus hijos a los 6 ó 7 años de edad, pues, según él, “si los padres persisten en perpetuar el mito, se puede perjudicar la psique de los niños”.
En el libro Why Kids Lie—How Parents Can Encourage Truthfulness (Por qué mienten los niños. Cómo pueden los padres fomentar la verdad), el Dr. Paul Ekman dice: “Todo parece indicar que ustedes los padres ejercen una gran influencia en sus hijos en lo que respecta a actitudes, creencias y comportamientos sociales, como son la mentira y el engaño”. Y añade: “Cuando se traiciona la confianza con una mentira, puede que las relaciones no vuelvan a ser las mismas. Es difícil recuperar la confianza después que se ha perdido; a veces no se logra nunca”. Si así es, ¿por qué perpetuar el engaño respecto a los regalos que se dan en estas fiestas?
Una investigadora del comportamiento infantil afirmó: “Creo que traumatiza más a los niños el que sus padres les mientan y engañen, que descubrir que Santa Claus no existe”. La Dra. Judith A. Boss, profesora de Filosofía, dice: “La intención de los adultos [...] es engañar deliberadamente a los niños en cuanto a la naturaleza de Santa Claus. [...] Al decirles que Santa Claus es un ser humano real, no estimulamos su imaginación, simplemente les mentimos”.
Si usted es padre o madre, tiene una inmensa tarea en sus manos: criar hijos cariñosos y felices en un mundo en el que desde tierna edad aprenden que no se puede confiar en la gente. “No hables con extraños.” “No creas todo lo que dicen los anuncios de televisión.” “Diles que mamá no está en casa.” ¿Cómo sabe un niño en quién confiar? El libro How to Help Your Child Grow Up (Cómo ayudar a su hijo a madurar) dice: “Los niños tienen que aprender cuanto antes la importancia y la belleza de la honradez, del valor y de las relaciones honorables con otros; y es en el hogar donde se originan estas cualidades”.
Por supuesto, no hay ninguna familia perfecta. Sin embargo, a fin de identificar las características de las familias fuertes, la autora Dolores Curran pidió a 551 especialistas en temas familiares que aislaran las cualidades más importantes. Los resultados de su investigación, publicados en el libro Traits of a Healthy Family (Características de una familia sana), analizan las quince cualidades principales aisladas por los expertos. La número 4 es “un sentido de confianza”. “En la familia saludable —dice— se reconoce que la confianza es una posesión preciosa, que se desarrolla con esmero y se va cultivando a medida que tanto los hijos como los padres avanzan juntos por las diversas etapas de la vida familiar.”
Los padres hacen bien en preguntarse: “¿merece la pena perpetuar el mito de Santa Claus a costa de perder la confianza que mi hijo tiene en mí?”. Es difícil recuperar la confianza. ¿Hay algún otro precio oculto que pagar por la Navidad?
¿Demasiados regalos?
“Dé al niño todo lo que él quiera desde pequeño. De esta manera crecerá creyendo que el mundo tiene la obligación de mantenerlo”, dice el folleto 12 Rules for Raising Delinquent Children (Doce reglas para criar hijos delincuentes). Conceder demasiada importancia a las cosas materiales puede ser realmente perjudicial.
La escritora Maureen Orth, que también es madre, pregunta: “¿Cómo inculcamos [en nuestros hijos] valores y carácter en un mundo materialista como el nuestro, donde parece que el consumo y la avidez se colocan en un pedestal, a menudo inconscientemente?”. En el artículo “El don de no dar”, la escritora se lamenta: “Nuestro hijo, ‘el rey de la casa’, cree que los regalos son algo cotidiano, como recibir el correo”. ¿Es este el verdadero mensaje de la Navidad?
¿Qué hay de las familias que simplemente no pueden permitirse el lujo de comprar los costosos regalos que los anunciantes presentan como imprescindibles en Navidad? ¿Cómo se sienten esos niños cuando oyen que Santa Claus solo lleva regalos a los que son buenos? ¿Y los niños de hogares rotos, a los que en la época festiva se les hace tener conciencia, dolorosamente, de la brecha que existe en la familia?
“Por lo general, el momento culminante de la reunión familiar es la apertura de los regalos —dice el periódico The New York Times—. La importancia que se da a estos hace pensar a los niños que ese es el único propósito de la reunión, y prepara el terreno para que se sientan desilusionados.”
