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  • La Navidad, ¿festividad religiosa, o mundana?
    La Atalaya 1997 | 15 de diciembre
    • La Navidad, ¿festividad religiosa, o mundana?

      EN LA China se le llama el Anciano Navidad. En Europa se le conoce como Papá Noel. Los rusos le dicen Abuelo Escarcha, y en Estados Unidos se le denomina Santa Claus.

      Para muchos, este jovial anciano de barriga abultada y barba blanca es la misma personificación de la Navidad. Pero también es de dominio público que Santa Claus es un mito fundado en la historia tradicional de un obispo de Mira (en la actual Turquía) del siglo IV.

      Las costumbres y tradiciones siempre han ejercido una gran influencia en las celebraciones, y la Navidad no ha sido la excepción. El mito de Santa Claus es solo uno de los ejemplos que podrían citarse de la estrecha conexión entre las leyendas y las festividades populares. Aunque algunas personas sostienen que las costumbres navideñas tienen su origen en sucesos recogidos en la Biblia, la verdad es que la mayoría de ellas provienen de fuentes paganas.

      Otro ejemplo puede verse en el árbol de Navidad. The New Encyclopædia Britannica dice: “La adoración de los árboles, que era común entre los europeos paganos, perduró después de la conversión de estos al cristianismo en las costumbres escandinavas de adornar la casa y el granero con plantas de hoja perenne en Año Nuevo para ahuyentar al diablo, y de poner un árbol para las aves durante la época de la Navidad”.

      Otra costumbre navideña que goza de popularidad es la de confeccionar coronas de acebo o de otras plantas de hoja perenne. Esta también guarda una estrecha relación con la religión pagana. Los romanos de la antigüedad adornaban los templos con ramas de acebo durante las saturnales, una festividad invernal de siete días dedicada a Saturno, el dios de la agricultura. Esta festividad pagana se caracterizaba particularmente por su jolgorio y libertinaje desenfrenados.

      Quizás algunas personas opinen que besarse bajo una rama de muérdago (véase la ilustración) resulta romántico, pero las raíces de esta costumbre navideña se remontan a la Edad Media. Los druidas de la antigua Inglaterra creían que el muérdago poseía poderes mágicos y, por ello, lo empleaban a fin de protegerse de los demonios, los hechizos y otros males. Con el tiempo, surgió la superstición de que besarse bajo el muérdago conducía al matrimonio, y durante la temporada de la Navidad algunas personas aún siguen esta costumbre.

      Los anteriores son solo unos cuantos ejemplos de las tradiciones navideñas modernas en las que han influido las enseñanzas paganas, o que se han derivado directamente de ellas. Sin embargo, quizás se pregunte por qué se produjeron estas influencias. ¿Cómo llegó a caracterizarse por tantas costumbres no cristianas una festividad que se alega que honra el nacimiento de Cristo? Y más importante aún, ¿cómo considera Dios este asunto?

  • Las raíces de la Navidad moderna
    La Atalaya 1997 | 15 de diciembre
    • Las raíces de la Navidad moderna

      PARA millones de personas de todo el mundo, la temporada navideña es una época de mucha alegría, caracterizada por las comidas opíparas, las costumbres de larga tradición y la unidad familiar, además de los intercambios de tarjetas y de regalos entre amigos y parientes.

      Sin embargo, hace tan solo ciento cincuenta años, la Navidad era una festividad muy diferente. En su libro The Battle for Christmas (La batalla en pro de la Navidad), Stephen Nissenbaum, profesor de Historia, escribe: “Durante la temporada navideña [...] la gente bebía en exceso, se olvidaba temporalmente de las normas del comportamiento en público y se daba al jolgorio desenfrenado, a una especie de carnaval en diciembre”.

      A las personas que consideran sacrosanta la Navidad podría perturbarles esa información. ¿Por qué profanaría alguien una festividad con la que se pretende conmemorar el nacimiento del Hijo de Dios? Quizás le sorprenda la respuesta.

      Fundamento defectuoso

      Desde sus inicios en el siglo IV E.C., la Navidad ha sido objeto de polémica. Por ejemplo, surgió la cuestión de la fecha del nacimiento de Jesús. Puesto que la Biblia no especifica ni el día ni el mes en que nació Cristo, se han propuesto diversas fechas. En el siglo III, un grupo de teólogos egipcios lo fijó para el 20 de mayo, mientras que otros se inclinaban por fechas anteriores, como el 28 de marzo, el 2 de abril o el 19 de abril. Para el siglo XVIII, se habían propuesto todos los meses del año para el nacimiento de Jesús. Pues bien, ¿cómo se escogió por fin el 25 de diciembre?

      La mayoría de los eruditos concuerdan en que la Iglesia Católica fijó el 25 de diciembre como la fecha del nacimiento de Jesús. ¿Por qué? Dice The New Encyclopædia Britannica: “Con toda probabilidad se debe a que los cristianos primitivos deseaban que la fecha coincidiera con la festividad romana pagana que honraba el ‘nacimiento del sol invicto’”. Pero ¿por qué cederían de pronto los cristianos ante los paganos, después de haber sido objeto de la brutal persecución de estos durante dos siglos y medio?

      Se introduce la corrupción

      En el siglo primero, el apóstol Pablo advirtió a Timoteo que “hombres inicuos e impostores” se introducirían furtivamente en la congregación cristiana y extraviarían a muchos. (2 Timoteo 3:13.) Esta gran apostasía comenzó después de la muerte de los apóstoles. (Hechos 20:29, 30.) En el siglo IV, después de la supuesta conversión de Constantino, una gran cantidad de paganos adoptaron la forma de cristianismo que existía entonces. ¿Cuál fue el resultado? El libro Early Christianity and Paganism (El cristianismo primitivo y el paganismo) indica: “El grupo relativamente pequeño de creyentes sinceros se perdió entre la gran multitud de supuestos cristianos”.

