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“Escuchen [...] mi defensa”Demos “un testimonio completo sobre el Reino de Dios”
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En vista de la situación, el comandante mandó ponerlo en custodia (a partir de entonces, Pablo tardaría más de cuatro años en recuperar la libertad). Pero su vida todavía estaba en peligro. Cuando el comandante les preguntó a los judíos por qué lo habían atacado, se pusieron a gritar y a echarle la culpa a Pablo. Pero, como unos gritaban una cosa y otros otra, el comandante no lograba entender nada con tanto alboroto. Al final, varios soldados tuvieron que sacar a Pablo de allí cargándolo. Justo cuando iban a entrar en el cuartel, Pablo le dijo al comandante: “Te ruego que me permitas hablarle al pueblo” (Hech. 21:39). El comandante le dio permiso, y él se puso a defender su fe con mucha valentía.
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“Escuchen [...] mi defensa”Demos “un testimonio completo sobre el Reino de Dios”
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Entonces, los judíos que lo escuchaban se pusieron furiosos y gritaron: “¡Borra a este hombre de la tierra! ¡No merece vivir!” (Hech. 22:22). Para evitar que lo mataran, el comandante lo metió en el cuartel. Decidido a descubrir por qué los judíos estaban tan furiosos con él, ordenó que le dieran latigazos para sacarle información. Pero, justo antes de que empezaran, Pablo les dijo que era ciudadano romano y reclamó sus derechos. Hoy, los siervos de Jehová también aprovechamos los recursos legales disponibles para defender nuestra fe (vea los recuadros “La ley y la ciudadanía romanas” y “Batallas modernas en los tribunales”). Como Pablo era romano, el comandante debía encontrar otra forma de hacerlo hablar. Así que al día siguiente organizó una reunión especial del Sanedrín —el tribunal supremo de los judíos— e hizo que Pablo se presentara ante ellos.
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19. ¿Por qué terminaron discutiendo los miembros del Sanedrín?
19 Lo que dijo Pablo consiguió dividir al tribunal. De hecho, el relato cuenta: “Estalló una gran gritería. Entonces se levantaron algunos escribas del partido de los fariseos y empezaron a protestar violentamente. Decían: ‘No hallamos nada malo en este hombre. ¿Y si le habló un espíritu o un ángel?’” (Hech. 23:9). Ahora bien, como los saduceos no creían en los ángeles, la sola idea de que un ángel pudiera haber hablado con Pablo los puso furiosos (vea el recuadro “Los saduceos y los fariseos”). La discusión se volvió tan intensa que el comandante militar tuvo que volver a rescatar al apóstol (Hech. 23:10).
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