El amor es una motivación al bien mucho más satisfaciente. Glenn Austin, autor de Love and Power: Parent and Child (Amor y poder: padres e hijos), dice: “En una familia armoniosa, en la que los hijos aman y respetan a sus padres, los niños posiblemente se comportarán con corrección para complacerlos a ellos”. Los testigos de Jehová procuran crear ese ambiente cariñoso en la familia. Además, a sus hijos se les cría de forma que conozcan y amen a Jehová, el Dios al que sirven. ¡Qué fuerza motivadora tan poderosa es esta para que se comporten bien! No necesitan la coacción de un personaje mítico para que hagan cosas buenas.
Los testigos de Jehová quieren mucho a sus hijos y los consideran una dádiva de Dios. (Salmo 127:3.) Por eso, en lugar de esperar que el calendario dicte cuándo hacerles regalos, encuentran momentos apropiados para ello durante todo el año. En esas ocasiones, resulta difícil decir quiénes están más emocionados, si los sorprendidos niños o sus satisfechos padres. El niño sabe quién le hace el regalo. Además, a los padres Testigos se les anima a regalar con frecuencia a sus hijos algo muy importante: su propio tiempo. Cuando una niña se siente triste o sola, ¿qué la animará más: una habitación llena de muñecas, o unos momentos acurrucada en los brazos de mamá escuchándola contar historias de cuando era pequeña? ¿Cómo aprende mejor un muchachito a ser un hombre: con un armario lleno de todo tipo de artículos relacionados con el béisbol, o teniendo charlas agradables con su padre mientras pasean juntos?
Cultivar esa intimidad puede salvar la vida. Los investigadores del comportamiento infantil han descubierto que cuando la proverbial brecha entre generaciones se empieza a abrir ante un joven, aumenta la influencia de sus compañeros. El mal comportamiento de los jóvenes está muy relacionado con el deterioro de su actitud con respecto a los adultos. “Pero los que siguieron viendo de manera favorable a sus padres y a los adultos en general no participaron en la mala conducta de otros jóvenes.”
A veces se ha criticado a los testigos de Jehová por no participar con sus familiares en la diversión de los días de fiesta. Puede parecer que a sus hijos se les priva de unos momentos de diversión especiales. Pero estos padres e hijos sinceros tienen firmes razones bíblicas para abstenerse de participar. (Véanse las páginas 11 a 14) Y los jóvenes adquieren una fortaleza moral capaz de soportar el peso de la presión de sus compañeros, presión esta que consigue doblegar la voluntad de otros jóvenes. La creciente oleada de iniquidad está erosionando la moralidad. Relaciones sexuales inmorales, drogas, violencia, consumo excesivo de alcohol, sectas, abusos deshonestos de menores..., sí, son muchos los peligros que amenazan la vulnerabilidad de los jóvenes.
¿Cómo pueden los padres proteger a un joven de estos constantes peligros? Los hijos de los Testigos reciben desde la infancia instrucción coherente para apoyarse en las firmes leyes morales de la Biblia. Sus amorosos padres les ayudan a entender el punto de vista de Dios, no solo acerca de las festividades, sino también de todos los aspectos de la vida. La obediencia a su Dios emana del amor y el respeto que sienten por él, aunque eso implique ser diferente. Imagínese la preparación que esto les da para llegar a ser jóvenes adultos de provecho. Si un niño es capaz de sentarse en una clase llena de condiscípulos que participan en actividades que parecen divertidas y defender lo que cree que está bien, cuánto más podrá resistir después la tentación de otras cosas que quizás parezcan divertidas, como las drogas, las relaciones sexuales premaritales y demás tentaciones perjudiciales. Los hijos de los testigos de Jehová pueden adquirir el carácter moral del que muchos otros niños se ven privados.
“Muchos de los niños que he examinado carecen de fe —comenta el Dr. Robert Coles, investigador de Harvard—. Han perdido todo, excepto el interés en sí mismos, y este se va intensificando por la crianza que reciben.”
Cierto pediatra describió así a una familia diferente: “Ellos quieren que sus hijos se interesen en otros y den un poco de sí mismos. [...] Viven una vida más sencilla [...], pero tienen algo más. A falta de una palabra mejor, yo lo llamaría ‘contentamiento’”.