      ¡Con cuánta exactitud se cumplieron las palabras de Pablo! Era como si el cristianismo verdadero desapareciera en las fauces de la corrupción pagana. Y donde más se evidenciaba esta contaminación era en la celebración de las festividades.

      En realidad, la única celebración que los cristianos tienen mandato de observar es la Cena del Señor. (1 Corintios 11:23-26.) Puesto que las festividades romanas implicaban costumbres idolátricas, los cristianos primitivos no tenían parte en ellas. Como consecuencia, los paganos del siglo III criticaban a los cristianos con expresiones como la siguiente: “No asistís a las representaciones escénicas; no presenciáis las procesiones públicas; se os echa de menos en los banquetes públicos; detestáis los combates sagrados”. A la vez, decían con orgullo: “Nosotros adoramos a los dioses con alegría, con banquetes, canciones y juegos”.

      Para mediados del siglo IV, las quejas habían remitido. ¿Por qué? Al introducirse sigilosamente en el redil una cantidad cada vez mayor de falsos cristianos, se multiplicaron las ideas apóstatas, lo que condujo a transigir con el mundo romano. El libro The Paganism in Our Christianity (El paganismo en nuestro cristianismo) dice al respecto: “No cabe duda de que los cristianos acostumbraban apoderarse de las festividades paganas que por tradición la gente tenía en alta estima, para luego conferirles un significado cristiano”. La verdad es que se estaban sintiendo los efectos de la gran apostasía. El que los supuestos cristianos adoptaran de buena gana las celebraciones paganas les granjeó cierto grado de aceptación en la comunidad. Al poco tiempo, llegaron a tener tantas festividades anuales como los mismos paganos, y no es de extrañar que la Navidad haya figurado entre las principales.

      Una festividad internacional

      La Navidad acompañó al tipo de cristianismo que imperaba entonces, conforme este se extendía por Europa. La Iglesia Católica adoptó el criterio de que era apropiado perpetuar una festividad gozosa cuyo propósito era honrar el nacimiento de Jesús. Por tanto, en el Concilio de Tours, celebrado en 567 E.C., “se proclamó que los doce días comprendidos entre la Navidad y la Epifanía constituían una época festiva sagrada”. (The Catholic Encyclopedia for School and Home [La enciclopedia católica para la escuela y el hogar].)

      La Navidad pronto asimiló muchos de los rasgos característicos de las fiestas profanas de las cosechas que se celebraban en el norte de Europa. El jolgorio imperaba sobre la devoción, pues los juerguistas se entregaban a comer y beber en exceso. En lugar de declararse en contra de la conducta relajada, la Iglesia le dio el visto bueno. (Compárese con Romanos 13:13; 1 Pedro 4:3.) En 601 E.C. el papa Gregorio I escribió a Melito, enviado a la misión de Inglaterra, y le dio instrucciones de que “no eliminara tales festividades paganas antiguas, sino que las modificara para que se conformaran a las ceremonias de la Iglesia, y que únicamente reemplazara su carácter pagano con uno cristiano”, informa Arthur Weigall, anterior inspector general de antigüedades del gobierno egipcio.

      Durante la Edad Media, algunos reformistas se sintieron impelidos a denunciar tales excesos, y promulgaron muchos decretos contra “los abusos relacionados con el júbilo navideño”. En su libro intitulado Christmas in America—A History (La historia de la Navidad en América), la doctora Penne Restad dice: “Algunos guías religiosos afirmaban que el ser humano, en su condición caída, requería una temporada de desenfreno y exceso, aunque debía producirse bajo la supervisión protectora del cristianismo”. Tales argumentos solo aumentaban la confusión, pero casi daba lo mismo, pues las costumbres paganas ya estaban tan arraigadas en la Navidad que la mayoría de la gente no estaba dispuesta a abandonarlas. El escritor Tristram Coffin dijo al respecto: “La generalidad de la gente seguía haciendo lo mismo de siempre y prestaba escasa atención a los debates de los moralistas”.

      Para cuando los europeos empezaron a establecerse en el Nuevo Mundo, la Navidad era una festividad bien conocida. Aun así, no gozaba de aceptación en las colonias. Los reformadores puritanos la consideraban una celebración pagana y desde 1659 hasta 1681 la proscribieron en Massachusetts.

      Después de levantarse la proscripción, la celebración de la Navidad experimentó un auge en las colonias, en particular al sur de Nueva Inglaterra. Sin embargo, en vista del historial de dicha festividad, no sorprende que algunas personas se interesaran más en divertirse que en honrar al Hijo de Dios. Una costumbre navideña especialmente problemática consistía en que grupos de jóvenes alborotadores entraran en los hogares de vecinos acaudalados y exigieran, bajo amenaza, que les dieran de comer y beber de forma gratuita. Si el amo de casa se negaba a cumplir con sus exigencias, por lo general lo maldecían y a veces le destrozaban la casa.

      Durante los años veinte del siglo pasado, la situación empeoró de tal manera que “el desgobierno navideño” se convirtió en “una grave amenaza social”, indica el profesor Nissenbaum. En ciudades como Nueva York y Filadelfia, terratenientes adinerados empezaron a contratar a vigilantes para proteger sus propiedades. Hasta se dice que el primer cuerpo policial profesional de la ciudad de Nueva York se creó a raíz de una manifestación violenta que ocurrió en la temporada navideña de fines de 1827 y principios de 1828.

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