Dolores Curran dice que un factor básico para alcanzar la felicidad es realizar servicios valiosos en favor de otros. “En nuestra nación [Estados Unidos], el objetivo principal de algunas familias —yo diría, más bien, de la mayoría— es triunfar y darse la buena vida.” Sin embargo, “las familias que dan por sentado que sus miembros pueden interesarse y se interesan en otros, se convierten en familias sanas que valoran el servicio a los demás. [...] Cuando los hijos de estas familias crecen, tienden a ser personas bastante afectuosas y responsables como resultado de las vivencias familiares”. La Sra. Curran ha observado que los padres que tienen éxito “vuelven a conceder importancia al hecho de buscar la felicidad en la gente y a dar, más bien que a comprar, percibir y consumir”.
Un destacado experto en la temática del dar a otros lo expresó de esta otra forma: “Hay más felicidad en dar que en recibir”. (Hechos 20:35.) Las familias de Testigos son prueba viviente de la veracidad de estas palabras de Cristo Jesús. Sus vidas giran en torno al ministerio cristiano, igual que la de él. Algunos quizás piensen que a los Testigos jóvenes se les explota y se les obliga a acompañar a sus padres de casa en casa. Muy al contrario; el ejemplo de sus padres les enseña a mostrar amor al prójimo transmitiendo a sus vecinos las buenas nuevas del Reino de Dios. (Mateo 24:14.)
‘¿No es represivo para los niños?’
Pero ¿no es represivo para un niño someterlo a una estricta crianza religiosa? ¿No es mejor dejar que escojan la religión por sí mismos cuando sean adultos? Esa es precisamente la tercera regla para criar hijos delincuentes mencionada en el folleto 12 Rules for Raising Delinquent Children: “Nunca le dé ningún tipo de instrucción espiritual. Espere a que cumpla los 21 años y deje que entonces ‘decida por sí mismo’”.
Sin embargo, el sentido moral básico de un niño, según el Dr. Coles, empieza a aparecer a partir de los 3 años de edad. “En el interior del niño se desarrolla un sentido moral. He llegado a creer que este proviene de Dios, que se anhela un orden moral.” Este es el momento decisivo de la vida para inculcar los verdaderos valores morales. Es el momento para, entre otras cosas, enseñar mediante el ejemplo el valor de la verdad en contraste con la mentira. La Biblia subraya la importancia de educar a los hijos desde pequeños: “Entrena al muchacho conforme al camino para él; aun cuando se haga viejo no se desviará de él”. (Proverbios 22:6.)
La autora Dolores Curran comenta: “No se puede esperar que los niños de hoy sean morales sin ayuda. [...] Las opiniones recogidas en mi sondeo indican que cuanto más sana es la familia, más agudizado está su sentido del bien y del mal”.
Un asistente social que respondió al sondeo de Dolores Curran dijo: “La fe religiosa da a las familias una solidez ineludible”. Según la Sra. Curran, para la familia que comparte la misma base religiosa, “la fe en Dios desempeña un papel fundamental en la vida familiar cotidiana. Una base religiosa fortalece los pilares de la familia. Los padres sienten la gran responsabilidad de transmitir la fe, pero lo hacen de manera positiva y significativa”.
Ayude a sus hijos a amar a Dios
Muestre a los niños los regalos de Dios que tanto gozo les producen. Tiéndase con ellos en la hierba y examinen juntos esas diminutas flores de diseño tan complejo. Observen juntos a la mariquita que sale de esa jungla herbosa y se sube al extremo de una brizna de hierba, para abrir allí sus brillantes élitros rojos con puntitos negros, desplegar sus pequeñas alas y echar a volar. Vivan la magnífica experiencia de que una mariposa de un vivo color amarillo se les pose de pronto sobre la mano, y se ponga a subir y bajar sus hermosas alas para descansar un poco y absorber el calor del Sol. Gírense luego boca arriba, y vean moverse las esponjosas nubes blancas e ir cambiando de forma: primero un barco, luego un caballo y después un palacio. Mientras tanto, indique continuamente a sus hijos que es Dios, nuestro Creador, quien nos hace esos regalos que tanto nos gustan.
Dios nos hace otros muchos regalos también: el gatito que retoza con una hoja y nos hace reír tanto, o ese perrito que parece una bola y nos “ataca” sacudiendo la cabeza de un lado a otro y gruñendo ferozmente mientras nos tira de la manga, pero sin dejar de mover la colita en señal de amistad; o el placer de jugar donde rompen las olas, de ir de excursión por las montañas o de contemplar admirados una noche llena de brillantes luces que centellean allá arriba, a lo lejos. Saber que estos y otros muchísimos regalos proceden de Aquel que nos dio la vida, poder agradecérselos y sentir la satisfacción interior de conocerle nos produce contentamiento y pone de manifiesto el amor profundo y el aprecio que le tenemos.
Y finalmente está el entorno familiar, con los abrazos y besos de papá y mamá que tanto ayudan a los hijos a sentir diariamente la cálida sensación de seguridad y gratitud. Ayúdeles a seguir mostrando fe en Jehová, a la vez que rechazan una mentira aún peor que la del Santa Claus vestido de rojo, a saber, la de que todos estos encantadores regalos de Dios aparecieron sin más, que simplemente evolucionaron. Esa es una falsedad que se enseña sin prueba científica, sin haberse demostrado mediante el método científico y que solo se mantiene en pie gracias a un dogmatismo que se repite una y otra vez para abrumar la mente de los jóvenes.a
Ore frecuentemente con sus hijos al mayor de los Dadores: a la hora de las comidas, al leer su Palabra y al finalizar el día. Críe hijos agradecidos, y ese sentido de gratitud endulzará toda experiencia que tengan en la vida. Cuando crezcan, serán dadores felices a imitación del Dios verdadero y de los padres que tanto aman. Serán felices, no solo durante ciertos días señalados en el calendario, sino en todos esos momentos espontáneos de verdadera alegría que hay en la vida. “¡Feliz es el pueblo cuyo Dios es Jehová!” (Salmo 144:15.)
[Nota a pie de página]
a Véase el libro La vida... ¿cómo se presentó aquí? ¿Por evolución, o por creación?, publicado por Watchtower Bible and Tract Society of New York, Inc.
[Fotografía en la página 7]
Uno de los mejores regalos que puede dar a sus hijos es su tiempo
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“No nos perdemos nada”¡Despertad! 1993 | 22 de noviembre
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“No nos perdemos nada”
Tanto profesores como otras personas han dicho que los hijos de los testigos de Jehová se están perdiendo algo porque se les priva de la alegría que producen las celebraciones escolares de la Navidad, la Pascua Florida y el Halloween (víspera del día de Todos los Santos). Pues bien, a continuación se encuentra una pequeña muestra de lo que algunos niños testigos de Jehová han escrito explicando las razones por las que ellos, personalmente, rehúsan participar en la celebración de estos días de fiesta.
“AUNQUE expliqué a mis condiscípulos por qué no celebraba estas cosas, seguían pensando que me estaba perdiendo algo. Pero no era así. Ellos siempre tenían que esperar sus Navidades o alguna otra festividad para que les dieran regalos, mientras que yo recibía regalos y asistía a fiestas todo el año. Yo sé que tengo el cariño, no solo de mi familia, sino también de la congregación y de Jehová, y eso tiene mucho más valor para mí que cualquier festividad.”—Becky, 13 años.
“Sé que todas las festividades tienen un origen malo. Jesús no nació en Navidad. Mi familia no tiene que hacer nada para compensar esos días de fiesta. Ellos siempre están ahí cuando los necesito. Aprecio más eso que cualquier regalo que jamás pudieran hacerme.”—Josh, 15 años.
“Navidad: No me estoy perdiendo nada porque de todas formas no es una festividad realmente cristiana. Prefiero saber que fueron mis padres los que me hicieron cierto regalo y no un misterioso personaje llamado Santa Claus. Pascua Florida: Es más difícil en el caso de la Pascua Florida, porque la gente dice que está relacionada con ‘Jesús y la resurrección’ o que solo se trata de ‘buscar huevos de Pascua escondidos’. Pero, ¿qué tienen en común los huevos y Jesús? Hasta el nombre Easter [término inglés para “Pascua Florida”] viene de una diosa antigua. ‘Halloween’: La idea fundamental del Halloween no me atrae en absoluto. Fantasmas y brujas, ¡horrible!”—Katie, 10 años.
“Como joven, nunca me he sentido amargado por perderme las celebraciones de festividades mundanas. Mis padres jamás me han dicho: ‘No puedes hacer esto o aquello porque eres testigo de Jehová’, sino que me han ayudado a familiarizarme con la Biblia y con las opiniones de Jehová respecto a estas festividades. En cuanto a los regalos, en casa acostumbramos a hacerlos durante todo el año.”—Ryan, 17 años.
“Todas las festividades celebran algo falso y giran en torno a cosas falsas. La mayoría de los niños que conozco las celebran por las golosinas o los regalos. Yo tengo algo mejor que eso: la maravillosa organización de los testigos de Jehová. En lugar de durar un día, como es el caso de las festividades, la Palabra de Jehová Dios contiene un mensaje feliz que dura para siempre.”—Brooke, 14 años.
“Razones por las que no echo de menos los días de fiesta: 1) La Biblia dice que son malos. 2) A mí me dan lo mismo. 3) Mi mamá y mi papá me hacen regalos.”—Brandi, 6 años.
“No siento que me pierda nada. A mí no me afecta. Recibo regalos, hacemos juegos y tenemos fiestas. Recibo muchas cosas sin tener que celebrar festividades. Quiero seguir siendo Testigo en todo lo que haga y nada puede hacerme cambiar.”—Brianne, 9 años.
“Voy a empezar el quinto curso y no me pesa admitir que soy testigo de Jehová. Una vez un niño me dijo que debía sentirme mal porque no recibía ningún regalo en Navidad, pero yo le respondí que me dan regalos todo el año. Entonces me dijo que tengo suerte. Opino que ningún testigo de Jehová debería lamentarse de serlo.”—Jeff, 10 años.
“Mi hermana y yo convertimos la celebración del aniversario de bodas de nuestros padres en nuestro propio día de fiesta familiar. Pensar en los regalos, las tarjetas de felicitación y otros detalles, así como ayudar a mis padres a planear qué cosas hacer para sorprenderse el uno al otro, me hizo mucho más feliz de lo que jamás me había hecho recibir regalos de otros. Dar es mejor que recibir.”—Rachel, 16 años.
“Cuando era más pequeño, me costaba no celebrar algunas festividades, pero tiempo después me di cuenta de que pueden ser causa de avidez, discusiones y tristeza. Cuando existen ocasiones fijas para dar, nunca se te sorprende con un regalo. Prefiero recibir regalos especiales en cualquier época del año. Celebrar o no una festividad tan solo es una parte pequeña de una decisión mucho más importante: si voy a dedicar mi vida al servicio de Jehová o no. Cuando lo miro desde este ángulo, la decisión correcta está clara.”—Ben, 13 años.
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“No nos perdemos nada”¡Despertad! 1993 | 22 de noviembre
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“Cuando se aproxima la Navidad, estar en la escuela puede ser muy deprimente y hacer que nos sintamos excluidos. Sin embargo, me di cuenta de que celebrar la Navidad no resuelve los problemas ni une a la familia ni nos hace felices. Eso solo se consigue viviendo en conformidad con las normas de la Biblia.”—Joe, 15 años.
“En lugar de la Navidad o cualquier otro día de fiesta, nosotros tenemos el ‘gran día de los juguetes’. Nos dan una cantidad de dinero para que la gastemos en lo que queramos. Un año pronuncié un discurso ante mi clase acerca de mi religión. En lugar de seguir la senda del mundo, tracé mi propia senda para asistir a las reuniones, salir al servicio del campo y hacer de la oración una parte de mi vida. Voy a bautizarme en la próxima asamblea.”—George, 11 años.
“Me encanta que me hagan regalos, y los recibo durante todo el año. En cuanto a las fiestas, no me pierdo gran cosa. Hago feliz a Jehová al ponerme de parte de la verdad. Resulta divertido ver a algunos de mis compañeros de clase que no son cristianos —que son hindúes, judíos o de otra religión— celebrar la Navidad y recibir regalos sin tener ni idea de lo que trata tal festividad.”—Julia, 12 años.
“Cuando me perdía las festividades de la escuela, no lo lamentaba. Los niños hacen muchas cosas raras, como disfrazarse en el Halloween. No lo echo de menos en absoluto. Les explico que mis padres me compran cosas durante todo el año. Ellos me hablan de su iglesia y de lo aburrido que es, y yo les cuento acerca de las reuniones [especiales] que celebramos en el parque, y a veces les da envidia. Pero yo no los envidio a ellos. En resumen, opino que solo hay que hacer amistad con los que respetan tus creencias y no permitir nunca que un estudiante o un profesor te obligue a hacer algo que esté en contra de la voluntad de Jehová.”—Justin, 12 años.
“¿Que si me estoy perdiendo algo? No, porque nosotros tenemos otras fiestas, y cuando la gente celebra la Navidad, los niños casi no piensan más que en Santa Claus, o cuando es Pascua Florida, piensan en el conejito de Pascua, pero yo sé que todo eso viene de religiones paganas. Me gusta el servicio del campo porque me ayuda a concentrarme en la verdad.”—Sharon, 8 años.
“Puedo decir honradamente que nunca me he sentido incómoda por ser testigo de Jehová. Mi familia y yo nos divertimos mucho. Cuando se celebra alguna fiesta en la escuela, mamá me lleva a algún sitio para comer. Mis padres llevan golosinas a la escuela sin ninguna razón especial y todos los niños ven que nos lo pasamos bien. Estoy muy unida a mis padres, y cuando los niños me preguntan por qué no celebro los días de fiesta, les digo que yo celebro todos los días. ¿Cómo puede un Testigo sentirse excluido?”—Megan, 13 años.
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“No nos perdemos nada”¡Despertad! 1993 | 22 de noviembre
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“Yo no tengo que esperar un día especial para recibir regalos. Papá y mamá me compran siempre muchos juguetes. El Halloween es la adoración de los espíritus de los muertos. No está bien. Al único Dios al que debemos adorar es Jehová.”—Nicholas, 6 años.
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Qué hay detrás de la Navidad, la Pascua Florida y el Halloween¡Despertad! 1993 | 22 de noviembre
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Qué hay detrás de la Navidad, la Pascua Florida y el Halloween
LA BIBLIA indica que Jesús tenía 33 años y medio cuando lo fijaron en un madero a principios de la primavera del año 33 E.C., en la época de la Pascua judía. Si contamos hacia atrás, llegamos a la conclusión de que Jesús nació a principios del otoño.
La fiesta pagana de las saturnales romanas, con las que se conmemoraba el cumpleaños del Sol invicto, se celebraba unos tres meses después. ¿Cómo fue que se pospuso al 25 de diciembre la conmemoración del nacimiento de Jesús para que coincidiera blasfemamente con la celebración pagana del cumpleaños del Sol?
Como los días de diciembre son cada vez más cortos, inspiraban un miedo supersticioso en los adoradores del Sol, que temían que su dios se estuviese muriendo. Quemaban velas y encendían hogueras para ayudar a revivir a la deidad enferma. Y creían conseguirlo, pues tras el solsticio de invierno, el 21 de diciembre, el dios-sol parecía recuperar su fuerza y los días se hacían más largos.
“El mes de diciembre era el más importante para las celebraciones paganas, y el 25 de diciembre constituía el punto culminante de los jolgorios invernales —explica el tabloide Church Christmas Tab—. Hay quienes creen que el obispo de Roma escogió el 25 de diciembre como la fecha del nacimiento de Cristo para ‘santificar’ las festividades paganas. El resultado fue una extraña mezcla de fiestas paganas y cristianas que el mundo ahora denomina Navidad.” El mismo artículo admite: “La palabra ‘Navidad’ no aparece en la Biblia. Las Escrituras no conservan mandato alguno de que deba celebrarse el nacimiento de Jesús”.
No sorprende que el teólogo Tertuliano se quejara: “Nosotros, que desconocemos los sábados, los novilunios y las fiestas, en otro tiempo aceptables a Dios, ahora frecuentamos las saturnales [y otras fiestas paganas], llevamos regalos de un lado a otro [...] y participamos en deportes y banquetes con alboroto”.
El papa Gregorio I siguió esta misma tendencia profana. Según la revista Natural History, “en vez de tratar de eliminar las costumbres y creencias del pueblo, sus instrucciones fueron: utilizadlas. Si cierta comunidad adora un árbol, consagradlo a Cristo en vez de cortarlo y dejad que sigan adorándolo”.
La verdad y la falsedad no se mezclan
¿Contaba con la aprobación divina esta actitud transigente? Fíjese en la advertencia que Dios dio a su pueblo cuando estaba a punto de entrar en la pagana tierra de Canaán: “Cuídate [...] por temor de que inquieras respecto a sus dioses, diciendo: ‘¿Cómo acostumbraban estas naciones servir a sus dioses? Y yo, sí, yo, ciertamente haré de la misma manera’. No debes hacerle de esa manera a Jehová tu Dios, porque toda cosa detestable a Jehová, que él de veras odia, la han hecho ellas a sus dioses”. (Deuteronomio 12:30, 31.) En las Escrituras Griegas Cristianas se repite la misma advertencia: “No lleguen a estar unidos bajo yugo desigual con los incrédulos. Porque, ¿qué consorcio tienen la justicia y el desafuero? ¿O qué participación tiene la luz con la oscuridad? Además, ¿qué armonía hay entre Cristo y Belial [nota al pie de la página: Satanás]? ¿O qué porción tiene una persona fiel con un incrédulo?”. (2 Corintios 6:14, 15.)
¿Qué le resulta a Dios tan ofensivo de estos dioses falsos y la adoración que se les tributa? Saturno era el dios-sol romano, al que se honraba con las saturnales. ¿Merecía tal honra? Simon Schama, profesor de Historia de la Universidad de Harvard, dice que era “símbolo de la inmoderación en el comer y el beber y de todo otro exceso orgiástico”. La revista Lear’s define esta fiesta como “la orgía de vino más famosa del mundo antiguo”.
El culto al dios-sol Mitra se extendió por toda Asia. Según el antropólogo Gabriel Seabrook, Mitra era “un dios guerrero que lanzaba flechas asesinas y enfermedades incurables contra sus enemigos en el campo de batalla”.
La adoración al Sol que rendían los aztecas era sumamente sangrienta. La revista Natural History explica que “a menos que se sacrificaran víctimas a los dioses solares, toda vida —incluida la de los dioses— moriría”.
Tras repasar los orígenes de esta celebración (véase el recuadro de abajo), quizás no le sorprenda que las brujas y los satanistas todavía veneren el 25 de diciembre. El periódico San Francisco Chronicle del 21 de diciembre de 1991 cita las siguientes palabras de una bruja que es además una popular escritora pagana: “Es una de nuestras fiestas más agotadoras. Estamos en pie toda la noche”. Otra mujer, perteneciente al grupo “Pacto de la Diosa”, dijo: “Escenificamos nuestro ritual [...]. Miembros de nuestro clero realizan una interpretación dramática del nacimiento del niño solar”.
¿Aceptarán Dios o su Hijo ese tipo de honra, en la que se refleja la adoración de dioses falsos?
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Qué hay detrás de la Navidad, la Pascua Florida y el Halloween¡Despertad! 1993 | 22 de noviembre
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[Recuadro/Ilustraciones en la página 12]
Los símbolos navideños
El árbol de Navidad “tiene muy poco que ver con la celebración cristiana y mucho que ver con la pertinaz supervivencia milenaria de los ritos paganos de la luz invernal y el renacimiento”. (The Boston Herald.) “Los árboles con chucherías colgadas de sus ramas han formado parte de las fiestas paganas por siglos.” (Church Christmas Tab.)
Los celtas empleaban el acebo “para asegurar la buena conducta de los duendes domésticos en la época del solsticio de invierno. [...] Podía alejar el mal, ayudar en la adivinación de los sueños y defender la casa de los rayos”. (Beautiful British Columbia.)
El muérdago “lo usaban los druidas en Inglaterra durante sus extraños ritos religiosos relacionados con poderes demoníacos y ocultos”. (Church Christmas Tab.)
El 25 de diciembre era el día en que “los practicantes del mitraísmo celebraban el nacimiento de Mitra. [...] No hay absolutamente ningún fundamento bíblico para considerar que el 25 de diciembre sea el día de la Natividad”.—Isaac Asimov.
La costumbre de hacer regalos era característica de las saturnales. “En estas fiestas se esperaba que uno hiciera regalos a todos sus amigos.” (Ancient Italy and Modern Religion [La Italia antigua y la religión moderna].)
La estrella “encima del árbol se adoraba en Oriente como símbolo de pureza, bondad y paz cinco mil años antes del nacimiento de Cristo”. (United Church Herald.)
Las velas “no proceden [...] del santuario cristiano. Las tomamos de un altar mucho más antiguo: el [tronco] de roble de los druidas”. (United Church Herald.)
La figura de Santa Claus se robó “de la antigua mitología germánica: ‘Thor era un hombre mayor, jovial y amigable, de complexión fuerte y con una larga barba blanca. Conducía un carro y se decía que vivía en la Tierra del Norte [...]. Su elemento característico era el fuego, y su color, el rojo. El hogar de las casas estaba consagrado a él, y se decía que descendía hasta dicho sitio por la chimenea’”. (United Church Herald.)
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